Mi mujer queda con un contacto de rrss para follar

Relato real de cómo vamos a un club liberal, mi mujer se corre numerosas veces y no queda satisfecha.

Por anteriores relatos y por los emails que hemos recibido sé que algunos cuestionáis si realmente lo que cuento en estos relatos es verídico (para leer otras experiencias que hemos vivido podéis leer nuestros relatos a través del perfil). Creedme lo es y para que no penséis que edulcoro nada hoy os voy a contar un encuentro que fue un tanto... diferente, y que os mostrará la realidad de cómo pueden llegar a ser las cosas en el ambiente liberal.

A la par que teníamos nuestras aventuras mi mujer se había animado a usar redes sociales para conocer hombres, mujeres y parejas. Todavía lo hace aunque desde que se inició la pandemia hemos hecho un alto en nuestros encuentros presenciales. Con alguna de esas personas o parejas incluso ha intercambiado fotos y hecho sexting. Tengo que reconocer que por esa vía ha tenido bastantes ofertas para tener sexo (si conociéseis lo atractiva que es mi esposa no os extrañaría nada) sin embargo nunca se había decidido a dar el paso hasta que conoció a C.

C era un soltero al que mi mujer conoció a través de una red social, como a tantos otros. Como ya he dicho con otros había llegado a intercambiar fotos y hacer algo de sexting, pero no había llegado a más, ni siquiera a conocerlos en persona. Con C llevaba escribiéndose un tiempo hasta que un día me preguntó si estaría dispuesto a que tuviésemos un encuentro con él. Por lo visto era de nuestra zona y novato en el ambiente liberal pero otras mujeres con las que mi mujer se relacionaba en redes sociales le habían dado buenas referencias. Me mostré conforme y quedó con él en el club liberal al que solíamos ir por entonces. Para que no hubiese errores él envió una foto de cara a mi mujer y mi mujer le envió esa noche una foto de cómo iba a ir vestida, con una minifalda negra, un top rojo cruzado y medias de rejilla negras.

Acabábamos de llegar al local y estábamos pidiendo en la barra cuando apareció y nos saludó. Imagino que antes de acceder al local se había quedado en las inmediaciones para asegurarse que acudíamos y cuando nos vio llegar entró. No me pareció mal. Rondaba el 1,70, era castaño, delgado y un poco más joven que nosotros. Se le veía nervioso y era lógico, no sólo era su primera vez sino que yo no recordaba haber visto nunca el local tan lleno, aunque era el inicio de la noche había una decena de parejas más algunos hombres solos.

No pudiendo permanecer en la zona de la barra pasamos a una zona con sofás para conocernos un poco más, con mi mujer sentada entre los dos y ligeramente girada hacia él. Estuvimos hablando un buen rato mientras tomábamos nuestras consumiciones pero su nerviosismo no disminuía. Con las bebidas terminadas aquello seguía igual, él hablando interminablemente con ligeras pausas para cambiar de tema, dejando meter poca baza a los demás. Y mi mujer mirando hacia él, escuchándolo y comentando alguna cosa. Francamente aburrido todo y lo peor es que mi esposa estaba acostumbrada a hombres que tomaban la iniciativa y a partir de ahí es cuando ella se soltaba. Y C no parecía más cerca de iniciar ese acercamiento que cuando nos saludó en la barra.

  • ¿Por qué no la besas? - pregunté a C interrumpiendo la conversación-monólogo.

Los dos me miraron con sorpresa. La mirada de él no la pude descifrar pero sí la de R que me miró sonriente y con un brillo de excitación en sus ojos. Supe inmediatamente que ofreciéndola de esa manera la había puesto cachonda.

  • También puedes tocarla – añadí.

Como en una coreografía los dos se miraron y empezaron a besarse y acariciarse por encima de la ropa. Él le metía mano en los pechos, en los muslos y le rozaba el coño por debajo de la minifalda. Ella a su vez acariciaba nuestros miembros, alternando el mío y el de él, por encima del pantalón.

  • ¿Qué quieres hacer ahora? - le dijo mi esposa después de un buen rato de besos y magreos.

  • Me gustaría ir a los reservados – contestó.

Nos desvestimos en las taquillas, y él pudo contemplar a mi mujer sólo con un sujetador negro y unas bragas rojas y vi su mirada de deseo igual que la vio mi mujer. Para mi sorpresa estaba tatuado. De allí sólo cubiertos con unas toallas pasamos a la zona de reservados. Una vez más estábamos solos. Nos quitamos las toallas y nos echamo desnudos boca arriba con mi mujer entre los dos. A la vez empezamos a besar y acariciar su cuerpo así como a lamer sus pezones. R cerraba los ojos y se dejaba hacer subiéndonos el rostro y besándonos en los labios cada cierto tiempo.

Pero C estaba muy lanzado, empezó a masturbarla y al poco pasó a comerle el coño, acción que repetiría numerosas veces esa noche. Mientras lo hacía yo empecé a follar la boca de mi mujer que en esa postura, echada boca arriba, con una lengua en su coño y una polla en su boca, se corrió por primera vez. Intercambiamos las posiciones. Empecé a hacerle sexo oral mientras ellos se besaban y mi esposa empezaba a chuparle la polla. En esa postura R se corrió de nuevo.

Tras esos dos primeros orgasmos le dimos un poco de reposo, acariciándola los dos.

  • Venga, móntate en él – le pedí.

R miró para mí y se subió sobre su polla. Así estuvieron un rato, los dos solos, con ella cabalgándole, pero la erección de nuestro invitado empezó a decaer. Mi mujer se dio cuenta y empezó a acariciarle, besarle, lamerle, susurrarle para incrementar su excitación, pero todos sus esfuerzos parecían inútiles. Mi esposa acabó volviendo conmigo y empezó a chuparme la polla hasta dejármela bien dura, y una vez conseguido me montó a mí. En esa postura se volvió a correr. Y luego otra vez. Habiendo satisfecho su calentura miró hacia nuestro invitado.

  • Ven – le dijo a C.

Él se acercó y empezaron a besarse y acariciarse de nuevo pero su pene no recuperaba la dureza. Miré alrededor y vi que había más parejas en el reservado. ¿Sería eso lo que le descentraba? El pene de C seguía fláccido y mi esposa acabó echándose boca arriba encima de mí ofreciéndole su coño. Él volvió a hacerle sexo oral mientras yo la acariciaba y apretaba sus duros pezones. R se corrió así otras dos veces. “Por lo menos el sexo oral se le da bien“, pensé.

Recuperada de los dos orgasmos mi mujer hizo que se sentase apoyado contra la pared y empezó a alternar meneándole la polla y chupándosela. Pero por mucho que mi esposa le decía y hacía su nerviosismo podía más. La dureza no volvía. Entonces una mujer que estaba follando junto a ellos a cuatro patas con su pareja le arrebató el pene a R y empezó a chupárselo mientras su amante le daba desde detrás. La imagen era muy morbosa. C apoyado en la pared con mi esposa besándolo y acariciándolo mientras una segunda mujer le chupaba la polla mientras se la follaban. Pues ni por esas, volvieron a intentarlo y nada y eso que aquello tenía toda la pinta de acabar en un intercambio.

Conociendo a R por un lado la situación con esa pareja le debió dar un morbo terrible pero por otro su marido era yo y se debía sentir violenta así que cuando el hombre de aquella pareja la empezó a acariciar lo rechazó y la pareja se acabó alejando. Mi mujer se volvió hacia mí.

  • Fóllame así – me dijo poniéndose a cuatro patas apoyada casi en el regazo de C.

De rodillas penetré su coño desde atrás durante mucho rato. Ella le acariciaba mientras alcanzaba cuatro orgasmos, uno detrás de otro. Ya cansada la dejé recuperarse. No por mucho rato, acabó echada otra vez encima de mí, boca arriba y con él comiéndole el coño. Tras correrse de nuevo decidimos darnos un descanso y bajamos al jacuzzi. Allí disfrutamos del agua con ella entre los dos. No pude resistirme, empecé a acariciar sus pechos y acabé masturbándola en el agua. C se unió a mí. Durante un buen rato los dos estuvimos disfrutando de sus tetas y pezones mientras la masturbábamos, primero uno, luego el otro y finalmente los dos a la vez penetrábamos su coño con nuestros dedos. R se corrió en el agua cuatro veces más.

  • Vamos otra vez al reservado – dijo mi esposa con los ojos brillantes. Yo sabía que quería terminar lo que había empezado con aquel tío.

Volvimos al reservado. Otra vez él le hizo sexo oral y mi mujer se corrió. Se besaron repetidamente pero de penetración nada, aquel pene no se levantaba. Mi mujer, excitada y cansada de esperar, acabó subiéndose encima de mí y cabalgándome, corriéndose en esa postura una vez más. Él, como siempre que mi mujer y yo follábamos, se masturbaba con ganas pero sin éxito. Yo también me corrí y siguiendo el ritual que había instaurado desde el primer día, R bajó y se tragó cada uno de los disparos de semen que lanzó mi polla, limpiándomela a continuación. C acabó abrazando a mi mujer por detrás echados en el suelo y acariciándola con dulzura. Ni siquiera volvió a intentar follársela aunque le ofrecimos la posibilidad. Acabamos vistiéndonos y marchando de allí.

Fue una noche agridulce. Por un lado mi mujer había disfrutado muchísimo y se había corrido cerca de veinte veces porque en este ambiente no es habitual que las mujeres encuentren hombres dispuestos a hacerles sexo oral. Por otro lado mi mujer se quedó con ganas de ser follada en condiciones por un extraño y correrse con su polla dentro.