Mi novia Eva (Cap 4º)
Fue un lunes atípico. Casi desgasto el culo de los pantalones de lo que me revolví en la silla. Nuestros juegos estaban afectando a mi trabajo, era incapaz de centrarme. Me asaltaban las imágenes de Eva con los chavales del parque o el relato de aquella noche de desmelene que ella misma me había descrito con pelos y señales.
Una tarde me encontraba haciendo la compra en un supermercado cercano a nuestra casa. Era una pequeña tienda de barrio, tenía lo justo, pero conocía a la dueña desde niño y me trataba como de la familia, de hecho, había estudiado con su hijo y durante muchos años fuimos buenos amigos. Cuando comencé en la universidad él aprobó las oposiciones a policía y le perdí la pista, sabía que tenía novia y que vivía en Madrid, pero poco más.
Solo necesitaba un par de cosas así que me las acomode en el regazo y me acerque a la caja, doña Emilia me saludo.
-Haber cuando te afeitas esas barbas, que manía tenéis ahora los jóvenes de ir con esos pelos, mi Pablito también, es que no os entiendo. -dijo la señora. No media más de uno cincuenta, de cara amable siempre con los mofletes de un rojo vivo, el pelo recogido en un moño. Cuando era pequeño me recordaba a la mujer de David el Gnomo.
-Mejor tapar esta cara, créame. -le dije mientras pasaba los productos por la caja.
-Mira antes de que se me olvide. -y me tendió un trozo de papel con algo apuntado a bolígrafo. - Es el número de Pablito, que le llames que no tiene el tuyo y ha intentado hablar contigo.
-Gracias, le llamare en cuanto llegue a casa. -le dije. Los ojos de la señora brillaban, de emoción creí interpretar, parecía que se estaba mordiendo la lengua, que quería decirme algo, pero no podía.
Cogí la bolsa y me despedí de doña Emilia. Y en casa coloque la copra y al dejar las llaves del coche el trozo de papel callo de mi bolsillo. Lo recogí, marque el numero en mi móvil y me senté en el sofá.
-Diga. -me respondió una voz familiar.
- ¿Pablo? Tu madre me ha dado este número…
-Me cago en tus muertos tío. -dijo con echando una sonora carcajada. -Eres difícil de localizar cabrón, ¿Qué tal?
-Pues ya ves, aquí andamos, currando en la empresa como siempre.
-¿Estas con Eva, eh cabrón?.
-Si hay seguimos.
-Bien, bien, oye mira, voy a pasar el fin de semana con mis viejos, ¿estas libre el sábado? Buenos los dos, Eva y tú.
-Eh…Si creo que si-
-Perfecto tío, pues nos vamos de cena los cuatro, quiero presentaros a mi novia. -algo me olía a chamusquina no dije nada.
-Claro que sí, te confirmo por el WhatsApp en cuanto hable con Eva, ¿vale? -
-En eso quedamos tío, nos vemos el sábado.
Colgué y dejé el móvil sobre la mesa des salón, justo en ese momento Eva entraba por la puerta.
-Este cabrón se casa.-dije pensando en voz alta.
¿Qué?, ¿Quién se casa? -
¿Te acuerdas de Pablo? el de la mercería. -Ella asintió mientras dejaba su abrigo. -Su madre me dijo que estaba intentando hablar conmigo, me dio su número y lo llamé. Quedamos el sábado para cenar los cuatro, nosotros y él y su novia.
-Y ¿porque crees que se va a casar? -
-Hace dos años no nos vemos y ahora esas prisas por hablar conmigo, este nos va a invitar a la boda, te lo digo yo.
-Madre mía que coñazo. -dijo meneando la cabeza. Eva al contrario que muchas mujeres, odiaba las bodas, quizá no el enlace en sí, en realidad lo que detestaba era tolos los preparativos: vestido, zapatos, regalo etc.
-No te quejes, es la única que tendremos este año.
-Sí, que alivio. -dijo con cierto recochineo.
Es sábado por la mañana volví a hablar con Pablo. Nos citamos en el Restaurante Sotavento a las nueve.
Llegamos puntuales a la entrada del local, a la entrada una pequeña carpa albergaba la terraza y en ese momento estaba completamente llena. Es restaurante era uno de los más concurridos de la ciudad, era difícil hacer una reserva para el fin de semana, en ocasiones era necesario llamar un par de semanas antes para conseguir mesa.
De pronto una moto scooter nos pasó por delante a bastante velocidad, el chico que la conducía llevaba a su espalda una enorme caja para transportar comida. Dejo la moto a un lado de la puerta del restaurante. Me gire para llamarle la atención, pero Eva me apretó el brazo y señalo a una pareja que venía en nuestra dirección.
-Mira hay vienen.
-Puto crio casi nos rompe las narices. -dije bastante molesto. Pero Eva no dijo nada se limitó a saludar con la mano a nuestros anfitriones.
-Hola chicos. -Les dijo y se acercó a besar a la pareja.
La novia de Pablo se llamaba Vanesa, era rubia, de metro setenta y poco, tetas menudas y de caderas anchas, a simple vista su cuerpo no me gusto demasiado pero su cara redonda y sus ojos azules arreglaban el conjunto.
La di dos besos y me abracé a mi colega, le conté el lance de la moto y se rio.
-Hoy no estoy de servicio no me jodas. - dijo.
- ¿Entramos? - su novia nos invitó con la palma de la mano señalando la entrada.
Al entrar Pablo hablo con el metre, le explico que tenía una reserva, este con un amable gesto nos invitó a seguirle. Me fije en el chaval que hacia un momento casi nos arrolla con la moto, permanecía de pie, enfrente de la puerta de la cocina, con el casco aun puesto. Me resultaba familiar. Al final recogió un par de bolsas las introdujo en la porta paquetes se lo hecho a la espalda y se fue.
Nos pasamos la cena recordando batallitas de instituto, la verdad es que los dos fuimos bastante niños rata, nos metíamos con todo el mundo especialmente con los profesores, teníamos historias para hablar durante tres cenas. Entonces llego el postre.
-Buenos tenemos que deciros algo importante. -anuncio Vanesa.
-Nos casamos. -espeto Pablo sin dejar terminar a su novia, la rodeo con un brazo se dieron un pico.
-Lo sabía. -dije. Mire a Eva y los cuatro soltamos una carcajada.
-En octubre. Es un poco tarde, pero quiero acabar el MIR y relajarme un poco antes de la boda. -dijo Vanesa.
-Esperemos que no llueva. -bromeo Pablo.
Eva y yo estábamos sentados de cara a la puerta de la cocina. Escuche la moto, por un momento sopese abroncar al chaval por lo ocurrido al principio de la noche, lo vi entrar en el restaurante cargado con la enorme caja a cuestas. Me compadecí de él, al final tan solo estaba haciendo su trabajo. Entonces se quitó el casco. Le conocía, no recordaba su nombre, no estaba seguro si había llegado a saberlo en algún momento la verdad.
Me acerque a Eva, la bese en la mejilla y le susurre al oído:
-Mira al chaval de la moto. -Ella discretamente desvió la vista un segundo, entorno los ojos.
- ¿Quién es? -
-Uno de los amigos de Noa, uno de los que te metieron mano en el asiento del coche. -le susurré mientras apretaba su muslo con una mano.
-Si me suena, que cabrón, trabaja repartiendo comida. -dijo y me miró.
Sus ojos chispeaban, no fue necesario decir nada, los dos sabíamos lo que estábamos pensando.
Tras la cena nos acercamos a la barra y nos timamos unos chupitos para celebrar el encuentro. Eva estaba frente a mí, entonces el chico paso a nuestro lado y se puso el casco. Eva se le quedo mirando, el chaval dudo un segundo, se giró por completo para verme yo me hice el distraído mirando a otro lado, miro de nuevo a mi novia que le sonreía, la saludo con la mano y salió rápidamente del restaurante.
No recuerdo de que hablamos con Vanesa y Pablo después de cenar, estaba ausente, a mil quilómetros de allí. Al rato nos despedimos y cada pareja caminó hacia su coche.
Permanecimos en silencio casi todo el viaje. Llegando a casa ella me miró.
¿Es una locura muy grande? - Me preguntó.
¿El que? - Creía saber perfectamente lo que pensaba Eva, pero quería estar seguro.
-Quiero decir, ¿pedimos comida a casa y que se presente el chaval?, ¿y después que?
-Demasiado directo, quizá sea mejor hacerlo en un par de veces, ir calentándolo. -
- ¿Pero hacer el que?, No voy a fallármelo.
No dije nada, ante aquel silencio Eva me miro un poco confusa.
-No no, eso es demasiado. -dije no muy seguro. - Creo que deberíamos ir despacio, que venga una primera vez, lo calientas un poco y haber que pasa.
-Pero tu estarás presente, que no te vea, permanecerás escondido o algo.
-Si, al llegar a casa lo planeamos bien.
Parecíamos dos ladrones ultimando un atraco a un banco, sopesando las opciones, los riesgos, las rutas de escape y sobre todo hacerlo sin que nos pillasen.
Estaba decidido, pediríamos comida al restaurante, el chico vendría y Eva le calentaría. Hasta ahí bien, fácil. Ahora las dudas:
No estábamos seguros de pedirla a casa, era arriesgado, si el chico se iba de la lengua sería fácil averiguar de quien vivía allí. Además, si el encuentro era en la entrada de la casa yo no lo tenía fácil para presenciarlo, En el recibidor no había posibilidad de esconderme.
Segunda duda:
¿Como provocar al chaval? ¿Recibirle ligera de ropa?, ¿desnuda? ¡No! Había que sugerir, calentarle, al menos la primera vez, eso sí lo teníamos claro. Tenía que parecer casual. Ella pedía comida para uno y “sorpresa” se la traía el amiguito de Noa.
Nos pasamos la noche trazando un plan, entrada la madrugada lo teníamos decidido: en dos días daríamos el siguiente paso hacia la perversión.
Fue un lunes atípico. Casi desgasto el culo de los pantalones de lo que me revolví en la silla. Nuestros juegos estaban afectando a mi trabajo, era incapaz de centrarme. Me asaltaban las imágenes de Eva con los chavales del parque o el relato de aquella noche de desmelene que ella misma me había descrito con pelos y señales. Otras veces el miedo me atenazaba, me quedaba sin aliento. Teníamos fantasías con chicos jóvenes, demasiado quizá, ¿era legal?, ¿podíamos meternos en un lio?, ¿terminaríamos en la cárcel por pervertir a unos menores?
Lo cierto es que hasta ahora apenas habíamos jugado con ellos, enseñarles un poco de carne y un leve sobeteo, nada punible. Pero habían decidido traspasar la línea, el resultado podía ser demasiado excitante. No se lo decía directamente, pero tenía mis dudas. Yo la había empujado a esto y ella estaba segura de que quería continuar. Ahora me tocaba apechugar.
Trazamos un plan en dos fases. La primera estaba bastante clara, era sencillo:
Mi padre era dueño de varios pisos en la zona norte de la ciudad, algunos estaban habitados pero un par de ellos permanecían vacíos. Con las llaves en mi poder lo revisamos. Poseía los muebles básicos para entrar a vivir, una televisión, un microondas, un colchón envuelto en su plástico y poco más.
No queríamos utilizar nuestra casa para evitar miradas indiscretas. La distribución del piso era perfecta para el plan; la cocina estaba integrada en el salón y la puerta de entrada en un lateral de esta. A la izquierda el baño, una pequeña ducha con cortina, un retrete, un lavabo y la lavadora. Justo allí me escondería, en el habitáculo de la ducha, tras la cortina. Desde aquella posición y con la puerta abierta tenía una visión clara de la entrada.
Realizaríamos la llamada al restaurante Sotavento, donde trabajaba el chaval en cuestión, pediríamos comida para una persona y al llegar el chico Eva fingiría salir de la ducha mojada y con una toalla anudada como única prenda. El tema de la toalla produjo arduas discusiones entre ambos. Ella creía que era demasiado, decía que mejor ir vestida sexy con ropa ajustada y un bien escote. Pero aquello no tenía ni puto sentido, nadie se viste así y pide comida a domicilio. Al final apele a su orgullo. Eva era demasiado orgullosa y eso acabo provocando inesperadas complicaciones tiempo después. No me vengas ahora de recatada, después de todo lo que ha pasado, dije. Con aire decidido de quito la ropa se anudo la toalla blanca alrededor y me miro.
- ¿Te gusta lo que ves?, ¿sabes quién se va hacer una paja hoy? - Me espeto con los ojos encendidos y las mejillas al rojo vivo.
No la respondí, me limite a coger su teléfono y marcar con parsimonia el número del restaurante, se lo tendí.
- ¿Lista? - Ella resoplo me arranco de la mano el móvil y se fue a la cocina desde donde realizo la llamada.
Apenas la escuchaba murmurar, pero su voz sonaba decidida. Yo en cambio era un matojo de nervios. Habíamos comenzando a empujar la bola de nieve montaña abajo y no tenía ni idea del tamaño ni la dirección que podía tomar aquella situación.
Entro en el salón y me tiro el móvil sobre el regazo.
-Tarda quince minutos, me voy al baño aquí me congelo, esperare a que timbre para mojarme el pelo. -dijo y se fue al cuarto de baño.
El piso tenía calefacción, pero dado que se suponía que allí no vivía nadie no quería encenderla y que mi padre se enterase. Nos habíamos traído un pequeño calefactor eléctrico que colocamos en el baño.
El corazón se me salía por la boca fue el cuarto de hora más largo de mi vida, lo estaba llevando mal, al fin y al cavo estaba entregando a mi novia yo era un mero espectador en todo aquello, ¿qué coño estábamos haciendo con nuestra relación?, ¿afectaría aquellas fantasías a nuestro futuro? Me estaba volviendo loco yo solo en aquel salón.
Pegue un brinco cuando sonó el telefonillo. Para mi anunciaba el comienzo de una aventura sin final conocido. Me repuse del susto apretando los puños. Escuche la ducha, sin duda Eva estaba bajo el agua en ese momento. Descolgué del auricular, no dije nada ya que si hablaba todo el plan podía irse al garete, el chico debía creer que estaba a solas con mi novia. Me limité a pulsar el botón de apertura, un sonido eléctrico y tras él una leve voz “Ya está, gracias”. Colgué el aparato y de un salto entre en el baño. Eva completamente empapada se ceñía la toalla, mi boca intento emitir una queja cuando vi su cuerpo desnudo, me esperaba que fuese en ropa interior bajo la toalla, por lo menos unas bragas, pero no, aquello había sido idea mía así que cerré la boca. Intercambiamos posiciones, ella salió, ni nos miramos. Apagué la luz del baño y me acurruqué dentro de la bañera tapándome con la cortina, el suelo de esta estaba mojado y pronto mis pantalones y mis deportivas. Eva esperaba de pie cerca de la puerta. El pelo le caída lacio por la espalda completamente mojado salpicaba el suelo a su alrededor, apretaba contra su pecho las manos al tiempo que se sujetaba la toalla, se mecía toda ella adelante y atrás con las piernas muy juntas levantando los talones.
Sonó el timbre de la puerta, yo casi me resbalo en la bañera con el susto, Eva espero al segundo timbrazo, abrió la puerta con una mano mientras se sujetaba la toalla con la otra. Asomo la cabeza por el hueco.
-Hola te traigo el pedido. -Dijo la voz tras la puerta.
-Si perdona, casi me olvido de ti, pasa un segundo.
Una gran caja térmica irrumpió en el recibidor seguida de un chaval con casco. El chico saco del interior una bolsa con el contenido de la cena y una lata de Coca-Cola. Eva con su mano libre colocaba sobre el mueble de la entrada todo lo que el repartidor le pasaba.
- ¿Cuánto es?
-Doce cincuenta.
-Vale dame un segundo, perdona de verdad.
Entonces vi como la toalla se descolgaba de un lado y me dejaba la espalda, las piernas y el imponente culo de mi novia libre. No supe si había sido casual o provocado, al menos no en ese momento, lo cierto es que pareció bastante natural.
-Por Dios, disculpa. - Eva intentaba recolocarse la toalla para al menos taparse tapar la parte frontal de su cuerpo. - Tengo la cartera aquí mismo. - y así con el culo al aire paso frente al chico. Este pareció mirar hacia el baño como buscando una cámara oculta, miro tras de sí, parecía dudar. Entonces de retiro el casco, me sobresalte. Aquel no era el chaval que estaba previsto, no era el amigo e Noa. De mirada afilada pelo corto aplastado por el casco, de complexión menuda, todo un aguililla. No aparentaba más de dieciséis años. Se relamió los labios se pasó la visera del casco por la muñeca y se colocó el paquete, no para disimularlo, al contrario, ahora se notaba su polla completamente marcada en los vaqueros. Desde mi posición ni podía ver a mi novia, pero parecía que le estaba dando todo un espectáculo. En un movimiento reflejo saco su móvil robo una foto de forma fugaz y se lo guardo de nuevo.
No había caído en eso, en las malditas fotos, solo esperaba que al menos no se viese la cara de Eva. Pero que diantres se vería en aquella imagen.
Apareció ella con la toalla apañada contra el pecho como buena mente podía. En la otra mano dos billetes arrugados. Uno de cinco y uno de diez.
-Toma, quédate con las vueltas, por hacerte esperar. – dijo ella.
-Con este espectáculo estaría aquí hasta mañana. -soltó con una carcajada.
Eva parecía sorprendida, en ese momento callo en la cuenta de que no era el chicho que esperaba, además el comentario era bastante atrevido.
-Si, lo siento. - dijo ella avergonzada por el descaro del chaval.
-Yo encantado de verdad con ese cuerpo, puf. - el chico volvió a colocarse el paquete mientras la miraba de arriba abajo. - Oye, te importa si me quedo con tu número, y hablamos. - no espero a la respuesta arranco el recibo de la bolsa y se lo guardo en el bolsillo.
-Supongo que no. - acertó a decir mi novia.
- ¡Bua! ya te digo si vamos a hablar, dame dos besos. -y de nuevo sin esperar respuesta le planto dos besos muestras colocaba su mano en su cadera desnuda peligrosamente cerca del culo. - Nos vemos guapa, pide comida cuando quieras jeje. -dijo ya tras la puerta.
Eva estaba en shock, tardo unos segundos en cerrar la puerta, me miro, ya había abandonado el interior de la bañera y con las playeras y los pantalones chorreando me acerque a ella.
¿Estas bien?
¿Quién coño era ese? - pregunto mirándome a los ojos. Y se hecho a reír. Era una risa nerviosa. - La madre que lo parió, puto descarado.
Se sentó en el sofá aun con la espalda al aire. Volvió a mirarme.
-A sido mejor de lo que esperaba. - dijo
-Lo de la toalla, ¿fue a posta?
-Claro!, por dentro me estaba descojonando, pero entonces cuando le di el dinero, ¡hostia! ¿este quién es?, y el cabrito se aprovechó.
- Te saco una foto.
-Joder mientras estaba agachada, se me ve todo el coño seguro. - dijo echándose las manos a la cara y soltando una carcajada que quedo amortiguada por estas. - Otro crio más con mi número.
-Este es muy lanzado, ¿no te acojona?
-No, me pilló con la guardia baja me esperaba a otra persona, pero el próximo día lo va a flipar.
“El próximo día” pensé. Y la bola de nieve comenzó a descender.