Mi mujer y su amigo 3
Como me he convertido en un cornudo consentidor y humillado
Al día siguiente había yo salido todo el día con mi familia al llegar a casa estaba reloj sonando el reloj de cuco, eran las diez de la noche y Rosario y Cesar estaban sentados en la mesa de nuestra cocina cenando Cesar con una camiseta deportiva de tirantes y mi mujer con lo mismo, pero ambos sin bragas ni calzoncillo, estaban muy juntos y mi mujer me dijo buenas noches cariño aquí estoy con mi maquina de follar, me fije que por el capullo de Cesar le salía un hilillo de leche que caía al suelo Estaban cenando solomillo y patatas mientras que yo me puse simplemente una sopa con fideos que Rosario había preparado. Reinaba el silencio mientras yo tomaba mi sopa. Quise romper el silencio y le dije a mi mujer que la sopa estaba deliciosa y dicho esto tanto ella como Cesar empezaron a reírse de manera descontrolada. Cesar incluso se atragantó un poco y una vez recompuesto mi mujer lo besó. Pregunté que era tan divertido, pero no hallé respuesta alguna. Seguí tomando mi sopa mientras ellos me miraban fijamente y se reían. Por debajo de la mesa mi mujer a veces acariciaba la polla a Cesar. Notaba algo sospechoso en la forma de mirarme, pero preferí dejarlo pasar no fuera que animase sus carcajadas.
Al terminar la cena, tuve que recoger la mesa y limpiar los platos mientras que ella y Cesar se iban al salón a ver la televisión. Desde la puerta podía verlos abrazados y besándose de vez en cuando. Al terminar me acerqué a ellos me senté en el suelo y empecé a masajearle los pies a mi mujer mientras ellos seguían a lo suyo. Después de un rato ella me dijo que parase y que me estuviera quietecito en el mismo sitio en el que me había sentado. Al cabo de un par de horas Rosario dijo:
“Bueno Cesar creo que ya hemos reposado la comida lo suficiente y ahora me apetece hacer un poco de ejercicio”
“Por supuesto cariño, vámonos al dormitorio que seguro que haces el ejercicio que tanto deseas “ya he recuperado fuerzas.
Sin decir nada más y sin mirarme ambos se dirigieron al dormitorio y cerraron la puerta. Yo que estaba bastante aburrido y no sabía lo que hacer decidí ponerme detrás de la puerta sentado a escuchar lo que estaban haciendo. Al principio me era difícil imaginarme que podía estar pasando ahí dentro. Se escuchaba los gemidos de ambos, pero la causa de estos podía ser diversa, ¿quién sabe? De repente supe que el folliteo ya había empezado pues se escuchaban movimientos bruscos en la cama. Me sentía muy curioso esa noche y un montón de preguntas rondaban por mi cabeza ¿qué posturas estarán haciendo? ¿Qué estará pensando o por donde se la estaría metiendo? ¿Hasta cuándo estarán así? ¿Me pedirán que los mire un rato? No encontraba respuestas para ninguna de ellas. Mientras seguía en el suelo esperando el sueño pudo conmigo y cerré los ojos.
“Rosario, ven” oí aún medio dormido.
“¿Qué pasa Cesar?” preguntó mi mujer.
“Mira, el cornudo de tu marido estaba escuchándonos detrás de la puerta hasta que se quedó dormido. jaja”.
“Ohh pobrecito. Espera que lo despierto. Cariño, cielo, despierta que Cesar ya se va”.
La voz y el tacto de la mano de Rosario en mi brazo me hicieron despertar. Abrí los ojos y me encontré a Cesar delante mía ajustándose los pantalones y mi mujer con su camisón al lado de él.
“Vaya me he quedado dormido” dije. “¿Qué hora es?”
“Son las tres y media cariño. Cesar ya se va a su casa que mañana tiene que trabajar “dijo ella.
“Si, Carlos ya me voy, te dejo que esta noche duermas con tu mujer jeje. Pero yo que tú no la follaria hoy tiene el coño bien lleno de leche mía. Bueno a lo mejor te gusta ¿quién sabe?”.
“Ja- Ja- Ja, muy gracioso. En fin, ya te veo. Ten cuidado volviendo a casa” me levanté y agarré a Rosario de la cintura para recordarle que a pesar de todo era mi mujer. Le acompañamos a la puerta y se besaron, yo aun agarrándola.
“Oye Carlos, ¿te gustó la sopa entonces no? Me alegra mucho, si quieres otro día ayudo a tu mujer con tu comida otra vez jaja. Debo de ser un buen cocinero si te ha gustado”
“¿Pero ¿qué dices?” pregunté.
“Nada nada, venga nos veremos pronto”.
Se fue sin decir nada más y le pregunté a mi mujer por el significado de aquellas palabras, pero ella me dijo que no tenía importancia, que seguramente era una tontería suya. Estaba muy cansada como para insistir así que la llevé a la habitación y nos echamos en la cama. Algo raro tenía hoy mi almohada parecía húmeda y pegajosa.
“Cariño, ¿qué es esto que tiene la almohada?”
“Nada mi amor, es solo que derramamos un poco de leche accidentalmente pero no te preocupes tu cierra los ojos que verás cómo te duermes”.
“Tened más cuidado mujer, en fin, le daré la vuelta a la almohada…”
“¡NO! Gritó ella. Me hace ilusión que duermas sobre la leche de mi macho. Anda sé bueno, tampoco te cuesta nada y mañana por la mañana podrás limpiarte y ya está. Te prometo que lavaré la funda de la almohada, pero haz eso por mí esta noche. Así también puedo dormir yo con el olor de su leche y con lo que queda dentro de mí”.
Yo ya me estaba habituando a mi nuevo estilo de vida, así que obedecí. Además, estaba experimentando una gran erección que mezclada con pensamientos sucios me hicieron difícil quedarme dormido.
Al día siguiente, me encontré a mi mujer en el baño limpiándose la leche que quedaba dentro de ella. Yo que estaba desnudo listo para ducharme, no pude evitar tener otra erección descomunal. Ella se echó a reír y empezó a decir entusiasmada que se alegraba que yo me estuviera acostumbrando a nuevo estilo de vida y que me excitase ver a mi mujer entregada a otro hombre. Intenté desmentir lo que decía, diciendo que la erección era debida a que me acababa de levantar, pero ambos sabíamos que esa no era la única razón. Mientras me duchaba ella me dijo que el siguiente sábado nos quedamos a dormir en casa de Cesar a lo que no opuse resistencia.
Llegado el día, Rosario se puso como siempre bastante elegante y atractiva para el hombre que estaba haciendo que mis cuernos crecieran más y más. Nada más llegar a su casa, ella se arrodillo y le hizo se la chupo durante un buen rato, diciéndole que no podía aguantarse más y que estaba deseando tenerla en la boca. Yo estaba de pie en frente de ellos sin saber qué hacer. Cuando se cansó mi mujer me beso y nos sentamos en la mesa. Había un bol de ensalada en el suelo y en mi sitio nada de comida. Ellos por el contrario si tenían un buen plato de ensalada de pasta para ambos. Cesar dijo:
“Carlos hoy tu cenarás en el suelo si tu mujer no tiene inconveniente, esa es tu cena. Quiero que veras como nos tocamos tu mujer y yo cuando cenamos”.
“Yo estoy de acuerdo” dijo ella “Anda cariño al suelo”.
Me senté en el suelo y empecé a comer. He de reconocer que mi ensalada, aunque no llevase pasta estaba bastante buena. Mientras comía veía como ellos jugaban con sus pies y de vez en cuando se acariciaban un poco. Ellos bebían vino blanco y yo agua. Al poco tiempo Cesar se levantó y dijo que se le disculpara pero que tenía que ir al baño.
“¿Para qué Cesar? dijo mi mujer, “anda espérate un rato que comamos”.
“Tía es que no me puedo aguantar más, quería mear antes de que vinieras, pero como estaba recién duchado no me la quería manchar por si acaso querías hacer algo antes de la cena”.
“Bueno mira, aquí tenemos a mi marido y un bol de ensalada, ¿te sugiere eso algo?”
Inmediatamente miré a mi mujer y pregunté:
“¿De qué estás hablando cariño?”
“Pues que Cesar tiene muchas ganas de orinar y lo va a hacer en tu bol, ¿Qué te parece?”
“¡Qué asco cielo! Me niego, eso es demasiado”.
“Venga ya Carlos, que ya sabemos tu mujer y yo que te gusta mi meada”
“Ni loco bebo yo tu meada, que asco”
“Pues déjame decirte Carlos que ya lo has hecho antes”.
“¡¿Cómo?! en tus sueños será”.
“Anda dejo que te lo cuente tu mujer”
“Cariño ¿recuerdas la sopa del otro día? la que tanto te gustó. Pues mientras la preparábamos añadimos un vaso de pipi de Cesar y escupió también un poco. Luego lo mezclé bien con especias para que no te dieras cuenta”.
“Buaj, ¡qué asco!” He de reconocer que algo cachondo si me encontraba, estaba cayendo en la sumisión total.
“No digas eso cariño que bien dijiste que te gusto mucho. Ahora sé un cornudo bueno y deja que Cesar te mee en el bol. ¡Ah! y sácasela tu”
Como mi mujer dijo, cuando Cesar se sentó de nuevo en la mesa yo le baje la cremallera, se la saqué y deje que orinase en mi ensalada. Me daba mucho morbo toda esta situación, pero también me repugnaba. Empecé a comer y la ensalada ya estaba asquerosa. No fue buena idea mezcla aceite, vinagre y pis. No obstante, quería ser el mejor cornudo sumiso del mundo y seguí comiendo. Ellos terminaron un poco antes que yo y Cesar fue a la cocina a por una botella de champán. Me dijeron que íbamos a brindar y que esperarían a que terminase “mi suculenta cena” como dijo él En el brindis fue él quien tomó la palabra.
“Bueno, quería deciros que quería que cenásemos en mi casa, porque mañana por motivos de trabajo tengo que marcharme de la ciudad y estaré fuera una temporada”.
“¡Qué!” exclamó mi mujer.
“Déjame terminar por favor. Como iba diciendo he de marcharme y quería agradeceros estas semanitas tan buenas que me habéis dado tanto tú Rosario como el cornudo de tu marido. Me ha gustado muchísimo esta relación que hemos llevado y me da pena dejarla, pero el trabajo es el trabajo” a mi mujer se le saltaban las lágrimas. “Y si no os importa me gustaría algo especial para esta noche. Quiero que tu cornudo me la chupe y me la deje lista para ti y luego que nos deje solos en la casa para poder despedirme bien de ti”. “Vale”
Yo ya había puesto mi cara como diciendo que no haría eso ni loco pero las lágrimas de mi mujer y sus suplicas me conmovieron así que accedí. En fin, era la última noche que veríamos a Cesar y ya luego todo volvería a la normalidad. Brindamos y antes de que ellos se fueran al cuarto de Cesar, le bajé los pantalones y la ropa interior y con mucho asco empecé a mamársela. Cesar en plan de burla para animar un poco la situación decía que no se la estaba chupando bien y que pusiera más entusiasmo. Él me agarro de la cabeza y me atragantó un poco con su polla. Finalmente dijo que estaba listo para mi mujer, así que me fui a casa y les deje solos.
Rosario no llegó hasta el mediodía y me dijo que había acompañado a Cesar al aeropuerto. No me besó y me explicó el porqué.
“Cariño anoche fue maravilloso, no sé cuántas veces follamos, me dejó exhausta. A veces hablábamos de ti y de lo cornudo que eres fue genial. Y luego en el aeropuerto, bueno, quería despedirme bien y en el servicio se la chupé y me tragué toda la leche que puedo soltar después de toda una noche de sexo. Claro que antes la tuve un rato en mi boca jugando y saboreándola para recordar bien su sabor, así que me quiero lavar un poco los dientes ahora”.
Estaba súper excitado que morbo me daba todo lo que ella me comentó. Al poco rato se echó a llorar. Yo contuve mi excitación, la abracé y la intenté consolar.
“Cariño, eres el mejor marido que podía desear. Me encanta como has aguantado todo y como te has esforzado en hacerme feliz. No sabes lo que feliz que me siento por dentro de saber que eres un gran cornudo y todo gracias a mí.”
Sus palabras me hacían difícil contener las ganas de acostarme con ella en ese mismo momento.
Durante un tiempo seguimos haciéndolo con condón ella no quería que otro se corriese dentro de ella salvo Cesar. Después de unos meses volvimos a no usar condón y todo volvió a la normalidad, no obstante, yo sabía que llegaría el día en que volveré a tener grandes cuernos