Mi nombre Robertha (1)
naci en una pequeña ciudad del interior y se cambio mi familia a una poblacion a orilla del mar. Ahi inicio mi nueva vida...
Mi nombre Robertha (1)
Soy una persona de 28 años de edad, mi talla es de 175 cm. con tacones alcanzo los 180 cm. y 68 Kg de peso. Mi tez es morena clara con ojos verdes, mi pelo moreno ensortijado. Delgada, pero por mi genética con grandes caderas. Mis medidas son 90C-62-100. Me considero una persona normal. Soy empresaria. Nací con sexo masculino pero por caprichos del destino ahora soy toda una mujer.
Nací en el seno de una familia conservadora. Mi padre un hombre rubio de ojos verdes, alto atlético. En una palabra un buen tipo. Mi madre una persona morena con el pelo negro, muy ensortijado, de cuerpo escultural con una caderas que volvían loco a cualquiera y con la cola parada. Procrearon una familia de 4 hijos. Tres hermanas y el menor era yo. Mi última hermana tenía 10 años más que yo.
Nuestro estatus económico era de clase media alta. Mi padre y mi madre siempre tuvieron una vida social muy activa, los fines de semanas se hacían grandes fiestas que eran muy concurridas. Pero cuando tenía 10 años nos cambiamos a una población a orillas del mar. Era un puerto no muy transitado, pero mi padre logró tener una mejor posición económica. No hubo cambios en su vida social a pesar de cambio de residencia. Pero si perdieron lo conservador, se hicieron más abiertos más liberales.
Los acontecimientos que cambiaron mi vida sucedieron cuando mi hermana fue coronada como la reina de la simpatía en su escuela. Yo, hasta ese momento había sido el centro de atención de mi padre. Vi con tristeza como me cambió por mi hermana. Entonces lo que hice fue vestirme con ropa de mi hermana (que en esas fechas éramos de la misma talla) me maquillé lo mejor posible, me puse su corona. Y lo que definitivamente me cambió, me puse unas pantimedias y unas zapatillas de plataforma de tacones altos. Esto último me causó una sensación tan maravillosa, sentir en mis piernas y mi cola la suavidad de las pantimedias. Así, me presenté en la sala ante mi padre y mi madre. Contoneándome y caminado lo más sexy que pude. Ellos se rieron y festejaron esta ocurrencia. Mi padre me abrazó y me beso me dijo que linda hijita tenía. Ese día anduve con la ropa de mi hermana. Al acostarme en mi cama lo hice con únicamente las pantimedias de mi hermana, puestas.
En esta forma sucedieron las cosas. Desde entonces soy una persona que no puede vivir sin traer una pantimedias. Tengo de todos los estilos y colores. Y hasta para dormir las utilizo.
Otro acontecimiento que hizo cambios en mi vida fueron las fiestas en mi casa. Al tener mayor edad me fijé en las personas que acudían a ellas. Iban mujeres muy bellas y hombres muy guapos que bebían y bailaban hasta el amanecer. En ocasiones mi madre se retiraba a su recamara con alguna de sus amigas y en otras era mi padre quien se retiraba con alguno de sus amigos. Por la mañana desayunaban todos juntos como lo que eran grandes amigos.
Una noche en que caía una tormenta con relámpagos y truenos. Me asustaron y salí corriendo a la recamara de mi padre. Al abrir la puerta me invadió una obscuridad total que era rota por la luz de los relámpagos. Escuchaba voces pero no distinguía de quienes eran. Vi unos bultos humanos en la cama y al acercarme reconocí a mi madre desnuda hincada en la cama detrás de un hombre, que no era mi padre, con su cara entre sus nalgas. Al acercarme más vi a mi padre recostado, en la cama, de espaldas tomando con sus manos sus piernas haciendo que sus pies estuvieran cerca de su cara. Tenía sobre él al hombre que mi mama, que después supe que le estaba mamando su colita mientras mi padre recibía su soberana cogida. Me asusté más aun y regresé inmediatamente a mi cama.
Por la mañana le pregunté a mi madre, acerca de lo que había visto, y ella con mucha calma me explicó lo que estaba sucediendo. Me dijo que era una forma de ver la vida y que eso no hacía daño a nadie. Al contrario el gozo del hombre aumentaba cuando usaba su cuerpo libremente y se dejaba llevar por sus emociones. Además me dijo que no tenía que robarle sus pantimedias que ella me las podría comprar y de mi talla.
Esa tarde acudimos a una tienda de departamentos que tenía la más amplia gama de ropa interior femenina. De esta forma me hice de mis primeras pantimedias que no tenía que compartir con nadie. También me gustaron unos ligueros para usarlos con unas medias preciosas. Todo me lo compró mi madre. Además me dijo que podría usar sus zapatillas, ya que éramos de la misma medida.
Ya en la casa le pregunte a mi madre si eso era malo. Y ella me dijo que no, que el gusto por la ropa femenina era algo común. Que por la noche en la reunión que iban a tener me lo iba a demostrar. Para ese entonces tenía 18 años, pero era muy tímido y un tanto atolondrado. Mi meta era terminar mis estudios con calificaciones de excelencia y poder acudir a otra universidad en el extranjero, así que de mi casa a la escuela y de la escuela a mi casa sin ningún distractor. Muy diferente a como soy actualmente.
Por la noche cuando la fiesta estaba en todo su apogeo. Me llamó mi madre para que bajara al salón. Le contesté que me esperara un poco mientras me cambiaba de ropa, estaba vestido con una playera que me dejaba al descubierto mi abdomen; unos bóxers, debajo de ellos mis imprescindibles pantimedias, unas zapatillas con plataforma que únicamente se mete el pie. Me contestó que así estaba bien.
Al bajar a la sala me encuentro en primer plano a mi madre, estaba completamente desnuda con el pubis depilado y por su colita se veía únicamente como si trajera una cola de yegua que al caminar se movía coquetamente. Me lleva con cada uno de los invitados y me los presenta. Ahí estaba una mujer guapísima vestida muy sexy y mi madre me dijo que si no reconocía a mi profesor de matemática. Solamente cuando me saludo lo reconocí por la voz. Así me enteré que gran parte de las mujeres que estaban en la fiesta eran travestis, una de las pocas mujeres biológicas era mi madre. Algunas de los hombres que vi eran mujeres homosexuales vestidos con trajes de hombre. Todos estaban departiendo con mucha alegría.
Mi madre me llevó a un lugar apartado, donde, un amigo de mi padre estaba con él. Ambos completamente desnudos. Mi padre estaba sentado en un sillón, su amigo enfrente de él, con las piernas de mi padre en sus hombros y le estaba dando tremenda cogida. Mi padre gritaba que le metiera toda la verga en su culo, que lo destrozara, que lo llenara de su leche, que era su puta, su zorra. La imagen me dejó congelada. Pero no me retiré, esperé hasta que su amigo le lleno su intestino de leche y cuando retiro de pollón vi como escurrió esa leche fuera del culo de mi padre.
Después me llevó mi madre donde mi profesor de matemáticas le estaba dando tremenda mamada a una gran verga. Vi como le proporcionaba mimos, caricias, y lo recorría en toda su extensión con manos y lengua; después se metía todo lo que le cabía en su boca. Lo chupaba como si quisiera desaparecerlo. Minutos después vi como le llenaban la boca de leche y él como la degustaba como si fuera un manjar delicioso sin desperdiciar nada.
Después me llevó donde estaban dos mujeres haciendo el amor. Como se mamaban sus conchas en forma magistral. Diciéndose cuanta palabra, que yo creía eran soeces, se les ocurría desde mi zorra, mi perra, mi puta. Una de ella tenía un pene artificial fijo a ella por un cinturón de cuero y en un instante desapareció en el culo de la otra. Así iniciaron un movimiento rítmico, una metía el pene artificial y la otra movía su cadera. Estuvieron así por un buen tiempo hasta que las dos tuvieron su orgasmo. Al fijarme observe el pene artificial tenía una prolongación que se metía en la vagina de la que lo portaba. En esa forma se daban placer ambas.
Después de haber visto esto mi madre me pregunta que pensaba ahora de la sexualidad. Que ellos veían todas las expresiones normales, nada más sin hacer daño a terceros y que la pareja lo consintiera. No había nada de malo. Como podía ver todas eran personas normales y útiles a la sociedad. Por eso no me habían reprimido mis gustos por la ropa femenina, que al utilizaras no le causaba daño a nadie que al contrario me producía placer.
Le conteste que estaba un poco confundido que mejor me iba a mi cuarto a seguir estudiando. Al llegar a mi cuarto no me pude quitar de mi pensamiento la imagen de mi padre cuando se lo estaban cogiendo, su cara de placer, sus gritos y jadeos que reflejaban la intensa dicha que le causaba lo que le estaban haciendo. También la cara de gozo que tenía mi maestro de matemáticas mientras estaba mamando tremendo pollón y como se tragó todo el semen que había ordeñado. Hasta entonces me doy cuenta de que no había visto a ningún hombre cogiéndose a una mujer. Por eso decido volver a la sala para preguntarle a mi madre esa situación y me encontré con una sorpresa .
Esta narración continuará .