Mi novia -Diana- me somete

Como me convertí en el sumiso de mi novia, por no poder complacerla, degradado y humillado.

Conocí a Diana en una convención de la empresa en la que trabajábamos ambos, ella era una chica normal, con un cargo superior al mío y sobre todo era la hija de uno de los propietarios de la compañía. Tras que nos presentaran, estuvimos hablando un rato largo, ella era muy agradable y conectamos con rapidez. Salimos un par de veces y nos fuimos conociendo, tras varios meses saliendo, me fui a vivir a su casa, un apartamento en una de las mejores zonas de la ciudad.

Me estaba convirtiendo poco a poco en su mantenido, pese a que seguía trabajando, yo no pagaba nada más que algo de compra, ella se hacía cargo de todos los gastos. La verdad era una situación que a mí no me importaba, siempre había sido un poco calzonazos, y en ese momento estaba claro que era ella quien llevaba los pantalones.

Todo cambio un día en el que después de follar me dijo, que necesitaba más, ella no se había atrevido a decírmelo hasta aquel momento, pero a partir de ahí me dejo las cosas claras. ”Cariño, creo que tenemos que hablar, apenas me satisface tu pito, es el más pequeño que con el que he estado”. Eso me hundió, pero por miedo a perderla, al pregunte que podía hacer para que ella se sintiera bien. En un momento ella me dijo que había hablado con su amiga Bea, y que le había recomendado varias cosas, que iríamos probando.

Nuestra conversación se quedó ahí, ese mismo fin de semana nos íbamos a la finca que tenía su familia en la sierra. Llego el viernes y por la mañana ella me dijo preparado para este fin de semana, guiñándome un ojo, y añadiendo espero que lo pasemos bien.

Eran las 4 de la tarde y tras comer cerca de la oficina nos montamos en el coche dirección a la sierra, seguíamos sin hablar del tema sexual hasta que ella cuando solo faltaban 25 minutos para llegar me pregunto, que pensaba a cerca de convertirme en sumiso.

Yo abrí los ojos y la pregunte con estupefacción que a que se refería, ella me explicó que le gustaría poder controlarme, que había comprado algún juguete, pero que solo si estábamos de acuerdo los dos jugaríamos a ello, asentí con la cabeza y la dije que haría lo que ella quisiera. Perfecto, cariño, añadió ella, te vas a divertir.

Llegamos a la finca, el guardes nos recibió y nos dijo que no había nadie, ni servicio, ni cocina, Diana contesto que ya lo sabía, que ella lo había pedido, porque quería intimidad, mirándome sonrió y me guiño un ojo.

Al entrar en la habitación, llego su primera orden, desnúdate sumiso, rápidamente sin saber lo que podía llegar me desnude, ella también se quitó la ropa cuando los dos estábamos en ropa interior, me dijo: Inútil te he dicho que te desnudes, me baje los calzoncillos tan rápido como pude, y ahí estaba mi polla medio erecta fruto de la excitación, y que llevaba más de 5 días sin descargar, ella se rio y dijo, mira, si está creciendo tu pito, vamos a empezar sumiso.

Me ordeno colocarme en 4 encima de la cama, con ella detrás, mientras me iba palpando el culo y los testículos, mi polla cada vez se hacía más grande (bueno mejor dicho aumentaba de tamaño, seguía siendo ridícula aun en erección 7 u 8 centímetros)

Ella me empezó a masturbar, mientras seguía jugando con mis testículos y mi culo, yo ya no podía aguantar más. Ama Diana, me corro, ella sonreía mientras ponía su mano, allí estaba mi corrida, acto seguido se limpió con el interior de unas braguitas que saco del cajón, mientras me decía muy bien sumiso, aprendes rápido, ponte de pie que te voy a poner una cosita.

Yo pensaba que serían las braguitas, pero saco un artilugio rosa, y me dijo esto es para que tu pito este tranquilo. Me estaba colocando un cinturón de castidad. Era rosa de plástico, acto seguido me puso las braguitas, también rosas, con las que había limpiado mi corrida, estas perfecto sumiso dijo ella majestuosa, con solo un conjunto negro de ropa interior.

Diana, tenía 30 años, era castaña con ojos claros, 1’65 m de altura, con curvas, no estaba delgada pero tampoco gorda, tenía un buen pecho, tetas hasta las que hace poco tiempo yo hubiera chupado y mordido, pero que a partir de ese momento no estaba permitido ni tocar.

Por mi parte yo, me llamo Nico y mido 1’80, moreno y de complexión delgada, nunca había tenido problemas para ligar y mantener relaciones, pero sí que sabía que mi polla estaba por debajo de la media, lo cual nunca me había ocasionado ningún tipo de complejo.

Volviendo a la historia, allí estaba de pie con mi polla dentro de un cinturón de castidad y unas braguitas rosas, húmedas por mi propia lefa, convirtiéndome en un sumiso.

Muy bien sumiso, dijo Diana, ahora vas a satisfacerme a mí, solo con la boca, mientras ella se bajaba sus braguitas negras, dejándome ver su depilado coño, yo me puse de rodillas y me acerque a ella, no sabía ni que decir, pero de lo que si estaba seguro era de que estaba super excitado. La estuve comiendo el coño durante un rato, no se si 15 minutos o más, hasta que ella se terminó por correr.

Muy bien sumiso, me decía mientras se volvía a vestir, no solo se puso sus braguitas, sino también un pijama de satén negro. Mientras que yo no tenía permiso para vestirme nada más.

Ven, acompáñame que te voy a poner al día de lo que va a pasar este fin de semana….

Hasta aquí el primer relato, me gustaría recibir comentarios e ideas