Mi mujer, su compañera y yo
Relato de un encuentro en donde se derrumbarán todas las inhibiciones de mi mujer, gracias a la experiencia y sobre todo, al morbo de su compañera de trabajo.
Un día que fui a recoger a Alicia al trabajo, me presentó a una compañera suya. Dios, vaya curvas tenía la chica. Tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no desviar la mirada y aunque no era del todo guapa, su tipo y especialmente sus pechos naturales, compensaban todo lo demás. Sí, sé que suena muy superficial pero no nos engañemos, aquel busto quitaba el hipo.
Durante la vuelta a casa no me la pude quitar de la cabeza y al llegar estallé y le dije a mi mujer:
─ Vaya pecho tiene tu compañera.
Mi mujer se rio de forma recatada y tras unos segundos de reflexión me dijo:
─ Sí, ya me había fijado… y además lo tiene muy bonito.
Me sorprendió su confesión y no desaproveché la oportunidad para preguntarle qué como lo sabía.
─ Pues en una ocasión en el despacho, la pillé cambiándose de ropa porque se iba de cena… y la verdad es que me fijé en ella durante más tiempo del que debía. Ella no se ofendió, incluso me sonrió. Estoy segura de que le gusta que la miren.
─ Vaya – le dije atónito. – Como me hubiera gustado estar en tu lugar – murmuré con una media sonrisa entre inocente y provocativa.
Me miró con cara de falsa ofensa y mientras le sostenía la mirada y siguiendo con el juego, le pregunté así, como en broma, si a ella le gustó mirarla semidesnuda.
Se ruborizó unos segundos y eludió mi mirada lo cual me hizo pensar que sí, que decididamente le agradó aquella situación y no sería yo el que dejara pasar el tema.
─ Vaya, vaya. Así que te gusta mirar… - le dije mientras me salía una sonrisa picarona.
─ ¿Te hubiese gustado acariciarla?
Se volvió hacia mí y más roja todavía, me pidió que dejara el asunto, así que sabiendo que ese día no llegaría más lejos lo dejé ahí.
Algunos días más tarde pasé nuevamente a recogerla y aproveché para invitar a Elena, que así se llamaba su compañera, a cenar con nosotros. Mi mujer me taladró con la mirada y yo me deleité por dentro con la expectativa.
─ Será una cena informal – le comenté. – Ponte algo fresco porque en nuestra casa suele hacer mucho calor, aunque cenemos en la terraza – rematé.
La idea le pareció fenomenal y sabiendo ya los tres lo que nos esperaba, nos despedimos hasta la noche siguiente.
Durante el trayecto hasta casa, Alicia no dijo nada. Tampoco se la veía enfadada, es más, con la punta de su dedo en la boca, me pareció que estaba regodeándose con la expectativa del encuentro.
Al día siguiente apenas la vi. Sabía que estaba preparándose para la cena y eso me dio alas. Estaba seguro de que esa noche algo muy interesante iba a ocurrir… y así fue.
A la hora acordada, Elena apareció en la puerta de casa con un vestido de gasa blanco ceñido en su busto y muy holgado y largo en la parte inferior. Dios, era evidente para lo que servía. Obviamente no llevaba ropa interior y el vuelo y aberturas de la falda prometían el paraíso.
Durante unos segundos me deleité con su presencia y ella sin ningún pudor dio una pequeña vueltecita sobre sí misma, añadiendo – ¿te gusta lo que ves?
El vestido sin mangas permitía vislumbrar el volumen de sus pechos que, comprimidos, realzaban su figura voluptuosa. Las piernas escondidas bajo la larga falda eran un espejismo porque tan pronto caminara, se dejarían ver desde el tobillo hasta la ingle. Los labios pintados en negro al igual que la sombra de ojos, destacaban sus facciones góticas que quedaban rematadas con una altísima coleta peinada de forma impoluta.
Obviamente sí, me gustaba lo que veía y no hizo falta verbalizarlo porque mi expresión lo dijo todo.
La saludé con un beso, y ella entrando con toda la artillería fue directa a por mi boca e introdujo su lengua lujuriosa mientras mi mujer desde el mueble bar observaba la situación entre sorprendida y excitada.
La dejé pasar y con una cadencia lenta y vibrante, se fue a por Alicia. Ésta, que aún no sabía cómo reaccionar, quedó a la espera indefensa sin saber por dónde huir, aunque por suerte para ella, la espera no se hizo muy larga.
- ¿Quieres más de lo mismo Alicia? – Le preguntó a mi mujer.
Alicia, que aún estaba un tanto ruborizada y nerviosa, asintió levemente con la cabeza desviando la mirada hacia mí.
Elena con una discretísima sonrisa maliciosa que me dirigió un segundo antes, cogió con ambas manos su cuello y su cara y la besó lenta, profunda y apasionadamente. Los brazos de mi mujer estaban laxos mientras esto ocurría, pero, pude observar con una punzada en mi entrepierna que las rodillas de Alicia flaqueaban sensiblemente.
Tras los “saludos” y como si nada hubiese ocurrido, comenzamos con una charla intrascendente mientras bebíamos una copa de vino. Por supuesto, Alicia estaba completamente descolocada y Elena que se sabía dueña de la situación fue sutilmente llevando la conversación a asuntos más interesantes con una voz relajada y profunda.
La escuchábamos absortos y supimos al poco rato que era una experta en el “tema” que nos había llevado hasta ese momento. Yo personalmente vislumbraba la red que poco a poco estaba tejiendo y veía como Alicia iba cayendo sin remisión.
La noche se fue cerrando acompañada de una suave brisa, y un aroma exótico nos encontró tras la cena en completo silencio mientras nos mirábamos a los ojos. Se palpaba la tensión sexual y Alicia que no lo soportó más, se levantó con alguna excusa que no recuerdo.
Elena la vio pasar por delante y calculando con maestría y discreción sus movimientos le rozó la mano con la punta de los dedos. Fue una descarga que me llegó incluso a mí y durante unos imperceptibles instantes Alicia devolvió la caricia para continuar con su andar.
Me preguntaba cuál sería el siguiente movimiento de Elena y aunque sabía exactamente dónde acabaríamos aquella noche, no me esperaba el doble juego al que nos estaba sometiendo. Conmigo empezó con lo que cualquiera hubiese pensado que era fruto de la casualidad, ya que de forma sutil movió ligeramente su cadera ampliando una abertura muy tentadora en la falda dejando al descubierto unas piernas impresionantes. Sostuve la mirada para deleitarme con el tono y textura de su piel y sabiendo lo que encontraría al final de ese camino, subí ligeramente la mirada a lo largo de su contorno hasta llegar a la oscuridad de lo que debía ser su pubis. Por supuesto Elena no dejó de seguir mi mirada y supo exactamente cuando mis ojos llegaron al final del recorrido y concediéndome el deseo, abrió ligeramente las piernas, mostrando el principio de su bello rizado y oscuro.
Al levantar la mirada, encontré a Alicia junto a nosotros, siendo testigo de este juego silencioso y observando también el sexo oscuro de Elena mientras sus piernas, más apretadas de lo normal delataban claramente las sensaciones que empezaban a invadirla.
Elena se levantó lenta y sensualmente y con una cadencia insoportable rodeó a Alicia rozando peligrosamente su cuerpo mientras le susurraba algo al oído. Mientras tanto, mi cuerpo empezaba a reaccionar y creyendo erróneamente que a partir de ese momento sería mero espectador de los acontecimientos, Elena cambió de dirección tan pronto Alicia asintió a lo que debió ser un acuerdo entre damas y comenzó a acercarse a mí.
Yo, que seguía sentado no sabía bien cómo gestionar el momento, pero tampoco hizo falta porque tan pronto Elena se colocó delante de mí y levanto su falda hasta la cintura supe lo que tenía que hacer y adiviné cual había sido el pacto entre ambas.
Cogí sus nalgas cálidas con ambas manos mientras ella abría sus labios y comencé a exhalar suavemente su sexo mientras con la punta de la lengua acariciaba sus pliegues con la mayor lentitud que me era posible.
Su sabor era diferente al de Alicia, pero, en cualquier caso, excitante y pasados unos minutos deleitándome con su cuerpo, noté la proximidad de mi mujer que comenzaba a participar de forma activa de aquel momento.
Vi cómo empezó acariciando el cuello de Elena y sabiendo de sobra lo que realmente deseaba, no pude evitar ayudarla, tomando sus manos entre las mías y llevándola despacio, pero sin miedo, hacia los pechos de nuestra invitada.
Ésta que ya nos tenía a su merced, empezó a apretar su sexo contra mi boca y Alicia que ya se las había ingeniado para quitarle el vestido, acariciaba con el dorso de la mano sus senos enormes y turgentes mientras mordisqueaba los lóbulos de sus orejas…, el cuello…, la mandíbula…, la clavícula, etc. Aproveché el momento y mientras seguía con el cunnilingus, comencé a buscar la entrepierna de mi mujer.
Hacía muchísimo tiempo que no la encontraba tan húmeda y caliente y durante largos minutos acaricié su sexo con una pasión olvidada que me trajo a la conciencia mi propia excitación. Reconozco que hasta ese momento mi objetivo se centraba especialmente en que mi mujer disfrutara de la experiencia, pero llegados a este punto, no podría responder y asumiendo su aceptación tácita me desabroché el pantalón y dejé que eligieran quien daría el siguiente paso.
Fue Elena quien tomo la iniciativa y mirando profundamente a Alicia, sacó mi pene de su encierro y comenzó a lamerlo suavemente desde la base hasta la punta. Como experta que era, se entretuvo en el glande y en especial en su encuentro con el frenillo. Sus manos colaboraban subiendo y bajando el prepucio y de vez en cuando se lo introducía en la boca y succionaba mientras su lengua lo rodeaba con maestría.
Durante unos breves segundos me quedé paralizado disfrutando de la felación, pero rápidamente recobré la “compostura” y sentando a horcajadas a mi mujer, le quité las braguitas dejando su sexo expuesto frente a la boca de Elena que seguía lamiendo mi verga cada vez con más pasión.
Alicia se puso tensa por la evidencia de lo que iba a ocurrir y sin darle mucho tiempo a arrepentirse, Elena le abrió las piernas e introdujo sin miramientos y tan profundamente como le fue posible, la lengua en su vagina. El gemido de Alicia nos recordó dónde estábamos, pero lejos de preocuparnos, nos excitó más aún y mientras yo acariciaba lujuriosamente los pechos de mi mujer, Elena se las compuso para mostrar sus atenciones con ambos sin que en ningún momento notáramos cuando nos comía a uno o a la otra.
Hacía ya mucho rato que la experiencia había superado mis más lascivos sueños, pero lejos de quedarse ahí, cada minuto que pasaba la temperatura subía y Elena cansada o quizá muy caliente, se incorporó y dándose la vuelta mientras se inclinaba, dejó claro lo que esperaba de mi mujer quién tímidamente, comenzó a husmear con miedo el culito de Elena. Ésta no le dio muchas opciones y mientras con una mano se apoyaba en una de las sillas, con la otra atrajo hacía sí la cabeza de Alicia quien por fin asumió su nuevo papel y empezó a lamer con fruición el ano, perineo y vagina de nuestra nueva amiga.
Me levanté para ver el espectáculo y relajarme puesto que ellas, fruto de la naturaleza, jugaban con una clarísima ventaja. Pero lo cierto es que nada más hacerlo me di cuenta de que estaba del todo equivocado porque al ver como una se comía a la otra mientras los pechos de ambas se bamboleaban a su libre albedrío descubrí que en ese momento podría aprovecharme de la situación y era algo que no podría desperdiciar.
Tardé unos instantes en decidir entre la boca de Elena, y el coño de Alicia y puesto que la primera estaba recibiendo las atenciones de la segunda, opté por equilibra la balanza, así que me puse detrás de mi mujer a la que advertí cogiéndola de las caderas, antes de penetrarla sin miramientos y de una sola estocada. Creo que el latigazo le llegó también a Elena puesto que fue penetrada por la lengua de Alicia quien ya le había cogido el tranquillo y se comía a su compañera como si fuese una experta.
No sé cómo llegamos al sofá, ni como Elena se las ingenió para que Alicia le siguiera comiendo el coño sentada sobre su cara. Yo lo tuve fácil, y abriendo los muslos de mi mujer, seguí follándomela sin ningún reparo ni compasión mientras Alicia colaboraba sin perder del todo su posición de placer, lamiendo y succionando su clítoris.
Era obvio que estaban disfrutando porque a mayor ritmo y presión de una, mayor placer recibía la otra. Mi aportación era meramente circunstancial pero obviamente me tenía excitadísimo. Aproveché el momento para coger los enormes pechos de Elena y amasarlos de forma lasciva. Sus areolas eran enormes y de un color rosado intenso y tenía unos pezones grandes como garbanzos que se prestaban a pellizcarlos. Al principio lo hice con cierto pudor, pero al ver que cada vez que apretaba gemía mientras seguía lamiendo el coño de Alicia, opté por aumentar la presión y a estirar de sus tetas hacia los dados. Fue en ese momento cuando levantó la mirada y creyendo que me iba a regañar por mi exceso, le pidió a Alicia que le metiera la lengua tan a fondo como pudiera en sus orificios mientras a mí me cogió la polla por la base y se la metió en la boca.
Al principio me dejé hacer, pero en seguida me di cuenta de que ella no se podía mover salvo perdiendo su posición privilegiada sobre Alicia, así que fui yo quien asumí el control y comencé a moverme con prudencia. Su boca cálida y salivada era un objeto de deseo y metiendo el glande a través de sus labios gruesos y fruncidos, dejé que lo lamiera en círculos disfrutando de su experto hacer. Aquello en breve me supo a poco y con una excitación muy primaria, empecé a introducir el resto de la polla para ver hasta dónde tragaba… aquello no tenía fin y cuando me quise dar cuenta me la estaba follando hasta la garganta con una depravación que no había conocido hasta ese momento.
Mis movimientos se convirtieron en una auténtica cabalgada y mientras yo me follaba su boca, Alicia se follaba su coño y su culo y fue así como Elena se corrió por primera vez esa noche, empapando completamente a mi mujer.
Como una perrita fiel y cariñosa, Elena se dio la vuelta y empezó a limpiar de sus fluidos y con la lengua, la cara, el cuello y las tetas de mi mujer. En estas últimas se entretuvo bastante, y con la punta de la lengua fue recorriendo el volumen de sus senos…, la circunferencia de las areolas marrones… y finalmente, succionó suavemente los pezones.
Yo estaba extasiado, pero con una presión brutal y puesto que esa noche parecía que todo estaba permitido, empecé a explorar el perineo y el ano de mi mujer mientras Elena seguía comiéndose sus tetas. Sabía que para Alicia, esa era la primera vez de sexo anal, así que aplicando cierta delicadeza, le introduje un dedo salivado para relajarle el esfínter. Ella comenzó a retozar y puesto que aquello iba a tener cierto grado de dolor, comencé a lamer sus pliegues, su vulva, su clítoris, etc. mientras introducía un segundo dedo en su culo.
Aquello se desarrollaba por buen camino y como si Elena me leyera la mente, dejó lo que estaba haciendo y me sustituyó para seguir comiéndose el coño de mi mujer mientras yo me disponía a penetrarle su oscuro agujero.
Al principio me costó, pero con tesón, conseguí introducir el glande no sin un pequeño respingo de Alicia. Elena, como experta que era me dijo que la sacara y para evitar perder mi erección la lamió con fruición mientras le daba un respiro a mi mujer. La saliva, fruto de la felación caía sobre el sexo de Alicia y aquello facilitó mi nuevo intento que ahora culminé con éxito. No me podía creer que hubiese entrado completamente y muerto de excitación empecé a moverme con cuidado. Era obvio que aquello dolía pero Elena se entregó en cuerpo y alma a distraer a mi mujer introduciendo varios dedos en su vagina mientras le presionaba el clítoris con el resto de la mano.
Aquello funcionaba y durante uno de los momentos más álgido de la noche, Alicia se dejó dar por el culo mientras Elena la masturbaba con una ferocidad que nunca había visto. Yo ya no aguantaba más y cuando vi la expresión de placer agridulce en la cara de mi mujer, exploté con un orgasmo que inundó su recto con mi semen mientras ella gemía fruto de su propio orgasmo que aunque seco, no fue menor.
Me derrumbé en el sofá y durante un largo rato estuvimos rumiando nuestros propios pensamientos, mientras nuestros cuerpos entremezclados, desnudos y sudorosos, recuperaban cierta normalidad.
La situación era lujuriosa a más no poder y cuando creí que todo habría acabado, Elena, que tenía una fijación por la limpieza comenzó a limpiar el sexo y el culito de Alicia para no dejar ni huella de lo ocurrido. Cuando terminó, le susurró nuevamente a mi mujer algo al oído que pude adivinar tan pronto se incorporó y me miró con una sonrisa lasciva que nunca antes había visto. Se acercó a mí como una gatita y sin dejar de mirarme, empezó a lamer y chupar mi pene para igualmente dejarlo totalmente limpio.
Pensé que la única que no había recibido su aseo más íntimo y personal, era nuestra invitada y ofreciéndome voluntario, me incorporé y levantando su culito, comencé a lamer con devoto interés todos sus pliegues y orificios sin conseguir mi objetivo ya que cuanto más me aplicaba más flujo segregaba y más bruto me ponía.
Ahora fue Alicia la que me susurró al oído que a Elena no me la había follado y mientras esto ocurría, noté que su mano cálida y recién impregnada de los fluidos de su amiga, comenzó a acariciar mi verga hasta dejarla a punto. No la reconocía asumiendo el control de la situación mientras Elena y yo nos dejábamos llevar por sus acciones a cuál más lujuriosa.
Empezó con ella manejándola como a una muñeca, pero el tono y las instrucciones que le fue dando, dejaban claro que durante un buen rato iba a ser nuestra esclava sexual.
Le ordenó que se pusiera a cuatro patas, apoyara la cara en el sofá, sacara las tetas a ambos lados y se abriera con las manos las nalgas del culete para dejar su sexo expuesto para mí. Mi erección creció a ojos vista y Alicia, más caliente que nunca y probablemente algo herida en su amor propio, se puso de rodillas y ofreció su boca para que se la penetrara.
Al principio me quedé algo cortado por la novedosa situación ya que el sexo oral no era fruto de su devoción y mirando el regalo que tenía a diestro y siniestro, nuevamente tuve que elegir entre el sexó de Elena y la boca de Alicia pero, - ¿por qué elegir? -, me pregunté. Comencé introduciendo la polla en la boca de mi mujer y esperando su rechazo, la introduje tan a fondo como su garganta me permitió. Al principio aquello le costó pero hizo un esfuerzo por darme ese gusto y deseando continuar hasta el climax, recordé que Elena estaba a la espera de que me la follara.
Desde luego, quietecita no estaba ya que viendo lo que ocurría a sus espaladas y cachonda como una perra, se estaba masturbando frenéticamente. Me puse en pie y a horcajadas sobre su culo le pedí a Alicia que me ayudará a penetrarla. Cogió mi miembro y acercándolo a la entrada de la vagina, lo frotó durante unos segundos por los fluidos de su coño hasta que no pude más y le clavé con todas mis fuerzas toda la verga.
- ¡Cabrón! - gritó al notarse follada de golpe.
Le di un enorme cachete en el culo como castigo por el insulto y mientras la cogía fuertemente de las tetas, volví a metérsela hasta el fondo. En esta ocasión gimió y a partir de aquí, mis embestidas aumentaron de frecuencia entrando y saliendo completamente. Alicia, caliente como una perra, se tumbó en el sofá para masturbarse mientras Elena, satisfecha se corrió por segunda vez mientras yo me vaciaba de nuevo en su interior.
Lo más sorprendente de todo fue la naturalidad que nos embargó a medida que pasaron aquellas horas. No podía creer que Alicia se hubiese desinhibido tan rápidamente y se hubiese quitado la máscara que hasta ese día llevaba puesta en materia sexual. Las miré a las dos en el sofá y las descubrí arrulladas y acariciándose mientras se diluía el subidón y reí para mis adentros satisfecho por el éxito de aquel encuentro que esperaba se repitiese.