Mi mujer no era lo que yo creia (completo)
Por sugerencia de algunos lectores, que este relato no debería haber ido fraccionado en tres partes, me permito reponerlo, con algunas correcciones y en un solo capítulo. Espero así complacerlos y al mismo tiempo agradecer las buenas críticas recibidas por éste y mis otros relatos.
Por sugerencia de algunos lectores, que este relato no debería haber ido fraccionado en tres partes, me permito reponerlo, con algunas correcciones y en un solo capítulo. Espero así complacerlos y al mismo tiempo agradecer las buenas críticas recibidas por éste y mis otros relatos.
Mi mujer no era como yo creía
Con mi mujer llevábamos dos años de casados. Ella, 1.65 de estatura, delgada pero con unos senos preciosos, no muy grandes pero redonditos y muy bien puestos, una colita espectacular, redondita y bien paradita, con una cintura esbelta y una carita bastante infantil a pesar de sus 21 años ya cumplidos, pelo largo castaño claro, algunas pecas en la cara, hacían que no representara ni 18 años.
Yo, un tipo bastante normal, 23 años, 1.76 de estatura y 80 Kg. de peso, algo macizo pero no gordo, con cara bastante agradable pero al parecer con una mirada algo ingenua y no solo la mirada, como verán en mi relato. En resumen, un tipo del montón, agradecido por la beldad que me había tocado desposar.
Ambos estábamos de vacaciones en un balneario cercano a la ciudad donde vivíamos, donde yo estudiaba en la Universidad y trabajaba todo el año, por lo que decidí aprovechar al máximo esas dos escuálidas semanas de vacaciones y hacer en ellas todo lo que no podíamos hacer durante el resto del año. A veces notaba que mi esposa se sentía un poco sola, dado que el tiempo que yo disponía para ella era bastante escaso, entre mis estudios y el trabajo, pero que esperaba poder resarcir en un futuro próximo cuando ya recibiera mi titulo profesional.
Sin embargo, nuestra vida sexual era bastante satisfactoria (o por lo menos así lo creía yo), pues como aun no teníamos hijos, usábamos el método "ahí te pillo, ahí te mato", en nuestras relaciones . Y cada vez que la pillaba jeje. En donde fuera y en el minuto que tuviéramos disponible, follábamos como condenados. La verdad, a ambos nos gustaba bastante el sexo. Eso si, hasta ese momento, en forma bastante convencional, sin esas variaciones eróticas que me habría gustado realizar.
Volvamos al relato. Estando en esa playa, a la cual por supuesto íbamos invitados a la casa de un tío que nos apreciaba mucho, dado que en esa época no contábamos con muchos recursos económicos, igual que muchas parejitas jóvenes, recibimos una invitación, dada las relaciones sociales de nuestro tío, para asistir a un baile de disfraces en el elegante club de yates de esa localidad. En un comienzo, dudé en asistir, dado que era bastante difícil para nosotros contar con un disfraz adecuado para la ocasión, pero viendo la carita de pena de mi mujer, decidimos improvisar algo.
Ella decidió un disfraz bastante adecuado para ella vestirse de colegiala. La verdad es que con una pequeña minifalda tableada a cuadros, que apenas le tapaba los calzoncitos blancos y destacaba su colita parada, una camisita blanca anudada a la cintura, sin sostén (ya que no lo necesitaba, la ley de gravedad aun no la afectaba), dos preciosas trenzas en el pelo y unos calcetines blancos y zapatillas de tenis, no representaba mas de 16 años. Se veía exquisita, como una seductora lolita. La verdad que al verla así me salieron variados instintos pedófilos y estuve apunto de recurrir nuevamente al "ahí te pillo", pero ella me sugirió amablemente que lo dejáramos para después de la fiesta, a la que a ella le daba mucha ilusión asistir.
Yo opte por disfrazarme de vampiro con unos dientes postizos, una chaqueta y pantalones negros, camisa blanca con lazo y una capa que fabricamos sobre la marcha con una tela negra que no se de donde salió. Peinado con gomina y la cara teñida de blanco con los labios pintados rojos, daba bastante el aspecto de un vampiro algo despistado.
Una vez caracterizados en nuestros personajes, tomamos rumbo a la fiesta en el Club de Yates, que estaba solo a tres cuadras de la casa de mi tío. Por el camino mi esposa me sugirió, con algo de sorpresa de mi parte, que nos divirtiéramos un poco fingiendo que no éramos pareja, ya que en esa fiesta nadie nos conocía y podíamos jugar un rato con los otros participantes y después hacer creer que nos emparejábamos allí. Aunque la idea me pareció algo extraña, me excitó un poco el hecho que ella pudiera flirtear libremente con los otros varones de la fiesta, aunque yo mantendría una discreta vigilancia, ya que mi mujer es bastante coqueta, y vestida como iba, mas de alguno querría aprovecharse de ella. Y después yo me serviría de su natural excitación para follármela mas a gusto.
Llegando a la fiesta, inmediatamente noté que las miradas de muchos varones y más de alguna mujer se recreaban con el aspecto de mi mujercita. Las miradas distaban bastante de ser tiernas por su aspecto infantil. La verdad, más de alguno la follaba con la mirada, especialmente algunos treintones que la miraban con cara de lobos feroces.
Ella se notaba muy contenta, moviéndose y contoneándose como una adolescente algo depravada. Nos separamos apenas llegar y yo fui a buscar algunas copas al bar libre, mientras ella era asediada ya por algunos adolescentes que la rodeaban sin disimulo. Me reí para mis adentro al darme cuenta que esos muchachos de 16 o 17 años pensaban que mi mujer era de su edad o menor que ellos y me despreocupé un poco ya que no vi peligro alguno en esos niños. En ese momento me encontré con un compañero de facultad, acompañado de su novia, el cual me saludó alegremente y empezamos a charlar. Me presento a su novia, una preciosa rubia de unos 20 años, con un cuerpo espectacular, disfrazada de odalisca. Mi compañero no conocía a mi mujer, pero sabía que yo era casado y me preguntó por ella. Le dije que andaba por ahí y que cuando la viera se la presentaba.
Seguimos conversando animadamente de nuestros asuntos estudiantiles y la verdad yo estaba bastante distraído con el disfraz de la novia de mi amigo, ya que mostraba más que lo que tapaba y realmente tenía bastante para mostrar. Unos senos preciosos, bastante grandes, apenas tapados por un corpiño de odalisca, del que casi rebasaban a punto de mostrar sus pezones, una estrecha cinturita totalmente descubierta con un piercing en el ombligo y una falda larga de tul transparente que dejaba ver una pequeña tanga debajo. Estaba para comérsela también. Conversando y tomándonos unos tragos, paso un buen rato y de pronto recordé a mi adorada mujercita, a la cual debía vigilar supuestamente. Y no estaba muy equivocado.
Empecé a mirar entre los que bailaban y no podía ver a mi esposa. De pronto, en medio de un grupo de jovencitos que bailaban, la vi. Con una copa en la mano, bailaba sugestivamente con dos niñatos de no más de 16 años, los que se pegaban a ella uno por delante y otro muy junto a su colita, frotando su paquete contra ella. Y ella se veía encantada de la vida y además se notaba que estaba algo achispada. Eso me preocupó. Mi mujer con unas copitas se pone demasiado cariñosa. Y los jóvenes ya se habían dado cuenta de esa debilidad y ya sin disimulo sobaban con ansia los cachetes del culo y los senos de mi mujer, por encima de la ropa aun, afortunadamente. Ella se veía bastante caliente y se dejaba hacer sin mayores problemas.
Al ver que los jovencitos parecían querer llegar a más, empecé a acercarme a donde estaban bailando, con algo de cautela, pero sin pensar que hubiera motivo para preocuparse demasiado.
Mi adorable esposa en ese momento me vio acercarme y me guiñó un ojo, con una sonrisa pícara como dándome a entender que no me preocupara, que controlaba la situación. Me detuve un instante y pensé que no era el lugar ni el momento para hacerles una escena a dos niños por bailar, algo atrevidamente es cierto, con mi mujer, la que tampoco parecía molesta.
Ahí comenzó mi equivocación y demostró que mi cara de ingenuo no era solo eso. ¡Yo era un ingenuo! Claro que en ese momento yo no lo sospechaba siquiera.
Mi mujercita dijo algo a los chicos y viéndome parado en medio de la pista, se me acercó, pegó sus senitos en mi pecho y me dijo dulcemente al oído:
"Mi amor, lo estoy pasando bomba haciendo creer a estos pendejitos que tengo 16 años ¿No te molesta, verdad?".
Me alejé un poco para mirarla a los ojos y viendo en ellos esa picardía que me atrajo desde el primer día, le dije:
"Tesoro, si lo estas pasando bien, no quiero molestarte, pero ten cuidado con las manitos de esos niños".
Ella se rió y me dijo:
Si supieras, ese par de niños ya me invitó al yate de su papa que está anclado en el muelle del Club"
"¿Y tu que les contestaste?, le pregunté.
Con una sonrisa pícara, me dijo:
"Les dije que mi tío (al parecer su tío era yo) no me dejaba andar sola en la noche por la playa".
La miré con algo de desconfianza, paro al ver su ingenua sonrisa, pensé para mí que nada malo podría haber en que jugara un rato con esos dos niñatos, y dándole un beso en la cara, para no echar a perder su juego, le dije:
Te doy media hora mas de juego, luego te viras y vienes conmigo para jugar nosotros, ¿Ya?
"Gracias, mi amor, tu eres lo máximo", me contestó. "quédate cerca del bar o si quieres, saca a bailar a esa rubia que estaba contigo".
Estaba claro que a mi linda esposa no se le pasaba una. Ya se había dado cuenta de la conversación con mi compañero de curso y su novia y además se había dado cuenta que la señorita en cuestión no me era indiferente. Las mujeres
Se dio media vuelta, aprovechando de mostrarme su colita paradita y además bastante expuesta, ya que la minifalda estaba un poco mas arriba que cuando llegamos y mostraba abiertamente sus calzoncitos blancos de colegiala, los que ya estaban metidos entre los cachetes de su culo... ¿Estarían encogiendo? Y se dirigió nuevamente a donde estaba la pareja de jovencitos, con cara de querer seguir la fiesta.
Ese fue mi segundo error de la noche.
Yo por mi parte me dirigí de nuevo a la barra del bar, donde estaba aun mi compañero con su novia. Mi compañero se veía algo borrachito y su novia no parecía muy contenta.
Al llegar a su lado, la novia de mi amigo le pidió a éste si podían bailar. Mi amigo, con cara de estar a punto de caerse al suelo, le dijo con voz algo estropajosa que me sacara a bailar a mí, mientras el se sentaba un rato porque estaba algo mareado.
Ante eso, la rubia odalisca me miró de arriba abajo, y con cara de aprobación me tomó de la mano y sin permitirme alguna excusa (como si yo fuera a hacerlo) me arrastró a la pista de baile, donde tocaban en ese momento un ritmo tropical.
¡Qué manera de moverse esa mujer!. Yo la miraba embobado mientras contorneaba su cuerpo y me miraba con esa sonrisa entre pícara y seductora. Estuvimos así como tres piezas, hasta que de pronto ponen un lento. Me quedé parado, sin saber que hacer. La tomaba en mis brazos (a esa altura yo tenía un bulto de proporciones en mis pantalones, convenientemente cubierto por mi capa de vampiro) o la llevaba de vuelta a la mesa con su novio y me olvidaba de ella.
No me dejó pensarlo mucho. Se acercó a mi y poniéndome los brazos al cuello, se apegó a mi cuerpo y a mi dura erección. Dio un pequeño brinco y luego se apretó más a mí. Ufff. Me dejó helado, y al mismo tiempo muy caliente. Sentía sus pechos sabrosos apegados a mi tórax y para completarla, puso su cabeza en mi hombro y empezó a soplar en mi oído, al ritmo de la canción. Miré a la mesa de mi compañero (a esa altura ya no lo consideraba amigo) y lo vi con el mentón en el pecho y los ojos cerrados. El alcohol ingerido daba sus frutos.
Yo ya estaba empezando a transpirar. Mi esposa no estaba muy lejos y fácilmente se daría cuenta que mi "jueguito" era mas peligroso que el de ella. O al menos eso yo pensaba en ese momento.
La odalisca empezó a restregar su pelvis contra mi paquete, con movimientos circulares. Si alguna vez se lo han hecho, entenderá que mi respiración se hizo más ruidosa y mis manos, sin yo quererlo, se fueron automáticamente a sus nalgas. Para detener el movimiento, yo creo
Bueno, en ese momento me di cuenta que la señorita era solo una calientapollas, ya que al sentir mis manos en su culo, se separó violentamente, me miró a los ojos con cara de enojada y me dijo que quien pensaba que era ella, que su novio estaba al lado y que era mi amigo. Y se dio vuelta indignada, dejándome mas caliente que una plancha y fue a despertar a su novio para marcharse.
Con una calentura de mil demonios, y rogando que mi dulce esposa no se hubiera dado cuenta del espectáculo, empecé a buscarla. No la veía por ninguna parte.
Exploré la pista, la barra, las mesas. Nada. Ni ella ni el par de muchachos.
Ya algo preocupado (ya era hora), fui a los baños. Pregunté a una chica que iba saliendo y me dijo que dentro no había nadie con su descripción.
En ese momento (al fin, estúpido) vino a mi mente la invitación al yate del papi
Pensé: "¿Será posible que a mi mujer se le hayan pasado un poco las copas y salió a refrescarse un poco?" Hasta mis pensamientos eran imbéciles en esa época.
Tomé hacia la puerta que daba al muelle del Club de Yates y me encaminé hacia un grupo de hermosos yates que estaban amarrados a él.
No se veía un alma, eran ya las tres de la mañana y usualmente nadie navega a esa hora. O eso creía yo, al menos.
Me llamó la atención que uno de los últimos yates anclados tenía las luces de cabina encendidas. Me acerqué lentamente, procurando no hacer ruido (a esas alturas lo estúpido ya se me estaba pasando) y al llegar al lado del yate, uno grande de unos 30 metros de largo, noté algunos ruidos y quejidos provenientes de su cabina.
Subí silenciosamente a cubierta y me asomé por una claraboya.
En ese momento se me vino el alma a los pies. En la cabina estaba mi dulce esposa sin su camisa y los pechos al aire, con su minifalda enrollada en la cintura y en posición de perrito, chupando la verga de uno de los adolescentes, mientras el otro la penetraba por atrás. No supe en ese momento si por la vagina o por el ano. En todo caso, a mi nunca me había permitido aún hacérselo por la vía posterior, así que (otra vez el ingenuo) pensé que era por su almejita.
Ella no se veía borracha, como yo pensaba. Su cara era de una calentura absoluta y sus movimientos sobre la verga del jovenzuelo eran extremadamente violentos. Yo estaba paralizado. No sabía que hacer. Mi dulce mujercita estaba en una orgía con dos menores de edad (aunque no de tamaño, ya que sus vergas no eran menores que la mía). Y lo estaba gozando como nunca gozó antes conmigo.
Movía sus caderas con movimientos circulares, como pidiendo mas verga, mientras chupaba con ansia el pene erecto del otro mozalbete. A ese paso calculé que éste no aguantaría mucho más y me dispuse ver como mi mujer lo retiraba de su boca para dejarlo botar su semen, como hacía conmigo.
Nuevamente me sorprendió. El jovencito de pronto tensó sus músculos, echo la cabeza atrás, evidentemente estaba eyaculando dentro de la boca de mi dulce esposa. Y a mí apenas me lo chupaba de vez en cuando porque decía que le daba asco. Para completarla, vi como su garganta se movía y tragaba uno tras otro los chorros de su joven amante, sin dejar salir ni una gota. Y poniendo cara de deleite como si fuera leche condensada. Además, le limpió completamente la verga con su lengua hasta dejarla reluciente.
El muchacho se dejó caer en uno de los butacones de la cabina, mientras el otro levantaba a mi mujer sin sacar su verga, se dejaba caer en otro butacón y la siguió follando con entusiasmo, sentada en sus ingles. En ese momento me di cuenta de lo que ya temía. El tipo la tenía ensartada por el culo. Y ella gozaba con una cara de yegua desbocada que jamás le había visto. ¿No me había dicho ella que por ahí dolía mucho?
A esas alturas yo ya tenía la verga como piedra, al mismo tiempo que en mi cabeza pasaban mil recuerdos de nuestro matrimonio. No sabía que hacer.
¿Interrumpir la orgía, dar un par de mamporros a esos dos niños y llevarme a mi esposa de un brazo? ¿Darme media vuelta, ir a la fiesta y esperar que volviera mi dulce esposa como si no hubiera pasado nada? ¿O por ultimo, irme a la casa de mi tío, tomar mis cositas, volver a la ciudad e iniciar los trámites del divorcio?
Con la indecisión fija en mi mente, seguí observando, mientras automáticamente llevaba mi mano derecha a mis genitales. La escena se veía claramente por la claraboya del yate. Yo podía verlos, pero ellos al parecer no podían verme por la oscuridad exterior.
Mi dulce esposa seguía cabalgando sobre las piernas del jovencito, mientras el otro parecía ya repuesto de la sublime mamada que le había hecho recién la mujer que se suponía compartiría mi vida para siempre. Su verga, de morcillona ya empezaba a erguirse nuevamente y mi mujer la empezó a mirar con cara de golosa. ¡Qué energía la de la juventud!
Algo se dijeron entre los dos jóvenes que yo no pude escuchar bien, pero en seguida mi mujer se levantó, dándose vuelta y montándose con las piernas abiertas sobre las extremidades extendidas de su sodomizador, se introdujo el pene de este en su vagina, lentamente. Ahí pude observar que el pene de ese jovencito era de dimensiones mas que generosas, con mucha pena debí reconocer que era mas grueso y largo que el mío, y eso que el de su servidor es bastante adecuado. (Ya se que en estas historias todos los protagonistas tienen grandes penes, inmensos mástiles que hacen delirar a las mujeres que los prueban. No es mi caso. El mío mide sus 16 cm. en erección y unos 5 cm. de circunferencia). Pero el pene del muchachito no media menos de 20 cm. y unos 8 de circunferencia. ¿Qué comen estos niños hoy día?
Mi mujer, en todo caso, no hizo ningún gesto que demostrara incomodidad o molestia y se fue introduciendo los 20 cm. en su almejita, lentamente y sin pausa.
En esta posición, quedó con su colita levantada y sus cachetes del culo bastante abiertos. El segundo participante se acercó por atrás, meneando su verga con la mano, se la humedeció con saliva y la introdujo de una vez en el hermoso culito de mi querida esposa. Ella levantó la cabeza un momento, gimió un poco solo un poco y se dejo llevar por el par de púberes en un ritmo de mete y saca que parecía ensayado por lo eficiente que resultaba. Una doble penetración en todo su esplendor.
Ni un gesto de dolor. Ni una expresión de molestia. Solo la mirada extraviada, con sus ojos nublados por el placer. Su lengua humedecía sus labios mientras jadeaba con frenesí. Se veía que estaba gozando al máximo
Mi conciencia me decía que debía hacer algo, no seguir observando como un estúpido cornudo y voyerista, además. Pero la sensación de impotencia al ver a la que hasta hoy había creído una dulce e ingenua esposa convertida en una putita de miedo no me permitía moverme.
.Mis piernas no me respondían. Estaba descubriendo facetas de mi esposa que ni en el escaso tiempo que llevábamos casados ni en el periodo previo de noviazgo jamás habría soñado que tenía. Era una perfecta puta follando. Y pensar que yo jamás quise insistir en el sexo anal por miedo a ofenderla.
Ahí estaba, sometida por dos muchachitos que tenían por lo menos 4 años menos que ella, sin pudor y lo peor al parecer se había olvidado hasta que yo existía, que habíamos venido juntos a la fiesta y que a estas horas ya la andaría buscando.
Estaba observando aún cuando noté de pronto que ella miraba fijamente a la claraboya donde estaba yo me estaba viendo y me guiñó un ojo y saco la lengua con un gesto de picardía.
Casi me caigo de cubierta. Ella sabía que yo la estaba observando y continuaba follando como si nada. Ahí si que se me doblaron las rodillas y, aunque parezca extraño, eyaculé en mis pantalones sin siquiera tocarme. Mientras sentía correr el semen por mis calzoncillos, trataba de explicarme que estaba ocurriendo., pero mi mente no me permitía hilar ningún pensamiento lógico.
En ese momento, pude notar que los tres llegaban a un orgasmo simultáneo y ahí si escuché los gritos de mi mujer, unos gritos que jamás había lanzado conmigo. Y mientras acababa, me miraba fijamente a través de la claraboya, con la vista nublada por el placer. En ese instante descubrí que mi mujer no podía satisfacerse nunca más solamente conmigo.
Ese sería mi destino. Ya jamás sería igual nuestra relación.
Lo malo es que todo lo que había visto me había excitado al máximo, incluso con la sensación de celos quemándome el pecho.
Pero después de todo si ella podía hacer con esos muchachos lo que hizo ahora no podría negarse a hacer lo mismo conmigo. Era para pensarlo. Quizás no fuera tan mala idea seguir con ella