Mi novia Elvira

Pese a tanto tiempo juntos, nunca deja de sorprenderme... placenteramente

Hola a todos, mi nombre es Carlos y hace unos días tuve una experiencia genial y muy excitante que me gustaría compartir con todos vosotros.

Yo tengo veintipocos años y llevo desde el instituto saliendo con mi novia Elvira, hace poco más de un año que nos fuimos a vivir juntos y desde entonces no he parado de llevarme una sorpresa detrás de otra, pero bueno, primero dejadme que os cuente un poco como somos para que os vayáis haciendo una idea.

Elvira es morena, muy morena. Tiene el pelo negro y largo, es delgadita aunque no por eso carece de curvas, más bien al contrario, tiene un par de tetas impresionantes y no por que lo diga yo, su talla es una 105 y teniendo en cuenta que mide 1.68 imaginaros como destacan. Además tiene un tono de piel algo tostado que a mi personalmente me encanta, sobre todo en sus pezones gorditos y oscuros.

En lo que a mi respecta hay poco que contaros, soy castaño de pelo corto, mido 1.82 y el hecho de ser profesor de educación física me ayuda a mantenerme en muy buena forma.

Bien ahora que ya nos hemos presentado voy a contaros las cosas que me han pasado últimamente.

La primera sorpresa a la que me refería antes tuvo lugar hace apenas un par de meses.

Era un día entre semana, miércoles creo recordar, llegue a casa a eso de las 21h, algo más tarde de lo que suelo hacerlo porque estábamos hasta arriba de trabajo y me había tenido que quedar terminando unas cosillas.

Cuando llegué estaba la luz del salón encendida y la televisión puesta así que Elvira debía de estar en casa aunque no parecía haberme oído llegar, a los pocos segundos escuche que se encendía el calentador y el sonido del agua en el baño de nuestra habitación, Elvira se estaba duchando.

Tranquilamente me dirigí a nuestro cuarto, la luz estaba también encendida y la puerta del baño cerrada, me quité el abrigo y la chaqueta y los colgué en el armario, después me desaté la corbata y me quité el resto de ropa hasta quedarme completamente desnudo listo para darle una sorpresa a Elvira en la ducha.

Sin embargo la sorpresa me la lleve yo.

Nada más abrir la puerta del baño muy despacio y con mucho cuidado de no hacer ruido, escuché unos jadeos provenientes de la ducha, me asomé por detrás de la cortina y la imagen que me encontré en la bañera hizo que se me pusiera dura en un segundo.

Elvira estaba de espaldas a mí, agachada en cuclillas en la bañera y sostenía en su mano izquierda la ducha con la que se enchufaba directamente el agua al interior de su coñito, mientras con la mano derecha se masturbaba placenteramente acariciándose el clítoris.

MI primera reacción fue de asombro y di un paso atrás dispuesto a irme de allí, pero lo cierto es que la imagen me había excitado considerablemente y los gemidos de placer que la muy guarra emitía no hacían más que ponerme aún más cachondo, así que volví a asomarme al interior de la bañera. Ella no se había percatado de nada y seguía masturbándose acercándose cada vez más al orgasmo a juzgar no ya sólo por sus sonidos sino también por sus movimientos de caderas simulando una penetración, yo estaba muy cachondo y en pelotas, así que decidí que no iba a ser ella la única que se lo pasase bien. Comencé a acariciar mi polla tiesa como nunca, mi capullo enrojecido parecía querer salir disparado hacía la zorra de la bañera pero hoy de momento tendría que apañarme con un buen pajote, arriba y abajo, no tarde mucho en obtener una corrida de considerables dimensiones que cayó sobre la alfombra casi a la vez que ella subía ligeramente el volumen de sus gemidos indicando que sus sabias manos habían cumplido el objetivo.

Con mucho cuidado de no hacer ruido y con una notable erección aún salí del baño, cogí mi ropa otra vez de la habitación y me apresuré a vestirme en el pasillo y simular que entraba por la puerta justo en el momento que ella terminaba de vestirse.

Evidentemente su actitud era de lo más normal y yo ni me atreví a comentar que la había visto, después de todo yo también me masturbaba con cierta frecuencia así que ella también tenía derecho, supongo, al menos ese fue mi razonamiento entonces.

Después de este incidente nuestra vida siguió siendo de lo más normal en todos los aspectos incluido por supuesto el sexo, al menos durante el siguiente mes o mes y medio, hasta mediados de Mayo cuando a Elvira se le antojó comprar una palmera enana para casa.

La había visto en una feria del jardín que ponían en unos grandes almacenes y no paró de repetirme cuanto la gustaba hasta que el último día de la feria fuimos a por ella, como es normal en nosotros, por unas cosas o por otras nos entretuvimos y llegamos a última hora. El centro comercial no cerraba hasta las diez de la noche sin embargo la exposición de plantas tenía un horario algo más reducido y la clausuraban media hora antes. Así que cuando llegamos acababan de cerrar, después de gritarnos y echarnos la culpa del retraso mutuamente ella me dijo que se iba a acercar a la carpa especial que habían montado a ver si aún había alguna dependienta y nos hacía el favor de vendernos la planta, quedamos en vernos en deportes y se fue para allá, mientras se iba no pude evitar echar un vistazo a su culo y pensar como se la trasparentaba el tanga con ese vestidito blanco de verano.

Estuve echando un vistazo en la sección sin ver nada interesante y poniéndome un poco más nervioso a cada aviso que iban dando para la hora del cierre y Elvira seguía sin aparecer. Cuando a las diez menos cinco dieron el último aviso para dirigirse a las salidas yo me encaminé con un cabreo monumental hacia la famosa carpa de las plantas que estaba situada fuera del edificio en la parte de atrás.

Era una carpa blanca como de plástico a la que se accedía por una puerta del mismo material como las de las tiendas de campaña. Me encontré con que la puerta estaba cerrada atada con unas tiras, era algo lógico si tenemos en cuenta que su horario había terminado hacía más de media hora, sin embargo Elvira tenía que estar allí dentro comprando la palmera. Después de echar un vistazo alrededor y no encontrar ningún empleado al que preguntarle, volví a la puerta de la carpa y me puse a deshacer el nudo, aparte ligeramente la cortinilla y eché un vistazo al interior, allí estaba Elvira y dos empleados de jardinería de los grandes almacenes estaban con ella, lo curioso es que en vez de estar preocupados por las palmeras los muy cabrones se lo estaban pasando de miedo con mi mujer.

Desde donde yo estaba las tres figuras se presentaban de perfil y con mi esposa en el medio de los dos hombres, así pude ver como mientras el que estaba a su espalda permanecía agachado con su cabeza metida bajo el corto vestido de Elvira acariciando con sus manos su culo sin que el fino tanguita de hilo ofreciese la más mínima protección, su compañero parecía haber encontrado un buen botín en los pechos de mi mujer, pues no paraba de acariciárselos y estrujárselos con verdadero ansia, al principio por encima del vestido, pero cuando comprobó como se marcaban sus espléndidos pezones en la tela decidió ayudarles a liberarse del encierro bajando con rápidos movimientos los tirantes del vestido para descubrir con evidente satisfacción, que no había ningún sujetador que se interpusiese entre él y esos firmes pezones.

Así que no se lo pensó dos veces y se lanzó directamente a ellos hundiendo su cabeza entre las tetas de mi mujer para lamer con su lengua cada centímetro de piel blanca que formaban su delantera. Cuando llego a los tiesos pezones que presa de la excitación habían cambiado su habitual color rosáceo por un rojo más intenso, el empleado hizo una breve pausa para observarlos a escasos centímetros antes de sacar de nuevo su golosa lengua y comenzar a lamerlos con suaves movimientos circulares y pasando de uno a otro para a continuación repetir la misma operación introduciéndoselo por completo en la boca como un lactante.

A todo esto mi mujer lejos de oponer cualquier atisbo de resistencia permanecía de pie, con sus brazos extendidos hacía el techo con el fin de sujetarse a una de las vigas que sustentaban la carpa y su cabeza ligeramente echada hacía atrás mostrando una clara expresión de placer en su rostro.

Yo por mi parte permanecía atónito agarrado a la puerta de tela incapaz de articular sonido alguno ni mucho menos de moverme de mi escondite, debo reconocer que una vez más pese a los evidentes celos que aquella acción que estaba presenciando me provocaba, lo cierto es que estaba de lo más excitado que podía recordar, así que por supuesto decidí seguir adelante mirando y escuchando pues Elvira comenzaba a emitir unos gemidos que podían oírse perfectamente por toda la carpa.

Supuse que los gemidos debían ser consecuencia del trabajito que estaba efectuando el empleado que permanecía en cuclillas entre sus piernas, y al que ahora gracias a la nueva posición en la que habían colocado a mi mujer podía ver perfectamente.

Elvira permanecía de pie, pero su excitación había hecho que ahora sus piernas estuviesen más abiertas lo cual facilitaba sin duda la tarea del jardinero, además me percaté de un detalle que se me había pasado por alto y era que el diminuto tanga de mi mujer debía hacer un rato que estaba tirado a escasa distancia de su pierna derecha, por lo que el hombre debía de estar dándose un estupendo atracón del conejo de mi mujer.

El otro empleado satisfecho ya de las tetas decidió aprovechar su privilegiada situación por lo que se bajo los pantalones y la ropa interior y dejó al aire su polla de bastante buen tamaño, se sentó encima de la mesa que había a su espalda y cogiendo a mi esposa del pelo la obligo a doblar la espalda hasta que su polla entró en la boca de Elvira.

Su compañero por su parte aprovechó para bajarla el vestido que permanecía enrollado en la cintura y de rodillas, continuó lamiéndole el conejo salvajemente, la escasa distancia que me separaba de la acción me permitía ver como pasaba su lengua por su clítoris hinchado que asomaba entre sus labios completamente depilados.

Elvira mientras seguía con la polla en su boca chupando como ella sabe hacer pues debo reconocer que aunque normalmente la cuesta lanzarse a mamarla una vez que tiene una polla en la boca sabe perfectamente lo que tiene que hacer para que explotes en su boca.

Y en esta ocasión desde luego parecía ir por el buen camino ayudada por sus manos que rodeaban el espacio del miembro que no cubría su boca, así mientras su boca y su lengua se dedicaban a excitar el glande, sus manos cubrían toda la base de su rabo, por lo que con tan sabios cuidados el buen hombre no tardo en soltar una tremenda carga de leche que indicaba su orgasmo, que mi mujer obligada por sus fuertes manos no tuvo más remedio que tragarse por completo, algo que nunca la había visto hacer hasta entonces.

Sin embargo el mal rato se vio claramente compensado con el orgasmo que en ese instante alcanzó gracias al incansable hacer de su otro compañero que permanecía aún de rodillas lamiendo su conejo al tiempo que tenía un dedo introducido en él y lo que me resultó más chocante, otros dos completamente metido en el culito de mi mujer.

Esa era otra de las cosas que nunca me había dejado hacerle a mí, siempre había calificado su culo como sagrado para el sexo y ahora la muy puta se dejaba meter dos dedos inmensos por un desconocido.

Pero ahí no terminó todo como yo pensaba, sino que el buen samaritano decidió que ahora era su turno de lograr placer, por lo que saliendo de entre las piernas de mi mujer se colocó a su espalda y se bajó los pantalones para sacar su polla, que tampoco tenía nada que envidiar a la de su compañero y mientras este aún sentado, se encargaba de sujetar a mi mujer por las muñecas para que mantuviese la postura, el otro se encargó de desvirgar su último lugar impenetrado de una salvaje clavada. Creo que el grito se hubiese podido oír en todo el centro comercial si el pícaro jardinero no la hubiese hecho tragar de nuevo su polla breves instantes antes de la enculada de su compañero, mi pobre esposa se rebeló y forcejeó, pero ambos eran demasiado fuertes para ella y la tenían firmemente sujeta por las muñecas y por la cintura, por lo que no tuvo más remedio que ceder a sus deseos y soportar que continuasen violando su agujerito mientras volvía a mamársela al otro, sin embargo al cabo de un rato me di cuenta de que posiblemente estaba pasándolo yo peor por la salvaje violación que mi esposa, pues era evidente que estaba moviendo sus caderas al ritmo de las embestidas que sentía por detrás y que el ritmo de chupada que llevaba no era en absoluto forzado, todo esto lo pude confirmar pocos minutos después cuando a las embestidas finales propias del orgasmo alcanzado del violador siguieron unos movimientos nerviosos de mi mujer que delataban también su propio orgasmo lo que la hizo asirse con más ansia a la polla del otro jardinero hasta que le hizo correrse de nuevo en su boca y en su cara.

Visto que todos parecían haber recibido ya su dosis de placer decidí retirarme de mi escondite e irme hacia el coche a esperar a que la puta de mi esposa fuese para allá también.

Cuando llegó me limité a preguntarla como es que había tardado tanto, a lo que ella me comentó lo mucho que había tardado en convencer al encargado para que le vendiese la palmera, pero que finalmente habían sido de lo más amables con ella.

Yo me hice el tonto y me limité a asentir con la cabeza.

Claro que la última sorpresa me la llevé cuando de camino a casa Elvira se movió un poco en el asiento, haciendo que su corto vestido se subiese, dejando al aire no sólo sus muslos sino permitiéndome ver que la muy puta no había dudado en regalar su húmedo tanga a alguno de sus amables vendedores.

Esa no fue la última sorpresa que me lleve con Elvira, pero creo que eso merece una historia aparte.