Mi noche más morbosa en un tren V

Ya apenas recuerdo esa noche y ahora se que el problema fue no saber diferenciar entre la sensación de volar con la de caer, de momento solo volaba, sin ser capaz de pensar que podía estar cayendo y que iba a arrastrar a más gente en mi caída.

De nuevo paseaba sin rumbo por la calle, con su frase retronando en mi cabeza, tuve la respuesta al instante, nada más formular la pregunta supe que la respuesta era no, nunca había recordado a Fernando entre sus brazos.

Me pregunté que le hacía diferente, que hacía que me fundiera cada vez que estaba cerca de mí y por fin encontré la respuesta llegando ya a mi casa.

Lo diferente del sexo con él, era que cuando estábamos solos, el mundo dejaba de existir para ambos y solo podíamos pensar en complacer y complacernos a cualquier precio. Nada se colaba en la habitación, nada era imposible e inapetente, porque todo lo que sucedía entre nosotros era fuego que nos consumía a ambos haciéndonos perder la cabeza.

Con Fernando, quitando la noche en el tren y quizás la primera en aquel hotel siempre había algo más, alguien más en nuestro tálamo. Su mujer, su vida lejos de mí, mis celos ante eso y sobre todo saber que yo no era su prioridad.

Me senté en el sofá, intentando aclarar mis ideas. Largo rato después miré el reloj, ya era la hora indicada. Me dije mil veces que acudir a la cita significaba rendirme a él por completo y dejar que el fuego de ese infierno particular que nos unía me consumiera.

Casi dos horas después de lo acordado, recibí un mensaje de un móvil que no conocía cuando lo leí supe quien lo enviaba.

-Aun no es tarde para cambiar de opinión, voy a bajar a tomar una cerveza. Te esperaré la siguiente hora. Así no podrás esgrimir la excusa de que no viniste por miedo a meterte en la cueva del lobo. Ven, tomemos esa cerveza juntos y luego si quieres te vas. Prometo no insistir más.

Me duché eliminando cualquier rastro de él de mi cuerpo y mientras me secaba lo decidí de repente. Pasé a mi habitación a vestirme, me subí la cremallera de las botas altas de tacón, me abroché el abrigo y metiéndome el móvil en un bolsillo, la cartera en el otro y con las llaves en las manos salí de casa.

Más de media hora después del mensaje entraba en el bar en el que había dicho que estaría en un segundo mensaje, le busqué ubicándole en la barra, charlando con el hombre tras la barra y otro cliente.

-Hola –me acerque por detrás-

-Hola preciosa –dijo sorprendido al verme-

-Ya pensé que no vendrías –se giró hacia mi dando-

-Bueno yo ya me iba, ya nos vemos mañana –el hombre con quien hablaba, pidió la cuenta

Me miró una vez más sonriéndole a él antes de irse tras una palmada en la espalda.

-¿Que vas a tomar?

-Una cerveza –le pedí directamente al camarero-

-¿Te quieres quitar el abrigo? –preguntó el mirando mis botas-

-No debería

-¿Vas a subir?-dio un trago a su cerveza-

-No debería

-No deberías subir, no deberías quitarte el abrigo…

Di un trago a mi cerveza y quise dejarle con la palabra en los labios. Sorprendiéndole de paso.

Empecé a desabrochar mi abrigo esperando ansiosa que cara ponía.

-¿Quieres saber el porqué de ambas cosas?

-Claro

Me giré del todo hacia él, controlando al resto del local y me abrí un poco el abrigo. Sus ojos se abrieron como platos al ver mi ropa interior de tul rojo, porque a excepción del abrigo y las botas era lo único que llevaba.

-Madre mía –estaba completamente alucinado-

-¿Ves porque no podía quitármelo? si subo a tu casa…-dije ronroneando-

-Nena si subes a mi casa, te aseguro que solo te quitare el abrigo… pienso follarte con esas braguitas, sujetador y botas –afirmó categóricamente-

Sonreí mirándole a los ojos dejándole ver por primera vez el deseo en mi mirada.

-Déjame verlo otra vez –pidió con voz densa-

Entreabrí de nuevo el abrigo, dejando que viera como el sujetador dejaba transparentar mis pezones, luego bajó lentamente la mirada para seguro ver a través de ese tul rojo, los ricitos que cubrían mi vulva.

Sin dejar de mirarme agarró la cerveza y le dio un largo trago. Me divertía notar su sorpresa y deje caer los brazos a ambos lados mientras bebía divertida por ese juego.

-Eres la peor de las brujas nena, si se abre tu abrigo, no te dejaran salir de aquí –dijo con una sonrisa socarrona-

-¿Tú crees? –puse voz sexi-

-¿Te gustaría que te follaran puta? –su voz se había endurecido-

-¿Y a ti?

-Me daría mucho morbo creo, aunque de momento aun necesito explorarte mucho más yo solito

Me enloqueció de deseo saber que nunca cerraría la puerta a nada que me diera placer.

-Gírate y pégate más a la barra-dijo girándose en el taburete de lado hacia mí-

Hice lo que me pedía, notando como la adrenalina corría por mi sangre a la espera. No me hizo esperar demasiado porque al instante noté como su mano abría un poco mi abrigo y disimuladamente rozaba mis bragas que ya empezaban a humedecerse. Instintivamente me pegué bien a la barra controlando hacia ambos lados que nadie pudiera ver su mano.

-¿Te gusta que te toque así zorrita?

-Si-contesté sin vergüenza-

Cualquiera vería a una pareja charlando en la barra de un bar ante dos cervezas, nadie podía imaginar que sus dedos apartaban ahora mi braga y tocaban directamente mi carne que ya ardía bajo su contacto.

-Eres de lo más golfa; ya estas mojada

Al estar de lado no tenía que forzar la postura y su mano acariciaba a placer todo mi sexo.

-Me encantaría lamerte, pero de momento me conformaré con tocarte y ver como controlas tus gemidos.

Bajé la mirada para que nadie pudiera ver mi cara de placer cuando sus dedos me penetraron, solo era capaz de concentrarme para no gemir, resistiendo esas caricias que me aturdían de placer mientras entraba y salía de mi cuerpo cada vez más rápido.

Miré al camarero en la otra parte de la barra charlando tranquilamente mientras el calor se apoderaba por completo de mi cuerpo que vibraba con sus penetraciones.

-¿Vas a correrte aquí en medio? Me gusta ver como lo intentas controlar para que todos estos no sepan lo golfa que eres.

-Para por favor, no puedo más –supliqué-

-No voy a parar ese es mi castigo por venir como has venido para ponerme a mil

Su dedo pulgar rozo mí inflamado clítoris mientras se hundía hasta el fondo de mí ser y todo mi mundo dio vueltas, me corrí con tal intensidad que tuve que cerrar los ojos y morder mis labios para no chillar mi orgasmo.

Sacó sus dedos de mi interior cuando mis espasmos se calmaron y colocando mi abrigo, se levantó para cederme su taburete.

-Siéntate niña, ¿quieres tomar algo más? -intercambiamos los sitios-

-Si un refresco, me muero de calor

Me bebí medio refresco de un trago ante su sonrisa sardónica, mientras pensé divertida la manera de borrarle la sonrisa, estiré la otra mano y agarré su entrepierna, él dio un respingo pero no se apartó.

-Veo que te pone tener público, aunque sea ajeno a lo que estás haciendo. ¿Te da morbo putita?

-Si –dije con sinceridad-

-¿Confías en mí? -dijo de repente-

-Si

Pidió la cuenta y salimos juntos del local, el me dio las llaves de su coche y me dijo:

-Entra y dame diez minutos para que coja algo, ahora vuelvo –me besó con pasión antes de irse hacia el portal-

No tardó nada en regresar

-¿Dónde vamos?

-Dijiste que confiabas en mí, no preguntes solo déjate llevar

Arrancó y no paramos hasta más de media hora después, cuando aparcó en un parking privado.

-Es aquí –me dijo agarrándome de la mano-

Llegamos a la puerta de lo que parecía ser un club privado, tocó a la puerta, al abrirse esta entramos y nos recibió una mujer con una gran sonrisa.

-¿Es la primera vez?

-Sí, me lo recomendó él-dijo entregándole a la mujer una tarjeta de visita-

Ella volvió a sonreírle encantada y me apeteció tirarle del pelo y descolocarle el perfecto recogido.

-Vamos dentro –corté las sonrisitas entre ambos-

-Claro cielo mío entremos –se despidió de la señora sonrisitas-

Iba a soltarle un par de frescas y a borrarle la  sonrisa de los labios cuando miré embobada a mí alrededor.

El sitio era espectacular, era un salón enorme, solo delimitado por las telas y cortinas que colgaban de los techos altos separando así las diferentes estancias en las que había sofás y butacones de diferentes estilos y formas. Todo estaba decorado en rojos, dorados y negros con un marcado estilo oriental.

Mis tacones retumbaban en el suelo negro de madera mientras él me guio hacia la barra donde enseguida se acercó un camarero.

Yo seguía anonadada mirando y dándome cuenta al ver los comportamientos de la gente el tipo de local en el que estábamos.

En una Chase lounge de terciopelo rojo visible desde donde estábamos a pesar de estar rodeada de una cortina negra de flecos, estaba la mujer que nos había recibido. Llevaba un corsé negro y dorado y estaba recostada tranquilamente con una copa en la mano.

Unos metros hacia la derecha una pareja se besaba y acariciaba sin pudor, sentados en un sofá rinconera mientras un hombre sentado al otro extremo miraba a la pareja abstraído de todo lo demás.

Seguí mí recorrido por la sala, hasta donde llegaba mi vista y pude vislumbrar pegado a la pared lo que parecía una cama con dosel, en ella dos hombres acariciaban a una mujer completamente desnuda, mientras otra vestida en una esquina miraba embelesada al trio.

Había más gente, pero desde allí esos tres frentes coparon mi atención.

Volví a la mujer que nos recibió y vi como había varios hombres detrás de la cortina donde estaba ella. La mujer sin prestarles atención miraba a Julio, que así se llamaba el padre de Carmen y le sonreía de nuevo con descaro.

-¿Te gusta el sitio pequeña?

-No sé qué decir, me siento dividida.

-¿Que no te gusta?

-Ella –él supo a quién me refería enseguida-

-Es un sitio liberal, si no te gusta olvídala, ella no es nadie –se acercó y me besó con tanta pasión que casi me caigo del taburete-

Cuando volví a mirar ella acababa de hacerle una mueca con la cabeza a uno de sus admiradores y este había apartado la cortina para entrar y sentarse a los pies de la mujer. Dejó la copa en la pequeña mesita al lado de la Chase lounge y empezó a acariciar las piernas de ella por encima de sus finísimas medias negras hasta medio muslo.

-Vamos a sentarnos y ponernos algo más cómodos Raquelita –oí a lo lejos su pastosa voz-

No me lo pedía me lo ordenaba y cogiéndome de la mano me llevó a un “reservado”. Apartó el tul y nos sentamos en un cómodo sofá negro y dorado y luego volvió a ponerlo.

-Si esta puesto nadie se sentara –me dijo señalando un sofá igual frente al nuestro, solo separado por una mesita baja-

Desde allí podía ver mejor todo lo que ocurría a mí alrededor; esta vez miré a la pareja que estaba en un “reservado” detrás del nuestro.

La mujer solo llevaba puesto el sujetador y sentada sobre el hombre le cabalgaba lentamente mientras este sacaba las tetas por arriba y besaba con mimo sus pezones, el otro hombre miraba sin perder detalle.

Volví a la mujer y esta seguía mirando a Julio mientras ahora el hombre ya acariciaba sus pechos que había liberado del corsé y aunque ella gemía suavemente por esas caricias era a Julio a quien miraba. Le miré a él y también miraba a esa mujer que se retorcía coquetamente buscando su atención.

Supe que tenía que hacer algo más que mirar como esa golfa terminaba captando la atención de mi amante.

Me levanté y Julio me miró sin saber que iba a hacer, desabroché mi abrigo y lo dejé caer en el sofá de enfrente y en vez de sentarme donde estaba lo hice en el sofá de enfrente. Él me miró extrañado sin saber que pasaba y disfruté al ver abrirse sus ojos como platos cuando separé las piernas y dejé que viera mi coñito transparentándose bajó mis bragas transparentes. Me alegré de captar su atención.

-Que golfa eres zorrita –dijo con voz espesa-

Animada por su voz y su mirada encendida acaricié mi tripa y bajé con mi mano colándola bajo mi braga para rozar mi rajita húmeda.

-Sigue

Miré hacia a la mujer que detrás de Julio empezaba a moverse con mas brío sobre el hombre que ahora ya mordía sus pezones con saña mientras el otro que hasta ahora había sido un simple observador se había puesto de rodillas al lado de la pareja y se masturbaba rozando el costado de la mujer que gemía como una posesa cada vez que el otro mordía una de sus tetas.

Mis dedos ahora frotaban con la misma energía, apoyé la cabeza en el respaldo y al girarla pude ver como la mujer desnuda de la cama estaba siendo doblemente penetrada por ambos hombres, mientras la otra mujer se tocaba los pechos completamente vestida, eso hacia la escena de lo más morbosa a mis ojos. Llevaba una falda gris con tablas de lo más sosa y una camisa abrochada hasta el cuello igual de insípida, pero al mirar más profundamente sus ojos evidenciaban la pasión que recorría su cuerpo viendo al trio.

Presioné con más fuerza mirando ahora a julio mirarme fascinado y me corrí sin ocultar mis jadeos sabiendo que tenía toda la atención de el a pesar de estar rodeado de escenas claramente sexuales.

-Ven a mi lado golfilla, quiero comprobar lo mojada que esta mi putita.

Me senté a su lado y vi como la mujer que nos había recibido suspiraba mientras el hombre que se había sentado a sus pies la penetraba con sus dedos, el hombre que miraba tras las cortinas liberó su pene y lo coló entre los flecos de la cortina, ella lo agarró y empezó a meneárselo, este se agarró a la cortina y jadeo.

Julio me giró un poco en el sofá y apoyando mi espalda a su pecho me abrazó desde atrás mientras besaba mi nuca apartando mi pelo, su lengua subía por la curva de mi cuello mientras sus manos subieron por mi torso a mis tetas, las amasó por encima de la tela y pellizcó mis pezones erectos hasta que me dolieron de duros que estaban. Luego volvió a bajar y apretó mi braga contra mi sexo.

-Estas chorreando; me encanta lo guarrilla que eres niña.

Detrás, la pareja del sofá había cambiado y ahora ella de rodillas en el sofá apoyada en el respaldo estaba siendo follada brutalmente por el hombre que ella había cabalgado, mientras el otro al que antes masturbaba, ahora le agarraba la cabeza y se la metía en la boca profundamente mientras le decía:

-¿Te gusta que te follen cariño? Porque a mí me encanta que me la chupes mientras te follan

Me quedé helada al atar cabos y descubrir que el que miraba era la pareja de la mujer y el otro un amante ocasional.

Los dedos de Julio me penetraron por segunda vez esa noche, pero ahora no tenía que ocultar el placer que ello me proporcionaba y di un alarido, luego abriendo las piernas moví las caderas para que me penetrara más profundamente. No me decepcionó y los metió hasta el fondo de mi vagina mientras me mordía un hombro.

Se pegó más a mí y pude notar la erección en mi trasero, me froté con ella y el gimió lamiéndome el cuello antes de decirme:

-Me muero por follarte aquí ante todos Raquelita.

Miré como la mujer de la Chase lounge se levantaba y hablaba con el de detrás de las cortinas entre estas sin quitarlas, mientras el otro se tumbaba, tras el asentimiento se abrió sobre el hombre tumbado y agarrándole la polla fue clavándose en esta. Apoyada en su pecho empezó a moverse mientras este ahora agarraba la polla entre los flecos de la cortina y empezaba él a masturbar al otro.

-No dejes de moverte –le decía a ella-

Empezó a jadear y agarrarla del culo con la mano libre pegándola más a él, arqueó el cuerpo y supe que se estaba corriendo por sus alaridos y la sonrisa de la mujer que no paró hasta que el hombre se calmó, subió el trasero y la polla enfundada con un preservativo salió de su sexo, entonces el hombre tras la cortina entró y en esas misma postura a cuatro patas aun sobre el otro se la metió de un golpe, se agarró a sus caderas y bombeó fuertemente tres veces antes de correrse también. Ella cayó sobre el otro que aun respiraba con dificultad y esta otra polla salió de su interior, también enfundada.

Por más rabia que me hubiera dado estaba más excitada que nunca, ella se levantó y se fue hacia la barra mirando de nuevo a Julio, noté entonces al hombre que miraba desde la barra como Julio me tocaba.

El hombre de atrás se corrió en la boca de su mujer mientras esta lo hacía con la polla que también se corría en su vagina.

El hombre de la barra se acercó y le dijo algo a Julio al oído, esté le contestó tan flojo que no pude oírlo por la música, pero vi anonadada como ese hombre entraba en nuestro reservado y se sentaba en el sofá de enfrente.

Julio me giró y volvió a besarme, lamió mis labios, los mordió y tiró de ellos enloqueciéndome, mi coñito reclamaba más.

-No quiero que me folle

-No lo hará

Me sentó sobre sus muslos, mirando ahora hacia el para poder lamer mis pechos, arqueé la espalda para que pudiera hacerlo a su antojo y jadeé al sentir sus dientes en mis pezones, tiraba y mordía fuertemente para luego soltar y lamer tiernamente, sus manos aferraban mi culo y me frotaban contra su dura polla.

La mujer de la cama doblemente penetrada se corrió chillando como una posesa; cuando dejó de retorcerse el que la estaba sodomizando se  apartó y quitándose el preservativo se fue hacia la mujer pulcramente vestida, la estiró en la cama y poniéndose a su lado de rodillas giró su cara y se la metió en la boca, el otro se cambió el preservativo y bajándose de la cama, la agarró por las piernas y se las puso en sus hombros, la falda gris bajó dejando a la vista unas bragas blancas de algodón, sin quitárselas se las apartó y le metió la polla lentamente con esfuerzo.

Tras unos minutos de bombear su coñito se corrió jadeando, salió de ella y volvió a besar a la primera mientras el que supuse su pareja por eso de no llevar preservativo, la puso de espaldas a cuatro patas, apartó la braga más y se la metió en el dilatado coño hasta que ella jadeó y gritó, entonces él con un alarido terminó dentro de ella.

No podía más, me puse en pie y me agaché para desabrochar el pantalón de Julio, en esa postura el otro hombre podía ver mi culo perfectamente, liberé la polla y tras darle una lamida en el húmedo glande, dejé que él me quitara las bragas sin dejar de mirarme con ojos encendidos de deseo.

-Daté la vuelta golfilla –me pidió-

Me di la vuelta, abrí las piernas, agarré su polla y mientras él me agarraba de la cintura fui bajando hasta que su capullo rozó mi sexo, con mi mano la llevé a mi entrada y bajé de un solo golpe. Julio gritó apretándome fuerte, clavándome los dedos y bajándome con fuerza.

-Así mi niña, fuerte preciosa

Subí de nuevo hasta solo tener el glande ligeramente en mi interior y volví a bajar, moví las caderas a ambos lados y volví a repetir la jugada varias veces arrancando grititos de su boca.

-Si putita no pares, me vuelves loco.

Miré hacia adelante y vi como nuestro observador se tocaba el bulto bajo el pantalón, moví las caderas y me abrí más para que ese hombre pudiera ver bien mi coñito ocupado por esa enorme polla que me volvía loca de placer.

Apoyé ambas manos en mis rodillas y me moví con dureza, con movimientos profundos, secos y lentos.

-No puedo más nena, haz que nos corramos –dijo consciente del otro hombre-

Este al oírle sacó su sexo sin vergüenza y empezó a masturbarse con la misma furia que yo me follaba la polla de Julio. El calor me invadía mientras sentía los latigazos previos a mi orgasmo, cuando estaba a punto Julio lo notó, clavó sus dedos, subió el culo desde abajo mientras yo bajaba y noté su semen caliente mientras veía al otro eyacular, apenas podía respirar mientras el placer recorría mi cuerpo.

En ese momento supe dónde estaba la diferencia, cuando Julio me hacia el amor, además de hacerme tocar el cielo, sentía como tocaba mi alma, esa parte oscura de mi a la que solo él llegaba.

Una hora después estábamos en el coche, eran más de las tres de la madrugada cuando llegamos a mi casa. Él tenía cara de derrotado y a mí apenas me tenían las piernas.

-Se te ve cansado –le dije mientras aparcaba-

-Estoy fundido niña, pero ha sido memorable. Solo espero no dormirme por el camino

-Quédate

-¿En tu casa?

-Claro, no va ser en el coche

-Pues sería un placer no tener que conducir media hora más

Intenté recordar mentalmente como lo había dejado todo y sonreí al pensar que estaba decente.

-Tu casa es como la imaginaba –dijo con una sonrisa-

Me encantó que se la hubiera imaginado.

-¿Dónde quieres que duerma? –pregunto-

-¿Dónde quieres?

-En tu cama, contigo

Recorrí el pasillo y él me siguió, nos desnudamos y nos metimos exhaustos en la cama.

Desperté, le miré mientras dormía relajado y salté de la cama, me di una ducha y al volver él se había despertado.

-Si me dejas usar tu ducha, te invito a desayunar

Me puse unos vaqueros y una camiseta y en el ascensor me dijo:

-Joder acabo de pensar que pareces una chiquilla, no es que lo parezcas es que lo eres, bruja.

Empujé la puerta del ascensor y el me agarró por detrás besándome el cuello mientras me hacía cosquillas.

-Solo pienso en recuperarme para poder volver a fo…

La palabra murió en sus labios al ver alucinado al hombre que abría la puerta del ascensor.

Era Fernando, mirándonos como si acabara de vernos por primera vez.