Mi niño (3)
Palabras como impaciente, desesperado, angustiado y desquiciado, apenas describen una fracción de la urgencia que tenía por llegar a mi casa.
Es muy extraño, pero es la primera vez que en verdad me encontré irritado por no poder llegar a mi casa cuanto antes, no me entusiasmaba mucho últimamente el llegar temprano, a pesar de lo que hacíamos el grupo y yo casi todos los días ahí. Quizá la monotonía estaba presente, quizá algo más.
Palabras como impaciente, desesperado, angustiado y desquiciado, apenas describen una fracción de la urgencia que tenía por llegar a mi casa.
Había quedado de verme con mi niño. Solo podía llamarlo de esa forma, porque aún no conocía su nombre.
"El Metro" se percató de mi enfado y mi total desinterés por la clase. Como ya lo había mencionado antes, había algunos maestros y directivos a los que podía sobornar fácilmente, no era el caso de "El Metro", mi profesor de Matemáticas que en ese momento se encontraba en mi salón impartiendo su curso.
Él se mantenía al margen de mis acciones, no las aprobaba, pero tampoco se dejaba sobornar. De hecho, conmigo era totalmente indiferente, me ignoraba por completo simplemente por no meterse en problemas. En este momento optó por dejarme salir del salón, porque no encontraba forma de hacerme poner atención en su clase, y quizá por la forma tan rara en que me encontraba no sabía como lidiar conmigo y optó por la salida fácil, me dejó salir de clases.
Yo no lo pensé dos veces y al salir, corrí al muro más cercano del colegio y lo brinqué, sé que la prefecta me vio, pero no dijo nada. Como dije, nadie quería meterse en problemas conmigo.
Toda esta autoridad, todo este poder que en forma indirecta e inconciente me había dado mi padre. La fama no confirmada de que él era una especie de narcotraficante u otro delincuente serio, me ponían en una posición de mandamás, y ya estaba harto, harto de tener todo, al menos materialmente, incluyendo el poseer material y literalmente a la persona que se me viniera en gana.
Me sentía en una forma por demás extraña, quería encontrar un reto. Si, esa es la palabra, un "reto", algo que no pudiera conseguir normalmente, algo que no pudiera comprar con billetes verdes. Eso señores, es un amigo.
Sin darme cuenta ya había caminado unas 10 cuadras, totalmente sumergido en mis pensamientos, ya casi no reconocía el lugar por donde andaba, empecé a caminar a conciencia y tratar de recordar en donde me encontraba. No sé cuando fue la última vez que caminé más de tres cuadras seguidas, casi a cualquier lugar al que iba, me llevaba el chofer. Me dí cuenta que había dejado todas mis cosas en el salón, hasta mi suéter, las llaves y la cartera. No traía ni un centavo en la bolsa. Y eso de inmediato me hizo sentir y recordar aquellos años en los que siempre me encontraba igual, sin un centavo, pero con el amor de mis padres a mi lado, ellos siempre atentos a mi, quizá había días en los que no hubiera comida suficiente para los tres en la casa, pero definitivamente había amor, me sentía importante y amado por mis padres.
Ésta es una ciudad nueva, mi lugar de origen se encuentra casi a 2500 km. de aquí, aún dentro de mi país, pero muy al sureste de esta ciudad. Ya tenia viviendo casi dos años aquí y casi no conocía nada de ella. Opté por hacer camino hacia un pequeño parque que recordaba un poco más adelante, llegué y lo primero que hice fué el encontrar el pasto más mullido y con más sombra que encontré y literalmente me dejé caer, no solo físicamente. Casi de inmediato pude sentir una frescura en mi cuerpo dado que el pasto aún se encontraba un poco húmedo por haber sido recientemente regado. Igualmente me dejé llevar por esa tranquilidad, la ausencia de bullicio y de ruidos metálicos causados por la multitud y el tráfico respectivamente.
Cerré los ojos y casi me quedé dormido, alcancé a quitarme los zapatos y los calcetines, quedé descalzo y tuve el impulso de quitarme el pantalón y la camisa, en ese orden. Casi había olvidado que me encontraba en un lugar público. Era mi costumbre de quedarme en calzoncillos recostado en el jardín de mi casa. Al darme cuenta, solo me quité la camisa y me entró un rubor que no recordaba haber sentido en mucho tiempo, aún así me estaba transportando a un lugar ideal para sentirme tranquilo y alejado de todo el imperio que había amasado, que me tenía aterrado ya por tanta corrupción y degeneración humana.
Al volverme a sentir agobiado por recordar toda mi vida presente, respiré hondo y me recosté de nuevo, cerré los ojos y entré en un estado semiinconsciente. El primer pensamiento que me vino a la mente fué el momento exacto en el que me senté por vez primera a un lado de mi niño en la explanada del colegio. Volví a sentir el mismo nerviosismo que sentí aquella vez, pero la visión que tenía en mi mente era perfecta, porque no había nadie a nuestro alrededor, la escuela se encontraba totalmente abandonada, sin miradas acusadoras ni comentarios desagradables.
Finalmente me quedé dormido y pude dejarme llevar por mis sueños, empecé a sentir caricias en mi cara, en mi cuello, en todo mi cuerpo, centímetro a centímetro de mi primer amor.
¿Mi primer amor? Oh, por Dios. ¿Eso dije? Si Júnior, eso dijiste, tu primer amor. Admítelo, te estas enamorando de ese niño, el que te recuerda a tu infancia olvidada, el que hace sentirte un ser humano de nuevo, el que te sacude las ideas y pone en tela de juicio tu sexualidad. Aquél que hasta en sueños tienes y apenas conoces.
Volvía a entrar en conflicto conmigo mismo, me sentía traicionado por mi mismo. Yo, ¿enamorado de un niño de mi mismo sexo...?.
Si, estás enamorado Júnior, reconócelo. ¿O a caso ya olvidaste tu reacción al sentir esos labios pequeñitos rozar los tuyos? ¿O me vas a decir que él te obligó a besarlo? ¿A caso no recuerdas cuando lo tomaste de la cintura y en vez de aventarlo y patearlo como seguro hubieras hecho en otras circunstancias, lo estrujaste y lo hiciste parte tuya en ese instante?
¿Se te olvidó la suavidad de su pecho y su espalda, la cual tocaste con tus manos, tus labios y tus dientes?
Júnior, entrégate ya a tus sentimientos y reconoce que amas a ese niño que tu mismo sabes que te parece hermoso, inocente, sin impurezas, ajeno a la depravación y a la degeneración del ser humano, tan diferente a tu persona actual y tan parecido al Júnior del pasado.
Desperté llorando, mi llanto puso en alerta a varias personas a mí alrededor, me entró un pánico que no asocio haber sentido antes. Un terror por reconocer que me sentía enamorado de alguien que no debería haber permitido que entrara en mi vida, pero que tampoco quería dejar salir nunca más. Quizá un par de personas se percataron de mi situación y solo optaron por dejarme solo. Yo seguía obviamente en el parque casi en la misma posición en la que me recosté, pero ya el calor de la tarde había pasado y ya entraba un frío poco usual en esta ciudad. Un frió que me hacia sentir solo, más solo de lo que jamás pude estarlo.
Mi sueño me había permitido serenarme conmigo mismo y darme cuenta que, lo que concebía por mi niño era inevitable, que no podría arrancarlo ni siquiera con pinzas, aunque quisiera. Volví a la realidad en forma abrupta, pero me quedé con las ganas de sentir el cuerpo de mi nuevo amor, de recorrer nuevamente su piel con mis manos, con mis labios, dejar que él voluntariamente se entregue a mi sin condiciones, sin prisas, sin ruegos, pacientemente.
Encontrarme con él en un lugar donde podamos disfrutar de nosotros sin miradas, y sin que la sociedad nos acuse y nos señale. En un lugar donde pueda llevarme a la boca todo su cuerpo, donde literalmente pueda probarle cada pulgada de su ser. Besarlo, acariciarlo, amarlo como a nadie en este mundo, permitirle de igual forma el explorar mi cuerpo y dejar que haga de mí lo que le plazca, lo que le venga en gana. El solo hecho de imaginarlo recorriendo mis líneas corporales con sus dedos me estremece hasta los huesos. Y es en éste momento, en que por fin puedo darme cuenta que no soy dueño de mis sentimientos, de mis pensamientos. Que lo amo, apenas lo conozco y cuando estuve con él, tuve la sensación de conocerlo desde siempre, de saberme suyo, de sentir que su cuerpo era conocido para mi, como si ya hubieran estado mis manos sobre su piel.
Miré mi muñeca izquierda en búsqueda de mi Rólex y me di cuenta que no estaba ahí, me habían robado lo único de valor material que traía puesto mientras dormía, curiosamente, la camisa, los calcetines y los zapatos estaban ahí, un poco desordenados y más alejados de donde los había dejado, definitivamente me habían asaltado y no me di cuenta. Dado que casi de inmediato empecé a sentir frió y que ya era casi de noche, intuí que eran cerca de las 8:00 p.m.
Me levanté y me vestí en un tiempo récord y corrí hacia mi casa. En el camino pregunté la hora y confirmé que eran las 7:43 p.m. Me sentí aliviado de no haberme quedado dormido mucho tiempo, pero al mismo tiempo me sentía desesperado. A pesar que solo faltaban menos de 3/4 de hora para verlo, se me hacía una eternidad. Recorrí otras 7 cuadras que me separaban de mi casa y al llegar, me quedé en frente de ella, en otro parque mucho más pequeño que el anterior, y me escondí en unos arbustos, seguramente pasaban de las 8:00 y los del grupo no tardarían en llegar.
En unos momentos llegaron casi todos, excepto Adrián. Supuse que el muy maldito no les había dicho nada y opté por enfrentarlos y decirles que se largaran, pero en eso llegó Adrián muy exaltado. Se oían sus gritos hasta donde yo estaba.
Adrián: "Vamonos rápido de aquí"
Laura: "¿Que pasa? ¿Por qué vienes así Adrián?
Adrián: "No tengo tiempo de explicarles, pero si Júnior nos ve aquí seguro nos mataría, por favor, vamonos, él me dijo que no nos quería ver aquí hoy."
Alberto: "Pues que raro, nunca faltamos a su casa. Seguro ese mocoso tiene algo que ver con todo esto."
Mario: "Mañana voy a..."
Toda esta discusión sucedía mientras se alejaban, me alegré que aún me tuvieran respeto, temor o lo que fuera y que cumplieran mis órdenes, al menos mi poder debía servir de algo.
Esperé otros veinticinco minutos, sentado en una banquita del parque viendo pasar a la gente, más bien viendo pasar el mundo. Cualquier persona que apareciera doblando en una esquina me provocaba angustia, yo deseando que fuera mi niño. Estaba muy metido en mis pensamientos cuando noté que un taxi se estacionó en frente del portón de la casa, y pude observar en cámara lenta, como en las películas de cine, como iba bajando mi niño del vehículo. Pagó la cuota y el taxista se retiró.
Inmediatamente sentí vértigo al sentirlo tan cerca de mí, hubiera jurado que podía escuchar su palpitar, y sentir en mi cara su aliento un tanto desesperado y ansioso, casi como el mió.
Observé como el guardia del portón miraba enérgicamente a mi niño, no podía escuchar bien lo que dialogaban, pero intuí que el guardia no lo iba a dejar entrar, además de que lo trataba como a un delincuente intentando entrar a robar a mi casa. Es ridículo, pero traté de recordar el nombre del imbécil que portaba ese uniforme en frente de mi casa, inútilmente.
Júnior: "Guardia, deje en paz a mi invitado inmediatamente"
Los dos giraron sobre sus pies, y mientras uno borraba su sonrisa y la transformaba en expresión de pánico, el otro hacía exactamente lo inverso.
Júnior: "La próxima vez que te vea tratando así a mi invitado, quiero que te hinques y le beses los pies pidiéndole perdón, ¿Está claro?"
Guardia: "Si joven Olvera, perdone usted."
Sin importarme lo que pensaran, tomé a mi niño de la mano, no sin antes regalarle una mirada de complicidad y una sonrisa por demás sincera y me lo llevé lejos del portón.
Júnior: "Hola, pensé que nunca vendías"
Niño: "La verdad no estaba seguro de venir, pero es muy importante lo que te quiero pedir."
Júnior: "No tienes que darme explicaciones ahora, vamos, hay otro acceso a mi casa."
No sé si lo había comentado antes, pero la "casita" que mi padre me había construido en una esquina del terreno principal, se podría considerar una casa completa, e independiente del resto del predio, ya que tenía estacionamiento privado y entrada individual del resto.
Esa entrada solo podía ser usada por mi, los guardias no tenían autorización de dejar entrar a nadie, ni siquiera a los de mi grupo, a menos que yo estuviera presente mientras alguien entrara por ahí.
Entramos, y de pronto noté que mi niño se quedó callado y le entró un nerviosismo inexplicable, de pronto el ambiente se tornó denso, él volteaba en todas direcciones y observaba cada rincón de mi casa y del resto del predio, pero no lo hacía con admiración o envidia, más bien parecía que buscaba algo o a alguien.
Júnior: "¿Te sucede algo?
Niño: "La verdad estoy preocupado, pero luego te explico, quiero estar completamente a solas contigo."
Juraría que si no fuera por la expresión que tenía en su cara en ese momento, hubiera pensado que ese comentario sería una invitación a tener sexo de nuevo, pero lo vi muy serio y triste, como siempre lo había visto en la escuela, por lo que me reservé mis comentarios morbosos que me vinieron a la mente y seguimos camino a mi habitación.
Durante un tiempo que me pareció eterno, no dijo ni una palabra. Yo tampoco quise presionarlo con el tema, pero si lo que pretendía era ponerme ansioso lo estaba logrando muy bien.
Se metió al baño y tardó otro tiempo adicional que parecía otra eternidad elevada a la enésima potencia. En ese tiempo hubo un silencio y tranquilidad que no recordaba haber sentido jamás en mi cuarto. Había tanto silencio que me pareció escuchar algunos murmullos y sollozos provenientes del baño, tuve el impulso de entrar a averiguar lo que sucedía, pero sentí que no era el momento apropiado, no quería acelerar las cosas, sentía que debía permitirle sincerarse conmigo en calma y voluntariamente.
Por fin salió del baño y no supe si romper en llanto, carcajadas o sentir ternura por ese pequeñito que salía por esa puerta, llevaba puesta una pijama mía que desde hace mucho tiempo no usaba, casi había olvidado que existía esa pijama, estoy seguro que ya no me quedaba, pero a pesar de eso, le venía muy grande aún a mi invitado y no pude evitar pensar en "Tontín" el de "Blanca Nieves y los Siete Enanos" era una pijama de dos piezas, pero tanto la camiseta de manga larga como el pantalón le venían extra grandes y le colgaban sobremanera por las cuatro extremidades, y si a esto le añadimos un pucherito de descontento en sus labios, creo que se darían cuenta de mis sentimientos encontrados del momento.
No tuve más remedio que romper en carcajadas y preguntarle porqué se había puesto mis ropas.
Niño: "No te enfades conmigo, creo que es obvio que voy a dormir aquí y no traigo ropa para dormir."
Traté de recordar cuando fue la última vez que yo dormí con pijama y solo pude caer en cuenta que desde hace mucho siempre despertaba desnudo, creo que esta de sobra el explicar porqué, por lo que me entró una sensación de pudor y me sentí sucio el pensar que íbamos a tener sexo esa noche, de pronto sentí necesidad de ocultar mis partes íntimas a mi invitado, así como él lo hacía en ese momento, en total indiferencia a lo que había pasado hace unas horas.
Mi risa se transformó en unas ganas de llorar al darme cuenta que mi niño, a pesar de lo que había existido entre nosotros, conservaba una inocencia envidiable que era carente en mí. Por fin me di cuenta que, lo que buscaba con él no solo era sexo, estaba buscando un reencuentro conmigo, una necesidad de encontrar la esencia perdida de mi ser, en volver a ser inocente, el volver a ser un niño.
No tuve conciencia de mi cuerpo y él se movía en total falta de control de mi y dirigí mis lentos pasos hacia enfrente, hasta posicionar mi rostro a centímetros del suyo, hasta poder ver de cerca el color de sus ojos, hasta poder oler el aroma de su pelo, sentir su aliento en mi cara y ponerle literalmente una mano encima, pasé suavemente mis dedos por su cuello rumbo a su nuca, muy lentamente lo atraje hacia mi y él, sin desintegrar su expresión de desconcierto, sólo se limitó a cerrar sus ojos y dejarse llevar por las sensaciones. Podía sentir su temblor de pies a cabeza, ese anhelado nerviosismo que yo también sentía como cuando vas a dar tu primer beso, casi rozo mis labios con los de él, hasta que pude sentir su jadeo en mi boca, y fue entonces cuando me percaté de que estaba voluntariamente a punto de besar a alguien de mi mismo sexo.
De nuevo entró un conflicto con mis pensamientos y mis emociones, lo que aumentó el grado de nerviosismo en mí. Traté de buscar rápidamente una respuesta congruente a lo sucedido, y solo pude concluir que esa personita que estaba enfrente de mi era un ser amado y deseado. Y sin importarme lo demás, reduje al mínimo la poca distancia entre nosotros hasta fundir mis labios en los de él. Pude sentir una humedad en ellos que fue saciando lentamente mi sed, como si estuviera en un desierto. Sentí necesidad de aferrarme como lo haría un náufrago en altamar a su tronco. De pronto pude sentir su respuesta corporal, puso muy suavemente sus manos en mi cadera y también se aferró a mi como queriendo evitar su caída a un precipicio.
Esta sensación era totalmente nueva para mi, jamás había besado a alguien de esa forma, pude recordar que siempre que tenía sexo generalmente nos desvestíamos sin poco o ningún contacto previo, y nos limitábamos solo al acto sexual sin preludios, sin caricias, esa es la palabra, "caricias".
Estuvimos buen tiempo besándonos, quizá el doble o el triple que él pasó dentro del baño, pero que ahora me parecía tan breve como un instante. Sus manos en mi cadera me enloquecían, me hacían hervir la sangre como nadie lo había logrado, entré en un estado de excitación mayúsculo, y para mi sorpresa, ni siquiera habíamos acariciado nuestras partes íntimas. Yo estaba loco..., sí..., loco por él. En ese momento sentía que sería capaz de dejar todo por él.
De nuevo, debí admitir que estaba enamorado. De una persona que aún no conocía su nombre. Aunque en ese momento, no me importaba su pasado o su presente, solo su futuro, del cual rogaba por el que yo estuviera presente. Presente en su futuro.