Mi noche de Bodas

El destino había hecho que se unieran el hambre (mi deseo incontrolable de serle infiel) a las ganas de comer (el deseo de mi novio de ser un cornudo consentido).

MI NOCHE DE BODAS.

Juan y yo continuamos nuestra relación. La verdad es que nos iba muy bien. Por su parte, él podía presumir de tener a una mujer joven y guapa a su lado. Por la mía, yo tenía la seguridad de tener a un hombre con dinero que me deba todos mis caprichos, incluido el de la libertad de ir puteando por ahí con otros hombres.

Además, yo ya me había dado cuenta de que Juan se excitaba viéndome tontear con otros. Siempre que íbamos a una fiesta o a una discoteca, él era el primero en animarme a bailar con sus amigos o con aquellos que se atrevían a pedirme bailar. Y yo disfrutaba muchísimo de esa situación, desplegando todos mis encantos coqueteando abiertamente con los hombres que conmigo bailaban. Ellos no podían evitar piropearme continuamente, y yo coquetamente, rechazaba sus proposiciones indecentes diciéndoles que mi novio estaba allí justo delante, lo que me provocaba una excitación brutal, saber que mi novio me estaba mirando mientras calentaba a aquellos tipos. Este jueguecito además ponía a mi novio bastante caliente y al regresar de bailar, Juan me recibía besándome y metiéndome mano por todos lados. Esto sólo hacía que mi deseo de serle infiel creciera aún más y si era en sus narices, mucho mejor, porque además, tenía la recompensa de un gran polvo cuando llegábamos a casa de Juan, y a veces ni llegábamos, mi novio me follaba en su coche como si fuéramos dos adolescentes.

Cuando llevábamos 7 meses de novios, Juan me pidió matrimonio, regalándome un anillo de oro blanco con brillantes a lo largo del anillo, y un brillante central de 20 kilates. Sin dudarlo le contesté que sí. La fecha, aunque muy cercana, no nos suponía un problema, ya que él se encargaría de organizarlo todo, y yo simplemente me tendría que ocupar del vestido de novia. Para celebrarlo, Juan me invitó a cenar, y después nos fuimos a tomar unas copas a un pub cercano. Era uno de esos en los que donde va la gente de mediana edad van a ligar. Nada más entrar, todas las miradas masculinas se posaron en mí. Nos sentamos en la barra y pedimos dos copas. Al ratito, Juan se excusó diciéndome que iba al baño, dejándome sola en la barra. Al principio no ocurrió nada, pero a los dos minutos un chico algo mayor que yo, de unos 30 años, se me acercó y me dijo que si quería tomar una copa. Le agradecí su invitación pero le dije que estaba con mi novio y el tío se marchó. Pero al momento se acercaron un grupo de cuatro chavales, de unos 25 años. Los cuatro se presentaron dándome dos besos cada uno. Sin cortarse ni un pelo, los chicos me dijeron que me fuera con ellos a otro sitio, y la verdad que se me cruzó por la mente aceptar, pero al final les dije que no podía, ya que me encontraba allí con mi novio, y resignados se marcharon. La verdad es que me dio rabia no poder aceptar las proposiciones que me estaba haciendo, pero aún más que Juan no estuviera ahí viéndolo todo.

Sin embargo, mientras me preguntaba el motivo de la tardanza de mi novio, un par de hombres de unos 40 años se pusieron a mi lado. - Hola, preciosa, ¿estás solas?, me preguntó el más alto. - No estoy con mi novio…ha ido al baño, le contesté yo. - Bueno, de todas maneras, no te importará que te hagamos compañía mientras llega, me dijo el otro. - Por supuesto, le respondí con una sonrisa coqueta. La verdad es que los dos eran bastante guapos. Se sentaron a mi lado y pidieron tres copas. El más alto se llamaba Pepe y el otro Ramón, eran de Barcelona y estaba en Madrid de negocios, y comenzamos a hablar mientras esperábamos a Juan, que no sé por qué, tardaba tanto. La verdad es que hasta ese momento, no había sucedido nada por lo que mi novio pudiera ponerse celoso ni nada de eso, hasta que de pronto Pepe apoyó una mano sobre mi muslo desnudo. Yo no hice nada, bueno, más bien me hice la tonta, y le dejé hacer. Pepe al ver mi buena disposición, comenzó a acariciarme el muslo dulcemente poniéndome muy caliente.

Entonces levanté la vista y me di cuenta de que mi novio estaba al otro lado de la barra contemplando la escena. No me podía creer que hubiera estado allí todo el rato viendo mi comportamiento con aquellos dos desconocidos. Al verme, me saludó con la mano y se vino hacia donde estaba yo. - Hola, mi amor, le dije dándole un prolongado beso en la boca. - Estos son Pepe y ramón, me han estado haciendo compañía mientras tú regresabas. Juan les tendió la mano con un "¡Qué hay, encantado!", y así continuamos conversando los cuatro. La verdad es que Pepe y Ramón, además de guapos eran encantadores. Yo no dejaba de reír con las cosas que me estaba diciendo, poniendo caritas y tonteando descaradamente con ellos. Me estaba poniendo súper cachonda, y por la reacción que tuvo Juan, metiéndome su mano por debajo de la falda, él también le ponía a mil aquella situación.

Entonces Pepe le dijo a mi novio: - Permítame decirle que tiene una novia bellísima. - Muchas gracias, sé que tengo una gran mujer, en todos los sentidos. ¿Si supera Vd. como folla?, dijo de repente Juan. - ¡Cariño, cállate!, le reproché, aunque realmente no estaba enfadada. - Lo siento mi amor, es la verdad, follas de maravilla, eres una leona en la cama. De hecho a veces pienso que conmigo no tienes suficiente. Yo bajé la mirada como haciéndome la avergonzada y pude comprobar el bulto que tenía aquellos dos tíos en los pantalones. - Mi amor, creo que a Pepe y a Ramón no le importa nada de esos que dice, le dije. - ¡Qué no! A ver: ¿se la follarían Vd. aquí mismo?, los tíos no tardaron en responde - ¡Joder, claro! Si está buena para reventar. - Lo ves mi amor, me dijo Juan agarrándome mis dos grandes tetas delante de aquellos dos tipos.

Yo le dejé hacer, estaba súper caliente, más sabiendo que mi propio novio participaba encantado de aquel juego. - ¿Y tú mi amor, te los follarías?, me preguntó de repente Juan. Me quedé un poco cortada pero al mismo tiempo noté como mi vagina comenzaba a segregar flujos. - No sé mi amor…sabes que siempre te he sido fiel, le mentí a Juan. - No te estoy preguntando eso, te digo que si querrías follártelos, me volvió a preguntar Juan. Dudé unos instantes pero al fin le contesté. - La verdad es que están buenísimos…, comencé a decir mientras le agarraba la polla a Juan. Cuando la cosa estaba más caliente, mi novio miró el reloj y les dijo que se estaba haciendo tarde. - Bueno caballeros, lo sentimos mucho pero nos tenemos que ir. Los tíos se quedaron helados, domo sin creerse que aquello terminara así de simple. No obstante, Juan les dio su les pido su número y ellos le dieron sus tarjetas de visita diciéndole que no dudásemos para quedar con ellos para tomar alguna copa si íbamos a Barcelona. Fui yo quien les contestó. - Por supuesto, seguro que os llamaremos.

Al salir del pub le pregunté a mi novio porque se había puesto a hablar de nuestras intimidades con dos desconocidos y Juan me dijo que no sabía, que había surgido y ya está. Luego, mientras conducía hacia el descampado donde solíamos follar, me dijo que si me había gustado el juego que habíamos mantenido con aquellos dos tipos, y le tuve que contestar la verdad, que me había puesto muy caliente. Comenzamos a enrollarnos, y cuando ya estábamos follando recordé que Juan había estado mirando a escondidas como yo tonteaba con Ramón y Pepe y me atreví a preguntarle que si le gustaría verme follar con otros hombres. Juan sólo me sonrió, pero no me contestó nada, simplemente se limitó a follarme con más fuerza, justo como necesitaba que lo hiciera. Había empezado a comprender que lo que más caliente le ponía a mi novio era sentirse un cornudo, aún más, ser consciente de ser un cornudo. El destino había hecho que se unieran el hambre (mi deseo incontrolable de serle infiel) a las ganas de comer (el deseo de mi novio de ser un cornudo consentido).

Con este planteamiento de pareja llegamos al día de nuestra boda. Durante aquellos dos meses y medio a penas nos dio tiempo de poder repetir el juego que tuvimos con Pepe y Ramón, ya que estuvimos más centrados en la boda que en otra cosa, aunque la verdad más Juan que yo. Como los padres de Juan (y la mayoría de su familia) son de Sevilla (una ciudad del sur de España), decidimos celebrar la boda en esa ciudad ya que la primera esposa de Juan no lo quiso así la primera vez que se casó mi novio. Yo realmente sólo me preocupé de decidir el vestido de novia y decirle a Juan cuales eran mis invitados. Esto fue fácil, lo otro no tanto, aunque finalmente me decanté por uno de los modistos Vittorio & Luchino, ya que su estilo encajaba perfectamente conmigo y donde iba a celebrase la boda, un cortijo sevillano a las fueras de la ciudad, que había sido remodelado como hotel rural y disponía de unas cuantas habitaciones que usaríamos Juan y yo, y los familiares más directos (mis padres, mis hermanos y los hijos de Juan). Por cierto, mis padres no se opusieron a la boda, a pesar de que sólo conocían a Juan de sólo unos pocos meses y que más que mi novio, Juan parecía el hermano menor de mi padre.

Siguiendo con la boda, la ceremonia, y aunque no pudo ser religiosa (ya que Juan es divorciado) fue realmente hermosa y muy emotiva. Luego la cena y después los puros y los regalos de la novia. Cuando íbamos pasando por las mesas de mis invitados, yo aprovecha para presentar a Juan a mis invitados y cuando pasábamos por la de los suyos, él me presentaba a mí, ya que como os he dicho, nuestro compromiso fue tan rápido que no conocíamos casi a nadie de la familia y amistades del otro. Cuando pasamos por la mesa de unos amigos de Juan, me presentó muy especialmente a dos de ellos, Jaime y Eduardo, que eran amigos suyos desde la infancia y que tenían muchas ganas de conocerme. Los dos eran muy guapos, con ese atractivo de los hombres maduros, y bastante simpáticos, el rato que estuvimos hablando, no dejaron de halagarme con sus piropos.

Después de los regalos, la fiesta. Después de cinco horas de baile, mucha bebida y otras cositas, la fiesta estaba llegando a su fin pero aún quedaban varios amigos y amigas en la fiesta. Yo estaba súper alegre y bastante borracha, y hay momentos de la boda de la que casi no me acuerdo de nada. Sí recuerdo que mientras bailaba con mis amigas Juan se acercó con sus amigos y me dijo que bailara con ellos mientras la orquesta tocaba "La Bomba" de Ricky Martin. Esa canción me encanta y desde que la escuché por primera vez siempre hago lo mismo en el estribillo. Cuando Ricky Martin canta: "Muévete mamita que me vuelvo loco…" comienzo a mover mi culo y lo restriego contra el paquete de mi pareja (es lo que dicen en Puerto Rico "sacarle brillo a la hebilla"), por lo que comprenderéis, que en un momento puso súper cachondos a los dos amigos de Juan.

Al acabar la canción Juan se acercó a mí y comenzó a besarme en la boca ante los vítores de nuestros amigos. - Nena, estás espectacular, mira como estás poniendo de caliente al personal, me dijo. - Si mi amor, me doy cuenta. Yo también estoy muy caliente, y le di un beso. - ¿Sabes qué? Hoy te voy a regalar mi culito, le dije al oído. - ¿En serio? - Sí mi amor, esta noche mi culito será para mi maridito. Yo había esperado a la noche de boda para regalar mi ano a mi novio, que hasta entonces sólo me lo había podido masturbar. El pobre de Juan se puso como una moto cuando le dije aquello, y quedamos en que yo me escabulliría a la habitación nupcial y que él iría detrás de mí.

Nada más entrar en la habitación, busqué el gel lubricante y me lo eché en mi ano, haciéndome un delicado masaje para dilatarlo y dejárselo listo a mi recién marido. Cuando Juan entró en la habitación, me vio a cuatro patas sobre el sofá metiéndome dos dedos en mi ano y resoplando de placer. - ¡Pero nena, acaso quieres empezar sin mí!, me dijo riendo. Directamente mi novio se fue detrás de mí y levantándome el vestido por encima de la cintura, comenzó a chuparme el coño para luego sustituir mis dedos por los suyos, mucho más gruesos. Juan comenzó a masturbarme el ano mientras me lamía la rajita pasando su lengua de arriba abajo como él sabe hacer. - Mi amor, ¿te gusta lo que te hago?, me decía Juan. - ¡Siiiii mi amor, me encanta lo que me haces, sigue, sigueeeee!, le contesté levantando aún más mi culito para dejárselo bien en pompa a mi maridito y que me lo pudiera masturbar mejor con sus dedos.

Juan reaccionó a mi maniobra acelerando el ritmo de su masturbación. - ¿Y qué otra cosa te gustaría que te hiciera?, me pregunté a mi esposo. - ¡Aaaahhhh, no sé, mi amor, lo que tu quieras, soy toda tuya!, le respondí totalmente excitada. Entonces Juan se levantó, y sin sacar sus dedos del interior de mi culo, me acercó los dedos de su otra mano a la boca para que se los chupara. - ¿Te gustaría tener varias pollas para ti, mi amor?, me preguntó. - ¡Siiiiii, mi amor, varias pollas, lo que tú quieras!, respondí automáticamente. Yo estaba cada vez más caliente, la masturbación que me hacía Juan en mi ano estaba a punto de llevarme al orgasmo. - ¿Mi niñita quiere más pollas?, seguía diciéndome Juan mientras me masturbaba deliciosamente. - Sí mi amor, quiero más pollas. - Entonces repite conmigo, me dijo mi marido. - "Quiero más pollas". - ¡Aaaaahhhhhh, siiiiii mi amor, quiero más pollas para mi, quiero pollas!, grité al borde del éxtasis.

Entonces la puerta de la habitación se abrió y Jaime y Eduardo, los amigos de la infancia de mi marido, aparecieron en el umbral de la puerta mirándome con lujuria. Aquellos me sorprendió y volteando la cara le pregunté a mi esposo. - Cariño, ¿qué pasa? - Mi amor, ya que están aquí, podríamos atrevernos a practicar sexo en grupo, ¿no me acabas de decir que querías más pollas?, me contestó mi marido sin parar de masturbarme el ano con sus dedos. No me lo podía creer, mi propio marido me estaba ofreciendo mi mayor fantasía: serle infiel en sus propias narices. Atónita y todavía incrédula, permanecí unos segundos en silencio, pero al final le dije a mi esposo: - Bueno, esta noche es muy especial y estoy dispuesta a todo. Miré a sus amigos y les dije: - Vengan muchachos, venid y enseñadme lo que tenéis para mí. Inmediatamente se abalanzaron sobre mí y empezaron a acariciarme. Jaime un poco más atrevido me agarró del cuello y empezó a besarme con lujuria, a lo que respondí de igual manera mientras mi esposo continuaba masturbándome el culito.

En la postura en la que estaba, mi precioso culito quedaba todo al aire todo. Juan miró a sus dos amigos y les dijo: - ¿Habéis visto lo buena que está mi esposa? Acercaos, comprobad lo duro que está su culito. Se acercaron y comenzaron a tocarme el culo. - Tienes razón, tío, vaya culo que tiene tu mujer, dijo Eduardo dándome una cachetada. - Pues no sabéis como mama las pollas, se atrevió a decir mi esposo. - ¡Mi amor, no seas guarro!, le dije. - Es cierto, chicos. María le encanta mamar vergas, incluso ha llegado a correrse haciéndolo, verdad mi amor. Yo me limité a sonreír, sin poder creer lo que estaba sucediendo. - ¿Te gusta mamar pollas?, me preguntó Eduardo mientras se atrevía a acariciar mi coñito delante de mi esposo. - Ajá, contesté coquetamente. - ¿Por qué no nos lo demuestras?, dijo Jaime. - ¿No te importa, no Juan? - En absoluto, hoy invita la casa. Vamos nena, demuéstrales a mis amigos lo bien que mamas polla, sentenció mi esposo.

Yo estaba tan caliente que ni lo dudé. Me levanté y me puse entre Eduardo y Jaime acariciando sus pollas por encima del pantalón mientras mi marido me desabrochaba la cremallera del vestido y me bajaba los tirantes dejando mis tetas al aire. Al verlas, los amigos de mi esposo abrieron sus ojos como platos al ver el enorme tamaño de mis tetas. - ¿Podemos?, le dijo Eduardo a mi marido. - Claro tío, ya he dicho que os convido yo. Eduardo y Jaime se agacharon un poco y comenzaron a besar y chupar mis tetas, dándome pequeños mordiscos en mis erectos pezones y estrujando mis tetas con sus manos. Aquello me encantaba, a mí me chifla que me chupen las tetas y tener dos bocas para cada una era lo más.

Mientras ellos seguían chupándome las tetas, yo continuaba agarrando sus paquetes notándolos duros como rocas. No pude aguantarme más, me agaché delante de Eduardo y mirándole a los ojos le fui bajando la cremallera cuando de pronto Jaime me giró la cabeza y vi su verga delante de mi cara. ¡Dios mío, era enorme, la cosa más enorme que había visto en mi vida! Se la agarré mientras Eduardo se sacaba también la suya y me la ponía en la mano. En un instante tenía dos pollas para mí. ¡No lo podía creer, y mi esposo ahí sentado mirando!

Comencé a mamar la polla de Eduardo mientras masturbaba la gigantesca polla de Jaime. Después cambié, y me puse a chupar la verga de Jaime que estaba dura como un roble. Me introduje su pene en mi boca y empecé a chuparlo aunque a penas me podía meter la mitad de lo grande que era. Y todo ello mientras mi esposo nos miraba lujuriosamente. Saqué la punta de la verga de Juan de mi boca y le pasé mi lengua por el glande, relamiéndolo como si fuera una golosina. Luego fui recorriendo de arriba abajo toda aquella inmensa polla, ensalivándola bien, hasta que me paré en los huevos que los chupé mientras aceleraba la velocidad de la paja que le hacía a Eduardo, pero éste no aguantaba más y me la colocó su polla en la cara reclamando atención. - ¡Eh tío, espera que la niña aún no ha acabado con mi polla!, le dijo Jaime. - No os peléis chicos, que va a ver para los dos, les dije. Les agarré sus pollas y las coloqué a ambos lados mi boca, y así les pude lamer con mi lengua alternativamente mientras los masturbaba con fuerza. Movía mi lengua de lado a lado, rápidamente iba de un capullo a otro. Después, agarrándoles de la base de sus pollas empecé a metérmelas por la boca rítmicamente por turnos.

Luego volví a chupar la enorme polla de Jaime pero esta vez Eduardo no quiso esperar y me puso la punta de su verga en mi boca, ya ocupada por la de su amigo. Mi reacción fue sacarme la polla de Jaime, momento que aprovechó Eduardo para intentar meter la suya. Las dos pollas luchaban por entrar a la vez en mi boca, sin conseguirlo, evidentemente. - Vamos nena, esfuérzate, ¿no querrás dejar mal a tu marido?, me decía Eduardo. Así que abrí mi boca al máximo y me llevé sendas vergas a la boca, pero no me cabían. Entonces ellos mismos empujaron y me metieron la cabeza de sus pollas dentro de mi boca, dejándome casi si n respiración pero ¡Guau! ¡Qué fantástico fue sentirme inundada con la carne caliente de dos buenas pollas! Nunca lo había hecho, y fue genial.

Luego Eduardo me hizo arrodillarme en el sofá, levantando mi vestido de novia por encima de la cintura y me echó el tanga a un lado. Comenzó a lamer mi rajita, mientras Jaime se ponía al lado de mi esposo y me volvía ofrecer su polla. Sin dudarlo me puse a chupársela mientras le acariciaba la de mi esposo por encima del pantalón y me ponía a bajar su cremallera sacando su polla fuera del pantalón. Mi esposo tenía una erección tremenda, y con aquellas dos pollas en mis manos, me puse a mamarlas alternativamente mientras Eduardo no paraba de comerme el coñito.

Yo estaba que no aguantaba, necesitaba a que me follaran urgentemente. Mi esposo, viendo mi estado, me dio un beso y me dijo: - ¡Así te quería ver, mi niña! Hacía tiempo que quería verte mamando la polla de otro hombre. Yo no supe que decir, simplemente me dejé llevar por mi calentura y volví a mamar la gigantesca polla de Jaime cuando mi marido me volvió a decir: - ¿Te gusta las pollas de mis amigos, nena? - ¡Oh sí mi amor, me encanta, pero necesito que me follen ya!, le contesté a mi marido. - ¡Pues pídeselo!, me dijo Juan. Entonces, giré la cara y le dije a Eduardo con una voz de puta que me salió del alma. - Querido, deja eso y fóllame ya. Eduardo, sin hacerme esperar, colocó su verga en la entrada de mi mojado coño, y de un solo golpe me clavó su polla hasta el fondo, mientras que yo le seguía mamando la polla a mi marido y Jaime también me ofrecía su enorme polla. La agarré y comencé masturbarla junto a la de mi marido, al ritmo de las fuertes embestidas que me daba desde atrás Eduardo. Durante un rato estuvimos así, Eduardo follándome el coño y yo mamando a mi esposo y a Jaime. Ellos no paraban de decirme toda clase de vulgaridades las cuales sólo hacían calentarme más y más. Eduardo le decía a mi esposo: - ¡Qué zorrita tienes, tío! Y Jaime replicaba: - ¡Y cómo mama la polla!

La verga de Eduardo me estaba dando mucho placer pero yo no podía más sin follarme el pollón de Jaime me follara y le pedí a grito su verga dentro de mí. - ¡Querido, quiero tu polla de elefante en mi coño, ya! Me tumbé en el sofá y Jaime metió su verga en mi vagina. - ¡Aaahhh cabrón, ten cuidado, que me vas a matar con esa polla que tienes!, le grité a Jaime cuando su enorme polla me penetró, pues jamás una polla tan grande me había follado. - ¡Tranquila nena!, contestó Jaime. - Tú dale, no te preocupes que mi mujer lo aguanta bien, le replicó mi esposo que se puso delante de mí junto a Eduardo. Las pollas de los dos hombres quedaron a escasos centímetros de mi boca. Las agarré y las comencé a chupar mientras Jaime comenzaba a martillearme el coño. Poco a poco, Jaime fue acelerando el ritmo de su follada hasta que mi coño se adaptó al tamaño de su increíble verga. En un momento comencé a experimentar el preludio del orgasmo y mi marido, viéndolo, se puso a chupar y estrujar mis tetas mientras yo me quedaba chupando sólo la verga de Eduardo. A los pocos segundos comencé a correrme como una loca, de una manera absolutamente increíble. - Ohhhh, cabrones, me he corrido de lo lindo.

Efectivamente ese orgasmo fue asombroso, pero seguía con más ganas. Me acerqué a mi marido y le dije: - Mi amor, aún no me has follado tú. - Ahora mismo pienso hacerlo. Me coloqué a cuatro patas en el suelo y levanté mi culito ofreciéndoselo a mi esposo. Juan se colocó detrás de mí y cuando me lo iba a meter por el coño le interrumpí. - ¡Mi amor, por ahí no…acaso olvidaste mi regalo! Juan me sonrió y colocando la punta de su gruesa verga en mi ano, me dijo: - ¡Oh nena, cuanto tiempo llevo esperando joderte el culo! Entonces comenzó a empujar hacia dentro y poco a poco su polla fue colándose dentro. Aunque Juan no tiene una polla demasiado grande (le mide 16 cm.) sí que la tiene bastante gruesa, pero el gel lubricante hizo muy bien su trabajo, porque sin apenas dolor, su gruesa verga fue desapareciendo entera en el interior de mi ano.

Una vez toda dentro, mi marido comenzó a follarme el trasero mientras sus dos amigos se colocaban delante de mí ofreciéndome sus pollas. Agarré las dos pollas y comencé a masturbarlas al mismo tiempo sintiendo como palpitaban entre mis manos. Luego me puse a chuparlas alternativamente, primero la de Eduardo y luego la gran polla de Jaime, mientras mi esposo me follaba lenta pero divinamente. Entonces dejé de mamar las dos pollas que tenía agarradas, giré la cabeza y le dije a mi marido. - ¡Mi amor, fóllame más fuerte! Y mi obediente esposo me incrustó su verga hasta el fondo de mi culo. Sentí su polla como jamás la había sentido, mucho más grande y más gruesa, y así se lo hice saber: - ¡Ay mi amor, qué rica tu polla, la noto más grande que nunca! ¡Qué bien te sientan los cuernos! - ¡Si María, te voy a follar como te mereces, pedazo de puta!, me contestó. Yo le sonreí porque me gustó que me llamara puta, me gustó que mi marido me considerara su puta y que me compartiera con otros dos hombres.

Sólo pensar en ello hizo que me volviera a correr, de tal manera que casi pierdo el conocimiento. Quedé abrazada en las piernas de Jaime y Eduardo mientras mi esposo se retiraba de mi culo. Una vez repuesta, seguía con ganas de más pollas y así que les propuse una cosa que a mi marido. - Mi amor, ¿dejarías que nuestros amigos me follaran también el culito? Mi esposo me sonrió y me dijo: - ¡Qué puta eres María! ¡Pues claro!, mis amigos están aquí para follarte por donde quieras. Miré a Eduardo y le dije: - Querido, siéntate en el sofá. Eduardo, sonriendo, me dijo: - Ven zorrita que te voy a dar lo que te mereces.

Me subí sobre él dándole la espalda. Yo fui flexionando las piernas hasta que la punta de su polla rozó la entrada de mi culito, la agarré con una mano, y me dejé caer sobre su polla lentamente, sintiendo como se iba abriendo paso por mi orificio anal. Poco a poco su polla fue entrando sin sentir dolor alguno, ya que la verga de mi marido, más gruesa que la de Eduardo, había abierto ya el camino. Continué bajando hasta que la polla de Eduardo alojó entera en mi traserito. - ¡Ohhhhhh cabrón, qué polla tan buena para mi culo, aaahhh, qué maravilla!, le dije a Eduardo al tiempo que comenzaba a moverme sobre su polla.

Jaime y mi marido se acercaron sus pollas para que se las mamara mientras yo comenzaba a galopar sobre la polla ensartada en mi culito. Esta disfrutando de una forma bárbara, deleitándome con las tres pollas que tenía para mí. Me saqué la polla de mi esposo para disfrutar de la corrida que se avecinaba. - ¡Sigue así, sigue Eduardo, no pares de encularme, me corro, aahhhh!, le gritaba a Eduardo. Mientras me movía sobre Eduardo prolongando mi orgasmo anal, mi marido me besaba en la boca y me decía: - ¿Te diviertes mi vida? - Sí mi amor, me he corrido de lo lindo, le contesté. - Pues ahora si vas a disfrutar de verdad, mi putita, sentenció mi esposo.

En ese momento mi esposo se paró frente a mí. - Échate para atrás mi amor, me dijo. Imaginé lo que pretendía hacer, era la primera vez en mi vida que iba a recibir una doble penetración. Aunque me daba un poco de miedo, siempre había tenido la curiosidad de hacerlo y me dispuse gustosamente a recibirla. Juan puso su verga en la entrada de mi coñito y comenzó a penetrarme lentamente hasta que me la clavó entera. Me vi invadida en mi coño y en mi ano al mismo tiempo. Mientras suspiraba de placer (o de dolor, la verdad no sé), las dos pollas comenzaron a follarme a la vez, sincronizadas. - Toma, puta, toma polla, esto es lo que te mereces, mujer infiel, me decía Juan. - ¡Si mi amor, soy puta, me encanta ser tan puta, seguid así, las dos pollas, las dos!, le decía yo. Y ahí estaba yo, disfrutando por primera vez en mi vida de dos pollas alojadas en mis dos agujeritos, mientras masturbaba la enorme polla de Jaime, gozando al máximo del sexo. Pronto comencé a correrme, de una forma que jamás lo había hecho, como si todo mi cuerpo estuviera siendo traspasado por una corriente eléctrica.

Yo ya no sabía ni donde estaba, entre la borrachera, la calentura y los continuos orgasmos que llevaba aquella noche parecía como zombi en manos de mi marido y sus dos amigos que seguían con más ganas de follarme. Me dijeron que me diera la vuelta sobre de Eduardo y comencé a cabalgarlo. Mi esposo se puso delante de mí y me dijo que le chupara la polla. Me incliné hacia delante lo más que pude para mamar la polla a mi marido, dejando al descubierto mi tremendo trasero. Entonces Juan le dijo a Jaime: - Ya es hora de hacerla gozar de verdad. Entonces Jaime me empujó hacia Eduardo y quedaron mis nalgas totalmente abiertas a su disposición. Sentí como me metió dos dedos en mi culo y comenzaba a masturbarme con ellos. Luego sentí un escupitajo en mi ano y como Jaime se colocaba detrás de mí y ponía su polla en la entrada de mi culito.

Ahí sí me asusté de verdad, porque la polla de Jaime era demasiado grande para mi ano, pero estaba tan caliente que le dejé hacer, y empujé para atrás para que su polla pudiera entrar más rápido. Lentamente su polla fue entrando por mi culito, sentí un agudo dolor pero seguí adelante sin parar. - ¡Madre del amor hermoso!, grité, porque aunque antes había tenido dos pollas dentro de mi ano, aquella verga era mucho más grande.

Lentamente Jaime comenzó a follarme el culo mientras Eduardo permanecía quieto, dejando hacer a su amigo. Después de unos momentos el tremendo resquemor que sentí en mi a no fue dejando paso a un placer maravilloso. Entonces Jaime comenzó a follarme con más fuerza, y en cada envestida, su polla se colocaba más adentro de mi culo. Yo no podía creer que aquellas vergas tan grandes estuvieran dentro de mis dos agujeros. Sentí que llegaba otro orgasmo, así que le grité: - Ahora querido, rómpeme el culo de una vez. No tuve que repetírselo dos veces pues Jaime comenzó a bombearme al ritmo de mi troté sobre la polla de Eduardo, provocándome en un placer infinito, mientras mi marido Juan me miraba y me decía: - María eres la más puta de todas las mujeres, te adoro.

Mientras las dos pollas me follaban coordinadamente, yo masturbaba y chupaba la polla de mi marido, sin parar de gemir, de reír e incluso de llorar. Entonces me giré hacia Jaime y le dije: - ¡Vamos semental, rómpeme el culo, por favor, asíiiii, sigue, esto es justo lo que yo necesitaba, una polla tan grande como la tuya por el culo, aaahhh! En ese momento Jaime empujó con una fuerza brutal y me incrustó toda su polla en mi ano mientras lanzaba un fuerte bramido. De pronto sentí como una cascada de semen inundaba mi ano, Jaime se estaba corriendo dentro. - ¡Oh sí querido, sigue, sigue, lléname el culito de tu leche caliente, vamos, sigue… la quiero toda! Y Jaime siguió follándome más hasta que sacó su polla de mi chorreante culo que no tardó mucho tiempo en ser ocupado por la polla de mi marido. - Así te quería yo ver, zorra, como a una perra, follándote el culo, me dijo Juan. - ¡Oh sí mi amor, sigue me corro otra vez, aaaahhh, me corro!

Eduardo comenzó a gemir con más fuerza. U n luz de consciencia me iluminó entonces, era consciente de que Eduardo se iba a correr en mi coño y que podía provocar un embarazo no deseado. Le advertí de que se saliera antes de correrse. - Pues ahora, María, estoy a punto, me dijo. Mi marido sacó su polla de mi culo y yo me pude quitar de encima de Eduardo. Entonces me arrodillé en medio de los dos que comenzaron a pajearse con fuerza delante de mi cara y abrí la boca a la espera de la corrida de ambos.

Mi marido comenzó gemir con fuerza y empezó a echar toda su leche en mi cara, yo abrí más la boca y me la empecé a tragar ya que me encanta tragarme su semen y ese día su leche estaba especialmente deliciosa. Cuando Juan terminó de echarme todo su esperma, pasé a lamerle su verga de arriba abajo para dejársela muy limpia. En eso estaba cuando Eduardo me giró la cara avisándome que le llegaba su turno: - ¡Ahora María, ahora, me corro, toma mi leche, preciosa, toma, aaaaahhh! La potente ráfaga de su corrida impactó con fuerza contra mi cara. Agarré su polla y me la metí en la boca, bebiéndome toda la leche que le salía de la verga de Eduardo.

Una vez terminó de correrse, pasé a darle una última relamida en su polla para dejársela bien limpita. Jaime también quiso que se lo hiciera, aunque su polla ya estaba sufriendo la decadencia post-eyaculación.

Quedé cansada pero muy bien servida, nuestros dos amigos y mi marido se vistieron y volvieron a la fiesta, pero yo le dije a Juan que me despidiera de los invitados que aún quedaban ya que me encontraba muy cansada y me acosté en la cama sin ni siquiera ducharme

A la mañana siguiente desperté doliéndome todo el cuerpo, mi vagina mi ano, incluso mis tetas. Cuando Juan se despertó hablamos de lo sucedido, aunque aquella mañana a penas si recordaba la mitad de los que pasó. Mi marido me preguntó si lo había pasado bien, y yo le respondí que sí, que había sido genial. - Te portaste como una verdadera puta, eres la mejor, me dijo Juan. Me volvió a decir que le ponía muy cachondo imaginarme follando con otros hombres y yo le dije en broma que si eso quería él, me esforzaría en complacerle. - Recuerda mi amor, si vas a follarte a otro, necesitas primero mi autorización, me recordó y yo le dije que estaba de acuerdo.

Ante mí se abrí un nuevo mundo, la posibilidad de follarme a cualquier otro hombre con la aquiescencia de mi marido, posibilidad que no dejaría de aprovechar en la primera oportunidad que tuve, pero eso será otra historia.