Mi noche más morbosa en un tren (final)

Ese tren queda tan lejos ya...

Los tres nos mirábamos sin mediar palabra, porque nada podía arreglar esa situación, en ella Julio aun me abrazaba pegado a mi espalda; ambos bajábamos de mi casa al punto de la mañana, entre risas y caricias. No había mucho que explicar, la cosa quedaba clara a ojos de un Fernando alucinado, el cual pensaría seguro que bajábamos después de pasar la noche en mi casa follando, poco podía imaginar que no había pasado nada, no creería que no hubo un solo abrazo en la cama, una sola caricia en la ducha y ni siquiera cuando ambos nos vestíamos desnudos en mi habitación hubo miradas lascivas. Pero para contarle eso también tendría que contarle que todo ello sucedía porque nuestros cuerpos estaban saciados de sexo y lujuria a raudales. Recordé la noche anterior y ahora todo parecía más oscuro, más sórdido e infinitamente menos apetecible. Las sombras de mi alma oscura, habían desaparecido con el día y ante Fernando me sentí culpable.

Eso lo vio como siempre al instante Julio, supo que volvía a recular y volvía de nuevo a eliminar nuestra relación de un plumazo.

-Lo siento –gesticulé y salió apenas un hilo de voz de mi garganta- necesito hablar con Fernando.

-Te espero arriba –dijo este mirando con odio a Julio-

-Tengo que explicárselo

-En el fondo siempre supe “por” quien sientes… pero no olvides “con” quien sientes princesa no te engañes a ti misma por querer quedar bien con todo el mundo–dijo con infinita tristeza-

Sin mirarle subí a casa, allí Fernando me esperaba en medio del salón.

-¿Has follado con él en la misma cama que lo hacemos nosotros?

-No

-¿Cómo esperas que siga esto?

-No lo se

-¿Quieres quedarte, o irte tras él?

-Quiero quedarme –más bien quería con todas mis fuerzas querer-

Me agarró del brazo con fuerza y por un momento pensé que iba a agredirme, al momento rechacé ese pensamiento sabiendo que no lo haría nunca.

-No hagas nada –me pidió-

Llegamos a la habitación y tirando con fuerza rasgó mi camiseta rosa de tirantes, sacó mis tetas por encima del sujetador y empezó a lamer con ganas; poco a poco subieron de intensidad sus caricias y no paró hasta que el decidió cambiar.

Desabrochó el pantalón de mis vaqueros y me los quitó sin ceremonias, llevándose consigo mis braguitas.

Empujando mis hombros hizo que me arrodillara ante él, mientras se sacaba el miembro del pantalón.

Lo primero que llamó mi atención fue ver lo excitado que estaba, lo segundo la brusquedad con que iba a hacérmelo.

Entró y salió de mi boca a su antojo y a mí me dolían las rodillas, las mandíbulas y sentía los tirones de pelo cada vez más intensos para que su polla tocara mi campanilla y terminara en mi garganta.

Salió de mi boca y lejos de ayudarme a ponerme en pie grito:

-No te levantes puta –sonó tan mal en su boca, no me excitaba oírselo decir por qué ahora si era un insulto-

Aun así le obedecí convencida que se le pasaría y que se lo debía.

-Ven a gatas, quiero ver como meneas el culo.

Me acerqué a él, dispuesta a colocarme entre sus piernas, pero no era su intención.

-Ven a cabalgar sobre mi polla

Me abrí de piernas y agarrando su miembro lo coloqué en mi entrada, apenas estaba mojada por los nervios, y tenía que bajar despacio o me irritaría pensé, pero sus planes eran otros, me agarró de la cintura y de un solo empujón me clavó en su dura estaca. Ambos gritamos; yo de dolor y él de placer.

-Muévete como tú sabes hacerlo cuando tienes el coño lleno de polla

Empecé a moverme y contra mi empecé a mojarme, su boca ahora lamia mis pechos, succionaba mis pezones y cuando el placer hacia aparición mordió con fuerza cortándolo, tiró de mis pezones sensibles entre sus dientes y no paró hasta que de nuevo quiso hacerlo.

-Habéis follado muchas veces –preguntó subiendo sus caderas y bajando mi cuerpo para golpear nuestras pelvis-

-No –contesté al borde del llanto-

-Ya me extraña con lo que le gusta a ese un buen coño… y el tuyo es espectacular puta, a pesar de todo no puedo evitar desear follarte.

Con esas palabras volvió a ponerme en pie, se levantó y me puso de rodillas en la silla, me agarré al respaldo, sabiendo lo que venía. Se agarró al mismo respaldo sin rozar mis manos y me penetró con más fuerza aun, salió por completo y volvió a repetir mil veces. El coñito me ardía y los pechos también, encima cada empujón me apretaba a la silla golpeando estos con el respaldo y de nuevo no le importó nada que no fuera su propio ritmo, su necesidad.

No me tocó, no buscó mi orgasmo, simplemente chilló cuando el suyo hizo que se vaciara bien adentro de mi vagina maltratada por esa polla que normalmente me daba placer.

Esperé su perdón, sus caricias, sus palabras… pero esperé en balde. Se vistió y desapareció sin decir ni adiós. Ese era mi castigo, pensé al oír el portazo.

Tras llorar sola en mi cama decidí dar una nueva oportunidad al Fernando que un día conmocionó mi vida en un tren.

No  volví a ver a Julio, aunque mentiría si dijera que conseguí sacarle de mi mente, ni un solo día deje de hurgar en ese rincón de mi mente donde solo él y yo teníamos cabida.

Dos días después volvió Fernando, me alegre de verle como siempre. Pero de nuevo su frialdad me heló.

Tras abrirle regresé a la cocina, él me siguió y cogió la lata que le pasé, dio un trago y aproveché para pedirle.

-¿Tienes tiempo para quedarte a cenar?

-No puedo –dijo acercándose a mi espalda-

Retiró mi pelo de la nuca y besó mi cuello, mordisqueó un hombro tras desnudarlo tirando de mi camiseta y después metió las manos bajo esta, buscó mis pechos y pellizcó mis pezones desnudos, luego los amasó, subiendo la intensidad de sus caricias, de las succiones en mi cuello y yo eché la cabeza atrás olvidándome de la cena.

Cuando notó mi rendición, lejos de seguir acariciándome paró en seco, dejó mis tetas y tiró del pantalón de pijama que llevaba puesto.

Con el pantalón a medio muslo acarició mi culo intentando que sus caricias fueran suaves, pero al momento algo lo puso rígido, su mano dejó de ser tierna y sus dedos pellizcaron mi carne. De nuevo había desaparecido el amante solicito y allí en esa cocina solo quedaba el Fernando que yo misma había creado; el hombre callado y exigente en busca de su propio placer, ese hombre que me usaba para saciar su hambre sin creer que mereciera nada más.

Me inclinó hacia adelante con una mano mientras la otra liberaba su sexo, la llevaba entre mis piernas y empujaba hacia arriba, colocando el glande en la entrada de mi vagina.

Ni yo estaba preparada, ni a él le importo. Un segundo después su polla entraba abriendo mis entrañas. Sus manos me aferraron con fuerza y un nuevo movimiento llenó mi vagina. Se quedó parado unos segundos y paso su lengua por mi cuello, al momento empezó a moverse sin piedad, bombeando hasta el fondo de mí ser.

-Me vuelves loco puta, me encanta poseer tu cuerpo. No me extraña que ese cabrón no le bastara y quisiera repetir a toda costa.

No paró hasta vaciarse en mi interior, de nuevo sin una caricia, de nuevo sin esperar mi orgasmo, ni pretenderlo.

Oí como se subía el pantalón y me quedé apoyada en la encimera mientras oía sus pasos alejarse, no me moví hasta que un nuevo portazo resonó en toda la casa.

En ese momento la frase que dijo antes de correrse se repitió en mi cabeza. A que se refería con “repetir” con que no “le bastara”.

A pesar de volver a vernos diez veces más, no conseguí sacarle nada sobre el tema, siempre cortaba mis preguntas. Para colmo la cosa no había mejorado demasiado y aunque ahora esperaba mis orgasmos, incluso provocó alguno. No era como antes.

En esas estábamos cuando volví a verle, esta vez en casa de su hija.

-Hola Raquel

-Hola julio

Nos saludamos fríamente y hasta que Carmen se fue a la cocina a prepararle café no volvimos a hablar.

-¿Cómo estás?-preguntó-

-Bien

-La verdad –como siempre me leía como a un libro abierto-

-Es la verdad –quise convencerle-

-No lo es y lo sabes –estaba diciendo cuando entró de nuevo Carmen-

Charlamos los tres mientras tomábamos café, intentando aparentar una normalidad que no sentía. Diez minutos después sonó el teléfono de Carmen.

-Sé que ya te ha perdonado tu desliz, pero te noto triste

Carmen volvió y soltó la bomba.

-Tengo que ir a por mi madre como habíamos quedado, pero la cosa acaba de cambiar, deberías esperarme aquí, también tengo que bajar a tres de sus amigas, luego vuelvo a por ti en una horita y nos vamos allí.

-Bien –solo pude contestar-

-Papa tengo que irme

-Bien hija yo termino el café y me voy –le dijo besando sus mejillas-

Se fue, dejándonos solos y la tensión se podía cortar con un cuchillo.

-No te pongas tan tensa Raquel, no voy a saltar sobre ti, o ¿estas tensa porque quisieras que lo hiciera?

-¡Joder, déjame en paz Julio! –no podía más y me eché a llorar-

Él se sentó a mi lado en el sofá y me abrazó intentando que dejara de llorar.

-Lo siento, no sabía que estabas mal

De repente me vino la dichosa frase a la cabeza.

-¿El día del ascensor no fue la primera vez que Fernando supo que entre nosotros había pasado algo verdad?

-Deja las cosas como están, todo volverá a la normalidad

Joder ese hombre sabía todo lo que pasaba y solo podía saberlo por Fernando.

-Basta ya, si de verdad alguna vez te he importado, necesito saber qué coño pasa aquí.

-No va a gustarte la verdad

-Por favor…

-Sabia lo de la playa –contestó finalmente-

-¿Desde cuándo?

-No Raquelita, no voy a vender a nadie por más ganas que tenga de hacerlo

-Contéstame solo una cosa, por lo que ha habido entre nosotros. ¿Pudo pararlo?

-Por favor Raquel, déjalo ya –dijo acariciando mi mejilla húmeda-

Puse mi mano sobre la suya, sus dedos rozaron mi alma. Mi cuerpo ardía por la necesidad de seguir.

-No me mires así Raquelita, te deseo demasiado

-No podemos volver a caer –dijo besando sus labios-

Mientras nos devorábamos no dejamos de hablar.

-No Raquelita, no debería desearte, pero no puedo evitarlo

Sus manos me agarraron de la nuca y me pegaron más a esos labios que ardían sobre los míos que se quemaban.

Me consumía en esa pasión que asolaba mi cuerpo, lo incendiaba sin apenas pretenderlo.

-Necesito más pequeña, quiero más

-No puedo, por mil cosas entre las que se encuentra estar en casa de tu hija, la cual volverá en menos de una hora.

Me levanté del sofá intentando poner distancia entre mi cuerpo y el suyo.

-¿Te alejas porque me temes a mí, o porque te temes a ti?

-No me das miedo –le dije altiva-

-Entonces, si eso es cierto, dame tu bragas –dijo acercándose a mí, retándome con la mirada, encendiendo mi cuerpo-

-¿Eso demostrara que no te temo?

-Eso demostrara que la zorrita que eres no puede dejar pasar un reto. Esa golfilla que todos intentan mantener bajo llave incluso tú, está ahí, yo sé que no la has eliminado. ¡Dame las bragas ahora!

Hipnotizada por su voz, por sus palabras, no pude hacer otra cosa que darle la razón y sabía la mejor manera de hacerlo.

Me quité las bragas y apoyándome en la pared estiré el brazo cogiéndolas con la punta de los dedos.

-Ven a por ellas, ¿o ahora el que tiene miedo eres tú?

Con una sonrisa de lo más sexi se acercó en dos zancadas, cogió mis bragas y tras olerlas las metió en su bolsillo, apoyó la mano sobre mi cabeza y la otra subió mi falda, pellizcó mi culo y luego plana me pegó a su erección.

-¿Te da miedo esto nena?

-No –dije relamiéndome-

Bajó la cabeza y nos alimentamos el uno del otro entre jadeos, todo el un lio de labios, lenguas y saliva.

No podía más, metí la mano entre ambos y desabroché, tiré y bajé para liberar su sexo.

-Sí, esa es mi golfa, la que me enloquece, por la que iría al infierno –dijo con un jadeo cuando se la menee con fuerza-

Él subió mi falda del todo y yo rocé con su polla mis rizos púbicos, coloqué su barra de carne caliente entre los labios de mi vulva y me moví simulando la penetración y con ello roce toda mi rajita húmeda por el tronco de carne.

-Está chorreando puta, me muero por clavártela hasta el fondo de ese coñito caliente

-¿Has vuelto al club?-se me ocurrió en ese momento-

-No, sin ti no me parece nada excitante. Aunque te diré que me he hecho mil pajas recordándote allí.

-Fóllame –suplique-

Me dio la vuelta contra la pared y empujo su polla tan lentamente que casi lloró de placer, me agarró de las caderas y empezó a ganar terreno en mi interior.

-Madre mía pequeña zorra, estas ardiendo y tan mojada…

Jadeaba como una posesa, Julio retrocedió, yo me quejé y el riendo tiró de mis caderas inclinándome para entrar más profundamente.

-Ahora si nena –arremetió con fuerza-

Sus manos pasaron de mis caderas a mi ingle y de estas al centro de mí ser, allí buscó con ahínco mi clítoris y lo friccionó entre dos dedos arrancando gemidos, suspiros, jadeos y por ultimo un orgasmo que me dobló las rodillas.

Salió de mi interior y sin darme tiempo a nada se puso frente a mí, entre mis brazos y agarrando mi cabeza la llevó a su polla, separé los labios y dejé que resbalara entre ellos, bajé el culo poniéndome de cuclillas ante su polla palpitante, sin dejar que esta saliera de mi boca. Julio movía ligeramente las caderas acompasándose a mi mamada y acariciando mi cabeza en señal de agradecimiento.

Me encantaba darle placer mientras me reponía del mío a la espera. Le oía jadear rendido a mi boca.

-Para brujilla –dijo sacándola de mi boca- no te muevas

Fue al sofá y volvió con el cojín de este, lo dejó en el suelo y se sentó pegando su espalda a la pared, mientras yo feliz supe lo que quería y mientras el agarraba su miembro yo puse un pie a cada lado del almohadón y bajé hasta rozar la cabeza de su sexo, este penetró en mi vagina y fui bajando hasta quedar de rodillas con estas apoyadas en el almohadón, insertada en él.

Empecé a moverme hacia los lados abriéndome con su polla, dilatando aún más mi vagina hambrienta de nuevo. El saco mis pechos de su encierro y lamio hasta endurecer los pezones, para empezar a mordisquearlos levemente al principio.

-Más zorrita, como nos gusta preciosa, dale caña a esas caderas enloquecedoras princesa.

Empecé a moverme más, a rotar, a subir y bajar, sus dientes tiraban de mi pezón y yo arqueé la espalda para incrementar el tirón. Julio coló su dedo pulgar al final de mi rajita y estimuló de nuevo mi clítoris hasta hacerme temblar, apreté con fuerza su sexo y tras un alarido se vació en mi interior, al notar su semen estallé con él y juntos nos corrimos sin dejar de movernos como posesos.

-Raquelita yo jamás le hubiera permitido subir a tu habitación como hizo él, de haber podido elegir jamás te hubiera compartido por comodidad –dijo en medio de la nebulosa del orgasmo-

Me quedé abrazada a su pecho, necesitaba sentir su piel pero iba vestido. Necesitaba que me explicara su última frase pero no había tiempo, Carmen estaba aparcando fuera.

-Viene tu hija –dije colocando mi ropa-

Él se colocó la suya mientras yo me atusaba el pelo y colocaba el almohadón en su sitio. Él fue a por una lata para cada uno y bebimos mientras ella entraba.

-Al final me he puesto a hablar y la pobre Raquel ha aguantado estoicamente el tirón –dijo levantándose y despidiéndose-

Cuando vino a despedirse, Carmen dejaba sus cosas en su habitación y él me dijo al oído:

-En mi casa esta noche, me da igual la hora pero no vuelvas a sacrificar a mi golfa por favor.

A las ocho acababa de ducharme cuando apareció Fernando, esta vez le frene cuando quiso desnudarme.

-¿Desde cuándo sabias lo de Julio?

-No quiero hablar, quiero follarte

-Yo quiero hablar

-Pues hagamos las dos cosas

Pensé unos segundos y me di cuenta que necesitaba cerrar ese capítulo para empezar el siguiente fuera cual fuera.

Estiré el cinturón y mi bata se abrió, la dejé resbalar por mis hombros y le di la espalda. Me fui por el pasillo y le oí andar detrás de mí.

Me tumbé en la cama desnuda y abrí mucho las piernas.

-¿Desde cuándo?

De pie en borde de la cama descubrí al ver caer su pantalón junto con su ropa interior que ya estaba empalmado. Tiró de mis piernas y doblando mis rodillas colocó su polla en mi entrada y mientras entraba contestó entre jadeos.

-Él me vio salir de tu hotel la primera noche –dijo dejándome pasmada-

A él no solo parecía no influirle, sino que le excitaba la situación.

-Me amenazó con hablar, yo le dije que no iba a volver a pasar y que solo había sido esa vez     –gemía mientras taladraba mi coñito-

-Entonces me dijo que si no me importabas y si eras tan puta, iba a intentarlo él, creí que no lo haría, pero esa mañana cuando salió me pidió que le cubriera que iba a probar

Joder le había avisado, Fernando podía haberle parado. A eso se refería Julio con la frase de hacia un rato.

Me dio la vuelta en la cama como si fuera una muñeca de trapo y arrodillándose a mi lado empezó a meter sus dedos en mi sexo.

-¿Por qué no le paraste?

-Porque no podía permitirme que dijera nada

-Joder Fernando, ¿sabes que me folló más veces en la playa?

-Si –siguió arremetiendo con dureza con sus dedos-

-Y claro preferías compartirme a poner en peligro tu puto matrimonio

-Nena apenas habíamos empezado –intentó excusarse-

-No te importo una mierda, me lo acabas de confirmar

Intenté escapar pero se tumbó sobre mí, notaba su polla dura sobre mi culo.

-Por eso no solo perdonaste mi “infidelidad” sino que te ponía cachondo

-Me daba morbo, pero no te excuses, tampoco todo es culpa mía, yo no te obligué a aceptar y mucho menos le metí en tu cama meses después

Bajó un poco resbalando por mis muslos y arrodillándose en la cama conmigo en medio empezó a acariciar los cachetes de mi culo.

-Ahora pretendes que yo sea el malo de la película, pero tu sabias donde te metías, nunca te dije que dejaría mi vida… -su voz sonaba acelerada-

-No voy a ser tu puta

-Ya lo eres, lo aceptaste aquella noche en el tren y todas las siguientes veces

Sus palabras dolían, pero eran ciertas. Él siempre me vería así, para el solo era alguien con quien desahogarse, alguien que esperaría pacientemente sin medrar, por eso desde que nos cazo estaba más activo aun, por eso estaba más excitado. Porque desde ese día no tenía que fingir, por fin no tenía que esconder lo que esperaba de mí.

Noté como metió la mano entre mis piernas cerradas con fuerza y tras pasar sus dedos por mi rajita, los llevó a mi entrada trasera esta vez.

-!Déjame!

-No quieres ser mi puta, pero si la suya; tu pregunta me ha puesto en alerta y solo metértela me di cuenta, se cómo está tu coñito recién follado. ¿Le has visto esta tarde?

Empujó su dedo y gimoteé retorciéndome bajo su peso, pero no se movió, siguió penetrándome hasta conseguir entrar del todo el dedo.

-Me haces daño

-No cielo, esto es culpa tuya, es culpa suya. O ¿pretendes que me corra donde él lo ha hecho?

En ese momento me quedé inerte, dejé de luchar, solo quería que acabara. Por eso cuando tiró de mis caderas poniéndome a cuatro patas relajé el esfínter sabiendo lo que venía. Llevó el glande allí y ayudándose con dos dedos lo metió.

Agarré fuerte las sabanas y dejé que me sodomizada mientras el jadeaba fuera de sí. Moviéndose  a espesas de mí, agarrado a mis caderas entró y salió dilatando más y más mí ya maltrecho agujero, mientras yo sin decir una sola palabra esperé a que se vaciara y terminara.

Empujó con tanta fuerza que ambos caímos sobre la cama, sus dientes se clavaron en mi hombro y tras un aullido noté su semen en mi recto.

-Vete de aquí Fernando, no quiero volver a verte. Siento haberme subido a ese tren –le dije con toda la amargura que sentía-

Recogió su ropa y se fue sin decir una sola palabra más. Me di una ducha y llamé a Julio.

-¿Puedes venir a buscarme?

-Claro nena, dame media hora

Ese tiempo justo paso antes de que me subiera a su coche.

-Hola Raquelita, ¿dónde quieres que te lleve?

-Tu mandas –le dije con una sonrisa triste-

Me llevó a cenar, luego dimos un paseo y casi parecíamos una pareja normal.

-Quería demostrarte que puedo entretener sin follarte –dijo pasando el brazo por mis hombros-

Me dolió el hombro y el al notarlo apartó la chaqueta y vi el mordisco.

-¿Ha sido fer?

-Si –le dije rompiendo a llorar-

-También se escuchar Raquel

Se lo conté todo, lo que hizo, lo que sentí… todo. Me abrazó y espero pacientemente a que dejara de llorar, luego me llevó a su casa.

-Quieres dormir en la habitación de invitados, ¿supongo que hoy estas harta?

-No, no estoy saturada de ti. Te necesito.

-¿Seguro?

Me desnudé y nos metimos en la cama, me besó hasta que me dormí sin darme cuenta. En mitad de la noche desperté y le vi de pie mirando por la ventana.

-¿No tienes sueño?

-No

Me abracé a él por detrás, besé su espalda, bajé hasta su ropa interior que fui retirando con dos dedos justo antes que mi boca siguiera el mismo camino. Mordí su culo con ganas, clavé en el mis dientes, liberando mi rabia, mi deseo, mi hambre de él.

-Eso ha dolido zorrita, vas a pagar por ello-dijo girándose y enseñándome su erección- mira como me has puesto

Seguí ahora por su pecho, besé y lamí su carne antes de empezar a morderla alentada por sus gemidos mordía más fuerte, agarré la polla y se la meneé.

-Para golfa o vas a recibir ¿quieres que te dé duro?

-Si por favor necesito tu dureza

Y me di lo que buscaba, me azotó el culito, pellizcó mis tetas, las mordió y me demostró lo cerca que esta el dolor del placer, cuando lo deseas.

Yo hice lo mismo con él y cuando estábamos al borde del orgasmo me dijo:

-Voy a follarte el culito, quiero borrar cualquier rastro

Asentí y me tumbé recibiendo sus caricias, su lengua, sus dedos y por ultimo su polla palpitante, sus dedos me ayudaron a gritar de placer con un largo y devastador orgasmo al que se unió de buen gusto.

La noche siguiente no había sabido aun nada de él, sonó el timbre y le vi en la puerta.

-Traigo cena, ¿me dejas entrar?-me lancé a su cuello y volvimos hacer el amor antes de cenar-

Se quedó a dormir, echo que me encantó. Sería tan fácil acostumbrarme a despertar junto a ese hombre.

Le miraba encandilada cuando sonó el timbre, me puse la camiseta y fui a abrir.

-¿Qué estás haciendo con mi padre, Raquel?

-Carmen… -no podía articular palabra-

-¿Qué pasa? –Oí a Julio detrás de mí-

Vi a Julio, solo en calzoncillos, sin ningún pudor. Se acercó a ella y la cogió del brazo, ella intentó zafarse, pero él no le dejó.

-Nena tenemos que hablar

Ella me miró furiosa y entonces supe que estaba de más, esa conversación solo era para ellos. Les dejé en el salón, me puse un pantalón y volví al salón donde discutían acaloradamente.

-Os dejo solos –vi su cara de gratitud por entender que necesitaba hablar a solas con su hija-

Como vivía en el ático, subí a la terraza, me apoyé en la barandilla e intenté calmarme, desde allí podía escucharles ya que habían dejado la puerta del salón abierta y la curiosidad pudo conmigo.

-¿No me puede creer que folles con mi amiga, podría ser tu hija?

-No lo es Carmen, me gustaría que comprendieras esto

-Esperó que al menos solo sea un calentón –dijo mi amiga-

-No lo es Carmen ya no es solo eso. Hija tu madre está contenta con su nueva vida, yo soy feliz, ¿Por qué no puedes aceptarlo?

-¿Dejaste a mama por ella?

-Dejé a tu madre porque lo nuestro estaba muerto y luego me enamoré como un crio

Al oírle solté el aire que retenía en mis pulmones y no pude dejar de sonreír como una tonta, feliz al oírle decir eso a ese hombre que tenía mil caras, que me chantajeo para acostarse conmigo, que me hizo conocer una parte de mí que no sabía que existía y me regalo los mejores orgasmos de mi vida.

-Te quiero con locura, siempre serás mi niña, pero no puedo renunciar a esto

Unos minutos después oí la puerta cerrarse y bajé.

-Raquel no pasa nada, se acostumbrara, aunque ahora le cuesta, nos quiere a los dos y se le pasara, dale tiempo y danos tiempo. No vuelvas a huir…

-No lo haré

-Iremos a tu ritmo, será como quieras, no quiero agobiarte

Se acercó a mí y me besó con pasión, se apartó un poco y con voz queda me dijo:

-¿Te apetece volver al club?

-Mucho, pero a partir de ahora cuando me folles ante todos,me azotes o me des con dureza como nos gusta recuerda que te amo

Se separó y me miró atónito, luego sonrió con satisfacción y acariciándome la cara y los labios me dijo antes de besarme:

-Mi golfita, mi puta, mi zorra… yo sí que te amo mi vida. Por eso ahora voy a hacerte el amor para que tú también recuerdes esto cuando en otros momentos te esté follando.