Mi Nacimiento
El día de mi primera experiencia. Drama o Bendición
Acabábamos de tomar una ronda de cervezas por la zona de copas cercana al barrio. Miguel y yo estábamos en ese punto de felicidad previo a la borrachera. Habían caído unas cuantas cañas, lo que unido a la gran cantidad de mujeres hermosas que disfrutaban de las primeras horas de fin de semana, nos contagió un agradable estado de euforia.
Paseamos a lo largo de varias calles, en ese estado de semiinconsciencia, extasiados en la contemplación de los bellos cuerpos que se cruzaban ante nuestra vista. Caras joviales de hermosas mujeres, cientos de voluptuosas tetas y esplendorosos culos ajustados bajo la tela. Decidimos entrar al "chino" que había poco antes de llegar al piso de alquiler donde la empresa nos alojaba durante unos meses hasta completar la obra en la que trabajábamos. Allí compramos unas latas de cerveza y algo para picar y acabar la noche viendo televisión.
Miguel era un hombre de 64 años, cercano ya a la jubilación. Su vida desordenada y su costumbre a habitar más en los bares que en su casa provocó que su mujer lo abandonara cuando sus dos hijs se emanciparon. Era un desastre físico de un metro setenta aproximadamente, vestido desaliñadamente y adornado de una voluminosa barriga cervecera. No debía haber sido feo de joven, pero una vida de borrachera y las incremencias de la obra habían marcado su rostro; además cuando reía, exhibía al público una dentadura en la que faltaban la mitad de las piezas y la otra mitad estaba negra por el tabaco, el alcohol y el café. Su olor corporal distaba mucho de ser agradable, la falta de higiene y el excesivo sudor que la actividad física le producía imprimían en él un peculiar olor, que aunque no llegaba a ser nausebundo sí era fuerte y penetrante.
Cuando llegamos arriba pusimos comodos, nos quitamos la camiseta y nos sentamos en el sofá para ver la televisión. Miguel dejó al aire su enorme barriga. Nos abrimos unas bolsas de snack y dos latas de cerveza, y comenzamos a recapitular los episodios de la tarde:
!Joder que coño tenía la rubia de rojo! ¡ Era preciosa!
Me hubiera gustado meterle toda la polla hasta correrme dentro!
Me imagino metiendola por el culo, agarrado a esas cachas y gritando de placer mientras te comia el rabo!
Con ta pinta de guarra que tenía, debía follar como una loca...
Comentarios de este tono amenizaban la charla y llenaban nuestras ebrias bocas de sueños imposibles. Entre comentarios, tragos de cerveza y risas transcurría la velada. El contenido televisivo verdaderamente dejaba mucho que desear. En un momento dado Miguel propuso poner una película porno, la conversación comenzaba a decaer y la programación no llamaba la atención. Así que dicho y hecho:
Rocco follando una espectacular rubia, explorando todos sus agujeros con la descomunal polla. Ella por su parte, le correspondía limpiando el aparato y bebiendo el ansiado néctar de la vida. La verdad que me estaba empalmando...
Qué pedazo de polla tiene el tío! - Comentó Miguel
No está mal, pero algunos la tienen más grande.
_ Me estoy poniendo a mil por hora!. Si no te importa yo me la voy a pelar tío. Voy a reventar.
En mi estado deshinibido no me importó; además tenía curiosidad por ver la polla que se escondía a la sombra de esa voluminosa barriga, aparte que también la película me estaba poniendo cachondo.
Se desabrochó el botón del pantalón y se bajó la bragueta, se entrevió un calzoncillo blanco con tintes amarillos de orín y un poco desgastado. Introdujo la mano bajo la prenda y se agarró el paquete, sobando excitadamente el trozo de carne.
- Ufff! Joder qué gusto.
Visualmente se adivinaba un buen bulto, al mismo tiempo que se expandió una oleada de olores mezcla de orín, mierda y lefa. Esto en vez de hacerme sentir rechazo, potenció mi excitación un grado más. Un poco cortado centre mi mirada en la película, donde la rubia mamaba freneticamente el enorme falo de Rocco. Mi polla también crecía bajo el pantalón y clamaba por ser acariciada. Reclamando la atención sobre su existencia y necesidades.
Miguel seguía centrado en sobarse la polla; acompañaba este acto con una orquesta de resoplidos y jadeos que dejaban claro que estaba disfrutando. Se ve que desde que se separó, esta era una de las aficiones preferidas cuando se encontraba solo. Empuñando el arma la sacó del calzoncillo, que ya se quedaba pequeño para tal operación. Puso al descubierto un enorme aparato, de unos 18 cm. y grueso, adornado con unos grandes testículo rellenos de leche y prosiguió con dedicación al masaje terapéutico de su instrumento del amor. Subía el tono de su respiración, el aturdimiento en mi cabeza por el alcohol y el penetrante olor de macho en celo. Yo había comenzado a acariciarme el rabo por encima del pantalón, lo que subía la tensión de mis venas y llenaba mi mente de sucios pensamientos.
Él se dió cuenta de mi actitud y me invitó a que yo también le acompañara en la sinfonía masturbadora en la que de momento actuaba de espectador. Sin pensarlo me desabroché el jeans y agarré mi rabo con deliciosa pasión. Miguel lo observó y con un gesto de aprobación le dió su bendición:
- Buen nabo! no muy gordo pero bonito.
La verdad que comparado con el suyo, el mío parecía pequeño. Se levantó del sillón se bajó los pantalones y los calzonzillos y me dió la espalda para acabar de quitárselos. Tenía un enorme culo peludo, con unas mofletes carnosos y blancos. Al doblarse para liberar sus piernas de la prisión de las prendas, le colgaban entre las piernas unos enormes cojones que pareciían los cencerros que llevan las vacas lecheras. Se dió la vuelta y pude contemplarle como Dios le trajo al mundo, con sus órganos mucho más desarrollados por el tiempo. Su barriga empequeñecía al compararse con el enorme y grueso bastón que nacía donde esta moría. Me miró y sonriendo me dijo que yo también me desnudara para estar más cómodo. Lo hice y volvimos a sentarnos en el sofá.
Rocco estaba detrás de la rubia; ella a cuatro patas y él con su estaca clavada en su culo. Los dos jadeaban y disfrutaban de la función. Nosotros acompañando la escena nos masturbabamos hipnotizados por la escena. Yo cada vez más borracho y más excitado.
- Ven déjame! - expetó Miguel.
Al tiempo que cogía mi polla y me sustituia en el satisfactorio trabajo de procurarme placer. Sumiso le deje hacer al mismo tiempo que agarraba su mástil, que apenas abarcaba a rodear con mi mano. Su prepucio subía y bajaba, alrededor del glande, acompañando el ritmo de mi mano. El tacto suave y caliente de ese trozo de carne aumentaba mi pasión, al mismo tiempo que sentía la humedad de sus liquidos preseminales que abundantemente secretaba. Esta sensación unida al placer de la paja que estaba disfrutando agitaban aún más mi respiración, disfrutando de una situación que hasta ahora nunca había soñado.
Miré su rostro y comprobé que también él disfrutaba con los ojos cerrados. Ojos que se abrieron sorprendiendo mi curiosidad. Dejó su tareo me miró fijamente y agarrándome suavemente por la nuca me atrajo hacia así, acercó su rostro al mío y selló mis posibles protestas introduciendo su lengua en mi boca, mientras, ahora sí, casi con violencia me retenía fuertemente. Lleno mi boca con abundante saliva, de sabor repugnate, mientra con su lengua llegaba casi a mi garganta. Su humedo órgano, blando y carnoso, se movía con habilidad hasta que consiguió que la mía aceptase el juego y ambas se fundieran en una explosión sensitiva mezcla de placer y asco. Nos fundimos con pasión mezclando nuestras salivas y disfrutando del calor de nuestros cuerpos.
El beso acabó y con su lengua siguió lamiendo mi rostro, impregnandome de espesas babas con olor a cerveza y comida pugtrefacta. Sin mediar palabra me agarró del pelo y, sin violencia pero con decisión, guió mi cabeza hacia su polla. Comenzó a restregar mi rostro con su falo, mezclando sus líquidos genitales con la baba con la que previamente había untado mi cara. El estado de embriaguez impedía que vomitara aunque el olor era repugnante. Paró la presión con su mano y enfocó mi boca hacia su vástago:
- Ahora esclavo trágatela, es toda tuya.
Y ahora con brutalidad introdujo de un pollazo el gigante aparato en mis fauces. Yo creía que me iba a desencajar la mandíbula, pero mi boca se abrió milagrosamente engullendo todo el tronco carnoso hasta los huevos. Sentía sus embestidas en mi garganta, pero no había espacio para el vómito ni la queja. Me aplastó la cabeza contra su cuerpo y me mantuvo un buen rato; casi al borde de la asfixia, rojo y congestionado me sentía incapaz de luchar contra el sometimiento. Tiró de mi pelo hacia afuera y me liberó; las arcadas volvieron y esta vez si dieron como resultado el vómito. Sin tiempo a reaccionar me obligó a ponerme de rodillas y utilizó esta vez mi cara como fregona, embadurnándome como una croqueta en mis propios vómitos. Yo esta sin fuerzas ni voluntad y accedia a sus mandatos sin protestar.
- lame, lame,
Y yo lamía mi vómito. Era repugnante pero estaba excitado por tanta violencia. Me incorporó otra vez de un tirón de pelos y volvió a besarme. Nuevamente nuestras lenguas se enlazarón en el miasma que eran nuestras salivas. Yo gozaba, sintiendo al mismo tiempo su mano recorrer mi espalda hasta llegar al ano. Allí introdujo uno de sus dedos sin preparar mi esfínter. El dolor subió por la espina dorsal, pero fue acallado por su lengua en mi boca y su otra mano en mi nuca apretando. Sin más remedio sufrí la violación en un forzado silencio, aunque a medida que bombeaba el placer sustituía al dolor. Era su esclavo y asumía mi condición, y comenzaba a disfrutar de ella.
Sin más preámbulo me liberó de sus cadenas y se acomodó a cuatro patas en el sillón, me ordenó que me acercase y limpiara sus huevos y su ano con mi lengua. Obedecía sin voluntad de resistencia, así que me situé detrás y acerce mi boca, primero a sus blanditos huevos saboreando sus textura, y después a su ano. Tenía restos de mierda en costra que yo con dedicación limpié, inmune ya a los reparos, sintiendo el calor que por el orificio emanaba. Ni el olor ni el sabor me eran ya repugnantes, formaban parte del entorno y tenía que que disfrutarlos. Al sentir mi humeda lengua en su agujero comenzó a gemir como un perro pidiendo más. Yo abrí sus cachas e introduje más a fondo mi lengua, palpando con la punto un trozo de materia más viva. Sus jadeos eran cada vez más evidentes, evidencia de un placer inigualable.
Se dío la vuelta, me agarró por la caderas, me puso a cuatro patas sobre el sofá. Volvió a meter bruscamente un dedo en mi ano como si quisiera darle de sí. Volvió a sacarlo, acercó la enorme polla a mi esfinter, acarició suavemente con ella la entrada y de una poderosa embestida introdujo todo el aparato hasta los huevos. Me sentí partir en dos y esta vez sí, no pude reprimir un alarido de dolor. Fue consciente de ello y tapó mi boca al tiempo que culeaba poderosamente dentro de mi. El destrozo dentro era brutal, sentía su polla hasta el estómago y su respiración y saliva en mi espalda. Sus gemidos eran alaridos de pasión y lograban acallar mi obstruido grito de dolor. Su locura era cada vez mayor, yo sentía entrar y salir su falo a un ritmo frenético. Me rompía y no podía quejarme, me sentía lleno por dentro y dolorido, pero empezaba a disfrutar ayudando sus embestidas con mis movimientos de cadera, intentando no sentir el dolor.
Sentía el álito de su aliento en la nuca y la caída humeda de su mucosa en mi espalda y los pollazos cada vez más salvajes en mi culo. Ya había roto todo lo que podía obstruir su entrada y se acomodaba dentro con más facilidad.
- uufff! Hijo puta. Te voy a destrozar. Voy a hacer de tu culo un coño y serás siempre mi puta.
Casi al borde del desmayo, resultado del placer y el dolor, sentí como sacó el pollón de mi culo, me volteó y de otro certero pollazo volví a sentirme callado y lleno por un paquete macilente de carne aderezado de lefa, mierda y sangre. Otra vez me llevó al borde de la asfixia mientra volvía a follarme por la boca hasta que sentí un chorro de líquido caliente que llenaba mi garganta. Era su leche que acompañada de una explosión de gemidos virtió en mi boca. Al sacar la polla un río espeso brotaba de mis fauces. Se desplomó sobre mi y otra vez me beso con su lengua apasionadamente. Volvió a incorporarse, otra vez introdujo la polla en mi boca y diciendo:
- Bebe
Como si de una fuente se tratara orinó en ella y yo tragué todo lo que pude retener.
Doy gracias por esa noche.
Me gustaría conocerte.