Mi mujer me pone los cuernos...

Es difícil comenzar una historia donde no quieres ser juzgado por tus acciones, eso le sucedió a mi esposa cuando intentaba contarme que se acostó con otro.

Es difícil comenzar una historia donde no quieres ser juzgado por tus acciones, eso le sucedió a mi esposa cuando intentaba contarme que se acostó con otro. Siempre hemos fantaseado con que ella lo hiciera con alguien que le gustara y que luego me lo contara con lujo de detalles, hasta  el punto de querer estar presente y verla disfrutar del sexo con otro que no fuese yo.

Pensamos que somos una pareja abierta a esas fantasías sexuales que no estamos nunca seguros si cumpliremos o si la oportunidad de llevarlas a cabo se presentarían, pero sucede que llegado el momento quizás no pensamos en el después, vivimos el momento y luego cuando llega la calma nos sentimos llenos de culpa, nos invade la necesidad de aclarar la mente y pensar en nuestra pareja.

La necesidad de trabajo nos llevo a mudarnos lejos de nuestra casa a no menos de 18 horas de viaje por tierra, en la primera oportunidad de vacaciones de nuestros hijos en sus escuelas, mi esposa decidió viajar y visitar a su familia, hacer mantenimiento a nuestro hogar y realizar algunas otras actividades en la ciudad donde residíamos. Estimaba pasar tres semanas que para mí se convirtieron en una interminable espera al tener que encontrarme solo en esa cama cada noche, donde las interminables horas parecía ir a cámara lenta, es difícil de explicar ese sentimiento que queda cuando no tienes a esa persona que amas a tu lado.

Llegado la fecha de su regreso, me invadía la necesidad de tenerla en mis brazos y hacerle el amor desenfrenadamente con pasión y lujuria, morbosidad y fogosidad. Pero mis ansias fueron frenadas por sus palabras y su cara de preocupación ante una frase que no lograba salir de sus labios. Con pausa y esperando mi reacción me dijo: “Me acosté con Maikel”.

Mis palabras fueron: “Me pegaste cacho”, la ansiedad de saber todos los detalles me invadieron, me llene de lujuria y más morbo del que podría imaginar, pensaba bien mis palabras no quería que se sintiera herida y mucho menos cohibida, quería los detalles, mi miembro se sentía a reventar el solo pensarla mamándole el huevo  y cogida por este hombre que ya yo sabía la había tenido.

La abrase y la bese, le susurre al oído cuéntame con lujo de detalle cómo te ha cogido, te gusto, lo disfrutaste, acabaste, la invadía de preguntas que ella no conseguía contestar antes de que yo continuara preguntando y tocándola en todas sus partes, para sentirla totalmente humedad con sus senos erectos que lamia y saboreaba como un niño que tiene hambre y de donde no se quiere despegar. Gemía si cesar, mientras contaba con lujos de detalle como la cogió su Maiker….

Maiker, es un conocido de ella de su juventud, esposo de una amiga que hace mucho tiempo le propuso y llego a hacer un trío entre ellos, pasaron muchos años y se encontraron en este viaje, ella me conto que cuando lo vio recordó nuestras fantasías y él le propuso salir y tener sexo, a lo cual ella a pesar de su temor inicial no dudo en aceptar. Siempre le ha parecido un hombre apuesto, bien dotado, con mucha destreza en el amor y sobre todo le ha gustado la manera en que con ella él siempre se ha portado. Fuero a un hotel, ella obviaba detalles que yo deseaba conocer, quizás por sentirse culpable aunque a la fecha le cuesta contarme, no sé porque si  a mí en particular me excita, me pone cachuo, cachondo, como el propio perro envenenado.

Me conto que él fue al baño, mientras ella se desnudó y lo espero en la cama, el regreso con el preservativo puesto, la tomo en sus brazos y la beso, ella bajo, tomo su huevo entre sus manos y lo llevo a su boca echándole una gran mamada, yo la interrumpía y le preguntaba si era grande, si le gustaba eses huevo, me decía jadeante que sí, que era grueso que no le cabía en la boca completamente, le preguntaba porque el preservativo, que si ella se lo exigió, me decía que el llego con el puesto, pero que le hubiera gustado chupárselo sin eso, porque es muy suave que su cabeza es grande y sabrosa, sus palabras parecían martillos en mi bolas que me provocaban acabar, quería saber más como se la cogía, no sé si era puro placer y envidia al mismo tiempo, o es que en definitiva soy un simple cornudo que le gusta que le cojan a su mujer.

Mientras le provocaba placer con mis dedos en su sexo, este seguía humedeciéndose más y más, parecía un gran río de jugos de placer, se retorcía cada vez que suavemente acariciaba su clítoris y metía uno y dos dedos en esa caliente cueva, perdí la cuenta de las veces que la hice acabar.

Cuando me di cuenta la tenía tomando mi huevo y con el mayor de los placeres que un hombre puede sentir, paso su lengua por mi glande y abriendo su boca lo engullo completamente, no se decir como lo hace pero es increíble su forma de mamar, estoy seguro que su Maiker esa mamada nunca la va a olvidar. Se la comía, la lamía, la mordía que casi me hace acabar, la levante con mis brazos y le pedí que se subiera encima de mí, así disfrutar su caliente vagina y sus jugos que dejaba escapar.

Se movía frenéticamente, que creía mi miembro iba a arrancar, con movimientos como si fuera la puta más puta, que yo nunca jamás habría de pagar. Llegamos juntos frenéticamente, con el placer de mi leche dentro de su cuca, que corría entre sus piernas como un néctar que desharía tomar. Nos abrazamos y a su oído susurre, que me hubiese gustado verla culiandose ese huevo  y su boca beso la mía en señal del amor que nos une y espero esta historia no sea el final.