Mi mujer, mi perrita
Lo placentero de los encuentros sexuales con mi mujer, mi perrita Ogeida.
Aquel día de trabajo se me había hecho interminable, atendía un sin numero de llamadas telefónicas y atendía a los clientes de mi oficina que no daban espera, era un día de esos que uno deseaba que nunca llegaran, era el fin de trimestre y tenia que terminar unos informes para la casa matriz en USA, así que cuando despachamos los informes finales, me marche de inmediato a mi departamento.
Mi linda mujer Ogeida, y a la que yo llamaba cariñosamente "Mi Perrita", con la que ya llevábamos casi 6 meses de feliz matrimonio, me había llamado para informarme que saldría de compras y que regresaría un poco tarde, efectivamente cuando llegue a mi casa no estaba, me desnude dejándome únicamente el interior y me acosté, me dolía todo el cuerpo, solo deseaba descansar.
Extrañaba en ese momento a mi esposa, pues ella era muy cariñosa y en ese momento deseaba que me diera un buen masaje como solo ella sabia hacerlo, recordé sus magnificas nalgas y lo delicioso que hacíamos el amor, de inmediato mi verga se desperezo, deseaba masturbarmeme, pero era tanto el cansancio que quede profundamente dormido.
Me despertó un ruido en la cocina, sin duda era mi mujer que preparaba la cena, la llame y de inmediato apareció ella en una tanga blanca diminuta y un delantal de cocina, me beso tiernamente diciéndome que no había querido despertarme, que ya casi estaría lista la cena, me mostró algunas de las cosas que había comprado, ropa sexy y linda, tanguitas, brasieres, minis, medias veladas y otras cosas, en casa generalmente andábamos desnudos, pues como recién casados cogíamos a cualquier hora y lugar, me enderece un poco para acariciar su redondo culito y besarla y sentí un gran dolor en la espalda.
Ella como siempre atenta y cariñosa me preparo la tina para darme un baño. Ella misma me ayudo a parar y me acompaño al WC donde me desnudo acariciando brevemente mi miembro, lo masajeo muy suavemente mientras me besaba, me dejo en la tina y se fue a seguir con las cosas de la cocina, era muy hermosa!!!!!, Ahí se me ocurrió que lo mejor era un buen masaje para que me aliviara la tensión, salí del baño y me tendí sobre la cama, de espalda y desnudo, llamando a mi hermosa mujer, quien como siempre corrió a ver que necesitaba su hombre, le dije lo que deseaba y ella salió y regreso al rato con todo su set de cremas.
Se encaramo sobre mis nalgas, sintiendo el suave contacto de su verga, primero me esparció un líquido por los hombros. Con sus manos encremadas me masajeo la espalda, los muslos y las pantorrillas, besándome suavemente en el cuello de vez en cuando, restregaba su cuerpo contra el mío produciéndome un gran placer. Las nalgas las dejo para el final. Yo estaba con los ojos cerrados, disfrutando del alivio que da un buen masaje después de un día intenso de trabajo. Así estaba, en las nubes, cuando siento sus manos en mi trasero, como sus dedos se escabullían por mi raja anal, no hice nada para impedírselo, al contrario, aquello me agradaba en extremo. Me separó las piernas, dándome masaje en mi orificio y en las bolas untadas de aceite. Mi cuerpo empezó a responder, poniéndose dura mi verga. La sentía como tomaba posición entre las sábanas y mi estomago.
Separe mis nalgas con mis manos para que mi esposa que estaba besando mi culo, tuviese mas facilidad en penetrarme con su maravillosa lengua, ensalivaba mi ano pasando su lengua una y otra vez, me di la vuelta, y abr los ojos; Mi mujer se habia desnudado y me quede atónito al ver su verga, creo que superaba los 20 cm, nunca se la habia visto tan erecta y gruesa. Mi Perrita Ogeida se vuelve a agachar, pero esta vez a mamar mi polla. Yo me tendí en la cama, dejándolo que hiciera su trabajo, no se si seria parte del masaje pero me encantaba, nadie nunca me comía la verga como mi hembra, succionaba de una manera deliciosa mientras apretaba mis bolas, recorría mi tallo de una manera exquisita, sabia cuanto adoraba mi verga y lo feliz que me hacia, entre suspiro y suspiro eyacule en su boca, él se trago todo mi liquido seminal, ya que no sentí que abandonará nunca mi pene, mientras me succionaba. Abrí los ojos y lo vi con toda la boca blanca que chorreaba de mis líquidos. Note que su herramienta estaba erecta, deseosa tal vez que me la comiera, sus líquidos pre seminales bajaban hasta la sabana, dude en echarme ese pedazo de carne en la boca, pero quería agradecerle, me levante, agarrando sus huevos con las manos, los palpe. Luego agarré su miembro, estaba muy duro y caliente, echándomelo en la boca, lo sostuve un buen momento en la boca, humedeciéndolo todo, para después dar vuelta al mástil con la lengua, estábamos en esto cuando sentí olor a quemado, mi mujer retiro su pene de mi boca y salió escaleras a bajo a ver que pasaba, me quede con ganas de cogermelo y tal vez de que me cogiera.
Al rato subió mi esposa llorando, se había quemado la cena, la bese tranquilizándola y acariciando sus nalgas se acomodo en la cama, cogí el teléfono y llame a un autoservicio, pedimos pollo frito con papas a la francesa, nos acomodamos en la cama desnudos para comer y mi mujer hizo algo que me puso de nuevo la verga a tope, untaba la papa frita con salsa de tomate y luego la embadurnaba en mi glande, se comía la papa y me chupaba la cabeza lamiendo la salsa, en cuestión de segundos la tenia erecta y embadurnada de su saliva.
Mi Perrita se puso de pie, doblándose sobre la cama y dándome la espalda, abrió sus nalgas con las manos. En el centro de los blancos y firmes glúteos, se rebeló un agujero negro y apretado que cerraba su esfínter, estaba totalmente depilado, sentía mi verga a punto de estallar, y la suya estaba exactamente igual y cada vez más pegada a su estómago.
Distraídamente le acerqué mi mano a sus nalgas, calientes y suaves, más que las de cualquier mujer. Ella continuaba mostrándome el canal de su culito y, sin pensarlo dos veces, lo besé. Pareció estremecerse un poco cuando seguí con la lengua el surco en busca del ojete. Al llegar a él, presioné ligeramente y noté a las claras como mi lengua entraba un poco en su interior. Gimió como una perra en celo y seguí abriendo el ano con mi lengua. Mi esposa comenzó a sobarse la polla y a decirme que se la metiese, que ya no aguantaba más, cogí como pude el frasco de salsa de tomate y un condón.
Ella insistió en ponérmelo mientras yo le embadurnaba su culo con la salsa. Se puso como estaba, dándome la espalda y abriendo sus cachetes cuando le apunté al agujero. La tragó bastante fácil y sin dolor, prueba de nuestras continuas folladas. Quedamos un momento parados, ya con mi tranca en su interior hasta que él tomó la iniciativa. Se puso a moverse como una perrita, clavándose y desclavándose el falo que, según él, sentía calientito y más rico que nunca. Enseguida le acompañé con mis propias acometidas, con lo que conseguíamos unas penetraciones profundísimas, más placenteras que nunca. Sus músculos rectales aprisionaban toda mi verga que pugnaba por meterse más adentro aún cuando mis huevos chocaban con sus nalgas. Parecía increíble lo bien que decía estar pasándolo con mi tolete taladrándole, tanto que me fui excitando todavía más al pensar como iba a sentirlo yo. Debió darse cuenta, ya que le pareció que la polla que lo empalaba crecía un poco más. -¿cómo lo sientes cariño?-, le pregunté entre jadeos. Por toda respuesta, como pudo, se doblo y me beso apasionadamente, -No pares, metemela mas, amor, que delicia de verga tienes papi- mi pene en su trasero entraba y salía con gran facilidad, aquello era el cielo, pase mis manos por delante y palpe su tronco, estaba totalmente mojado, comencé a pajearlo siguiendo los movimientos de mis embestidas, era como si su verga fuese una prolongación de la mía que lo atravesaba. El placer me invadió en oleadas, las mismas que yo le lancé de semen que quedó recogido en el condón. Quedamos un rato inmóviles, mi verga clavada completamente en su ano hasta que se me aflojó del todo y se la saque.
Mi mujer me quito el condón escurriendo su esperma sobre una papa frita que se comió con gran deleite, le encantaba mi leche y a mi que ella se la comiera, era la mejor amante del mundo, sin duda alguna, Mi Perrita me señaló su tranca sonriendo y entendí. La tomé casi con miedo y la acerqué a mi boca. Besé el glande mientras él mismo se movía suavemente; viendo que lo de chupar no era lo mío, mi hembra retiro su pene diciéndome que deseaba mas verga, era lo de ella, era mi mujer y como tal tendría que complacerla.
La coloque boca arriba, eleve sus piernas y tomé esta vez el bote de crema y esparcí una buena porción en su precioso ano, cogí sus piernas y yo mismo las puse sobre mis hombros, coloque mi glande en su orto y empuje mis nalgas, su ojete dilatado se trago mi tranca, la culeaba lentamente pero muy profundo, buscando el contacto de nuestras caderas. Le decía que su culo era maravilloso, que era la mujer más sexy y caliente, que la deseaba como nunca, a mí me estaba transportando a otra galaxia. A cada estocada sentía mi polla explotar, veía la verga de Mi Perrita erectarse -¿Mi Perrita se está excitando otra vez?-, tome su tranca y comencé a hacerle una paja salvaje que todavía ponía más cachondo a mi mujer.
Al cabo de poco, sin poder aguantarse, se vino soltando cortos chorros de su lechecita que cayeron, la mayoría, sobre mi pecho aunque alguno de los primeros le alcanzó en su propio pecho y cuello. En ese momento, mis gemidos se intensificaron, quería traspasarlo con mi espada, aumente el ritmo y la fuerza. Daba y daba, bombeaba mi herramienta dentro de su esfínter sin parar, hasta que, entre grandes gritos termine. Unas cuantas sacudidas me indicaron mi final, saque mi tranca y mi mujer me quito el condón llevándolo a su boquita y saboreándose con mi descarga chupo mi polla como tantas veces lo hacia.
Luego reclino su cabeza en mi pecho y con su mano en mi verga y la mía en su trasero nos quedamos dormidos.