Mi mujer, la lencería, mi regreso de fin de sem. 2
Después de la confesión de mi mujer, de como ha entrado de lleno en el mundo del sexo y como ha planeado todo para embaucarme en su aventura, regreso a mi casa para que me explique todo lo ocurrido.
Sara continuó contando a Nacho, su marido como ocurrió todo.
El fin de semana habíamos quedado todos los amigos a cenar, Manolo y Eva, Marcos y María, Pedro y Ana y nosotros. Antes que tu llegaras el jueves de viaje me llamó Manolo. Pidió perdón por lo ocurrido en su casa, el alcohol y la emoción del partido les había jugado una mala pasada y se habían comportado de una manera incorrecta conmigo. Yo les excuse diciendo que también estaba afectada por el alcohol, pero que al final, no paso nada. También indique, y ese creo que fue mi error, que yo no le daba más importancia a lo ocurrido, ya tenía mi anécdota que contar, aunque fuera sin Nacho. Que esa situación morbosa la había hecho sentir importante y viva.
Manolo se alegro por ello y colgamos. No pasaron mas de quince minutos cuando volvió a llamar. Comento que había estado pensando en lo que le había dicho y lo había hablado con Marcos y Pedro. Les encanto que me sintiera importante. Me querían pedir otro favor, el cual nunca sabrían si era verdad o no, solo lo sabría yo. Pidieron que a la cena fuera sin bragas. Les dije si estaban locos, paso una vez y no pasaría mas. Contesto que ellos nunca lo sabrían, que lo pensara y lo decidiera. Si no me las ponía, debía de llevar unos zapatos de color rojo, si las llevaba, los zapatos deberían ser de cualquier otro color. Sin dejar que dijese nada se despidió y colgó.
Nacho, pensé en ese momento en contártelo, para que supieras que clase de amigos tenias, pero tendría que contarte que había estado delante de ellos en lencería y me daba vergüenza, a parte de lo que pudieras pensar de mi.
Pensé en ese momento que era una broma y no le di mas importancia.
Por la noche, después de hacer el amor contigo que quede pensativa en lo que me habían pedido, en el morbo que ellos tres supiesen que iba sin bragas y el resto no. Me empecé a excitar solo de pensar en estar a su lado y que ellos tuviesen pensamientos obscenos por la situación. Es mas, podía perfectamente llevarlas y ponerme los zapatos rojos.
Al día siguiente, cualquier objeto rojo me recordaba a lo que me habían pedido y me excitaba. Estaba mas pendiente del color rojo que de otra cosa. Cuando llegue al trabajo ya estaba Eva de vuelta de su viaje. No hizo ningún comentario a lo ocurrido en su casa por lo que deduje que Manolo no la había contado nada.
Llegó el sábado, el día de la cena. Yo seguía con el color rojo y la excitación que me producía. Así estuve toda la tarde hasta que llegó la hora de vestirnos. Elegí un conjunto azul y me lo puse. Los zapatos eran del mismo color, azules. Me miré al espejo y me vi estupenda. De hecho, tu, Nacho, me hiciste un comentario de lo guapa que estaba. Terminé de pintarme y cuando íbamos a salir, algo en mi interior me decía que me tenia que cambiar. El morbo que producía ir con los zapatos rojos era mayor que el comportarme de manera correcta.
Me cambié de conjunto, cogí una falda que me llegaba a medio muslo negra, una blusa del mismo color y me puse bragas, me puse los zapatos rojos y salí al salón. Tu te extrañaste por el cambio, pero simplemente con un “no me gustaba como iba” bastó para que no dijeras nada más.
Salimos a la puerta y mi cabeza no hacia mas que dar vueltas a la situación y a lo que pensarían de mi. Pero también pensaba en como estarían ellos de excitados al pensar que podía no llevar bragas. Cerraste la puerta y cuando íbamos al ascensor, te dije “Abre de nuevo que me he dejado una cosa”. Lo que hice es ir al baño y quitarme las bragas. Salimos y nos fuimos al restaurante.
En el coche no hacia mas que arrepentirme de lo que había hecho, Estuve a punto de pedirte que dieras la vuelta y volver a cambiarme. En ese momento la vergüenza que iba a pasar se apodero de mi, pero también se apodero la excitación.
Llegamos al restaurante, entramos y allí estaban todos sentados. Se levantaron a saludarnos dándonos un beso. La sonrisa en las caras de ellos era evidente. Sabían que no llevaba bragas. Manolo en voz alta dijo “bonitos zapatos”. Yo me ruborice. Cuando los tres me dieron un beso, me dijeron al oído “Gracias, nos has alegrado la noche”.
La cena transcurrió tranquila. Después nos fuimos a tomar una copa a una discoteca. Nacho, te acordarás por que no quería salir a bailar y tu insististe en que lo hiciera. Mis razones tenia y parte de todo lo provocó tu insistencia.
Al llegar a la disco, cuando íbamos hacia la mesa, Marcos se acerco a mi y al oído me dijo “por favor, me voy a sentar en frente de ti. Cuando estés sentada, deja abiertas un poco las piernas. Con la poca luz no se verá nada, pero mi imaginación si que funcionara”.
Le miré y dije si estaba loco, la falda que llevo no es muy larga y algo puedo enseñar.
Nos sentamos y Marcos se pujo justo frente a mi. Si abría mis piernas, solo el y Manolo que estaba a su lado, podrían ver algo. Pedimos las copas y de vez en cuando me miraba con cara de pena, como si estuviese rogando. Yo me hacia la dura. Las chicas salieron a bailar, pero a mi, el morbo de la situación me pedía que no me levantara. Estabais los cuatro hombres conmigo. Tu, Nacho estabas a mi lado y no podrías ver nada. Marcos insistía con la mirada. Al final, abrí levemente las piernas. Sabia que no se vería nada.
El hecho de abrir mínimamente las piernas me excitó tanto que comencé a sentirme mojada. Marcos me miraba como diciendo, “un poco mas, un poco mas”. Yo, abrí un poco mas. Mi excitación subía, pero a Marcos le parecía insuficiente. Insistía con la mirada. Abrí mas. En ese momento, Manolo dejó caer al suelo, justo frente a mi, las llaves del coche, agachándose a recogerlas y teniendo una visión mas clara de lo que podía haber debajo de mi falda. Manolo miró a Marcos y dijo “nada, en este suelo, como se caiga algo, no se ve nada”. Era una clara señal a Marcos para decirle que no había visto nada. Era lógico por la oscuridad.
Volvió a dejar caer las llaves, pero esta vez las tapo con su zapato. Se agacho a buscarlas diciendo que no las veía, que todo estaba muy oscuro. Entonces tu, Nacho, encendiste la luz de tu teléfono alumbrando al suelo. Me quede paralizada. No podía creer lo que estabas haciendo. Te fueron indicando hacia donde alumbrar, hasta que el haz de luz dejaba ver los que había entre mis piernas. El simple hecho de cerrar las piernas acabaría con esa situación, pero que mi marido estuviese alumbrando al suelo y debajo de la falda de su mujer me parecía muy morboso. Manolo, Marcos y Pedro estaban agachados y podían ver perfectamente debajo de mi falda. Además, mi marido ayudaba con la luz del móvil. Marcos saco su móvil, encendió la luz y alumbró directamente entre mis piernas. En ese momento supe que algo verían. Estaba muy mojada y seguro que mi rajita brillaba al enfocar con la luz del teléfono. Se estuvieron recreando un rato hasta que tu, Nacho, también te agachaste a buscar. En ese momento, aparecieron las llaves.
Marco cogió su copa y propuso un brindis “Por que los teléfonos no valen solo para hablar, también valen para encontrar lo que se busca”. Todos menos tu, Nacho, sabíamos de que hablaban.
Pedí escusas y me fui al baño. Estaba empapada y se iba a manchar la falda. A la vuelta, antes de llegar a nuestra mesa, me cruce con Pedro que al oído me dijo ”¿Estas caliente, no? Ahora vienes a bailar con los tres, queremos decirte algo”. Me quede paralizada, ¿en que estaban pensando?
Cuando llegue a la mesa, estaban las chicas, mi asiento estaba ocupado por Eva, cosa que me alivió, busque un hueco donde no tuviese tanta gente delante y cuando me senté, llego Pedro diciéndome que a bailar. Marcos y Manolo también me animaron. Yo negaba hasta que tu, Nacho, insististe en que fuera.
Al final nos fuimos los cuatro a la pista. Comenzamos a bailar, yo estaba en el centro de ellos tres. Poco a poco fueron llevándome hacia una esquina de la pista que estaba algo mas oscura. Cuan llegamos, me arrinconaron con la pared. Los tres me pedían que les enseñara algo más, que subiese un poco mi falda. Me negué e intenté salir de allí, no me dejaban hacerlo. Seguían insistiendo y yo negándome. La verdad es que la situación me estaba excitando y volvía a mojarme. Al final no veían posibilidad y Manolo les dijo a los otros dos, “venga chicos, no seamos pesados”. Se estaban volviendo para irse cuando les dije “Esperar”. Los tres se volvieron y cerraron el circulo sobre mi. Yo empecé a levantar poco a poco mi falda. No sabia por que lo hacia, mi cuerpo me lo estaba pidiendo. Cuando empezó a verse mi culito, me hicieron girar, colocándome de espaldas a ellos. No se cual de los tres, toco con su dedo mi culito llegando casi a mi rajita. Me dio una especie de calambrazo que recorría todo mi cuerpo. En ese momento, empecé a segregar líquidos que recorrían mis piernas. No hicieron nada mas. Me dieron las gracias y yo me baje la falda. Me volví hacia ellos y allí estaban, mirándome fijamente a los ojos. Se fueron a la mesa. Me quede apoyada en la pared. Notaba como mis flujos recorrían mis piernas. Así estuve un rato hasta que me fui al baño a limpiarme. Me metí en una de las cabinas, subí mi falda y comencé a tocar mi rajita. Ni cinco segundos duro que me llegara un orgasmo. Me tapaba la boca para no gritar. Estaba excitadísima. Esperé a que se me pasara, me limpié y fui a la mesa.
Cuando me senté, los tres me miraron con una sonrisa de complicidad en sus caras. Intuían que algo había pasado.
No volvieron ha realizar ningún gesto o comentario en toda la noche. Cuando llegué a casa me fui al baño, cerré la puerta y volví a masturbarme. Lo hubiese hecho diez veces mas si no me hubieses llamado para irnos a la cama. Intente que hiciésemos el amor, pero pusiste la escusa que era tarde y estabas cansado.
Tardé en dormirme, incluso me hice un dedo cuando noté que tu respiración se pausaba, señal que estabas dormido.
El fin de semana transcurrió con normalidad. El lunes, fui a la tienda de Eva a trabajar. Estuve toda la mañana con ella. Sobre la una se fue, tenia una comida. Yo cerraría la tienda a las dos. Me pidió que acercara las llaves a su casa y que se las dejara a la chica.
Cerré y dando un pequeño paseo fui hasta su casa. Llamé y me abrieron sin contestar. Subí y me encontré a Manolo en la puerta. Me sonroje al verle. Me daba vergüenza. Pidió que pasara, no sabia que hacer. Escuche a sus hijos por la casa. Eso me tranquilizo y entré. Se estaba tomando una cerveza y me ofreció una. Tenia que salir en diez minutos a una comida que era cerca de mi casa. Me acercaría. Tomé la cerveza y charlamos de la tienda y como iba el negocio.
Salimos los dos hacia su coche. Nos montamos y de camino me dijo “Hemos tenido otra conversación los tres, Mañana nos gustaría que sobre las seis de la tarde fueses al centro comercial, que cojas dos o tres vestidos, vayas al probador y te los pongas. Pero tienes que hacer algo mas, deja la puerta un poco abierta mientras te cambias. Con el último vestido, llama al vendedor y pídele una talla menos. Debes de abrir la puerta hasta la mitad para que te pueda ver. No se si iremos o estaremos por allí, pero hazlo. Ya se que me vas a decir que no. Tu misma. Llego tarde, te dejo en esta esquina” Me bajé del coche sin decir nada y fui a casa.
Querían que me exhibiera en un centro comercial. Solo de pensarlo me mojé, mi cabeza decía que eso ya era mucho, no sabia quien me podría ver. No debía hacerlo.
Cuando llegaron las cinco del día siguiente, estaba sentada en el salón de mi casa. No podía parar de pensar en la petición que me hicieron. No lo podía hacer. Miraba el reloj y no avanzaba. Parecía que las manillas se movían al revés.
A las cinco y media me levanté y me fui a vestir. No se si lo haría, pero por lo menos iría al centro comercial.
Llegue a las seis y diez. Busqué a los chicos y no los vi. ¿No estaría ninguno? ¿Por qué querían que hiciese esto si no iban a ver nada?
Me dirigí a la planta de mujeres y cogí tres vestidos. Fui a los probadores. De los seis que había, cinco estaban ocupados. Solo uno enfrente de la entrada a los probadores estaba abierto. SI dejaba en ese probador la puerta algo abierta, cualquiera que pasara por la tienda me podría ver. Espere a que alguno de quedara libre, pero ni escuchaba ruido, no salía nadie. Uno de los dependientes se acerco donde yo estaba y me comento que estaban cerrados, estaban en reparación. No tenia opción, solo había un probador.
Entre y entorne la puerta hasta casi cerrarla. La verdad es que poco podrían ver por la mínima separación de la puerta y el marco. Me puse el primer vestido. Cuando me iba a poner el segundo la puerta se abrió un poco. Ahora si que me podrían ver si alguien se asomaba. Mi rajita comenzó a mojarse, me estaba excitando la situación. Me fijaba por si alguien se asomaba, conseguía ver una sombra que cuando miraba se apartaba. Alguien estaba mirando.
Con el último vestido en la mano pensé en la petición de Manolo. Tenia que llamar al vendedor para que me lo cambiara. Dudé en hacerlo. Llevaba un tanga rojo y un sujetador haciendo juego. Mis grandes tetas estaban firmes por la prenda. Desde luego quien me viese así se llevaría una grata sorpresa. Me decidí y llamé al vendedor. Vino y acercándose a la puerta pregunto que quería. Me escondí detrás de la puerta y alargando la mano le di el vestido, no me atreví. Cerré la puerta cuando se fue. A los pocos minutos, llamaron a la puerta, era el vendedor con el vestido. Me quedé pensando y abrí la puerta, mostrando todos mis atributos al vendedor. Cogí el vestido y me volví sin cerrar la puerta. Podía ver al vendedor a través del espejo mirándome completamente paralizado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me notaba mojada. Me puse el vestido sin cerrar la puerta. Una vez colocado me dijo: “Le queda perfecto”. Le miré, guiñé un ojo y cerré la puerta. Mi mano se fué directamente a mi rajita. Comencé a masturbarme. No podía parar, los orgasmos se encadenaban uno tras otro. Fantaseaba con abrir la puerta y meter al vendedor conmigo, Fantaseaba que me tocaba y masturbaba. No paraban los orgasmos. Mis piernas estaban completamente mojadas por mis flujos.
Ya mas calmada, me vestí y salí del probador. Fuera estaba el vendedor esperándome. Le dije que no me gustaba como me quedaban y que volvería otro día a probarme más. Me contesto diciendo que el esta todas las tardes menos los jueves. Le sonreí y me fui a casa.
Al día siguiendo ya trabajando en la tienda de Eva, entró Manolo. Eva estaba atendiendo a una señora. Se vino hacia mi y me pregunto “¿Que tal en los probadores?” Los colores saltaron de mi cara. Me puse roja, sobre todo por que su mujer, Eva estaba en la tienda. Contesté que no había pasado nada y me fui a colocar unas cajas. El me seguía y dijo “Lastima que no pasara nada, te hubiese gustado la experiencia, por cierto, el miércoles de la semana que viene tenemos de nuevo futbol. Eva se va de viaje y creo que tu marido también. Si quieres puedes venir a verlo a mi casa”.
“No gracias” conteste. Me empecé a mojar. No entendía por que me excitaba tanto.
Pasaron los días y el nivel de excitación no bajaba. Todos los días me tenia que masturbar varias veces. Los pensamientos sobre lo ocurrido no dejaban mi cabeza.
Llego el día antes del futbol. Antes de salir de la tienda Eva me pidió que el miércoles cerrara y me llevara las llaves a casa, así podría abrir el jueves ya que ella llegaría al medio día. Llegue a casa y me acorde de la invitación de Manolo. Me empecé a mojar de nuevo pensando en estar con tres hombres yo sola. No me lo quitaba de la cabeza. Llame a mi cuñada pidiéndola que si podía ella ir a buscar a los niños al cole y llevárselos a su casa hasta que yo fuera a recogerlos. No puso pegas.
Al día siguiente fui a la tienda. Por la tarde, sobre las seis, me llamo mi cuñada que los niños se quieran quedar a dormir en su casa. Dije que no, pero insistió, diciendo que pasaba por mi casa para coger ropa para el día siguiente.
La invitación del partido de futbol volvió a rondar mi cabeza. Antes, como tenia que ir a por los niños, ni lo pensé.
Casi eran las nueve de la noche, hora de cerrar. Mi cabeza era un cumulo de contradicciones. Solo pensar estar de nuevo con ellos tres me hacia mojarme. De todas las situaciones que había vivido estos días, todas eran reconducibles. Sabia que cada vez estaba dando un paso más, llegaría el momento que no tendría solución y me jugaba el matrimonio. Algo dentro de mi me empujaba a dar el paso.
Puse el cartel de cerrado y me quedé dentro de la tienda. La ropa que llevaba no era excitante. Lo primero que elegí fueron unas medias blancas que se sujetaban por si solas al muslo. Elegí una braguita blanca que parecía de seda y tapaba perfectamente mi rajita y mi culito. Como sujetador, uno de tela similar a mi braguita que no transparentaba nada y favorecía la sujeción de mis pechos. Estaba sexi pero no parecía una buscona.
Cogí una minifalda negra que justo tapaba el final de las medias. Como blusa una de seda muy transparente, que dejaba ver si sujetador. Busqué una chaqueta fina y larga que me llegaba a las rodillas, así pasaría inadvertida por la calle.
Salí de la tienda y caminé hasta casa de Manolo y Eva. Llamé al telefonillo y me abrieron la puerta. Como la vez anterior, subí a la casa y la puerta estaba abierta. Pasé y me dirigí al salón. Allí estaban los tres viendo el futbol. Me dijeron que me sentara. Me quite la chaqueta dejando ver mi conjunto. Los tres a la vez alabaron mi vestimenta y alguno de los calificativos era subido de tono. Me senté en el sofá, conocedora de que, si separaba un poco las piernas, se verían mis braguitas. Si me movía un poco, la falda también se subiría dejando ver mis piernas por encima de las medias.
Manolo, no se fue, como el anterior partido a por un Gin-Tonic para mi. El descanso estaba a punto de llegar, pero a diferencia de la otra vez, estaban los tres pendientes de mi, o mas bien, pendientes de ver algo mas de mi.
Enseguida llegó el descanso y sacaron algo de picar. Sirvieron vino y charlamos amenamente. Me dijeron que para dentro de dos semanas estaban pensando en ir todos los matrimonios a una casa rural a pasar el fin de semana. Llevaríamos a los niños y así pasaríamos un fin de semana en familia.
Nacho, acuérdate que nos fuimos a una casa rural con los niños hace mas o menos un año.
El partido comenzó de nuevo. Estaban mas pendientes de mi que de la televisión. Después de dos copas de vino me sirvieron un Gin-Tonic. Estaban contando chistes y lo pasábamos muy divertido, a veces, los chistes eran muy subidos de tono.
Casi terminado el segundo tiempo me levanté al baño. Notaba las miradas de los tres clavadas en mi. Fui lentamente, dejando de miraran. Cuando llegue al banco, me sentía mojada. La sensación de deseo me producía un estado de excitación alto.
A mi vuelta estaban los tres sentados en el suelo. Me extraño. Me fui a sentar en el sillón y justo antes de hacerlo me di cuenta que la diferencia de altura les permitiría ver mas de lo necesario. Decidí hacer los mismo que ellos. Al sentarme en el suelo, comprobé mi error. Tenia que estar sentada con las piernas dobladas hacia un lado o estiradas, cualquier otra postura dejaba a la vista mis bragas. Creo que es justo lo que querían que hiciese.
Después de un rato en el suelo, tenía que cambiar de postura. Estire las piernas, pero con cada movimiento mi falda se subía un paco mas. Por la posición en el suelo, no podía estirarla. Ya se veía parte de mi pierna entre las medias y la falda. Ellos estaban mas atentos a mi que al futbol.
Terminó el partido y pusieron un nuevo Gin-Tonic. Nos tomamos este y a casa. Yo tenia los pies molestos de los zapatos. Hice un comentario “me están matando estos zapatos”.
Marcos, que estaba frente a mi, me quito los zapatos y comenzó a darme un masaje en los pies. No pude mas que expresar mi satisfacción con un “Dios, que gusto”. Pedro se colocó al lado de Marcos y comenzó a masajear el otro pie. Para que pudiesen hacerlo, no tuve mas remedio que separar algo las piernas. Sabía que estaban viendo mis bragas.
Masajeaban cada uno de mis dedos, apretando sobre la planta de mi pie. La sensación de descanso no tardo en llegar, encontrándome en la gloria. Mi cara debía de reflejar esta satisfacción y esto los animaba.
Estábamos los tres sentados en el suelo, yo con las piernas estiradas y algo abiertas dejando ver mis braguitas. Una vez pasado el estado de satisfacción por el masaje, empecé a pensar en la situación y mi rajita comenzó a mojarse. Si no lo controlaba, enseguida se notaria en mis bragas.
Manolo que no participaba, dijo “Pues ya que estamos, te vamos a relajar mas´” y colocándose detrás mío, comenzó a masajear mi espalda y mis hombros. Estaba en un momento de relax total.
Marcos y Pedro subieron de mis pies a mis tobillos, cosa que agradecí. Los dos me miraron pidiendo aprobación y con una sonrisa se la di. Manolo apretaba sobre mi columna, haciendo que sacara los pechos al estirar mi espalda. Tanto Marcos como Pedro no dejaban de mirármelos.
Manolo se centró en mis clavículas, recorriéndolas desde mi cuello hasta mis hombros. Marcos comenzó a subir del tobillo al gemelo. Ese tendría que haber sido el momento de parar todo, pero no pude. Al no reacciones en contra, Pedro hizo lo mismo. Empezaba a estar muy excitada. Manolo no se quedó atrás, metió sus manos el cuello de mi camisa masajeando mi clavícula directamente. Al estar sentada en al suelo, manolo tenia que estar de rodillas para poder darme el masaje. Se quejó que sus piernas se dormían, necesitaba sentarse y me pidió que me recostara contra el. Yo deje caer mi espalda, pero al estar Manolo y el sillón detrás de este, hacia tope y la posición era incomoda. Deslice hacia adelante mi culo hasta apoyar la parte alta de mi espalda en el abdomen de Manolo. Al principio no me di cuenta, pero este movimiento había movido mi falda hacia arriba, dejando a la vista de todos mis piernas y mis bragas. Les pedí perdón e intenté bajarla, pero me pararon diciéndome que no me preocupara, que estaba bien así.
La vista que tenían Marcos y Pedro era total sobre mis bragas. Esto los animó y de mis gemelos pasaron a masajear mis muslos. Manolo, me desabrocho un botón de mi blusa, indicándome que así llegaba mejor a mi clavícula. De la clavícula pasaba a la parte superior de mis pechos. Yo estaba muy mojada y mi miedo era que se notara.
Marcos y Pedro, empezaron a bajarme las medias. Era de las que se aguantaban en el muslo. Fueron muy despacio. Yo cerré los ojos, no quería mirarlos. Sus masajes comenzaron a ser directamente sobre mi piel, los escalofríos recorrían mi cuerpo al ser tocada.
Subieron por mis piernas hasta mis muslos y comenzaron a rozar de manera leve mis braguitas al masajear cada pierna. Una de las veces que me tocaron, se me escapó un pequeño gemido de placer.
Manolo siguió desabrochando botones de mi blusa hasta dejarla completamente abierta. Sus masajes comenzaron a entrar dentro del sujetador. No llegaba a mis pezones que estaba completamente erectos.
Marcos y Pedro se sentaron mar cerca de mi. Abrieron mas mis piernas poniéndolas sobre ellos. Podía notar en mis muslos la dureza de sus bultos. En ese momento, me llego mi primer orgasmo. Silencioso pero divino. No se si llegaron a darse cuenta.
Lleve una de mis manos a tapar mis braguitas. Sabia que se estaban mojando y se notarían. Marcos, diciéndome “ya sabemos que estás mojada” aparto mi mano dejando de nuevo al descubierto. Manolo, por su parte, llegó a rozar mis pezones. Cuando lo note no pude mas que emitir otro gemido. Los tengo muy sensibles y me encanta que los toquen.
Los otros dos no paraban de rozar mi rajita. En uno de los masajes, Marcos dejo su mano parada sobre mis bragas y comenzó a recorrerlas de arriba abajo muy lentamente. El sentir sus dedos a través de la braguita me encendió, llegándome otro orgasmo, y de este si se dieron cuenta. Marcos dio un paso mas y aparto hacia un lado mi braguita. Instintivamente bajé mi mano para taparla. Al tocar mi rajita comprobé lo empapada que estaba. Pedro aparto mi mano y Marcos comenzó a tocarme directamente mis labios vaginales. Mi cabeza daba vueltas de la excitación.
Manolo me incorporó y saco mi blusa. Antes de recostarme de nuevo, desabrocho mi sujetador, no me lo quito. El acceso a mis tetas era completo, de momento estaban tapadas. Mi falda estaba enrollada a mi cintura. Marcos la estiro un poco, desabrocho el botón, bajo la cremallera y la quitó. Solo tena puesta mi ropa interior. Continuaron masajeando mi rajita, Pedro y Marcos a la vez. Uno recorría mis labios y el otro se centro en mi clítoris.
Manolo se centró en mis tetas, jugaba con mis pezones. Con dulzura los acariciaba. Termino de sacarme el sujetador y ahora, sin ninguna prenda que obstruyera el camino, agarro cada uno de mis pechos y los toco y acarició.
Pedro, cogió los laterales de mis braguitas y comenzó a bajarlas. Yo levante mi culo para que las pudiese sacar sin dificultad. Estaba desnuda con tres hombres.
Manolo se quito de detrás mía tumbándome completamente en el suelo. Se tumbo hacia un lado chupándome uno de mis pezones. Pedro hizo lo mismo con el otro pecho. Tenían uno cada uno. Marcos, también tumbado, comenzó a chupar mi rajita.
Yo intentaba tocar sus pollas, pero no llegaba, estaban tumbados de tal manera que quedaban fuera de mi alcance.
Pedro y Manolo se dieron cuenta que me excitaba de sobremanera cuando mordían mis pezones. La verdad es que la frontera entre el dolor y el placer es donde mas me excitaba. Me los mordían, pellizcaban y estiraban. El placer que me daban era inmenso. Cada uno en un pezón y otro en mi rajita. No sabia por donde sentía mas placer.
Los orgasmos se sucedían y los tres estaban completamente dedicados a mi. Yo estaba esperando el momento en que me penetraran, pero ninguno se decidía.
Cada dos o tres orgasmos se cambiaban de lugar, pero dejaban lejos de mi sus pollas. Yo no hacia mas que gemir y chillar del placer que me estaban dando. Llevaba mas de diez orgasmos y parecía que no había fin. Pedro, una de la s veces que me chupaba mi rajita, comenzó a masajear lentamente mi ano. No introducían ningún dedo en mis agujeros ni me besaban, solo se dedicaban a chupar mis partes sensibles.
Yo estaba que explotaba, necesitaba que me follaran. Ninguno se decidía. No daban ni siquiera el paso a ponerme una polla a tiro. No aguantaba mas y entre gemidos y gritos empecé a suplicar que me follaran. No me hacían caso y yo insistía en mi petición. El orgasmo era continuo, no había separación entre uno y otro. Comencé a convulsionar de manera salvaje. En ese momento ya no aguantaba mas placer y les tuve que pedir que pararan, me estaban matando de placer.
Se separaron de mi y continué convulsionando, cada vez menos, pero no podía parar. Por fin, al cabo de quince minutos comencé a recobrar un estado normal. Los tres se habían sentado en el sillón viendo como tumbada en el suelo y exhausta les decía que había sido increíble. Nunca había tenido tantos orgasmos y tanto placer. No me podía mover, me costaba incluso girarme o sentarme. Mis piernas y rajita estaban completamente empapadas de las lamidas y las corridas que había tenido.
Mire a los tres y estaban contemplándome embobado. Ninguno se había desnudado y ni siquiera lo había intentado. Necesitaba unos minutos para recuperarme. El nivel de lujuria que me invadía era enorme. Necesitaba ser poseída por cualquiera de los tres.
Conseguí ponerme de rodillas. A cuatro patas me fui moviendo hacia Pedro, era el que tenia en frente y estaba mas cerca. Despacio me fui acercando. Puse mis manos en sus rodillas masajeando sus piernas y comencé a subir hacia su polla. Con mis uñas hacia círculos por sus muslos, muy despacio. Esto le gustaba. Un bulto en el pantalón hizo su presencia, cada vez crecía mas y yo ya empezaba a mojarme de nuevo. La calentura se apoderaba de nuevo de mi cuerpo. Cuando estaba ya cerca de su paquete puse mis tetas en sus rodillas. Apreté mis pezones, estirándolos y retorciéndolos hasta hacerme daño. Los tres miraban mi cara de lujuria. Me mordía el labio en señal de mi calentura. Me llevé uno de mis pezones a mi boca y comencé a chuparlo para luego morderlo. Mi culo estaba dando a Marcos. Una de mis manos fue directamente a mi rajita masajeando mi clítoris y mis labios. Un nuevo orgasmo apareció. Gemía y gritaba del placer que yo misma y la situación me estaba dando. De nuevo puse mis manos en las piernas de Pedro y comencé a subir hasta su polla. Cuando ya estaba cerca, agarro mis manos y me dijo “Por hoy es suficiente, es hora de irse a casa”.
Me quede paralizada por lo que dijo. Les suplique, necesitaba que me dieran sus pollas, les implore, necesitaba ser penetrada, pero con la escusa de que era tarde, dijeron que otro día. Mi nivel de calentura era excesivo y me iban a dejar así.
Fui de uno en uno agarrándome a sus piernas e intentando agarrar sus pollas. Ninguno me dejaba. Los tres decían lo mismo “Por hoy es suficiente”. Yo había perdido el control de mi misma y les suplicaba, pero no tenia contestación.
Comencé a llorar y a implorar. La sensación que tenia de ser la persona mas deseada paso de golpe y porrazo a lo contrario. ¿Ya nos les gustaba? ¿Qué había ocurrido para que ninguno quisiera follarme? ¿Dije o hice algo que nos llevo a esta situación?
Les volví a preguntar por que no querían follarme y la respuesta fue la misma, era muy tarde. Manolo, de manera muy cariñosa me pidió que me vistiese para llevarme a casa. Me dijo que no me preocupase, habría mas momentos con mas tiempo. Yo los mire con los ojos enfurecidos y le dije que no habría mas días ni momentos. Esta era la ultima vez.
Cogí mi ropa, me vestí y les dije que estaba lista para que me llevasen. Marcos se ofreció y me fui con el. Durante el trayecto mis pensamientos eran de lujuria y de odio. Se mezclaban por lo ocurrido. Llegamos a mi casa y antes de bajar del coche, mire a los ojos de Marcos y le pregunte: “Quieres subir? Estoy sola”. Contesto que le esperaba María, su mujer. Se tenia que ir.
Bajé del coche y subí a casa enfurecida. Fui directa a la habitación. Me puse a llorar en la cama.
Nacho miraba atónito a Sara. Sentía lastima por lo que le había contado y odio por como había actuado. Nacho la quería demasiado y necesitaba perdonarla, pero con lo que le estaba contando no seria posible. La sensación que tenia era de repudio hacia Sara.