Mi mujer le gusta ir a poner gasolina - Parte I

Se trata de una experiencia real en la que un día mi mujer recibe una sorpresa de mi parte, al darme cuenta en más de una ocasión que un joven negro de unos 25 años que trabajaba en la gasolinera donde solemos ir, le gustaba, no solo para ponerle gasolina

¡Hola a todos y todas!

Os compartimos unos cuernos consentidos de mi mujer con un chico negro en una población del norte de España donde vivimos habitualmente.

Un sábado por la mañana decidimos ir de compras a Bilbao, pero antes de salir hacia allí, decidimos poner llenar el coche de gasolina, ya que iba un poco ajustado para el viaje de ida y vuelta. En el coche iba mi mujer y yo conduciendo. Cuando llegamos a la gasolinera, salió un chico negro que trabaja allí de unos 25 años de edad, en torno a 1,90 de altura, y con una buena constitución. Es guapete de cara, y todos estos atributos, más los que se suele asignar a las personas negras, hace las delicias de mi mujer, y de sus amigas. En más de una ocasión las he escuchado hablando sobre el chico negro, con discreción.

Mi mujer es bajita en torno a 1,60 cm, guapa de cara, algunos kilitos de más, pero que hacen de ella juna belleza, puesto que tiene una buenas tetas, y esconde un precioso monte del Edén. Es muy activa en el sexo, lo disfruta mucho, y le encanta jugar, aunque siempre hemos concertado entre los dos qué límites y qué posibilidades nos gustaba asunmir con los juegos, ya que somos un matrimonio abierto, discreto piuesto que somos de un ambiente conservador y tenemos familias, tenemos que ser prudentes.

Yo mientrás el chico empezo a ponerle gasolina al coche, entré dentro a pagar en la caja de la tienda de la gasolinera. No perdí detalle sobre cómo mi mujer no paraba de mirarlo, lo que me puso muy caliente, al emerger una de mis fantasías preferidas, y conocidas por mi mujer: ser follada por un chico negro. Ella siempre tuvo algún reparo a esta situación, ya que temía que si era verda que de media la tienen más grande que otras personas, pudiera hacerle daño o no disfrutar. Pero no es menos cierto que en casa, entre nuestros juguetitos, tenemos un dildo de negro con una dimensiones importantes: 21 cm de largo y 6 cm de ancho. Y sus corridas son espectaculares, perdiendo el control. Lo cierto, también, es que ella conocía al chico de haber ido muchas veces a la gasolinera, pero nunca me habína insinuado nada.

Antes de regresar al coche, me cruce con el chico, que había terminado de poner gasolina, y me dirijí a él para darle un papel con mi móvil. Le dije que me llamará que quería hablar con él. El chico no se extraño, y me dijo que en cuanto pudiera lo haría, aunque le recorde que mejor por la tarde que tenía la mañana ocupada. y con una sonrisa se despidió de mi.

Mi mujer que no había perdido detalle, me dijo: - ¿Qué hablabas con ese chico?

A lo que yo le contesté: - ¡Quiero que te folle!

Ella no dijo nada, pero no hizo falta, su expresión facial era como un cartel luminoso.

Sin más pasamos la mañana de compras, y disfrutando del buen día que hacía, lo que nos animó a comer y regresar a casa sobre las 16:00 horas. Una vez en casa, cada uno nos pusimos a hacer cosas nuestras. Y sobre las 18:30 recibí un whatsapp del chico negro: - ¡Hola, soy Jamal, el chico de la gasolinera!

Me puse a cien. Lo había hecho, me había llamado. A lo que yo le contesté: ¡Hola, Jamal! Un placer, soy Phi. Y le llamé. Le explique que nos gustaría que viniera a casa a cenar, ya que nos parecía un chico majo... y conforme avanzo la conversación, me dijo que por su parte no había problema, y que no era la primera vez que le había sucedido algo así. A lo que yo pensé: -¡Qué cabrón! ¡Se ve que tiene suerte!

Tras terminar nuestra charla, y quedar para las 20:00 de la tarde, pude ver a mi mujer, Anova, que había escuchado la consversación.

Y me dijo: ¡Eres un guarro! ¿Por qué quieres que me folle ese chico?

Le respondí: Porque tu me lo has pedido muchas veces, y además, solo pensarlo me pone a cien.

Continuará...