Mi mujer, su amiga y yo

La visita de una vieja amiga a casa se convierte en un fin de semana lleno de sexo y pasion-

Me gustaría contaros como un fin de semana acabo siendo uno de los mejores de mi vida.

Todo empezó un sábado de enero. Mi mujer y yo llevábamos poco tiempo casados, y en esa época solíamos recibir muchas visitas en nuestra casa recién estrenada, ya se sabe, para recibir las felicitaciones sobre la boda.

Ese fin de semana le toco el turno a Alicia, una amiga de ambos con la que mi mujer estuvo trabajando, alta con curvas y una gran sonrisa dibujada en unos perfectos labios rosa.

Yo ya había fantaseado varias veces con el hecho de estar con ambas, puesto que no era la primera vez que estábamos los tres juntos en casa, pero no parecía que ninguna de las dos estuviera dispuesta a pesar de mis insinuaciones.

Quizá fue el echo del frio del exterior, pues ese fin de semana cayo una gran nevada, o que se alinearon los astros, pero a la llegada de nuestra amiga note algo diferente en ella. Venia vestida con un escote bastante provocativo, y su actitud era demasiado cariñosa hacia ambos, buscando el contacto cada vez que nos encontrábamos en la cocina o en el pasillo.

Después de la comida, mi mujer y ella decidieron salir a pasear por la nieve, y yo aproveche para descansar y echar la siesta. No se cuando volvieron, porque me quede dormido en el sofá, pero desperté con un beso de mi mujer, diciéndome que subiera para arriba con ella para darles un masaje con gel caliente para sacarles el frio de la nieve.

Entre la somnolencia y el estupor pensé que aun estaba soñando, sobre todo al terminar de espabilarme y ver a mi mujer vestida solo con una camiseta de algodón y unas braguitas, adivinando la ausencia del sujetador.

Subimos al piso superior donde teníamos el dormitorio, y me encontré con nuestra amiga vestida de igual manera que mi mujer, tendida en la cama boca abajo. Mi corazón parecía salirse del pecho. Ni corta ni perezosa mi mujer se quita la camiseta tumbándose junto a su amiga y diciéndome que ya podía esmerarme en el masaje para satisfacer a las dos. Solo pude balbucear algo como: A sus ordenes, arrodillarme entre las dos  y empezar a frotar las espaldas de ambas con aquel gel milagroso.

La camiseta de mi amiga iba subiendo según mis mano izquierda iba subiendo por su espalda, comprobando que no tenía sujetador tampoco. La mano derecha se iba desplazando de la espalda al trasero de mi mujer, tanteando el terreno. No iba muy desencaminado, porque mi mujer abrió las piernas facilitándome la tarea. Note su humedad en las braguitas, pero me contuve durante unos diez minutos solo acariciándola por encima.

Después de eso. Mi mujer ordeno un cambio de turno, que me tumbara para masajearme ellas, me quito la camiseta y se puso a mi lado. Yo empecé a sentir las cuatro manos recorriendo mi espalda y mis brazos, y me deje hacer. Pensé que todo iba a quedar ahí, en un calentón de mil demonios, pero mi mujer estaba decidida a llegar hasta el final.

-Has visto que pedazo de culo tiene mi marido-, dijo al empezar a bajarme pantalón y calzoncillos de golpe.- Siéntate en sus piernas y así tenemos mas sitio para dar el masaje.

Alicia siguió las indicaciones, se sentó a la altura de mis rodillas y empezó a masajearme el culo. Yo ya estaba que reventaba.

Mi mujer se separo un poco, llevando mi mano hasta la unión de sus muslos, mirándome con una sonrisa picarona. Así que empecé a acariciar su rajita por encima de las bragas, mientras ella seguía masajeándome la espalda y gimiendo de vez en cuando.

Después de seguir en esa posición algunos minutos, empezaba a dolerme el brazo de la postura, y el pene de la presión contra el colchón. Me di la vuelta con cuidado para no tirar a Alicia que seguía encima mía. Mi sorpresa fue mayúscula al ver que también se había quitado la camiseta y sus pechos se movían al tiempo que empezaba a acariciar mi estomago. Yo seguía masturbando a mi mujer, directamente por debajo de las bragas, mientras Alicia había subido hasta la altura de mi pene y empezaba a restregarse contra el. Yo aún tenia puesto el pantalón y el bóxer por la parte delantera. Pero ya me molestaban demasiado, así que los aparte, liberando la presión para que ella pudiese frotarse a gusto.

Ya perdí totalmente el control. Agarre un pecho de mi amiga, acariciando su pezón duro como una piedra, mientras ella sorteaba la goma de su braguita para cabalgarme a conciencia. Tubo un orgasmo tremendo que hizo temblar tanto sus piernas como su interior.

Luego de que ella terminase le toco el turno a mi mujer, que esperaba su turno muy impaciente. Alicia se tendió a nuestro lado, y se dedico a masturbarse mientras me besaba. Los pechos de mi mujer saltaban a su ritmo mientras que con una mano la acariciaba a ella, y con la otra a nuestra amiga.

Creo que acabamos los tres a la vez o falto muy poco porque cuando recupere el aire estábamos los tres tumbados, abrazándonos y besándonos los labios.

Cuando hable de lo ocurrido con mi esposa me conto que durante el paseo por la nieve nuestra amiga y ella habían estado hablando de sola y caliente que se sentía últimamente y de la envidia sana que nos tenia.  A mi mujer no le hizo falta mucho más para empezar a imaginarnos a los tres en la cama y proponérselo.

Al llegar a casa empezaron a darse un masaje y a jugar para entrar en calor, esperando que me despertara, pero la cosa pronto empezó a ir a mayores, tanto que mi mujer tuvo que apelar a su voluntad para no terminar haciendo el amor solo con su amiga.

El fin de semana fue todo en esa línea, apenas salimos de la cama y tubo algunos detalles dignos de contar.

Espero que os haya gustado-excitado el relato.

Escríbanme a buzondehager@gmail.com