Mi novia conoció a mi mejor amigo. Capítulo I.

Primera parte de cómo mi novia conoció a mi mejor amigo.

Esta historia es una historia totalmente real. Llevo un tiempo leyendo vuestras historias en las sombras y me parece que debo compartirla con vosotros.

Todo comenzó en las hogueras de San Juan. Mi novia Sara y yo estábamos solos en mi casa. Mis padres se habían marchado de vacaciones y podíamos hacer lo que quisiéramos. La noche comenzó con el reencuentro inesperado con un par de amigos de la infancia, Andrés y Alberto, a los que hacía años que no veía y con los que estuvimos bebiendo en torno a las hogueras. A eso de la medianoche me llamó uno de mis mejores amigos, Arturo. Resulta que también estaba en el parque y me planteó la posibilidad de vernos. Nos reunimos los cuatro. La noche transcurrió con normalidad, entre bromas y cervezas, hasta que Arturo se marchó diciendo que al día siguiente tenía planes. En ese momento decidimos marcharnos todos, las hogueras ya se habían apagado y la gente comenzaba a dispersarse. Mi novia y yo nos dirigíamos de vuelta a casa cuando Arturo me llamó:

-Hola, Lobo. Mira, tío, realmente no me tenía que ir, pero no aguantó Andrés y me he marchado para ver si así él se piraba, ¿vais a hacer algo más?

-Espera- quité el micrófono del móvil y le pregunté a Sara si tenía ganas de hacer algo más antes de irnos a dormir.

-Dile que si quiere se venga a casa a tomar algo y así no estamos por la calle.

-Hola, Arturo, ¿quieres pasarte por casa?

-Claro, bro, allí nos vemos.

Pasamos por un chino para comprar unas cervezas y subimos a casa. Arturo llegó unos minutos más tarde:

-Perdonad por la espantada de antes, pero realmente no aguanto al puto Andrés.

-No te preocupes- respondimos al unísono- es verdad que es un chico un poco raro-.

Arturo y yo nos hicimos un porro, pusimos música y comenzamos a charlar sobre asuntos que imagino que serían tremendamente triviales porque no recuerdo ninguno. En algún momento Sara nos comentó que iba a ponerse cómoda. Al regresar lo flipé. Sara es una chica bajita, con el pelo castaño, los ojos verdes, muy mona, muy princesita de cuento, y tiene un culo espectacular. Baila desde pequeña y tanto danzar le ha moldeado un culo verdaderamente impresionante. Pues bien, cuando volvió de ponerse cómoda apareció con una especie de vestido holgado que dejaba adivinar la línea de debajo del culo. Arturo se la comía con la mirada. Supongo que ese es el primer momento en el que fantaseé con la posibilidad de que ocurriera algo entre ellos dos. Me empecé a poner cachondo de pensarlo y me fui para dejarlos solos y ver qué ocurría. Escuchaba desde el pasillo una conversación que aparentemente no tenía nada de extraordinario. Aun así, buscaba todas las oportunidades que podía para ausentarme y dejarlos solos. Se notaba que se habían caído bien y en algún momento Arturo hablaba un poco más bajo de lo normal, pero nada absolutamente inusual. En eso se esfumaron las últimas horas de la noche. Arturo se despidió de Sara dándole dos besos que me parecieron que se acercaban mucho a la boca y echando una mirada de reojo a su escote. No sabía si me estaba volviendo loco pero yo había sentido muchísima química en el ambiente. Demasiada. Nada más se fue me giré sonriente hacia Sara:

  • ¿Te has puesto ese vestido para zorrearlo un poco?

-Qué va -contestó con una risa maliciosa- pero sí es verdad que es un chico muy mono.-

  • ¿Tú crees que habrías podido tener algo con él?

-Ni de coña, no lo creo vamos, a mí me gusta tu polla -me susurró al oído mientras que me acariciaba el paquete por encima del pantalón de baloncesto.

Nos empezamos a besar. Sara estaba sentada encima de mí y se quitaba poco a poco el vestido quedándose en bragas y dejando las tetas a la altura de mi cara. Comencé a besarlas rodeando los pezones con la lengua. Sara gemía y me besaba el cuello. Yo deslicé una mano por su espalda, entré en sus bragas y comencé a acariciar su clítoris. Lo tenía empapadísimo. Estaba cachondisima. En ese momento yo no me podía quitar de la cabeza la imagen de Arturo mirando su culo, la imagen de Arturo acercándose a ella para hablar bajito.

La tenía a punto de explotar. Sara me metió la mano por dentro de los bóxer, me agarró la polla, me la sacó y comenzó a hacerme una paja mientras que yo la masturbaba y sin parar de besarnos.

-Puf, para, Sara, si sigues así me voy a correr.

-No te corras tan pronto -musitó entre gemidos- necesito sentirte dentro.

Alargué un brazo tanteando en la mesa para encontrar mi mochila. Saqué un condón de dentro y se lo di. Sara lo abrió y me lo empezó a poner.

-La tienes gorda, eh, -me comentó en voz baja-, cuesta ponértelo.

Sara se subió encima de mí, me la agarró con la mano y empezó a metérsela:

  • Dios, qué gusto -dijo tras metérsela toda de golpe.

De lo cachonda que estaba me estaba empapando y la notaba muy abierta, le entraba toda mi polla a la primera sin la menor dificultad. Sara me dijo que los dos chicos con los que estuvo antes que conmigo la tenían más pequeña y siempre había tenido que metérsela poco a poco, pero ese día la notaba más abierta que nunca. Empezó a acelerar su movimiento encima de mí, yo la agarraba del culo haciendo que sus rotaciones fueran más rápidas; notaba que no me quedaba mucho para correrme y se me ocurrió preguntarle una cosa.

  • ¿Tú crees que Arturo tiene la polla más grande que yo? -dije entre jadeos y a punto de correrme.

  • Mmm... yo creo que sí -me respondió con los ojos cerrados y sin parar de follarme.-.

-¿Y te gustaría que la tuviese más grande?

  • Dios, me encantaría -dijo sin abrir los ojos. –

-Puf, Sara me voy a correr.

-Córrete dentro de mí -me dijo mientras que comenzaba a besarme con avidez y a acelerar su movimiento todo lo que podía. Yo la levanté en vilo sujetando su culo con las manos y comencé a darle todo lo rápido que podía mientras que me corría entre espasmos de placer. Cuando terminé, Sara estaba tumbada sobre mi pecho. No me podía creer la conversación que acabábamos de tener. Saqué mi polla fuera y sin hablar comencé a acariciarle el clítoris. Lo tenía verdaderamente empapado. Nunca se lo había sentido así. Al notar mis dedos girando alrededor de su clítoris se estremeció y me empezó a dar un largo beso en la oreja. Posé la mano izquierda sobre el clítoris levantando ligeramente el capuchón mientras que con la derecha hacía movimientos sobre el clítoris: primero muy suaves, casi imperceptibles, y luego aumentando gradualmente la velocidad y la presión. Al cabo de unos minutos, Sara estalló en un orgasmo interminable con espasmos musculares incontrolables. Todo el edificio debió escuchar sus gemidos. Tras correrse, Sara se acurrucó junto a mí y nos dormimos sin intercambiar palabra alguna. Antes de reencontrarme con el sueño volví a rememorar la noche: la química entre Arturo y Sara, las miradas de Arturo a su culo, las sonrisas que le dedicaba Sara a Arturo, lo mojada y abierta que la había sentido, y, por último, cómo me había susurrado con los ojos cerrados y gimiendo entre dientes que le encantaría que Arturo la tuviese más grande que yo. Vaya noche más extraña y placentera.

Continuará.