Mi mujer, su amante y yo (6)

Continuación nuestra infidelidad consentida.

Al día siguiente, después de que David sodomizara literalmente a mi mujer, tenía una terrible resaca de sexo. El calentón había terminado y solo quedaban los restos molestos de un día muy intenso. Estaba dolorida y tenía agujetas por todos los lados.

Cuando nos metimos en la cama, comenzamos a charlar como cualquier otro matrimonio, me llamo la atención que mi mujer siempre duerme boca arriba, y esa noche se encontraba boca abajo. Le pregunté: "cariño, estas bien?" "Estoy hecha polvo de ayer, no sabes qué día he tenido en el trabajo, casi no me podía sentar, he estado a punto de llamar al médico pero me daba mucha vergüenza, no quiero que me vuelva a pasar" me contestó. Como yo me imaginaba, el día anterior había sido demasiado intenso. Conociéndola sabía que no podría repetirlo, estaba rota. Y continúo hablando: "por eso quiero que el miércoles me lleves a un sex-shop de las afueras para comprar un juguetito que me ayude, el día que he tenido hoy no quiero repetirlo". Me quedé blanco. A pesar de estar rota estaba dispuesta a seguir entregándose completamente a su amante. Estábamos cambiando, era una mujer completamente distinta a la mujer con la que me había casado y yo disfrutaba enormemente observando esos cambios.

Al día siguiente la fui a recoger al trabajo para ir al sex shop. Nos fuimos a una zona de la ciudad para buscar uno que no tuviera riesgo de encontrarnos con alguien conocido. Cuando estábamos aparcando mi mujer me dijo: "cariño, habla tú que a mí me da vergüenza". Cuando entramos hicimos lo que hace todo el mundo, dar unas cuantas vueltas y observar sin tocar nada, hasta que se acercó el vendedor, un tipo gordito algo calvo, y nos dijo: "hola pareja, os puedo ayudar en algo?" mi mujer se quedó callada y me miró a mí para que hablara: "mi mujer tiene problemas con el sexo anal, estamos buscando algo que la ayude a facilitar la penetración" le dije.

El hombre empezó a sacar todo tipo de cosas y objetos encima del mostrador. Y nos empezó a explicar: "esto son lubricantes, esto dilatadores, eso consoladores..., que tipo de juguete buscáis?" Mi mujer se acercó al mostrador y le preguntó: "cómo funcionan los dilatadores"? y el hombre continuó con su explicación: "los tienes de distintos tamaños, cada uno se expande hasta un punto, depende del tamaño del pene del hombre, se colocan 30 minutos antes de la práctica y poco a poco se va hinchando". Mi mujer empezó a mirar uno por uno y cogió el más grande: "me llevo este" dijo. El vendedor esbozó una ligera sonrisa y me miró: "vaya, es usted un hombre afortunado" y sin darse cuenta mi mujer espetó: "Ja! si no es para él" e inmediatamente se tapó la boca con la mano. Yo me empecé a poner colorado, me sentía humillado, no sabía dónde meterme. Mi mujer en cambio se reía disimuladamente, tapándose con la mano. El vendedor empezó a darse cuenta de la situación y al verme que no decía nada nos dijo: "tengo literatura de carácter liberal, si les interesa…" y nos empezó a sacar una serie de libros. Mi mujer los estuvo ojeando, y le dijo al vendedor: "me llevo estos dos". Se llamaban "El Cornudo en Literatura" y "Mi marido es un cornudo". Después pagamos y nos fuimos.

En el coche empezamos a hablar sobre lo sucedido: "qué vergüenza me ha dado esta situación, el vendedor se ha dado cuenta de todo, me he sentido humillado, me he puesto como un tomate…" le dije. "Qué mas te da si no nos conoce de nada, hemos conseguido lo que queríamos, además nos hemos llevado unos libros que seguro que están muy bien. Cuando se lo cuente a David lo que hemos comprado le va a encantar…" me contestó.

Ese día por la noche, mi mujer se acostó media hora antes de lo que solía acostarse. Cuando entré en la habitación estaba en la cama leyendo uno de los libros que habíamos comprado. Me metí al lado de ella y le pregunté: " Qué tal está el libro?" "Está bastante bien, mejor de lo que esperaba, es increíble el mundo que hay alrededor de las infidelidades, escucha que te leo unas frases: Un cornudo es una pieza de joyería. Hay que saber mantenerlo a nuestro lado, darle brillo para que piense que juega un papel importante en nuestra felicidad. De una gran manera, así es, sin embargo la mejor forma de cuidar esta joya es putearla tantas veces como nos sea posible, ya sea en mente o en hechos... qué te parece"? me preguntó. Escuchaba sus palabras, lo que estaba leyendo y me resultaba súper excitante. Le contesté: "tiene buena pinta el libro, cuando acabes me lo dejas y me lo leo", le respondí. "En la primera página dice qué este libro no debe ser leído por maridos cornudos. Cuando termine de leerlo se lo dejaré a David". Y me enseñó la página con la cita de la frase. La situación empezaba a calentarme. Estaba leyendo un manual de instrucciones sobre infidelidades y cuernos. Con el libro en la mano y mirándome a los ojos me dijo: "aquí dice que lo primero que hay que hacer es preguntarte si quieres ser cornudo, ¿Quieres seguir siendo cornudo?" Y asentí con la mirada. "Bien, aquí dice que la segunda cuestión es confirmarlo" y me tocó la polla. "Bien, veo que tu polla está durísima… y del resto ya no te puedo decir nada". Me estaba poniendo a cien, cogí su mano y la volví a colocar sobre mi polla mientras ella continuaba leyendo el libro. Necesitaba correrme. Me dijo: " quieres que te haga una paja?" no hacía falta contestar a la pregunta. Con el libro en la mano derecha y con mi polla en la izquierda comenzó a masturbarme. A los 5 minutos empecé a correrme espectacularmente hasta que mi polla desapareció en su mano, llena de leche, momento que apartó la mirada del libro para decirme: "que poquito has echado". Había eyaculado gran cantidad de esperma pero a ella le había parecido poco "Cuanto echa David?" le pregunté. "La verdad que nunca lo he visto, solo lo he sentido" me contestó.

Después de la paja, apagamos las luces y nos dormimos.

Al día siguiente llamó por teléfono a David, estuvieron cerca de 30 minutos hablando, se notaba que disfrutaban con la conversación, le contó la historia del sex-shop y quedaron en verse para ese viernes en nuestra casa.

La semana transcurrió con normalidad, intente buscar los libros, pero ella los llevaba siempre consigo o los tenía escondidos. Cuando estábamos solos se comportaba como la mujer que siempre había sido, cariñosa, encantadora, amable, tierna, pero cuando la palabra David sonaba en nuestra mente se transformaba, su forma de hablar, su mirada, la forma de moverse era distinta.

El viernes cuando terminé de trabajar a las 7 regresé a casa. Cuando llegué el coche de David estaba en mi plaza de garaje por lo que tuve que buscar aparcamiento durante un buen rato.

Entré en casa, estaban los dos en el salón, sentados en el sofá, medio abrazados. Él la rodeaba con su brazo por encima del hombro. Ella tenía la mano muy cerca de su paquete. Los libros estaban encima de la mesa junto con una botella de vino medio vacía. Mi mujer no se levantó para saludarme, cuando me vió me dijo: "necesito que bajes un momento al súper a comprar un cepillo de dientes. Es para David, está noche se queda a dormir". Y así lo hice, ella ya había cambiado el chip.

Cuando volví del súper la puerta estaba cerrada, mi mujer se había dejado la llave puesta y no podía entrar. Llame al timbre y al teléfono pero nadie respondía. Se oían gritos, estaban follando y jugando conmigo a la vez. Me quedé tirado en el rellano hasta que pasada media hora me abrió David. Estaba en bata: "llevas mucho esperando?" me preguntó. Le dije que si. Entré en la habitación y mi mujer estaba tumbada en la cama, de lado, un reguero de semen salía por su vagina. Su cara estaba llena de felicidad y sus manos abrazaban su barriga. Se encontraba desnuda con unos zapatos de tacón negro. La imagen era increíble, estaba completamente satisfecha. Mi duda sobre la capacidad eyaculativa de su amante había quedado resuelta. Al verme dijo: "mmm ha sido increíble" y se tapó con la sabana. Salí y me dirigí al baño a dejar el cepillo de dientes, David estaba meando, no pude evitar mirarle el pene. La tenia flácida, muy gorda, con el capullo completamente fuera, se la sujetaba con las dos manos. Él se dio cuenta que le miraba, pero no dijo nada, actuó con naturalidad, se limpió el glande con un trozo de papel higiénico, tiró de la cadena y se marchó a la habitación dejando la puerta cerrada.

A la media hora salieron de la habitación, yo estaba en el salón, venían a hablar conmigo, él todavía estaba en bata y ella ya se había vestido. Ella se sentó a mi lado y David enfrente. Se le veía ligeramente la polla. Mi mujer empezó a hablar: "esta noche, nos apetece salir a cenar a un sitio chulo, lo que pasa que hemos bebido y no podemos conducir". Yo ya sabía por dónde iban, querían que les llevara a cenar, que les hiciera de taxista o de chófer.

Accedí a llevarles y a traerles. Iríamos en el coche de David. Reservaron sitio para dos personas en el restaurante. Cuando me monté en el coche de David había una gorra en el asiento del copiloto. Ellos se sentaron atrás. Cuando salía del garaje David me dijo:" esa gorra es para ti, ha sido una idea de tu mujer". Me puse la gorra, era de chofer, y los llevé al restaurante. Durante el viaje fueron hablando sobre lo que había que pedir, las especialidades y demás. Al llegar a la puerta del restaurante me di cuenta que ellos no se bajaban, querían que fuera yo quien les abriese la puerta. Los dos estaban completamente coordinados, se notaba que lo habían planeado. Al salir David me dijo: "mientras cenamos ponle gasolina al coche, que va a entrar en reserva".

A las dos horas me llamaron para que fuera a recogerles. Otra vez les abrí la puerta para que entraran en el coche. Estaban medio borrachos, riéndose sin parar, decían muchas tonterías.

David se colocó detrás mío y mi mujer a su lado. Empezaron a morrease exageradamente. Mi mujer se estaba poniendo cachonda. Conocía esa mirada. Escuché como sonaba la bajada de la cremallera de David, le estaba tocando la polla, pero yo no lo veía. El retrovisor solo me daba información de cintura para arriba, aunque suficiente para ver como mi mujer se humedecía los dedos con la lengua para lubricar el pene de David.

A los 10 minutos de viaje, vimos a la policía. Había un control de alcoholemia. Yo de taxista y mi mujer atrás masturbando la polla de David. Durante unos momentos mi mujer se puso nerviosa al ver a la policía , me cogió la gorra de la cabeza y la puso sobre la polla de David para taparle por si nos paraban. Al ver que no nos paraban, se la quitó y la volvió a colocar en mi cabeza.

Al llegar a casa, se metieron en nuestra habitación y yo me fui a dormir al cuarto de invitados.

CONTINUARÁ