Mi mujer hizo realidad mi fantasía (1)

Mi fantasía de ver a mi mujer con otro hombre se cumplió en la playa nudista de Cullera.

Mi fantasía de ver a mi mujer con otro hombre se cumplió en la playa nudista de Cullera. Os cuento, me llamo José y tengo 40 años, mi mujer tiene 37 y se llama Esther. No aparentamos la edad que tenemos, nos cuidamos y hacemos deporte. Esther es morena y tiene el pelo largo, tiene un culo y unas tetas que sin ser espectaculares están proporcionadas a la altura de su cuerpo, los hombres aun le siguen con la mirada cuando se arregla.

Desde que nos casamos mi fantasía sexual preferida ha sido verla con otro tío. Se lo cuento para calentarnos antes de practicar sexo, le describo el lugar y las cosas que me gustaría verle hacer con otro hombre, me da mucho morbo decirle que el tío tiene que ser mayor que yo y que tenga experiencia con parejas. Ha ella le excita mucho y la pone muy cachonda que se lo cuente. Sabe que cuando me corro lo hago pensando en que otro tío se está corriendo dentro de ella y le llena la vagina de semen.

Hace varios años que vamos a la playa nudista de Cullera, aunque siempre aparcábamos bastante lejos y llegábamos a la zona nudista paseando por la playa. Esta vez decidí llegar con el coche hasta el aparcamiento que hay detrás de las dunas de la playa nudista. Siempre que íbamos esperaba que pasara algo pero nunca ocurría nada. Esta vez tenía el presentimiento de que si la llevaba por este lugar tendríamos una sorpresa y así ocurrió.

Un día entre semana del mes de junio, que teníamos descanso los dos en el trabajo, le dije que íbamos a ir hoy a la playa nudista. A ella en principio no le gusta mucho la idea de ir a estas playas, pero después se anima y le gusta desnudarse y tomar el sol siempre que no haya mucha gente. Antes de salir quise prepararla para dar más realidad a mi fantasía preferida. Esther siempre lleva el sexo depilado porque sabe que ha mi me gusta, se lo hace con crema cada tres o cuatro días, pero así y todo le dije:

  • Acuérdate de llevar el sexo bien suave, cuando volvamos ya sabes lo que siempre hacemos.

Ella se lo hizo antes de salir de casa y se depiló bien el resto del cuerpo con la maquinilla eléctrica. También le dije que se pusiese el mini bikini negro que le había regalado. Así estaría preparada como a mi me gusta por si se presentaba la ocasión de conocer a alguien. Llegamos a la zona de aparcamientos de la playa sobre las 11 de la mañana. Llegar por carretera a esta playa de Cullera es un poco complicado si no conoces la zona. Después hay que entrar por varios caminos de tierra hasta llegar al aparcamiento de coches, donde hay una explanada con árboles y varios chalets en ruinas. Un lugar muy interesante para imaginar fantasías sexuales. Aparqué el coche y bajamos.

Como era un día entre semana, había muy pocos coches aparcados y sólo se veía a un hombre tumbado en una hamaca de playa. Decidimos tomarnos los bocadillos que habíamos preparado allí mismo sin entrar en la arena. Lo de comer cuando llegamos a la playa es una estrategia que tengo, así nos bebemos de paso una botella de vino y la pongo cachonda por si se presenta alguna ocasión. Y esta vez si que tuve éxito. Sacamos dos sillitas de playa y nos sentamos, le dije que se quitase la camiseta y el pareo y se quedase sólo con el mini bikini, que ya hacía mucho calor. Ella me hizo caso, el bikini se lo compré apropósito para ese día, era muy pequeño le tapaba lo justo. Yo la encontraba muy provocativa, ahora sólo faltaba que alguien se fijase en ella y decidiese a acercase a nosotros.

Como hacía bastante calor la botella de vino se iba acabando vasito a vasito. Y nosotros estábamos cada vez más alegres y relajados. Sin saber que a pocos metros un hombre no dejaba de mirarnos. Cuando ya estábamos pensando en coger las toallas e irnos a la arena, el tío que al aparcar el coche había visto, veo que se levanta y viene hacia nosotros. En ese momento recibí un golpe de adrenalina, qué querrá, se habrá fijado en mi mujer, qué nos dirá, en ese momento me vinieron a la cabeza un montón de preguntas. Se puso delante de nosotros y nos dijo:

  • Hola, vosotros no soléis venir por aquí verdad.

Era un hombre de unos 50 años, bastante alto, con el pelo hacia atrás y algo de barriga. Llevaba puesto un bañador y una riñonera atada a la cintura. Me vinieron a la cabeza todas las fantasías que había imaginado con mi mujer y otro hombre, y éste encajaba a la perfección en ellas. Mi mujer no sabía que la había traído a este sitio para alimentar mis fantasías sexuales de verla con otro, creando situaciones morbosas que después me servían para imaginar, aunque pensaba que como otras veces no iba a pasar nada. Sin embargo como si ella hubiese adivinado mis pensamientos, le contestó:

  • Venimos varías veces todos los veranos, pero aparcamos el coche en la playa del Dosel y después venimos andando por la orilla.

Me sorprendió que fuese ella la que respondiese a su pregunta, con toda naturalidad y dándole píe a que continuara hablando. Nos preguntó nuestros nombres y se presentó como Juan, y continuó:

  • Os he visto aquí solos y he pensado que podríais estar buscando compañía.

Yo no sabía que decirle, tal vez el juego había llegado demasiado lejos pero era lo que siempre había estado buscando. El tío se veía que tenía claro lo que quería y no se cortaba. Y a mi mujer la veía cómoda, tal vez el vino empezaba a subirnos a la cabeza. Juan mientras hablaba no le quitaba ojo de encima. Yo le contesté:

  • Tú vienes mucho por aquí.

  • Ahora estoy prejubilado y tengo todo el tiempo del mundo. Me gusta conocer parejitas que busquen nuevas amistades y vosotros parece que me estabais esperando.

No sé como había adivinado lo que yo buscaba, se notaba que no era la primera vez que abordaba a una pareja para ligar, sabía lo que quería. Ahora faltaba que nosotros también. Continuó diciendo:

  • Nos tenemos que conocer mejor. Y lo mejor para ello es tomar algo juntos.

Abrió la riñonera y se sacó un cigarro liado por el.

  • Queréis que nos lo fumemos entre los tres a ver que sale. Le he comprado el material a un amigo y nunca habréis probado nada igual.

Nosotros no tomamos drogas pero el ambiente se había caldeado tanto que era difícil decir que no. Mi mujer se levantó de la silla, me daba la impresión que quería exhibirse ante el desconocido con el bikini que le había regalado. Y le dijo:

  • Hace muchos años que no pruebo uno. Enciéndelo.

Me quedé sorprendido de su respuesta. Pensé que de tanto decirle que me gustaría verla con otro hombre esta vez quería ver hasta donde podía llegar yo. Me excitaba muchísimo verla delante de él, pero estaba por decirle que nos íbamos ya. Juan encendió el porro le dio una buena calada y se lo pasó a mi mujer. Ella le dio una y después otra calada y se rió. Nunca la había visto así, con el bikini que le tapaba lo justo, de pie delante de otro hombre y tan contenta. El corazón se me puso a cien. Ella me pasó el porro. Y le di una calada, me sentí bien, parecía que se me había pasado el miedo, no sé que tendría pero me hacía flotar. Juan nos dijo:

  • A que os sentís bien. Hoy es vuestro día de suerte.

Nos fuimos pasando el canuto mientras el nos hacía preguntas cada vez más morbosas. Y a las que mi mujer contestaba sin ningún complejo.

  • ¿Estáis casados?

  • Si, desde hace 10 años.

  • A que os gusta fantasear con que estáis con otro hombre.

  • Mi marido me lo recuerda todos los días.

Al oír esto, Juan me miró y me dijo:

  • Has oído a tu mujer, así que tienes ganas de verla con otro. Pues voy a hacer realidad vuestra fantasía. Pero tenéis que hacer lo que os diga. Estar tranquilos, se lo que buscáis porque he estado con otras parejas. Y en todas he acabado siendo muy buen amigo de ellas.

Al oír esto supe que hoy se iba a cumplir mi fantasía, el efecto del alcohol, lo que nos habíamos fumado y su forma de hablar con tanta seguridad, me hacían imposible decir que no. Le contesté:

  • La verdad es que he traído aquí a mi mujer esperando a un tío como tu.

  • Ves, hoy estás de suerte.

Mi mujer sonreía, se lo estaba pasando bien. Le gustaba que un hombre hubiese venido a hablar con nosotros y que fuese tan directo en sus intenciones. Seguro que estaba muy mojada. Juan no dejaba de mirar su cuerpo de arriba abajo. Y continuó:

  • Vamos a la playa. Conozco un sitio que os gustará.

Llegamos a un lugar entre las dunas apartado de la poca gente que había en la playa. Y pusimos las toallas en el suelo. Nos dijo:

  • Esta es una playa nudista, ya sabéis lo que tenéis que hacer.

Yo no tuve ningún problema y me quité enseguida el bañador. Mi mujer esperó un poco, parecía que estaba esperando las palabras de Juan. Y así fue:

  • Quieres que te ayude. Me gusta desnudar zorritas.

Ella sonrió, le gustó que la llamase así. Y le dijo:

  • Esperaba que me lo dijeses.

Mi mujer estaba disfrutando más que yo. El estado de relajación se me iba pasando y mi corazón volvía a ponerse a cien. Cuando acabó de desabrocharle la parte superior del bikini y vi las tetas de mi mujer, el pene se me comenzó a mover. Después le deshizo los nudos de la parte inferior del bikini y le quitó el minúsculo trozo de tela, dejando su coño y su culo a la vista. El pene se me acabó de levantar. Y me dijo:

  • Tienes una mujer que está muy buena. Nos lo vamos a pasar muy bien.

El no se quitaba el bañador. Sabía como mantener la tensión de la situación y quería darnos a entender quien mandaba allí. Continuó:

  • Voy a ponerte protector solar.

Sacó de su riñonera un bote con crema, se untó las manos y le dijo a mi mujer:

  • Túmbate boca arriba sobre la toalla.

Ella lo hizo y el comenzó a pasarle sus manos por todo su cuerpo. Primero comenzó por los hombros y fue bajando hasta las tetas que acarició y apretó sin ningún complejo. Ella cerraba los ojos y daba pequeños gemidos. Estaba disfrutando como nunca. Yo nunca le había hecho algo así. Juan sabía como poner a punto a una mujer. Al fondo se oían las olas del mar, yo estaba que me salía, mi pene estaba a punto de estallar. Juan continuó hablando:

  • Tranquila Esther, relájate, te lo vas a pasar muy bien.

Continuó bajando las manos hasta el ombligo y después comenzó a acariciarle el sexo. Y me dijo:

  • Tiene un coñito muy suave. A mi me gustan así. ¿Utilizáis algún anticonceptivo?

  • Estos últimos meses no, queremos ver si se queda embarazada.

  • Yo siempre me corro dentro de la mujer, es muy importarte que mi leche se quede dentro de ella y que el marido se la lleve a casa así con mi semen dentro. Tendréis que correr ese riesgo. Además estoy seguro que en tu fantasía es así.

Sabía que en mi fantasía sexual imagino a mi mujer con el coño lleno de leche de otro hombre. Continuó masajeándole el sexo hasta que de pronto le metió el dedo más largo de la mano dentro de la vagina de golpe, ella dio un fuerte gemido. La había puesto a punto de caramelo, ella estaba completamente entregada a el y yo no le podía decir que no a nada. Estaba a punto de correrme. Juan me dijo:

  • Ves que puta es tu mujer, todas son iguales. Les gusta follar más que a nosotros. Ahora me vas a ayudar.

Mi mujer estaba boca arriba sobre la toalla con las piernas abiertas y toda untada con un líquido que parecía aceite y que hacía que su piel resbalase. Juan se levantó y se quitó el bañador. Tenía un pene grande de unos 20 cm. todo erecto y con la punta húmeda y casi goteando de los líquidos que le habían salido al estar masajeando a mi mujer. Le abrió más las piernas y se puso de rodillas entre ellas. Y me dijo:

  • Ahora me vas a meter la polla dentro de tu mujer y te vas a ir corriendo al coche sin mirar atrás. Allí nos esperas hasta que volvamos.

Me quedé sin palabras para contestarle, mi mujer estaba en el suelo con las piernas abierta y con una gran sonrisa en la boca. Al ver que dudaba Esther me miró y me dijo:

  • Vamos méteme la polla, no era lo que siempre has querido.

Nunca había tocado la polla a otro hombre. No podía echarme atrás, cogí el pene de Juan con la mano derecha y con cuidado lo fui acercando a la vagina de mi mujer, mientras el se iba poniendo sobre ella. En ese momento me dijo:

  • Vamos cabrón, métela hasta el fondo.

Mi mujer estaba muy abierta y mojada, la polla entró enseguida hasta el final. Notaba como ella jadeaba, se estaba corriendo sin parar, Juan comenzó a moverse sobre ella. Y me grito:

  • Vete cabrón, desaparece y no vuelvas.

El pene me iba a estallar, quería correrme. Me fui lo más deprisa que pude hasta donde había aparcado el coche, pensando en lo que estaba haciendo mi mujer en ese momento. Cuando llegué me senté dentro del vehículo y me masturbé, nunca había soltado tanta leche en una paja. Y me quedé muy tranquilo por unos momentos. Hasta que recordé donde había dejado a mi mujer y a Juan encima de ella, el pene volvió a levantarse casi sin querer. Y al cabo de 5 minutos volví a masturbarme con más placer que antes. Volví a relajarme. Pasaron 10, 20, 30 minutos, una hora y no volvían. No sabía que hacer, me venían a la cabeza un montón de imágenes, de escenas, qué habrían estado haciendo. Al cabo de 2 horas llegaron los dos juntos cogidos de la cintura, me había masturbado ya 4 veces y el pene se me volvía a levantar. Bajé del coche y Juan me dijo:

  • Tu mujer es una auténtica zorra. Ya te contará en casa lo que hemos hecho.

Esther no se atrevía a mirarme a los ojos sentía vergüenza, pero la veía muy satisfecha y tranquila. Juan la abrazó delante de mí y le dio un largo beso a la boca mientras le acariciaba los pechos y el culo, ella no se resistía todo lo contrario le entregaba su cuerpo, mi pene volvía a querer estallar. Cuando terminaron. Juan me dijo:

  • Ahora iros a casa. Ella te dirá lo que tenéis que hacer.