Mi mujer no era como yo creia (2)

En la fiesta de disfraces siguen las desventuras del ingenuo cornudo.

Mi mujer no era como yo creía (2)

Estábamos en el baile de disfraces, con mi joven y hermosa esposa disfrazada de quinceañera, bailando con dos púberes que pensaban que era de su edad. Al ver que los jovencitos parecían querer llegar a más, empecé a acercarme a donde estaban bailando, con algo de cautela, pero sin pensar que hubiera motivo para preocuparse demasiado.

Mi adorable esposa en ese momento me vio acercarme y me guiñó un ojo, con una sonrisa pícara como dándome a entender que no me preocupara, que controlaba la situación. Me detuve un instante y pensé que no era el lugar ni el momento para hacerles una escena a dos niños por bailar, algo atrevidamente es cierto, con mi mujer, la que tampoco parecía molesta.

Ahí comenzó mi equivocación y demostró que mi cara de ingenuo no era solo eso. ¡Yo era un ingenuo! Claro que en ese momento yo no lo sospechaba siquiera.

Mi mujercita dijo algo a los chicos y viéndome parado en medio de la pista, se me acercó, pegó sus senitos en mi pecho y me dijo dulcemente al oído:

"Mi amor, lo estoy pasando bomba haciendo creer a estos pendejitos que tengo 16 años ¿No te molesta, verdad?".

Me alejé un poco para mirarla a los ojos y viendo en ellos esa picardía que me atrajo desde el primer día, le dije:

"Tesoro, si lo estas pasando bien, no quiero molestarte, pero ten cuidado con las manitos de esos niños".

Ella se rió y me dijo:

" Si supieras, ese par de niños ya me invitó al yate de su papa que está anclado en el muelle del Club"

"¿Y tu que les contestaste?, le pregunté.

Con una sonrisa pícara, me dijo:

"Les dije que mi tío (al parecer su tío era yo) no la dejaba andar sola en la noche por la playa.

La miré con algo de desconfianza, paro al ver su ingenua sonrisa, pensé para mí que nada malo podría haber en que jugara un rato con esos dos niñatos, y dándole un beso en la cara, para no echar a perder su juego, le dije:

" Te doy media hora mas de juego, luego te viras y vienes conmigo para jugar nosotros, ¿Ya?

"Gracias, mi amor, tu eres lo máximo", me contestó. "quédate cerca del bar o si quieres, saca a bailar a esa rubia que estaba contigo".

Estaba claro que a mi linda esposa no se le pasaba una. Ya se había dado cuenta de la conversación con mi compañero de curso y su novia… y además se había dado cuenta que la señorita en cuestión no me era indiferente. Las mujeres

Se dio media vuelta, aprovechando de mostrarme su colita paradita y además bastante expuesta, ya que la minifalda estaba un poco mas arriba que cuando llegamos. ¿Estaría encogiendo?. Y se dirigió nuevamente a donde estaba la pareja de jovencitos, con cara de querer seguir la fiesta.

Ese fue mi segundo error de la noche.

Yo por mi parte me dirigí de nuevo a la barra del bar, donde estaba aun mi compañero con su novia. Mi compañero se veía algo borrachito y su novia no parecía muy contenta.

Al llegar a su lado, la novia de mi amigo le pidió a éste si podían bailar. Mi amigo, con cara de estar a punto de caerse al suelo, le dijo con voz algo estropajosa que me sacara a bailar a mí, mientras el se sentaba un rato porque estaba algo mareado.

Ante eso, la rubia odalisca me miró de arriba abajo, y con cara de aprobación me tomó de la mano y sin permitirme alguna excusa (como si yo fuera a hacerlo) me arrastró a la pista de baile, donde tocaban en ese momento un ritmo tropical.

¡Qué manera de moverse la mujer!. Yo la miraba embobado mientras contorneaba su cuerpo y me miraba con esa sonrisa entre pícara y seductora. Estuvimos así como tres piezas, hasta que de pronto ponen un lento. Me quedé parado, sin saber que hacer. La tomaba en mis brazos (a esa altura yo tenía un bulto de proporciones en mis pantalones, convenientemente cubierto por mi capa de vampiro) o la llevaba de vuelta a la mesa con su novio y me olvidaba de ella.

No me dejó pensarlo mucho. Se acercó a mi y poniéndome los brazos al cuello, se apegó a mi cuerpo… y a mi dura erección. Dio un pequeño brinco… y luego se apretó más a mí. Ufff. Me dejó helado, y al mismo tiempo muy caliente. Sentía sus pechos sabrosos apegados a mi tórax y para completarla, puso su cabeza en mi hombro y empezó a soplar en mi oído, al ritmo de la canción. Miré a la mesa de mi compañero (a esa altura ya no lo consideraba amigo) y lo vi con el mentón en el pecho y los ojos cerrados. El alcohol ingerido daba sus frutos.

Yo ya estaba empezando a transpirar. Mi esposa no estaba muy lejos y fácilmente se daría cuenta que mi "jueguito" era mas peligroso que el de ella. O al menos eso yo pensaba en ese momento.

La odalisca empezó a restregar su pelvis contra mi paquete, con movimientos circulares. Si alguna vez se lo han hecho, entenderá que mi respiración se hizo más ruidosa y mis manos, sin yo quererlo, se fueron automáticamente a sus nalgas. Para detener el movimiento, yo creo

Bueno, en ese momento me di cuenta que la señorita era solo una calientapollas, ya que al sentir mis manos en su culo, se separó violentamente, me miró a los ojo con cara de enojada y me dijo que quien pensaba que era ella, que su novio estaba al lado y que era mi amigo. Y se dio vuelta indignada, dejándome mas caliente que una plancha y fue a despertar a su novio para marcharse.

Con una calentura de mil demonios, y rogando que mi dulce esposa no se hubiera dado cuenta del espectáculo, empecé a buscarla. No la veía por ninguna parte. Exploré la pista, la barra, las mesas. Nada. Ni ella ni el par de muchachos.

Ya algo preocupado (ya era hora), fui a los baños. Pregunté a una chica que iba saliendo y me dijo que dentro no había nadie con su descripción.

En ese momento (al fin, estúpido) vino a mi mente la invitación al yate del papi

Pensé: "¿Será posible que a mi mujer se le hayan pasado un poco las copas y salió a refrescarse un poco?" Hasta mis pensamientos eran imbéciles en esa época.

Tomé hacia la puerta que daba al muelle del Club de Yates y me encaminé hacia un grupo de hermosos yates que estaban amarrados a él.

No se veía un alma, eran ya las tres de la mañana y usualmente nadie navega a esa hora. O eso creía yo, al menos.

Me llamó la atención que uno de los últimos yates anclados tenía las luces de cabina encendidas. Me acerqué lentamente, procurando no hacer ruido (a esas alturas lo estúpido ya se me estaba pasando) y al llegar al lado del yate, uno grande de unos 30 metros de largo, noté algunos ruidos y quejidos provenientes de su cabina.

Subí silenciosamente a cubierta y me asomé por una claraboya.

En eso momento se me vino el alma a los pies. En la cabina estaba mi dulce esposa sin su camisa y los pechos al aire, con su minifalda enrollada en la cintura y en posición de perrito, chupando la verga de uno de los adolescentes, mientras el otro la penetraba por atrás. No supe en ese momento si por la vagina o por el ano. En todo caso, a mi nunca me había permitido aún hacérselo por la vía posterior, así que (otra vez el tonto) pensé que era por su almejita.

Ella no se veía borracha, como yo pensaba. Su cara era de una calentura absoluta y sus movimientos sobre la verga del jovenzuelo eran extremadamente violentos. Yo estaba paralizado. No sabía que hacer. Mi dulce mujercita estaba en una orgía con dos menores de edad (aunque no de tamaño, ya que sus vergas no eran menores que la mía). Y lo estaba gozando como nunca gozó antes conmigo. Movía sus caderas con movimientos circulares, como pidiendo mas verga, mientras chupaba con ansia el pene erecto del otro mozalbete. A ese paso calculé que éste no aguantaría mucho más y me dispuse ver como mi mujer lo retiraba de su boca para dejarlo botar su semen, como hacía conmigo.

Nuevamente me sorprendió. El jovencito de pronto tensó sus músculos, echo la cabeza atrás, evidentemente estaba eyaculando… dentro de la boca de mi dulce esposa. Y a mí que apenas me lo chupaba de vez en cuando porque decía que le daba asco. Para completarla, vi como su garganta se movía y tragaba uno tras otro los chorros de su joven amante, sin dejar salir ni una gota. Y poniendo cara de deleite como si fuera leche condensada. Además, le limpió completamente la verga con su lengua hasta dejarla reluciente

El muchacho se dejó caer en uno de los butacones de la cabina, mientras el otro levantaba a mi mujer sin sacar su verga, se dejaba caer en otro butacón y la siguió follando con entusiasmo, sentada en sus ingles. En ese momento me di cuenta de lo que ya temía. El tipo la tenía ensartada por el culo. Y ella gozaba con una cara de yegua desbocada que jamas le había visto. ¿No me había dicho ella que por ahí dolía mucho?

A esas alturas yo ya tenía la verga como piedra, al mismo tiempo que en mi cabeza pasaban mil recuerdos de nuestro matrimonio. No sabía que hacer. ¿Interrumpir la orgía, dar un par de mamporros a esos dos niños y llevarme a mi esposa de un brazo? ¿Darme media vuelta, ir a la fiesta y esperar que volviera mi dulce esposa como si no hubiera pasado nada?. ¿O por ultimo, irme a la casa de mi tío, tomar mis cositas, volver a la ciudad e iniciar los trámites del divorcio?

CONTINUARA

NOTA: Esta historia surge de mi imaginación calenturienta solamente. Nunca ocurrió…. O al menos eso espero. En todo caso, ojalá que mi esposa jamás lea esta historia… podría ocasionarme algún problema. Gracias a Dos, mi mujer no tiene idea de para que sirve una computadora y no creo que entre a estas páginas.

A los que comentaron la primera parte de mi relato, les di el gusto escribiendo algo mas largo y mas caliente. En todo caso, muchas gracias por sus críticas a mi primer relato. Me hacen sentir ganas de seguir escribiendo.