Mi niño (4)

...y eso era suficiente para mí. El que él me hiciera feliz, no solo físicamente. Mi felicidad llegaba al alma.

Pude sentir su nerviosismo, el claro nerviosismo de novios besándose por primera vez. Claro que esta no era mi primera vez ni con él ni en general, pero en definitiva sí lo era para él, podía percatarme que yo era su primer amor, aunque nunca me lo hubiera dicho, estaba seguro de ello, o quizá quería sentirme importante para él, como su primer amor. Ese primer amor que nunca se olvida. Para mi, no era ni la primera ni la última vez que besaba a alguien, pero yo también podía sentir ese nerviosismo del primer noviazgo, de hecho, él podía hacerme sentir como si ésta fuera mi primera vez, haciéndome olvidar mi pasado, y eso era precisamente lo que buscaba, olvidar mi pasado, y entregarle a él mi presente y mi futuro, rogando porque así fuera para él también.

Sus manos que aún seguían en mi cadera, por fin se animaron a explorar suavemente el resto de mi cuerpo, el primer lugar donde las puso fue en mis nalgas, y tuve la impresión de que él sintió exactamente lo mismo cuando yo lo tomé por la cadera unas horas antes, sentir el impulso de empujarme por el hecho de que yo le había dado un beso, alguien de mi mismo sexo dándole un beso. Y en lugar de eso, me estrechó aún más a su cuerpo, casi haciéndonos uno mismo, se aferraba a mis nalgas como lo haría un panadero con la masa, como queriendo moldearlas a su gusto, como sintiendo si la masa ya se encuentra en su punto o hay que amasarla más.

Pude sentir que sus jadeos se incrementaban aún más, y pude percatarme de que por fin dejaba a un lado sus conflictos y se estaba entregando a mi, aunque en este momento me parecía que los papeles se invertían, hace unas horas era yo el que lo tomaba de esa forma, haciéndolo mió. Esta vez me sentía suyo, de su propiedad, y me hacía sentirme importante, importante para él. Me sostenía con una hombría envidiable, estaba dominando la situación y me enloquecía, sentirme dominado por un niño, al cual estaba dispuesto permitirle lo que fuera, hacer de mi lo que le plazca.

A los pocos segundos, me dio un jalón hacia él que me atrajo aún más, lo cual ya parecía imposible a esas alturas, y pude percatarme de su dureza, que entraba en una lucha de espacio individual contra la mía, que hasta ese momento pude notar de su presencia.

Yo me sentí como una putita, aunque me duela admitirlo, me sentí como su putita. Y casi al unísono soltamos un jadeo audible que si no fuera porque estábamos solos, seguro alguien en la casa hubiera escuchado. En ese momento sentí ganas de arañarle la espalda, cosa que lo tomó de sorpresa, pero que no le desagradó para nada, tal vez porque aún tenía la pijama puesta, o de lo contrario lo hubiera lastimado.

Esa sensación me hizo tirar de su pantalón y de un solo movimiento lo llevé hasta el suelo, me di cuenta que de nuevo no traía calzones, obvio, no llevaba cambio de ropa en su mochila, pero lo que me encantó fue que al yo quitarle su pantalón, me hinqué y sin querer casi meto mi boca en su pene, el cual quedó a unos milímetros de mi boca. Me detuve en seco en ese momento, la camiseta lo tapaba parcialmente, pero pude apreciar de nuevo ese lunar que asomaba tímidamente de nuevo en sus piernas y no pude evitar contemplar por un instante sus genitales, como si fuera la primera vez que los veía.

Quedé unos segundos quieto, consiente de la mirada vigilante de mi amado y tuve el impulso de llevarme su miembro a mi boca, él tímidamente dio un paso atrás como asustado, pero no se alejó mucho, lo cual me permitió acercarme muy despacio sin mover mis rodillas y muy lentamente tomé sus testículos con una mano y agarrándolo de ahí lo atraje muy delicadamente hacia mi, no solo sus genitales, su cuerpo completo, pude al menos cambiar un instante los papeles de quién era el dominante y pude obligarlo a que me dejara probar.

Abrí instintivamente mi boca y apenas lo suficiente para que al llevar su pene a mi boca, sintiera como mis labios iban apretando su contorno como si estuviera penetrándome. Casi instantáneamente, al sentir mis labios en su glande, le temblaron las rodillas y se dobló un poco. Apenas se sostuvo en pié.

Hice que mi lengua participara en la faena y logré estremecerlo hasta los tuétanos. Al darme cuenta que la excitación que él sentía era causada por mi, me llenaba de orgullo, de satisfacción, de alegría, lo cual me permitía disfrutarlo a mí también como si también me la estuvieran mamando en ese momento. Pude meterme sin problemas y muy lentamente hasta unos 3/4 de su largueza en mi boca y no pude llegar más allá. Por lo que de igual forma, lentamente la volví a sacar, tomando conciencia de usar mis labios lo más apretados al contorno de su pene, y tener cuidado de no usar mis dientes. Al sacarla de esa forma, terminó por doblar completamente sus rodillas y se tiró al suelo hacia atrás, llevándome con él sin despegar mi boca de su miembro, como si estuviéramos ensamblados en una sola pieza.

Hay cosas que no entiendo porqué las haces, aunque no me lo crean, yo nunca había hecho una mamada, pero a mi parecer todo lo estaba haciendo como si mis instintos me llevaran, nadie me había dicho como lo hiciera, pero ahí estaba, en un vaivén interminable, lento, suave y firme a la vez.

Podía ver cómo mi niño arañaba la alfombra en todas direcciones y se retorcía de placer. Estaba totalmente entregado, se dejaba llevar por sus emociones, sus jadeos que ya eran perceptibles y en intervalos cada vez más cortos, se convirtieron en una expresión de "Ah..., Ah...., Ah....". Yo también hubiera jadeado de esa forma, de no ser porque mí boca se encontraba ocupada por esa rocosidad que me taladraba, haciéndome hervir la sangre, estábamos tan calientes que si bien estuviera nevando, hubiéramos derretido la nieve haciéndola vapor de agua sin pasar por el estado líquido.

Mi niño se aferró a mi cabeza dirigiendo con ella la mamada al ritmo que a él le gustaba, por lo que confirmé que él llevaba el control de la situación haciéndome sentirme de nuevo como su putita. Cuando él tomo éste control, pude notar que estaba a punto de explotar, en éste momento volvía a sentir conflictos en mi mente. Por un lado quería probar su leche, pero por otro lado sentía que esto estaba mal, y en mi titubeo, dejé de mamársela, haciendo que él se desesperara y levantó mi cara para verme a los ojos.

Estuvimos viéndonos así un par de segundos, ambos con jadeos intensos. Y creo que él comprendió mi situación, pero su excitación era mayor y a continuación me sorprendió con lo que hizo. Se incorporó un poco, lo suficiente para darme un empujón tan fuerte para tirarme sobre mi espalda en la alfombra, me estaba dominando por completo y sentí que me iba a castigar por no haberlo dejado terminar, pero muy a mi sorpresa, se incorporó un poco más y se dirigió a mi gateando como una fiera mientras me miraba a los ojos avanzando lo suficiente. Cuando estuvo a la distancia que buscaba, sin más, desabrochó mi pantalón, tomó mi tronco y se lo llevó a la boca.

Empezó a hacer exactamente lo que yo le había hecho en un principio, aunque era obvio que él estaba mucho más caliente que yo cuando empecé la mamada, porque no demoró mucho en aumentar el ritmo haciéndome pegar alaridos que supuestamente serían de dolor, porque se suponía que me estaba castigando. Esa sensación de sentirme castigado de esa forma me volvió loco. Perdí toda noción del tiempo y me olvidé por completo de donde me encontraba, solo me importaba saber que él y yo estábamos ahí. Solo eso.

Siguió con mi castigo, mientras yo fingía un poco de dolor al recibir mi castigo, sé que él comprendió mi juego y noté que le gustaba. Me siguió el juego. Estuvimos un rato así hasta que aumenté aún más mis jadeos y le hice notar que yo estaba por estallar. Y él continuando con mi castigo se detuvo abruptamente. Empecé a sentirme desesperado, estuve tan desquiciado que quería llorar. Y para empeorar mi angustia, pude observar una sonrisa maliciosa en mi amante mientras me veía a los ojos. Estaba disfrutando mi sufrimiento y lo hacia premeditadamente.

No supe que pensar, de hecho no pensé nada. Me dejé llevar por un impulso y fui yo el que tomó el control esta vez. Seguí con el juego y fui yo ahora el que lo empujó al piso y terminé por desnudarlo, continué conmigo, todo sin demorar demasiado pero tomando el suficiente para relajarme, y aprovechando que él estaba acostado, puse mi entrepierna justo arriba de su cara mientras tomaba su miembro con mi mano y sin mas empecé con mi mamada, hice que él se diera cuenta de lo que quería y logré que él también hiciera lo mismo con mi pene y empezamos seguramente el primer 69 de nuestras vidas. Él me agarraba de mis nalgas, mientras con solo su boca sostenía mi miembro, yo le tomaba sus testículos, uno con cada mano y los acariciaba suavemente, mientras hacía lo mío con mi boca y mi lengua. Me había calmado un poco, pero con esto me puse a tono casi de inmediato.

Entramos en una sincronía increíble, yo le chupaba su pene y al mismo ritmo que de vez en cuando le apretaba con mis labios su tronco, él me apretaba mis nalgas y las abría un poco, dejándome sentir cómo el aire pasaba por mi raja, alternadamente.

Por fin, después de unos pocos segundos, logré vencer mis conflictos e hice que él se viniera dentro de mí, y yo como si fuera un líquido vital, no permití que una sola gota se desperdiciara. Él se retorcía de placer y me apretaba con todas sus fuerzas mis nalgas, como si tratara de exprimirme, como si con eso lograra sacar mi leche. De alguna forma lo logró porque al cabo de unos segundos yo también me vine en una corrida como nunca antes había sentido. Al sentir eso, por reflejo casi le muerdo su pene. Estuve tan excitado que casi dejo caer mi vientre en su cara, apenas logré descansar mi cuerpo un poco al sur del suyo y quedamos así, extasiados y entrando en un estado de relajación que solo nos llevó a pensar en que nada importaba, solo él y yo.

Caí en cuenta que de nuevo, desde que él salió del baño, no dijimos ni una sola palabra. Me sentí inmensamente feliz. Me di cuenta que él y yo éramos como hechos el uno para el otro, prácticamente sin conocernos éramos concientes de lo que sentía el uno por el otro y podíamos compartir nuestros sentimientos sin siquiera hablarnos, comprendíamos nuestro lenguaje corporal sin articular palabra.

En ese momento también caí en cuenta que, había pasado otro momento de intimidad, y ya le había entregado mi cuerpo y mi corazón a una personita, que lamentablemente, aún seguía sin conocer su nombre. No me importó, porque yo me sentía tan feliz como hacía mucho no me sentía. Y eso era suficiente para mí. El que él me hiciera feliz, no solo físicamente. Mi felicidad llegaba al alma. Era feliz de nuevo, gracias a mi niño. Mi niño.