Mi mujer es una puta y yo su sirvienta 2

Continuo explicando mi vida como sirvienta travestida después de que mi mujer tuviera que volver a trabajar de puta por haberme arruinado con la crisis

Mi vida cada vez va a peor. Pensaba que no había ya nada peor que  lo que me hacían mi mujer y su hermana, pero me había quedado corto. Y lo malo es que cada día me gusta más. Cuanto más me humillan, más salido voy y mi polla se aprieta cada vez más en mi pequeño CB de castidad.

Hace cosa de un mes, mi mujer me mandó llamar y yo acudí corriendo y nervioso al salón de la casa. Desde que pasé a ser su sirvienta y su cornudo, controlado por su hermana, prácticamente no habíamos hablado salvo para darme órdenes o humillarme con sus clientes.

Acudí presuroso tras comprobar que llevaba mi uniforme impecable. A mi dueña le molesta mucho que el delantal blanco tenga arrugas o que la cofia no esté perfectamente centrada en la cabeza. Ya no necesito peluca. Después de tantos meses feminizado como sirvienta ya tengo suficiente cabello para hacerme un peinado de mujer: raya al medio, orejas tapadas y una incipiente melena detrás. Lo que sí me había hecho su hermana, a través de una amiga suya peluquera, fue oscurecerme el pelo con mechas.

  • ¿Se puede, Señora? – dije llamando suavemente a la puerta del salón.

  • ¡Pasa, Remedios!

Así lo hice y realicé una respetuosa reverencia, mientras sujetaba la falda a la altura de las caderas con dos dedos de cada mano para que se abriera ligeramente desde los costados.

  • ¿Qué desea, la Señora?

Mi mujer está cada vez más guapa. Ha adelgazado bastante, pero conserva unas tetas enormes, poderosas  y un gran culo. Incluso su cara tiene una forma más alargada, no tan redonda y mofletuda como antes.

Me desprecia, no me toca, apenas me mira y yo estoy cada vez más loco por ella. Cada vez más sumiso, aceptando de buen grado que sea su hermana (esta cada vez más gorda y fea) quien me diera las órdenes, me marcara mis obligaciones y me ordeñara cada martes como si fuera una cabra. Yo, ya solo tenía como ropa de hombre unos pantalones, un polo, un jersey y unos zapatos que guardaba su hermana, doña Berta, para casos de necesidad. Por el contrario tenía varias bragas, varias medias y 4 uniformes de sirvienta diferentes para variarlos en función de las tareas que hiciera en ese momento (diferentes, por ejemplo, para fregar o para servir la cena) y también para que diera tiempo a lavarlos.

Eso había sido idea de doña Marta ya que consideraba que, como tenía trabajos de sirvienta fuera de casa, tenía que ir siempre muy bien vestida para dar buena imagen. No entendía la sumisión de un hombre medio desnudo haciendo labores de criada sin más, sino que la imagen y la seriedad eran muy importantes para sus clientes. Yo soy una sirvienta travestida y no un hombre en una fiesta de disfraces, y así se me debe reconocer siempre. Mi mujer estuvo totalmente de acuerdo y aplaudió su decisión.

En fin, volviendo a lo que estaba contando, mi mujer no me respondió al momento; se acercó a mí y me inspeccionó de arriba abajo, levantándome incluso la falda para ver si llevaba limpias las bragas y comprobar que llevaba puesto el CB, el tubo de castidad. Sonrió y miró hacia un lado.

En ese momento me di cuenta de que también estaba doña Marta sentada en una butaca en el salón.

  • Berta –preguntó mi mujer- ¿se ha corrido Remedios este martes?

  • Ni este martes ni el pasado. No he tenido tiempo de eso – respondió su hermana con cara de pocos amigos ya que tampoco parecía saber para que nos había llamado mi mujer.

Mi mujer se echó a reír a carcajadas, mientras nos miraba a las dos alternativamente.

  • No sé de qué te ríes – dijo doña Marta malhumorada- pero yo he quedado de aquí a un rato que llevaría a Remedios a casa de las abuelas, bueno a casa de las hermanas Delgado y no quiero llegar tarde.

Mi mujer dejó de reír y, sonriendo  cariñosamente a su hermana le dijo:

  • No te preocupes que no voy a quitarte tu juguete. Yo no quiero a esta imbécil para nada, ya lo sabes.

Al oír eso se me cayó el alma a los pies. Mi mujer debió darse cuenta de algo porque se interrumpió y miró a su hermana. Ésta, con la cara ya más relajada, se levantó, se acercó a mí y ¡ZAS, ZAS, ZAS! Me plantó tres bofetadas y la cara se me  quedó roja como un tomate.

  • Así está mejor – dijo mi mujer – Pero antes de seguir, Marta, por favor, quítale el CB que quiero ver cómo está y cómo se le pone el clítoris cuando os diga lo que tengo que decir.

En cosa de un momento estaba sujetando la falda levantada,  las medias y bragas por las rodillas y mi polla en la mano de doña Marta que me la pelaba muy, muy lentamente. Yo, que llevaba casi 3 semanas sin correrme, me empalmé en seguida

  • AAAAGGGHHH, AAAAAAGGGGHHHHH, gemía yo sin control, aunque el  meneo era tan lento y cambiante que era imposible que me corriera. En eso, doña Berta era una experta.

  • Bien – continuó mi mujer – no me importa que gima la esclava, casi lo prefiero para ver cómo reacciona ante lo que tengo que decir.

  • De acuerdo –dijo Doña Marta- Ya has oído a tu ama, imbécil, puedes hablar… así que recita la tabla de multiplicar. ¿Qué te oiga bien, estúpida!

  • UUUUFFFFF, AAAAGGGGGGHHHH –doña Marta me miró a los ojos con expresión indiferente y yo comencé a recitar la tabla de multiplicar- Uno uuuufffffff por uno ahhh,  es uno, uno pppppooooor dos esssssss dos, aaayyyyyy uno por trrreeeessss….

Estaba como una perra caliente mientras doña Marta seguía moviendo y sujetando mi polla o, simplemente,  sin moverla, a su gusto, vigilando para que no me corriera y mi mujer riéndose de mí con cara de desprecio.

Mi mujer hizo entonces un gesto con la mano para que gimiera más bajito y continuó hablando.

  • En fin hermana; te digo que no te quitaré tu juguete porque, desde ahora, Remedios es toda tuya, yo me voy de esta casa.

  • ¿Cómo? – dijo doña Marta

  • AAAAGGGGHHHH,  NOOOOOO – dije yo

ZAS, ZAS. Otras dos bofetadas me cayeron sin que casi me diera cuenta de que doña Marta me había soltado la polla un momento para sacudirme la cara de nuevo. Y continué con la tabla de multiplicar mientras no podía más de placer y humillación

  • AAAAGGGGHHHHH … unnnno ppporrrr 7 esss 7, uuuu  agggg qué gusto…. Popopopor oooocho essss…

  • Lo que os decía- siguió mi ama sin hacerme caso-. Mi amigo Roberto me ha ofrecido que me encargue de dirigir la casa de putas que tiene a un kilómetro de aquí. Como condición yo procuraré llevar  hacia esa casa todos mis clientes y puedo seguir atendiéndolos si yo quiero, aunque prefiere que los reparta con las chicas. Lógicamente, esta casa ya no podrá ser una casa que le haga la competencia.

  • ¿Y te compensará?

  • Sí, porque tendré un buen sueldo y una comisión sobre lo que se ingrese. Así como el 50% de lo que paguen los clientes que atienda yo misma. Además  tendrá una especie de apartamento en la casa, así que viviré allí.

Mi vida se iba por el desagüe definitivamente y, sin embargo, yo seguía empalmado como un  burro, mientras que la persona que  más me humillaba, castigaba y degradaba estaba a punto de convertirse en mi nueva dueña.

  • UUUUFFFFFF, AAAGGGGHHHH, SSSSSIIIIII, MMMMAAAAAASSSSS

Las dos hermanas me miraron con asco y despreció al oírme pedir más humillación. Mi mujer continuó hablando:

  • Tú te quedaras con la casa y con Remedios. La limosna de 500 euros que le ingresan cada mes a esta inútil como parado de larga duración y que, hasta ahora, me quedaba yo, te la quedarás tú, Marta.

  • ¿En serio, hermana? – dijo doña Marta – No me pongo a dar palmas para no soltarle la ubre a la vaca esta… jajaja

  • Ya me imaginaba, jejeje Sólo una cosa más, en las cuentas de la casa de putas hay una partida de 2000 euros al mes para la limpieza. Le dije a Roberto que me diera a mí 1500 y que yo me ocuparía de que viniese alguien a limpiar cada día ahorrándole así 6000 euros al año. A él le pareció genial y, como podrás imaginar, quiero que traigas a Remedios cada día a limpiar desde las 7 de la tarde hasta las 10 de la noche que es cuando más gente hay para que arregle las habitaciones cada vez que pase un cliente: o sea cambiar las sábanas, recoger papeleras y preservativos usados, fregar el suelo si se ha caído algo, etc. y luego por las mañanas, un par de horas más para limpieza total del local y que quede preparado para la tarde. Como ocurría aquí, si algún cliente quiere que Remedios le chupe la polla y está dispuesto a pagar algo por ello, la sirvienta así lo hará y el dinero me lo quedaré yo. Lo que ya no va a tener es la tarde libre de los jueves como el resto de las criadas del país, eso, desde luego.

  • Aaaaggg – seguía gimiendo yo viendo la que se venía encima- tttttrrrres por dos ssseis  uuufff qué gustoooooooo

  • Para limpiar en esa casa de putas de lujo, ¿quieres que depilemos a la esclava? – preguntó doña Marta.

  • Jaja, hermana, siempre has querido  hacerlo. A partir de ahora es tuya y es tu decisión, pero yo insisto en que es más humillante para él, bueno ella, el que se vea bien que solo es un hombre feminizado, un maricón sumiso de mierda. Si le confunden con mujer no sufriría tanto. Con que lleve los cojones rasurados para que el CB pueda estar mucho tiempo puesto sin problemas y sin pelos en pecho y piernas ya está bien. Quiero que sufra, que se joda, que sea la mierda más baja que se pueda ser, que ni él sepa si es hombre o mujer… Espero que, si viene nuestra madre a vivir a España, como parece que quería, viva con vosotros y que le humille también. Es un maricón sumiso de mierda y quiero que viva así, como una mierda todo el rato… Cuando le conocí quería jugar a que le humillara de vez en cuando. Pues bueno, ya lo tiene, pero no es un juego, ni es de vez en cuando. Perdona, hermana, me caliento yo sola con esta maricona sumisa. Ahora es tuya y harás con ella lo que quieras.

  • De acuerdo hermana, me parece genial,  así lo haré y hablaré con nuestra madre. Joder! Como venga a vivir aquí, la esclava se va a cagar jajajaja. Ah! Otra cosa. Qué pasa con las casas a las que tiene que ir a servir Remedios, como la de las hermanas Delgado.

  • Supongo que tendrá tiempo, pero si hay alguna que no pueda ir, yo creo que con lo que tú ganas, el no tener que pagar casa porque vivirás en esta y el dinero de la pensión de la esclava que también te quedas vivirás mejor que hasta ahora…

Ahí si que doña Berta me soltó la polla y se puso a aplaudir como loca. Mi mujer se dirigió entonces a mí, que permanecía temblorosa, con la falda levantada y sumisa.

  • Ya no hace falta que te cases conmigo por los papeles porque ya lo tengo solucionado con Roberto. Te casaras con tu ama, mi hermana, si ello lo quiere o le hace falta. ¿Algo que decir, imbécil?

Me miraba con tanto desprecio  y superioridad mientras contemplaba mi polla levantada que no me atreví a decir nada. Sólo asentí sumisa mientras notaba, asombrado, que mi polla seguía levantada y que me hormigueaba de placer con cada palabra terrible y humillante que me dedicaba la que había considerado mi mujer hasta ese momento y con la que pensaba que me casaría próximamente para que tuviera sus papeles en regla. Por suerte, pensé, la seguiré viendo en el prostíbulo

  • Bien, todo claro para todos. Ya puedes llevarla a ver las hermanas Delgado.

Doña Marta me soltó la polla, se dirigió hacia la puerta y la seguí caminando como podía, con las bragas y medias aún por las rodillas. Mi polla se bamboleaba al caminar mientras intentaba asimilar mi nueva situación y pensando en lo que me encontraría dentro de un rato en casa de las hermanas Delgado, que habían hecho de las guarrerías más crueles su forma de humillarme y disfrutar. Casi ni me daba cuenta de que, una vez más, doña Marta me había tenido al borde del orgasmo sin haber llegado a correrme y de que en unos instantes volvería a tener la polla en su jaula.

Próximamente, les explicaré quiénes son esas hermanas Delgado, a las que doña Marta las llama “las abuelas”.