Mi noche de Bodas
Aveces cuando te casas, no salen las cosa como una se imagina, que le bamos a hacer.
Siendo soltera, reconozco que era bastante desinhibida en la cuestión del sexo, no quedo chico de mi pandilla ni alrededores que no hubiera catado mi cuerpo, disfrutaba de todo el que podía. Yo no era remilgada en cuanto a los hombres se refería, ni esperaba nada de ellos, solo sexo sin complicaciones, sin ataduras. No me consideraba ninfómana ni mucho menos, disfrutaba del sexo y sin obsesiones ni complejos.
Cuando conocí, al que es mi marido, me enamore por primera vez. A pesad de haber estado con tantos, con el era diferente no buscaba sexo en absoluto y quizás fue eso lo que al principio me atrajo de él, me conquisto como nadie antes lo había hecho, amable y cariñoso como ninguno, mas que un caballero, y sobre todo buena persona, es sin duda el mejor ser humano que he conocido nunca, y ni antes, ni ahora se merece nada de lo que le hago, pero en fin os relatare lo que sucede.
Cuando empezamos nuestra relación, yo le explique que no era virgen, cosa que no quise demorar para que luego no se llevara a engaños, puesto que me daba la impresión, de que provenía de una familia con bastantes convicciones religiosas. En la medida de lo posible desde el primer momento quise ser honesta y aunque, no le explique la verdad de cuantos hombres habían estudiado mi anatomía, quise que supiera que había sido más de uno. Lo cierto es que no pareció molestarle demasiado, lo mas importante para él era que no lo supieran en su familia, y me rogo que nunca tuviera ese tipo de conversaciones con nadie allegado, es tan amable que ni tan siquiera en aquella ocasión me lo prohibió, me lo rogo simplemente.
En aquel momento fue cuando decidí que aquel hombre era el mío, me jure no mentirle nunca no le seria infiel jamás , quería corresponder siendo tan buena persona como él, amarlo y respetarlo para siempre fue mi propósito de aquel momento, no necesitaba ningún cura que me lo dijera, ni nadie que me lo recordara.
No tardemos en casarnos, él a pesad de saber lo mío, quiso respetarme hasta la noche de bodas. Era su deseo y yo lo respete, de paso pensé que así llegaría yo con más ganas que nunca. La boda fue sencilla, nuestra situación económica no daba para grandes celebraciones, pero fue un día precioso del cual disfrutemos ambos con familiares y amigos, sobre todo los de él yo apenas invite a algún compañero de trabajo con los cuales no había tenido sexo, me pareció violento invitar a mi boda a hombres con los cuales si los había tenido, con lo cual mi circulo de posibles invitados se redujo muchísimo, pero me fue fácil explicarlo con la justificación económica.
La ceremonia fue por la mañana y el convite a medio día, todo fue de maravilla hasta que unos primos de mi marido al terminar la comida, decidieron llevarnos por sorpresa a un pub que había muy cerca de restaurante, donde nos tenían preparada una fiesta sorpresa. Fue un detalle por parte de ellos que no nos esperábamos y que nos gusto muchísimo, fue estupendo y lo disfrutamos de lo lindo. Los primos de Juan que así se llama mi marido, lo agasajaban y lo invitaban constante mente a dirigirse a la barra, a donde en por complacerlos no decía nunca que no y como tenia muy poca costumbre de beber, pronto empezó a notársele la borrachera que me estaba cogiendo. Pensé que un día era un día y aunque yo memoria de ganas por disfrutar con él esa noche, bien podía ser a la siguiente, que no pasaba nada. Y así poco a poco el cada vez mas ebrio iba perdiendo fuerzas, hasta que dar casi como un muñeco, momento en que con toda amabilidad y simpatía, me dispuse a dar las gracias a todos y decir lo encantado que estábamos, pero que era justo el momento de irnos y así lo hicimos. Jorge, un primo de Juan, muy grande y guapo por cierto, fue tan amable de acompañarnos para que llegásemos bien a casa.
Entrando al ascensor de casa, Juan perdió un poco el sentido y se precipito sobre mí a lo que Jorge reacciono rápidamente y lo sujeto para que no me callera encima, sus manos quedaron entre mis pechos y Juan, poco a poco, note, con una mano hacia fuerza para sujetar a Juan y la otra la iba girado para colocar su palma sobre uno de ellos. El precioso vestido de novia que había elegido y mis bien colocados pechos invitaban a lucirlo sin sujetador, y así lo llevaba yo, cosa que en esa circunstancia dejaban mis tetas a merced del primo de Juan, mis pezones se pusieron durísimos a notar su contacto. Yo disimule y no hice mención a lo que estaba ocurriendo, bien sabíamos los dos lo que hacia, pero preferí disimular por la ayuda que me estaba prestando, yo no podía sola con Juan y necesitaba sus servicios en ese momento. No tardo en parar el ascensor así que recompusimos la situación y aprovechando que Juan vino un poco en si lo metimos en la casa y lo dirigimos directamente al dormitorio. Allí se ofreció a quitar la ropa a mi marido y lo dejo en calzoncillos y acostado, el parecía también algo bebido y aprovechando quizás, que yo me daba cuenta empezó a hacerse un poco mas el borracho y estaba dispuesto a aprovechar las circunstancias, valla si estaba dispuesto. Empezó con el tema de mi vestido, tendría que ayudarme él a quitármelo y no le faltaba razón, los pequeños botones de la parte de atrás del mismo eran imposible tarea para mí. Accedí sin rechistar si no quería quedarme vestida toda la noche por que, esperar que mi marido lo hiciera no era plan. Yo había bebido también alguna copa y me sentía un poco mareada después de relajarme del esfuerzo de acarrear con Juan y no me pareció mala idea en principio, le di la espalda aceptando su oferta y él comenzó muy despacio a desabrochar los botones uno a uno, disfrutando de la visión que iba dejando mi espalda al abrirse el vestido. Lo deje disfrutar sin increparle lo mas mínimo, reconozco que a mi también empezaba a gustarme la situación, llevaba cuatro meses sin catar varón y mi fiel consolador solo había conseguido frenar mínimamente mis deseos de que llegara esta noche. Absorta en mis pensamientos, cuando viene a darme cuenta, el vestido colgaba de mi cintura y mis pechos habían quedado completamente al aire al antojo de mi nuevo primo Jorge, el cual ya se encargaba de darles un intenso masaje, que me estaba sabiendo a gloria, a la vez que besaba el lóbulo de mi oreja , que bien lo hacia el muy cabrón, me estaba poniendo cachonda, mis bragas empezaban a empaparse, debo decir que mi flujo es muy generoso cuando me excito y creo que eso pone aun mas cachondos a los hombres. Jorge empezó a bajar una de sus manos por mi cintura y ha hacerse hueco entre mi vestido en busca de tocar mi sexo que ya lo esperaba ansioso. Yo estaba extasiada cuanto tiempo sin sentirme así, estaba muy cachonda, aunque este feo decirlo, totalmente entregada a sus caricias, cuando note sus dedos jugando en con mi clítoris e intentando entrar en mi interior que ya estaba completamente lubricado esperando ser contentado. Hasta eso momento, yo permanecía con los ojos cerrados y la cabeza hacia arriba, dejándome hacer y por dios que falto poco para perderme. Al notar como dos de sus virtuosos dedos me penetraban, abrí los ojos y ante mi estaba Juan boca abajo, durmiendo la mona y si enterarse de nada. Saque su mano de mi vestido de un tirón, le grite y recrimine su actitud a la vez que cubrí mis pechos para que no me mirara más.
– Vete, esto no esta pasando, aprovechado, canalla lárgate de aquí.
Mis palabras surgieron efecto, y se retiro de mi medio aturdido pienso que por la situación y por la bebida que llevaba encima. De este modo lo expulse de casa y menos mal que fue así, un minuto mas sintiendo ese hombre y no se que hubiese sido de mi fidelidad hacia mi marido. Al abandonar Jorge la casa, sentí un alivio profundo, había estado apunto de caer en la tentación la noche misma de mi boda, con mi marido delante sin ningún pudor me había dejado meter mano, que puta que había sido, pero esto me jure que no volvería a ocurrir jamás. Me termine de desnudar en el cuarto de baño, lo ocurrido había conseguido despejar mi leve borrachera y decidí tomar una ducha para relajarme ya que no podía hacer otra cosa, estaba recién casada y en vez de estar pegando el polvo del siglo con mi marido, el roncaba como si estuviera roto.
Ya en el cuarto de baño deje colgado el vestido tras la puerta momentáneamente, y frente al espejo comencé a desmontar el tocado que llevaba y a desmaquillar mi rostro, mire mis pechos que aun seguían con los pezones algo duros de la escena y mi fantasía empezó a jugarme una mala pasada. Recordé a Jorge tras de mi, sobándome los pezones a placer, enseguida note que mi coño empezaba a humedecerse con un flujo intenso, me acaricie los pechos frente al espejo. Recordé a Juan boca abajo en la cama, ajeno a lo que estaba ocurriendo, podía haber follado delante de él sin que se diera ni cuenta, que morbo me producía ese pensamiento, si en vez de pararle los pies a su primo, me hubiera inclinado hacia la cama y le hubiera ofrecido mi trasero. A la vez que fantaseaba me iba inclinando sobre el mueble del baño y abriendo mis piernas como ofreciéndome a ser penetrada, me baje las bragas hasta las rodillas y apoye completamente la cabeza en el mueble mientras sin ningún pudor acariciaba mi clítoris, deseaba ser penetrada más que nunca, estaba fuera de mí, cada vez venían a mi mente escenas mas perversas, su primo follando echado en la cama junto a mi marido, yo cabalgando a su primo mientras lo tocaba para que nos viera, el placer de todo eso me llevaba al éxtasis pero quería ser penetrada lo necesitaba. Recordé a mi fiel consolador, pero me había desecho de él, pensando que nunca más lo necesitaría, y en solo dos días hay que ver como lo echaba de menos, mire por el mueble algo encontraría que me sirviera, estaba como poseída buscando algo que aliviara mis deseos, quería un falo que me hiciera sentir mujer, entonces pensé en la cocina, y allí si. Recordé que entre la pequeña compra que habíamos hecho, para tener algo en el piso, había elegido Juan un calabacín bien hermoso, de unos treinta y cinco centímetros de largo y bien grueso, del cual comento que le gustaban muchísimo. No hubo mas que pensar lo pase por el agua y allí mismo en la cocina, apoyada esta vez en la mesa y me lo introduje de un empujón, no pude contener un enorme gemido de placer al sentir aquel instrumento en mi interior, en poco mas de diez embestidas me produje un fantástico orgasmo que me hizo, caí rendida al suelo del pacer que estaba recibiendo, no había estado nunca tan caliente como esa noche. Pero que diablos era mi noche de bodas y me merecía una satisfacción, eso no era ponerle los cuernos a Juan, bueno en fantasía, si pero la realidad la conseguí frenar. Cuando vine a reaccionar de todo mi frenesí sexual, me encontraba en el suelo de la cocina, con las piernas abiertas y el calabacín todavía en mi interior como queriendo no salir nunca. Lo extraje de mi interior y antes de colocarlo sobre la mesa, lo lamí gustosamente, hacia mucho tiempo que no me comía una buena polla y también lo echaba de menos.
Después de ducharme y quedarme relajada, hice compañía a Juan en la cama y allí estuve un rato despierta hasta que se apodero de mi un relajante sueño queme conduciría a la mañana siguiente, la cual pensaba que me recibiría con el primer polvo de mi recién estrenado esposo el cual ansiaba. Me despertó un ruido que provenía del servicio, me alarme al no ver a Juan a mi lado y salte de la cama en su busca. El se encontraba junto a la taza sentado en el bidé y su cuerpo estaba tirándolo todo fuera, la borrachera de la noche anterior, le estaba pasándole factura por la mañana y valla la factura iba con recargo. Después de comprobar que estaba más o menos vivo, convine en prepararle una manzanilla o alguna otra infusión la cual solo le sirvió para tener algo más que tirar, así que del polvo del siglo mañanero pasamos a la resaca de su vida y mi desconsuelo al verme limpiando el desechado por su cuerpo. Teníamos que levantarnos para coger vuelo a nuestro viaje de novios, Tenerife. Allí todo cambiaria y comenzaría nuestra verdadera vida de casados y sexual, un mal principio, no que quería decir que esto no terminara bien.
Mi suegro nos llevo al aeropuerto, casi avergonzado de ver el estado en que se encontraba su hijo. Él me consolaba diciéndome que, no lo había hecho nunca que no estaba acostumbrado, volaríamos rumbo a Tenerife y en cuanto mi marido se repusiera de su mal estar, todo seria maravilloso. Nos despedimos y allí me disponía yo a coger un avión con un pálido y casi inmóvil recién estrenado esposo. Lo aparque en el asiento interior donde nos correspondía y pedí a la azafata, una almohada para que durmiera lo mas posible y me dispuse para un vuelo no muy largo pero si lo esperaba aburrido, por la falta de compañía. Habíamos tenido suerte de que nos tocara ventanilla pensé, así podría Juan ir algo mas reclinado en ella y sin molestar a nadie. La fila de asientos era de tres, mi plaza era la central y de momento no se había sentado nadie en la del pasillo. Poco a poco se fue llenando el avión hasta que un matrimonio mayor se quedó parado frente a nosotros, decidiendo cual asiento tomaría cada uno, si el de delante para la señora o el de detrás, no me llamo la atención pero el caso es que el señor fue el que termino sentado a mi lado. Manuel, que así se llamaba el caballero que tomo asiento, se presento muy cordial y educado, diciendo que seriamos compañeros en este viaje y que estaba encantado de conóceme. Pude dar fe de eso ya que su mirada desnudándome de arriba abajo al presentarse lo delato desde un primer momento. Reconozco que el vestido bien corto y generoso de escote que me había puesto para ir cómoda en el viaje, invitaba al hombre a mirar e imaginar pero individuo miraba con demasiado descaro, quizás aprovechando en las circunstancias en las que veía a mi marido y a mi tan desvalida y apetecible. Manuel es un jubilado que viajaba en uno de esos viajes organizado por el INSESO, creo, no pesaba entonces menos de 110 kilos con toda seguridad y a pesad de ser educado sus formas y su presencia no eran muy agradables para mi, vamos no era mi tipo ni de largo. Bastante calvo y sudoroso, no era plato de buen gusto, parecía abuelos salidos que a todas nos repele y a mi me había tocado de acompañante. Su señora la típica María termino montando un lio y cambiando de asiento con otro compañero de viaje, con la escusa de viajar con la señora de este, que eran amigas. En un primer momento no me di cuenta, pero queriendo o sin querer, me dejo a merced del viejo verde de su marido, que una vez vio alejarse a su mujer comenzó a acechar su presa.
Allí estaba yo entre, mi esposo en KO. Técnico y Manuel que solo con su envergadura ya me tenía acorralada. Antes incluso de despegar ya me entablo una absurda conversación que le valía para ir cogiendo confianza, y poco a poco iba posando sus manos en mis muslos como si yo no me estuviera dando cuenta de sus intenciones. Con la escusa de mi marido, de cómo estaba, de porque, pasaba los brazos delante de mis aproximándose a mis pechos y mirándolos con un descaro que me dejaba parada y eso creo que fue lo que me perdió. Tenia que haberle parado los pies en un primer momento, pero al no hacerlo y pensar que lo podría controlar, me equivoque. Fue tomando confianza en sus acciones y tomándose más libertades, en principio sus roces no me producían más que asco, pero no se como fue apareciendo, mi la faceta mas morbosa y comencé a recordar una historia que me ocurrió unos años atrás con un abuelito al que pille masturbándose mientras me miraba por la ventana. En aquella ocasión me puso a cien ver como aquel anciano de excitaba mirándome, y ese recuerdo en mi mente hizo que, por un momento me abstrajera de la situación, y cuando viene a darme cuenta mi acompañante ya tenia colocada su mano descaradamente sobre mis muslos. Rápidamente cruce mis piernas para darle a entender que ya estaba bien, pero fue inútil. Al cruzar la pierna sobre la otra y con ese vestido tan corto, asomo insinuante el precioso tanga blanco, casi transparente que me había puesto con la esperanza de que Juan me lo quitase.
- Precioso, realmente precioso.
Susurro mi acompañante, que fue lo que termino de animarlo en su tarea. Entonces completamente envalentonado, su mano se deslizo entre mis piernas buscando descaradamente rozar con sus dedos mi tanga, cosa que hizo muy suavemente. Mire a mi alrededor y el único que parecía vernos era el señor que tenia Manuel a su derecha en la otra fila de asientos, y no parecía disgustarle el espectáculo ya que no quitaba ojo sobre lo que ocurría en nuestros asientos, aunque con la corpulencia de Manuel podría ver bien poco, por ello es que el buen señor no hacia mas que disimulando reclinarse hacia delante, para ver que cazaban sus desorbitados ojos. Mi cuerpo ya hacia rato que había empezado a traicionarme, y aunque mi mente rechazaba a aquel tipo, mi vagina ya parecía decir lo contrario. La situación me tenia tan entretenida que no me había ni percatado del despegue, por un momento me di cuenta de que terminaría entregándome a ese hombre delante de mi marido y quise poner fin de alguna manera a esa situación. Me incorpore un poco en el asiento, para deshacerme del cinturón que todavía llevaba colocado y emparejar mi vestido, cuando deje mi cuerpo caer de nuevo sobre el asiento, él había aprovechado para meter la mano bajo mi culo y así quedar toda a su merced. Me gire y lo mire fijamente a los ojos, con el convencimiento de decirle ya esta bien con la mirada, pero a su vez el ya había encontrado el camino hacia mi interior y aunque la posición de su mano no seria nada cómoda, ya sentía sus dedos penetrándome lo que me hacia enloquecer poco a poco, no paraba de jugar con ellos en mi interior sabia bien lo que hacia el muy canalla. Reaccione a asa situación por un instante, introduje mi mano izquierda por le lateral sacando la suya de debajo de mis glúteos, pero acto seguido lo mire y le susurre.
- Si vas a hacerlo hazlo bien.
Con la misma mano tome la suya, poniendo sus dedos bajo los mío, abrí ligeramente mis piernas, con la mano derecha aparte lo suficientemente el tanga, que en esos momentos estorbaba para mis propósitos. Coloque su mano derecha bajo el vestido. Tapándola apenas debido a la escasa tela, aun cubría menos sus enormes dedos con los míos. Volví la cabeza a hacia Juan para comprobar que seguía a la suya, y mirando hacia mi marido introduje los dedos de aquel hombre dentro de mi. Dios que placer, que morbo, que guarra que era dios mío, no me podía creer lo que estaba haciendo, me mordía los labios por no gritar, aquel barrigón y calvo me estaba haciendo sentir de maravilla, en el séptimo cielo, mis piernas empezaron a balancear mi cuerpo hacia delante y atrás en el asiento, suavemente, gozando cada movimiento. Cuando de repente Juan despertó mirando hacia la ventanilla, Manuel como un resorte saco su mano de entre mis piernas dejándome prácticamente con el coño al aire, trate de recomponerme disimuladamente como pude, para que Juan no notara nada. Menos mal que su estado no lo dejaba controlar con claridad todavía y lo único que dijo fue.
- Ya estamos volando
- Si cariño.
Le conteste entre nerviosa y excitada, estaba apunto de llegar al orgasmo, mierda que caliente me había quedado. Juan parecía haber vuelto en si algo más recuperado y lucido. Manuel carraspeó para hacerse notar y yo amablemente le presente a mi marido.
- Cariño este es Manuel, mi compañero de vuelo mientras tu dormías
Manuel paso la mano por encima mía, rozándome los pechos y ofreció la mano a Juan. Era la mano con la que acababa de estar jugando con migo y el muy sinvergüenza se la daba con una cara de satisfacción, seguro que todavía tenia los dedos impregnados por mis jugos, que morboso era aquel cerdo. Comenzó ha hablar con Juan y no perdía oportunidad de seguir mirándome lascivamente durante todo el vuelo, fueron innumerables las veces que coloco sus manos sobre mi, sin que mi marido le diera la menor importancia. Fue increíble lo caliente que fui todo el viaje no hacia mas que pensar en llegar al hotel y estrenar a mi hombre, estaba realmente incomoda con lo húmeda que tenia mi vagina y no pensaba mas que en el momento de satisfacer mis deseos.
El vuelo aterrizo y llego el momento de las despedidas, Manuel salió del asiento y se paro en la salida de los mismos como esperándome, para que no me pudiera escapar. Coloco su mano entre su panza y mi cuerpo, aguardando el momento de la despedida. Aprovecho justo el momento en que Juan se giro para recoger unas cosas del asiento y se deleito de nuevo metiendo su mano entre mis piernas, sus dedos buscaron rápidamente mi clítoris desesperado y abrazándome con la otra mano me susurro al oído.
- Esta vez te me has escapado zorra, si hay una próxima prepárate para saber lo que es bueno.
No pude mas aquello termino por producirme el orgasmo que ansiaba mi cuerpo, por un momento, por mi cuerpo paso de todo, frio, calor, sofoco, espasmos, no se como conseguí disimularlo. Pensé, o Juan es tonto, o no quiere darse cuenta, o es que no se entera. Su mujer a un metro escaso de el corriéndose en las manos de otro hombre y el como si nada. Me zafe de Manuel cuando hube terminado, en ese momento miro a Juan y le dijo.
- Juan tienes una gran mujer, disfrútala. Encantado de conoceros.
Después de los saludos de rigor al quedarnos solos, el único comentario que Juan hizo fue.
- Parece que se ha en cariñado contigo Manuel. Creo que le has gustado
- Que dices podría ser mi padre, que digo casi mi abuelo.
- Bueno su pantalón no decía lo mismo después de abrazarte.
Manuel, portaba una tremenda erección que el pantalón no le disimulaba apenas y a Juan no le paso desapercibida. Yo me ruborice mas si cabía, de lo que ya estaba por el sofocón, y solo atine a decir.
- No digas tonterías cariño
- Si, Si, Tonterías.
Y acabo la conversación si mas, afortunadamente.
Ya en la habitación del hotel, comencé a desplegar mis armas para por fin disfrutar de autentico sexo con mi esposo. Comencé besándolo apasionadamente nada mas cruzar la puerta, lo vi bastante recuperado de su problemilla y me dije, ¡este no se me escapa!
Pero esa es otra historia y: ¡ tendréis que hacer que me apetezca contarla!.