Mi noche loca con Adolfo

Qué emoción da el sentirse hembra

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"Me gustan hoy las pollas como ayer los coños"

"De cómo me hice maricón"

Mi noche loca con Adolfo

Primera parte: consulta con la sexóloga

El haber contado a Rosa mis dudas y nuevos deseos sexuales, me liberó en gran medida del conflicto mental que supone el descubrir en la madurez de tu vida que te gustan los hombres. Le das mil vueltas a la cabeza y no hallas la razón de ese cambio tan trascendental en tu sexualidad, por lo que decidí visitar a un sexólogo para que me aconsejara al menos cómo afrontar mi nueva identidad sexual.

Televisión Española emitía semanalmente un programa de orientación sexual; se notaba que la Democracia incipiente pretendía derribar todos los tabúes de la Dictadura en torno al sexo, y ya se organizaban grupos de gays y lesbianas reclamando derechos negados durante más de cuarenta años; y el ser homosexual ya no era un delito, ya que le ley de vagos y maleantes con la que se les tipificaba, había sido derogada.

Eso me tranquilizó; de haber cambiado mi orientación sexual en plena Dictadura, tendría que haberla ocultado y vivirla en la clandestinidad, expuesto a mil contingencias desagradables. Hoy los homosexuales son visto como personas normales, no enfermas o viciosas como ante se les consideraba. Me puse en contacto con el gabinete de la mencionada sexóloga, y me dieron cita para un día determinado.

Estaba algo nervioso antes de la consulta, estado que notó la sexóloga al darnos la mano, ya que me sudan en exceso cuando los problemas sin resolver me agobian.

-Tranquilo señor Montero. Es fundamental que me cuente con todo tipo de detalles, los motivos de su consulta.

Me tranquilizó la presencia de la doctora, era una mujer muy atractiva, más en persona que a través de la tele; y parecía estar envuelta en una aureola de cordialidad, que transmitía confianza.

-Verá usted; tengo 55 años, y como podrá observar, mis aspecto es de varón muy masculino, y de hecho hasta hace poco más de dos meses, después de llevar una vida sexual muy activa siempre con mujeres, he descubierto que me gustan los hombres.

-¿Le gustan afectivamente y para amar, o sólo para sexo?

Aquí me pilló un tanto desprevenido, pues no había considerado esta circunstancia, por eso le pedí que me aclarara esta pregunta.

-Vera señor Montero; usted no es homosexual congénito, es circunstancial.

-Bueno, más o menos lo comprendo, pero lo que quiero saber el por qué de esta transformación en mi conducta sexual.

-Todos somos en cierta medida bisexuales, y lo que nos delimita a ser libres sexualmente, es la educación, las leyes, las religiones, y las sociedades intolerantes.

-O sea, pregunté: ¿La Democracia ha sido la culpable de mi nueva tendencia sexual?

-No señor Montero, no. Dijo la doctora con una leve sonrisa. La libertad sexual ha sido el detonante. Pero la realidad, es que a pesar de su apariencia tan varonil, la bisexualidad ha vivido en usted desde siempre.

¿Será cierto? Pues de niño le hacía "pajitas" a varios de mis amiguitos, y me gustaba sentir sus "colitas" en mi culito; pero eso lo superé a los quince años, cuando empecé a disfrutar con lo que tienen las niñas entre los muslos; y siempre creí que era fruto de la niñez.

-¡Bueno!. Titubee. -De niño tuve juegos eróticos con otros niños... Pero creí que era propio de la edad; pero de joven y hasta hoy, mi conducta ha sido heterosexual ciento por ciento.

-Lo fue, porque usted comprendió que la sociedad en que vivía le imponía un tipo de conducta muy definida, basada en Dios, Patria, y la Familia. Y usted lo aceptó como los valores morales y eternos que debe mantener intactos todas las personas dignas. Lo otro es indigno.

-Quizás sea así doctora, pero lo que yo quiero saber lo que voy a ser de ahora en adelante. Aquello ya pasó.

-¿Le gustaría casarse con otro hombre? Me pregunto de forma inesperada.

-¡No por Dios! ¡Qué disparate!

-Entonces... ¿No cree en el sexo a través de un amor puro y verdadero entre dos personas del mismo sexo?

Quedé un tanto sorprendido. Lo pensé un buen rato y respondí:

-No sé, la verdad. Pero yo no me veo en el papel de "esposa ni marido" de otro hombre.

-Usted señor Montero lo que quiere es simplemente practicar sexo por sexo; satisfacer instintos materiales, no espirituales a través del mismo.

-Sí, sí, creo que esa es la cuestión. Dije creyendo estar convencido. Pero doctora: ¿Cuál es la causa de este cambio en mi conducta sexual?

-Es incuestionable, cómo dije antes, que la bisexualidad a "dormido" en su conciencia desde siempre; ¡eso sí! oculta bajo los cánones sociales impuestos por el anterior sistema.

-Comprendo, comprendo. Ahora comprendo lo que la Democracia lo ha "despertado" al considerar libre la sexualidad. Pero...

-¿Pero...?

-Que no sé como afrontar mi nueva situación ante mi entorno social.

-No hace falta que lo vaya usted pregonando; con que lo sepan sus seres más directos es suficiente.

-Tengo tres hijas, y la verdad, que no sé cómo se lo tomarán. Me tienen por un "machista".

-Ya verá que con naturalidad, aunque les sorprenda al principio, lo aceptarán como algo normal.

-¿Y cómo debo afrontar mi primera experiencia homo? Obvio decirle que no tengo ninguna.

-Con mucha sensibilidad, señor Montero. Es usted una persona con clase y educación, y una mala experiencia sería muy negativa, y se sentiría muy mal, y hasta asqueado de usted mismo. Busque la persona adecuada a su sensibilidad para evitar posteriores traumas.

-Doctora: ¿Por qué me gusta ser penetrado y rechazo el penetrar?

-Porque en su fantasía sexual, vive más la parte femenina que la masculina. Usted desea, ansía saber que siente la mujer...

-¡Cierto doctora, muy cierto! El mundo femenino me fascina, y me hubiera gustado ser mujer. Cuando veo una escena de amor en el cine o en televisión, me fijo y me excita más el rol femenino que el masculino.

-Ahí precisamente radican sus deseos: el descubrir, o el conocer el sentimiento femenino ante la pasión del sexo.

-Pero dígame doctora: ¿Soy homosexual?

-No, el homosexual nace. Sus deseos homos, son el producto de una incógnita que le sugestiona; y que desea descubrir.

-Entonces doctora: ¿Una vez descubierta esa incógnita, cuál será mi reacción?

-Le puedo casi garantizar que será muy positiva, si su mente llega a entender los sentimientos femeninos ante el varón.

-¿Entonces cree usted que me puedo enamorar de un hombre?

-Señor Montero: los designios del amor son incognoscibles; el amor llega y se va sin avisar, y por supuesto no tiene sexo.

Pensé para mí. ¡Joder! y si me enamoro de un tío. Me acordé de la escena de la película: "Vacaciones en Roma", la del beso de despedida que le da Gregory Peck a Audry Hepburn, y me sentí más Audry que Gregory, y la verdad, que si Peck me hubiera dado a mí ese beso, seguro que me hubiera enamorado de él como Audry.

-Ya sabe, señor Montero. Es fundamental el marco en que se va a desarrollar su primera experiencia homo, pues es lo que le marcará positiva o negativamente. Por eso le recomiendo, que, si sólo busaca sexo circunstancial, evite la promiscuidad; viva el sexo con otro hombre como si de verdad le amara, así sentirá lo que una mujer siente de verdad. Aunque sea por una noche solamente.

-¿Y si me enamoro de verdad?

-Sólo me queda desearle mucha felicidad con su nuevo amor.

-¿Y si me repudia a pesar de dar con el hombre adecuado?

-Entonces se habrán destruido en un instante sus fantasías homos, y todo quedará en una experiencia que no ofreció lo que se esperaba de ella.

Salí muy satisfecho de la consulta; la doctora me había dado la clave de mi futuro, y me dispuse a afrontar mis fantasías homos con el hombre que diera identidad a mis deseos.

Segunda parte.

Preparando "la noche de bodas" con Adolfo"

Conté a Rosa con "pelos y señales" todo lo tratado en la consulta de la sexóloga.

-¿Ves cariño? Cómo "lo tuyo" es algo normal que no tienes porque preocuparte.

-¡Pero que buena y comprensible eres, Rosa!

-Ya te tengo preparada "tu noche de bodas" con Adolfo.

-¡¡¡Queeee!!!

-Sí, mi amor. Estaba segura que después de la consulta tendrías que buscar la forma de que "te desvirguen el culete tan bonito que tienes".

-Sin cachondeo Rosa, ¡por favor! qué esto es muy serio.

-No me digas que ahora "vas de estrecha", porque desde este momento para mí, ya no eres mi amigo amante.

-¡No me digas! ¿Entonces que soy ahora para ti?

-Mi mejor amiga. Porque desde ya, te voy a tratar en la intimidad como si fueras una mujer. ¡Ah! y ya te he bautizado, te llamarás Sonia. ¿Te gusta?

-¡Ummm! Me encanta.

La idea me excitó; la lencería femenina me subyuga, y todas las braguitas y sujetadores (de marca) que le regalaba a Rosa, me hacía la ilusión que eran para mí, y en más de una ocasión y a escondidas, me colocaba sus bragas. Sus sujetadores no, porque soy muy ancho de hombros y de pecho y parecía un adefesio con ellos. Pero las braguitas me quedaban "monísimas" en mi culete respingoncillo. La verdad, que sólo esa idea me causó una erección máxima; detalle que observó Rosa y se rió de una manera subrepticia, dando a entender, que, le gustaba la situación, y que también le excitaba.

Cada vez que me llamaba Sonia, (la muy "lagarta" sabía me ponía cachondo el que me tratara como a una amiga) me daba un golpe el corazón. ¡Cómo me gustaba! Ya estaba empezando a sentir los efectos de la feminidad. ¡Qué maravilloso es ser mujer!

-Dame una idea de cómo es Adolfo, pues la verdad, si hace un año que me lo presentaste, ni me acuerdo.

Mi ideal de "novio" era la de un hombre muy viril y guapo, así, como Gregory Peck, y a ser posible con mucho pelo en pecho, y ¡claro! con un pene grande y duro. Pero sé, que era mucho pedir, con que fuera normal físicamente, educado y sensible, me conformaba.

-Mira cómo es. Me dijo a la vez que sacaba una foto del bolso.

Quedé alucinado; no daba crédito a lo que veía.

-Es más alto que tú, mide 1.90 mt. y lo demás ya lo ves.

-¿Y este tío es maricón? Pregunté asombrado.

-Arturo. Me dijo muy seria Rosa.

-Dime, ¿Qué he hecho mal? pregunté preocupado.

-El término "maricón" ya lo puedes ir borrando de tus labios. Pertenece a una época nefasta. Sustitúyela por "Gay"¿Vale? Que no te vuelva nunca más a escuchar de tu boca la palabra "maricón?

-Lo siento mujer, lo siento. Ya sabes... son "lartiguillos" que no puedes evitar.

-Pues evítalo. ¿Me lo prometes?

-Te lo prometo. Volviendo a Rodolfo. ¿Qué opina él?

-Loco de alegría. Le he contado "lo tuyo"...

-¿Todo?

-¡Bueno! A mi manera.

-¿Y..?

-Qué cuando quieras, prepara "la noche de bodas".

La piernas me temblaban de la emoción. Porque además me juro Rosa, que Adolfo era de las personas más educadas y sensibles que conocía, y que en sus brazos iba a sentir lo que desde mi más tierna infancia perseguía: considerarme mujer.

-Bueno "Sonia": ahora voy a hacer de mamá, y aconsejarte como te debes portar en "la noche de bodas".

-Sí mamá, aconséjame. Dije babeando de la emoción.

-Adolfo te va a tratar con mucha ternura y tacto, sabedor de tu circunstancia. Me ha prometido que hará todo lo posible (y lo imposible si llegara el caso), de que será para ti, una noche inolvidable. Pero para eso tengo que hacer de ti una "preciosa novia inexperta en el amor".

Aquí la erección fue brutal, en mi vida, ni mi ex mujer ni Rosa, me habían puesto la polla en estas condiciones.

Rosa me enseño a adoptar actitudes femeninas, me inició a maquillarme, y a mover el culete de forma provocativa.

-Seguro, seguro, que cuando Adolfo te vea el culo, se va a emocionar, por eso tienes que hacérselo desear.

-¿Cómo?

-Ven verás. Abrió el cajón de su cómoda y me dijo: ¿Coge de mis braguitas las rojas, que son las más sexy?

-¡Joder, joder, joder...! que emoción, no podía ni articular palabra.

-No te desnudes deprisa, ¡no! haz larga la espera; que Adolfo te vaya saboreando poco a poco mentalmente. Tienes un cuerpo maravilloso, que "lo consuma" cómo el mejor champagne; sorbito a sorbito.

Más emociones por hoy no, Rosa, que estoy cansado, y necesito descansar.

-Sonia.

-Dime Rosa.

¿Te apetece que hagamos "un bollo" * las dos juntitas?

Y las dos, nos fuimos a la cama. Y nos dieron las dos, y las tres "despiertas".

* Bollo. En España se dice vulgarmente tener sexo dos mujeres

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