Mi mujer me permitió hacer lo que había fantaseado

Aproveché mi cumpleaños para convencer a mi mujer para hacer todas las fantasías que había elaborado durante el verano, sobretodo el sexo anal.

Era agosto, mi mujer Lucía y mi familia se habían ido de vacaciones a casa de mi suegra y me había quedado solo durante tres semanas porque tenía que trabajar. Durante ese tiempo, aburrido como una ostra, me había pasado los ratos que estaba en casa delante del ordenador porque la televisión era insufrible, jugando a juegos on-line, haciendo solitarios y, sobre todo, viendo y leyendo porno, porque los relatos eróticos dejan volar la imaginación y me excitan aún mas que el visionado de videos que muchas veces se ven que no son reales.

Durante esas semanas, cada vez que veía o leía algo nuevo que me excitaba, pensaba en la forma de hacérselo a Lucía, mi mujer, en cuanto llegara a casa.

Ella estaba bastante aburrida en sus vacaciones, y desando volver, y yo desando que volviera para hacerle todo lo que estaba aprendiendo en mis visitas a Internet y lo que mi calenturienta imaginación iba creando.

Llegó el gran día y, por fin, regresó con el resto de la familia, pero por suerte para mí, era mi cumpleaños y mi mujer no puso pegas en que los niños pasaran la noche con los abuelos para poder salir a cenar tranquilamente, lo que me venía de perlas para lo que tenía preparado para esa noche.

Efectivamente nos fuimos a cenar, a un sitio al que no habíamos ido antes, muy romántico, lo que era una novedad pues con los niños era casi imposible tener un momento para nosotros. No volvimos demasiado tarde, pero en cuanto entramos por la puerta empecé a quitarle la ropa mientras la besaba apasionadamente. Casi a empujones la llevé hasta la cama dejándola solo con su sujetador y su tanga y, en ese momento, le dije que esa noche iba a ser mía, pero totalmente mía, su cuerpo era mío y podía hacer con el lo que quisiera, por donde quisiera. Ella al principio era un poco reacia, porque nunca había querido realizar prácticas, digamos, fuera de lo habitual. Aunque yo había insistido varias veces, y en alguna de ellas lo había conseguido, esa noche estaba empeñado en hacer con ella todas las fantasías que llevaban tres semanas rondando por mi cabeza y que habían hecho que me masturbara compulsivamente durante ese tiempo. Ella dudó un momento, pero al final aceptó y me dispuse a hacerla pasar una noche de placer inolvidable. Sin dejar de besarla, lo cual la excitaba mucho, empecé a acariciar todo su cuerpo, su cara, su cuello, su espalda y poco a poco fui bajando las manos hasta su culo y sus piernas. Durante un buen rato me dediqué a recorrer su cuerpo que tan bien conocía hasta que noté por sus gemidos que estaba en el punto de placer que buscaba, en ese momento le quité el sujetador y comencé a besar suavemente sus grandes pechos por todas partes, especialmente por la zona inferior, que sé que es la que le da mas placer. Después, con la punta de la lengua le lamí los pezones de forma circular por la areola al principio y luego con pequeños mordisquitos los pezones hasta que estos se pusieron turgentes y sensibles, momento en el que empecé a chuparlos, primero con delicadeza y luego con fuerza hasta hacerla un poco de daño.

Estaba excitadísima, tanto como yo, que solo llevaba un bóxer puesto y estaba a punto de reventarlo con la polla como la tenía. Pasé la mano a su clítoris por encima del tanga, lo que la provocó otro gemido, y se lo acaricié durante unos segundos y en un momento dado se lo retiré a un lado e introduje un dedo, muy suavemente, en su vagina, comprobando muy gratamente, que estaba empapada por dentro. Metí otro dedo y empecé a masturbarla mientras Lucía se retorcía buscando la postura más cómoda y la que mas placer le producía, así estuve un rato hasta que noté como apretaba sus muslos aplastándome la mano, lo que indicaba que estaba a punto de correrse.

En ese momento saqué los dedos y le dije que no iba a ser tan rápido que tendría que esperar un poco mas, la puse boca abajo y empecé a besar el tatuaje tribal que tenía detrás del cuello, lo que la excitaba particularmente, y a mí también. Continué lamiendo su espalda hacia abajo hasta que llegué a su ano, ella se revolvió pero la recordé que ese día su cuerpo era mío y podía hacer con ella lo que quisiera. Se sentía extraña, pero estaba tan excitada que se dejó hacer. Empecé a lamer muy despacio alrededor del ano, acercándome poco a poco a su abertura hasta que metí la lengua dentro. Ella se estremeció, pero no se movió, y yo seguí metiendo y sacando la lengua durante un buen rato, en un momento dado empecé a acariciarlo con un dedo, presionándolo hasta que suavemente entró dentro y comencé a moverlo circularmente, viendo como el ano se iba dando de sí. Volví a besarla y metí dos dedos en su vagina, que estaba más húmeda que antes si cabe, y el pulgar, inadvertidamente, lo metí en el ano, apretando la mano, lo que provocó que Lucía se retorciera de placer. Así estuve unos minutos, viendo como disfrutaba y jadeaba por las sensaciones que le producía, así que decidí pasar a un nuevo juego. Saqué la mano de su vagina y ella protestó, diciendo que quería mi polla dentro de ella, pero le dije que no se preocupara, que se la daría en su momento, pero que el juego no había acabado todavía.

Metí la mano en el cajón de la mesilla y saqué nuestros juguetes, un consolador a pilas, unas bolas chinas, unas esposas con pelillos rosas y un bote de vaselina. Ella cogió el consolador pero le dí un palmetazo en la mano y se lo quité. “El juego es mío, y yo decido como jugamos”, así que le puse las esposas y la coloqué boca abajo con el culo en pompa. “¿Qué me vas a hacer? Preguntaba. “Ya lo verás”, le contesté. Abrí el bote de vaselina y con un dedo cogí una buena cantidad poniéndola en su ano. Con el dedo empecé a introducirla muy suavemente y muy despacio. Cada vez entraba y salía con mas facilidad, y metí un poco mas, cuando consideré que estaba preparado saqué las bolas chinas de su envoltorio y las unté de vaselina también minuciosamente. Cuando estuvo todo preparado apreté la primera bola sobre su ano, estaba duro, no entraba fácilmente, tuve a apretar un poco más hasta que entró. Le pregunté que si le había dolido y me dijo que no, que siguiera, cogí la segunda bola e hice lo mismo, la presioné sobre su ano y esta entró mas fácilmente que la primera, quedando fuera únicamente el cordón que permite extraerlas. La ayudé a levantarse y me dijo que casi no las notaba, así que la tumbé boca arriba, cogí el vibrador y se lo introduje en la vagina hasta el fondo, estaba tan lubricada que entró sin dificultad y empezó a gemir y a retorcerse de placer mientras lo metía y sacaba con movimientos rítmicos, en un momento dado cerró las piernas con extrema fuerza, lo que ya he dicho que me indicaba que estaba a punto de correrse, aumenté la fuerza con la que se lo metía y sacaba, y de repente, entre convulsiones, gritó, a pesar de que intentaba no hacerlo, casi no podía respirar, pero yo seguí metiendo y sacando, hasta que en un momento dado me dijo “No puedo mas, sácalo por favor”. Yo lo saqué e inmediatamente empecé a lamerle el clítoris y a chupar todos sus fluidos que rebosaban de su coño húmedo, lo que sabía que le gustaba enormemente.

¿Qué tal ha ido?, le pregunté. “Alucinante”, me dijo ella casi sin respiración, “Ha sido alucinante, el mejor polvo de mi vida”. Quítame las bolas, me dijo. “No, esto no ha acabado” dije. La besé intensamente, feliz de haberla hecho disfrutar de aquel modo. Tenía la boca seca y estaba bañada en sudor, todavía tenía las esposas puestas y las bolas chinas en su interior. Yo estaba a punto de reventar, no me corrí durante su orgasmo de puro milagro, porque me estaba poniendo tan cachondo que no se como no exploté. Le quité las esposas para que pudiera estar más cómoda y le di un preservativo, ella ya sabía lo que tenía que hacer, me lo puso en la punta del pene y con la boca lo fue bajando muy despacio hasta que estuvo totalmente colocado. Yo me tumbé boca arriba y ella se puso encima de mí, estaba impaciente por meter mi polla a punto de explotar en su vagina húmeda, la cogió con la mano, la metió y empezó cabalgarme, estaba excitadísima y las bolas chinas debían hacer su efecto pues casi de inmediato se puso a jadear, de una forma que me pone muy cachondo y que me indica que se va a correr en breve, y así fue, se corrió justo cuando yo me corría, porque ya no podía aguantar mas y reventé.

Nos quedamos los dos tumbados en la cama, exhaustos y empapados de sudor, mi polla palpitaba dentro del preservativo, que estaba lleno de semen, y se me ocurrió una cosa, la prueba definitiva de su sumisión. Me levanté, cogí el consolador y se lo  metí por el coño,  me quité el preservativo con mucho cuidado y le dije, señalando mi polla, “déjala limpia”, ella me miró horrorizada, “Pero que asco”, “hazlo”, le ordené, hoy eres mía. Pensé que no lo haría, pero de repente la cogió con su mano y con la punta de la lengua toco la punta del glande, poco a poco, fue recorriendo mi polla con la punta de su lengua, hasta que, de repente, se la metió entera en la boca y empezó a chupármela como no me lo había hecho nunca. ¿Qué te parece, estar penetrada por tus tres agujeros a la vez?, “No está mal”, me dijo, “me encanta todo lo que me hagas tu”.

Con delicadeza le saqué todos los aparatos que ocupaban sus agujeros y nos abrazamos durante un buen rato en la cama sin decir nada. No podía quitarme lo que había pasado de mi cabeza, “menudo polvazo” y ella lo había disfrutado también, pensando en todo esto, me di cuenta de que mi verga estaba otra vez empalmada, y yo con ganas de mas, así que como estábamos abrazados de forma que me daba la espalda, comencé a lamerle el lóbulo de la oreja, lo que la excita mucho, a darle mordisquitos, luego pasé a su cuello, se lo besé, esta vez no hizo movimientos, porque, como tengo barba, a veces le hace cosquillas, la oía hacer ruiditos de placer, pasé al tatuaje de su cuello, que tanto me pone, a la par que hacía esto con las manos la acariciaba la cara y los senos, y empecé a rozar con mi pene erecto su clítoris desde atrás. Cuando noté que estaba otra vez cachonda, decidí probar una cosa que no habíamos practicado nunca, y esta era la oportunidad, la penetración anal. La coloqué boca abajo como la primera vez, cogí la vaselina, metí un poco con el dedo, y esta vez fue mucho mas fácil, porque las bolas chinas habían dejado suficiente espacio, así que me puse detrás y muy despacio se la fui metiendo hasta que ya no pude mas. ¡ tenía toda mi polla en su culo !, siempre había querido hacerlo, y parecía que a ella le gustaba, estaba excitadísimo, empecé a moverla muy lentamente e inmediatamente ella empezó a jadear, noté que se llevaba una mano al clítoris y empezaba a acariciarlo, lo que me excitó aún mas, poco a poco fui incrementando la velocidad y ella a jadear con mas fuerza hasta que ya no pude mas y me corrí en su interior. Ella, al notar mi semen caliente dentro también se corrió, ¡ su primer orgasmo anal ¡. Estaba exhausto, pero feliz y asombrado, por todo lo que me había dejado hacer esa noche, así que la propuse darnos una ducha juntos, porque estábamos sudorosos, fuimos al baño, nos metimos dentro y dejamos correr el agua templada sobre nuestras cabezas, sin darme cuenta Lucía tenía mi pene en su mano, estaba flácido y yo pensaba que ya no podría dar mas de sí esa noche, pero empezó a acariciarlo junto con los testículos, se puso de rodillas y empezó a lamerlos y, milagrosamente, me volvió a empalmar, en ese momento Lucía se lo puso en la boca y comenzó a juguetear con su lengua, ¡ que placer ¡. De repente se la sacó de la boca y levantó una pierna apoyándola en el borde de la bañera dejando al descubierto su clítoris chorreante por el agua que nos caía de la ducha. En dos segundos, mi polla estaba otra vez dentro de su ser moviéndose frenéticamente mientras yo la acariciaba por todo su cuerpo, por su cara noté que se estaba corriendo y apreté el ritmo hasta que se estremeció, lo que interpreté como que había conseguido otro orgasmo, saqué mi miembro que seguía empalmado porque yo no me había corrido, ¡ que facilidad tienen las mujeres para correrse una vez tras otra ¡, así que Lucía la cogió con la mano y empezó a hacerme una paja suavemente, “mas fuerte”, le dije, y apretó un poco mas, “mas”, le ordené, “destrózamela”, y ella siguió mi orden apretando todo lo que podía y comencé a sentir un placer indescriptible entre otras cosas porque a la vez que me masturbaba me miraba a los ojos buscando ese momento justo antes de eyacular en que entorno los ojos y abro la boca, señal inequívoca de que lo ha conseguido, y así fue, en cuando lo vio, noté en su cara el triunfo, y cuando terminó se puso de rodillas y la chupó durante un buen rato, salimos de la ducha,  luego me besó y nos fuimos a dormir. Nunca había dormido mejor que esa noche.