Mi Mujer y su amante (parte 1)

Descubro que mi mujer tiene un amante.

Mi mujer tiene un amante. Lo sé desde hace un tiempo.

Todo surgió como un descubrimiento casual.

Hace unos meses me encontré indispuesto en el trabajo. Cabe decir que trabajo en una oficina del centro de Madrid. Aquella mañana, recuerdo que tenía un horrible dolor de cabeza; andaba vomitando y me molestaba cualquier luz. En estas circunstancias lo mejor es meterse en la cama, cerrar todo para que no entre la luz, tomarse las pastillas y un paño fresco en la cabeza; y que se pase todo.

Serían sobre las 11 de la mañana cuando cogí el metro para llegar a mi casa y mira por donde me encontré con una amiga de mi mujer a la que llamaré Sofía. En este punto debo decir que somos una pareja de 40 años, que somos normales de constitución y gustos, quizás un poco chapados a la antigua, que llevamos 15 años casados y no tenemos hijos por decisión unánime.

Mi mujer es 1,60 de altura, de complexión normal, con grandes tetas y con el coño depilado. Yo tengo una complexión normal, algo de barriguita cervecera y una polla normal de larga, aunque bastante gorda. En cuanto al sexo tenemos el normal; los fines de semana calentura con alguna película, un conjunto de lencería picante, una buena mamada (he de decir que mi mujer la chupa muy muy bien) una buena comida de coño; alguna vez sexo anal (la duele por el grosor de mi polla, pero me encanta ver cómo sale mi leche de su culo), y sobre todo la encanta que después de ella correrse, me corra yo en su boca y me alucina ver como se traga toda mi leche.

Alguna vez que otra, cuando terminamos de follar, solemos hablar que nos gustaría hacer un trio con un chico y otra vez con una chica, pero siempre habíamos acabado la conversación en nada. Otras veces, viendo como la encanta el sabor de mi leche (dice que está como un batido de vainilla) fantaseamos con un Ganbang, ella con un montón de tíos que se la corran encima y en la cara, y terminando con un buen batido de leche de nabo.

Luisa, que así se llama mi mujer, se pone cachonda al máximo cuando comentamos esa fantasía y cuando vemos un video, no quiero decir cómo se le pone el coño que destila jugos, jugos y más jugos. Me encanta chuparla el coño en esos momentos, de arriba a abajo, por el clítoris despacito, por sus labios menores que se hinchan como si fueran dos salchichas, metiéndola la lengua por el chocho, lamiéndola, chupándola con mi boca completa, hasta que al final se corre y algunas veces se ha llegado a mear.

Ese día me metí en el metro y me faltaban un par de estaciones cuando alguien me despertó de mis pensamientos:

  • Hola Alex (los nombres son figurados claro) ¿Qué haces en el metro tan pronto?
  • Ah, hola Sofía. Me voy a casa que tengo una terrible jaqueca. –la dije
  • Pobre. Ya me acuerdo que sueles padecer de jaqueca. – me dijo como compungida.
  • Ya bueno, que le voy a hacer. En cuanto llegue me meto en la cama y en unas horas se me pasa. – la dije casi sin abrir los ojos.
  • Oye, ¿quieres que te acompañe a tu casa? – me comentó.
  • No hace falta, estoy a un par de paradas y puedo llegar. Si me encontrara peor la diría a Luisa que me fuera a buscar al metro. Pero no estoy llegando a ese punto. – lo dije con poco convencimiento, pero el suficiente como para hacerla saber que no me hacía falta.
  • Vale pues mejórate, que yo me bajo en esta parada.
  • Adiós Sofía, dale recuerdos a tu marido.

Me despedí de ella y vi cómo se bajaba del metro. Por dios, no me había dado cuenta del culazo que tenía. En fin, sigamos.

Bajé del metro en mi estación, salí a la calle y me dirigí a mi casa que estaba a 5 minutos de la estación. La verdad es que andaba el día muy soleado y este me molestaba bastante, pero con las gafas de sol puestas y cerrando a medias los ojos, logré llegar a casa sin mayores problemas.

En cuanto abrí lo primero que hice fue bajar todas las persianas, me tomé las pastillas y me metí en la cama. Entonces me di cuenta. Mi mujer no estaba en casa. Ella trabaja en un ministerio, pero se había cogido esa semana dos días libres, por lo que me extrañó que no estuviera pues no me había dicho nada de que se iba a ir por ahí. Sobre la una de la tarde ya me encontraba mejor así que me levanté de la cama y abrí todo.

Mi mujer no había venido, pero como yo nunca como en casa ya que llego sobre las cinco y media de la tarde pues, la verdad, no me extrañó en absoluto. Como no tenía que comer decidí acercarme al bar de debajo de casa que tienen unos menús muy majos. Abrí el armario para coger unos calzoncillos limpios para después de ducharme y no encontré ninguno, así que empecé a buscar entre los cajones donde teníamos la ropa interior, camisetas, en fin, el ajuar típico en una casa.

El ultimo cajón de abajo, donde tenemos las camisetas, no cerraba bien así que lo saque pues es muy típico que se caigan por detrás las prendas de ropa impidiendo que se pueda cerrar. Metí la mano y cuál fue mi sorpresa que me encontré con una tarjeta de memoria tipo SD que era lo que impedía cerrarse el cajón. Sorprendido la cogí, y no había ningún nombre ni nada que pudiera decir que había dentro.

Como nosotros utilizamos ese tipo de tarjetas de memoria para la cámara de fotos no le di más vueltas, la dejé encima de mi mesilla y bajé a comer. Pero a veces el diablo enreda y no para de soplarte al oído maldades y más maldades. Mosqueado me di media vuelta en el ascensor, entré en casa, encendí el ordenador y conecté la tarjeta.

Dentro había dos carpetas con fotos nuestras, pero en una de ellas había otra carpeta que ponía “FOTOS ANTIGUAS”. Me metí dentro y estaba llena de fotos antiguas sacadas de internet (mi mujer es muy fanática de las fotos antiguas en blanco y negro). Todo era muy normal. Casi lo cierro cuando me di cuenta que había una carpeta con el nombre de “Z” al final de todas las fotos. Intrigado entré dentro y ……… había fotos de mi mujer en una habitación, desnuda, mostrando todo el coño abierto y empapado, en muchas posturas, con el culo abierto, comiéndose una buena polla y llena de leche en su boca y por su cuerpo.

Me quedé petrificado pues no imaginaba que mi mujer pudiera llegar a eso. Había un archivo de video y lo abrí. Mi mujer estaba comiéndose una polla, la misma de las fotos, mientras el amante la grababa tumbado. Ella estaba frente a él y pude ver la lujuria en sus ojos mientras lamia arriba y abajo una polla larga y que terminaba con el capullo en punta. La cogía con la mano y pasaba la lengua por los huevos y vuelta a la minga. La daba unas cuantas sacudidas y se la volvía a meter con fruición, engulléndola entera.

A todo esto, se oían los gemidos de él y las chupadas de ella. De repente ella empezó a metérsela más rítmicamente, arriba y abajo, anticipando lo que iba a ocurrir. De repente él se arqueó, soltó un bufido y sé que se corrió, aunque no se vio pues mi mujer tenía su polla en su boca hasta casi los huevos, pero no soltó ni una gota y se tragó todo. Se sacó la polla de la boca y se quedó mirando a la cámara con ojos picaros. Se acercó gateando y oí claramente como le decía que la volvía loca. Y ahí terminaba la grabación.

Me quedé petrificado y no porque me viera con más cuernos que el diablo, sino porque yo sin ser celoso lo que no aguantaba era que no me lo hubiera dicho. Habíamos hablado de tríos y no me importaba que se follara a un tío, lo que no comprendía era que no me lo dijera. No bajé a comer y esperé a que llegara mi mujer, con la tarjeta en la mano y esperando que me diera una explicación.

La puerta se abrió a eso de las dos y media de la tarde y entró mi mujer. Yo la esperaba en el salón entró y se sorprendió al verme allí sentado. No la dije de momento nada, únicamente la enseñé la tarjeta y ella abrió la boca con una cara de sorpresa que dejó paso a miedo e indefensión.

En la siguiente entrega os contaré lo que siguió después.