Mi mujer es una jodida
Su relación sigue un camino inesperado, al marido le encanta que su mujer tenga sexo con otros hombres.
Cualquiera puede pensar que esta historia es bull shit, pero no, es cierta 100\%, si no me hubiera pasado no me lo creería de nadie.
Después de un noviazgo muy largo, en el cual follabamos, a veces con mucha frecuencia y en donde a veces parecíamos monjes cartujos, nos casamos. Por razones de trabajo fuimos a vivir a un pueblito cercano a Madrid, mi mujer se dedicaba a la dentistería y yo era profesor de inglés en un colegio que quedaba a cierta distancia. Como solamente teníamos un auto, yo debía recurrir al transporte urbano, pues mi mujercita es muy cómoda y yo, como la quiero tanto, me dejo hacer el tonto. No tenemos mucho dinero para comprar dos autos. Yo tengo 28, ella tiene 24, yo soy un tipo corriente, de esos que no llaman excesivamente la atención. Mi esposa, a la que voy a llamar Marcela, no estaba del todo mal. Una mujer delgada, con tetas no muy grandes, un culo chiquitín pero respingon, en fin una mujer que llama la atención, sin decir que es la más buena de la provincia y sin que se piense que es la más voluptuosa. Lo que la hacía interesante eran los vaqueros ajustados que llevaba, las minifaldas demasiado cortas, los tops ajustados, en fin, unas ropas que pueden llamarse de escándalo.
Con mi esposa habíamos tenido distintas experiencias, a veces nos gustaba algo de exhibicionismo, lo que pasaba es que cuando lo hacíamos en un lugar publico, yo me corría casi al instante y a ella la dejaba insatisfecha, lo que a veces me mortificaba. Otras veces, ella usaba unas minifaldas de infarto que dejaban ver parte de sus tanguitas, la parte de en medio, claro está, ante la mirada atónita de los hombres y las furiosas miradas de las mujeres, que se morían de la envidia por no poder usar algo así. Creo que la envidia es la esencia del alma femenina. Por eso, preferíamos posiciones mas descansadas y relajadas, en donde pudiéramos hacer lo que teníamos que hacer y durar eternidades.
No al mucho tiempo de vivir en el pueblito, mi mujer decidió ponerme los cuernos con un labriego. Un tipo que hay que reconocerlo no estaba mal del todo, y que se la montaba cada vez que quería, ella creo que se enamoro de él, pues me dejo a un lado. Yo un día, que cancelaron las clases en el colegio, regrese a casa mas temprano de lo normal. Los encontré follando, ella mas apasionada de lo que lo hacia conmigo, y el tipo dominándola sin compasión. La verdad, me puse furioso, los celos me estaban matando y eso que yo creía que Víctor (el labriego), que ocasionalmente me prestaba servicios de jardinería, me era fiel y hasta creí que era mi amigo. Pues nada, peleamos y en un primer momento preferimos dejar todo así y cada cual para su lado.
Sin embargo, dentro de todo nos queríamos mucho. Ella me pidió perdón, y nos reconciliamos, pero el suceso llevó a que cambiaran todas nuestras perspectivas. Mi mujer, desde un tiempo para acá, decidió ser un poco más liberada y dejarse llevar por sus pasiones. Lo que yo no sabía del todo, era que a mí eso también me gustaba mucho.
Una noche, íbamos para un bar cercano, y para mi sorpresa, salió vestida con algo fenomenal. Había visto a la Spears que usaba las tiritas de la tanga afuera, y así se lo montó. La muy follona iba con un top que dejaba al descubierto la mitad inferior de sus tetas, y yo estaba que temblaba. Llegamos al bar e inmediatamente fue el centro de todas las miradas, los hombres queriéndosela follar desde que la vieron, y las mujeres muertas de la envidia por no ser más el centro de atención de sus novios y amigos.
Yo le dije que me dejara a un lado, que quería ver como se divertía. Es más, que no quería que se cortara con nada y cosas así. Ella se dejó llevar. Le dije que bailara con quien quisiera, que no se preocupara por mí, que me encantaba mi papel.
La sacó a bailar un muchacho, más joven que nosotros. Yo le hacía señas para que se dejara meter mano en todo lado, ella, para mi sorpresa estaba un poco tímida. Se dejó poner la mano sobre su estomaguito, y sobre la parte superior de su culito. Cuando él muchacho iba a tocarle las tetas, lo paró y le dejó ahí en la pista de baila plantado.
Ese día no quiso seguir en el bar, y nos fuimos a nuestra casa, yo la notaba tensa. Así que le dije que no había ningún problema, que me encantaba, que todo saldría bien. Follamos esa noche, pero ella seguía inquieta, me decía que era como volver a pensar en Víctor y que me quería mucho. Yo le contesté que también la quería mucho, y que si ella no lo quería hacer, pues nada, que lo dejáramos así.
A la semana siguiente fue el desmadre. Para ahorrar, llevaba un top muy pequeño, se le notaban los pezones en la tela. Una vaquera a la cadera, las tangas bien afuera, unas que son tan solo un hilo en la parte de atrás, es decir, de esas que ya ni tienen triangulito, bien maquillada, hermosa. Se apeó del auto sabiendo que todos la iban a mirar, como haciéndose la que no quería, subió sus manos y dejó al descubierto parte de sus tetas a todos los que hacían fila para entrar al bar.
Entramos y yo me situé en la barra, ella me besó y pidió unos tragos, un par de cubatas para cada uno, el licor ya hacía sus efectos y ella bailaba para mí. Bailamos algo movido, pero ese no era el plan. Yo alegué en voz alta que me sentía un poco mal, y que mejor ella siguiera bailando. Entonces fue cuando un hombre joven se le acercó por detrás, me dijo que si podía y yo con un gesto de la mano le dije que sí, que podía bailar con ella. Él la agarró por el talle y eso fue suficiente para que mi polla se llenara de sangre. La llevó a bailar, y desde el primer momento tuvo sus atrevimientos con ella, yo la miraba y le decía que más, que siguiera. Ella se animó y antes de que terminarán la pieza, él tenía sus dedos enredados en las tiritas de la tanga, como queriendo soltársela. Ya se estaban besando, con pasión, abrían las bocas y se notaba como la lengua de él entraba en la boquita de ella.
Bailaron dos piezas más y cada vez subía más el ambiente. Ella volvió a la mesa y me dio el beso más apasionado que me hubiera dado nunca. El hombre no volvió aparecer, pero no nos dejaron solos, ya que inmediatamente aparecieron dos muchachos muy jóvenes quienes sin decirme nada la fueron tomando de las manos y la llevaron a la pista. Bailaban haciendo trensitos, el de atrás le juntaba su polla a su culito y el de adelante le tocaba las tetas con descaro y la besaba. A este punto ya todos los del bar la miraban y se reían de mí, lo que me importaba un nabo, pues yo estaba excitadísimo. Y para cortar a mas de uno, me paré de la mesa y ante la mirada de todos, le metí la mano del muchacho entre el topsito, dejando casi a la vista los senos de mi mujer y le hice señales de que se los besara.
El muchacho de atrás me miró y me sonrió, y le metió la mano por entre el vaquero, le estaban morreando el chocho y mi esposa ya daba señales de estar a mil. Se acercó a la mesa y me dijo que ellos se la querían follar, que si podía hacerlo. Yo de le dije que si, siempre y cuando pudiera ver lo que le hacían.
Pues ella, a la vista de todos los demás que debían suponer a donde se iban, salieron del bar y yo me fui detrás, se fueron al aparcadero y sin decirse nada, la fueron desnudando y le hacían los más maravillosos morreos que uno haya visto, yo me saqué la verga y me estaba masturbando, pero uno de los muchachos me dijo que yo también debía participar, que no se sentía bien puteando con mi mujer si yo no estaba también participando.
Me acerqué y entre todos nos desnudamos, sabíamos que cualquiera nos podía ver, pero a estas alturas no podíamos aguantar más. Mi mujer estaba solamente vestida con la tanguita. Como dije es de las que atrás es un hilito muy pequeño, sin triangulito y adelante es apenas un triangulito que cubre lo necesario, un poco menos.
Uno de ellos se comenzó a quitar la ropa, mi mujer le daba una mamada espectacular y el otro le morreaba el chocho, yo le tocaba las tetas. Veía como entraba y salía de la boquita de mi mujer el pene de otro y como ella golosa lo succionaba, el tipo mostraba cara de un indecible placer. La verga entraba y salía de su boca y el de atrás ya le había bajado la tanga a las rodillas y comenzaba a trabajarle el chocho con su boca, se sacó la verga y yo no sé porque, yo tuve el deseo de tocársela y así lo hice, y mientras él se tomaba los jugos de mi mujer, yo lo masturbaba.
Oímos una puerta atrás de nosotros, mi mujer se puso tensa y paró todo. Se acercó un hombre, guapísimo, y nos dijo, vaya fiesta, me puedo unir, Marcela fue la que respondió que sí. El tipo se sacó la verga, y la tenía larguísima y muy gruesa, una belleza, nada como las de los demás, que no eran del todo mal. Nos explicó que se había quedado de encontrar con su novia dentro de uno de los bares, pero que antes de culiar con ella, bien podría regar con un poquito de leche el pastelito que se le ofrecía, pero nos pidió que le dejáramos primero. Sin decir palabra, mi esposa se le abalanzó y se besaron tremendamente, y en un dos por tres ya estaba clavada a la verga del hombre, quien se la culiaba con fuerza, ella, cambió de posición y se la metió desde atrás y se agachó y nos daba unas buenas mamadas a cada uno. La metía y la sacaba y se le veía brillante. Ella gemía y se le veía la cara de gusto por lo que estaba haciendo.
El tipo se corrió ruidosamente y dejó a mi mujer extenuada, se le veía entre el chocho los flujos de su sexo mezclándose con el semen del hombre, caían al piso y ella, sin molestarse más, se volvió hacia él y le hizo una frenética mamada.
Estaba así cuando el de atrás se la metió y empezó a bombear con fuerza, le decía guarradas y cosas por el estilo, y la seguía bombeando, el otro muchacho y yo nos comenzamos a masturbar mutuamente, él a mi y yo a él. El otro muchacho, mientras tanto, machacaba a mi mujer y sacaba la verga casi hasta afuera y después la metía con fuerza. Hasta que se corrió dentro de ella. Ya mi esposa parecía una catarata de semen, lo cual me excitaba mucho.
El último muchacho que faltaba, la despatarró sobre el auto y se la metió en el chocho, sin decir absolutamente nada más y la besaba con pasión, ella le correspondía a los besos y le acariciaba los huevos, eso lo hacía para que terminara rápido. Y así fue, el muchacho que ya había visto demasiado, se corrió casi enseguida y sacó su verga mojada por los jugos de los otros, ella se agachó y se la limpió juiciosamente.
Acto seguido se vistió y volvimos al bar, todos juntos. Los muchacho entre risas se despidieron con largos besos, el otro hombre, me había olvidado, se había ido hacia un buen tiempo y pudimos verlo con su novia.
Mi esposa estaba radiante, volvió a bailar para mi. Olía fuertemente a semen. Pedimos otros tragos. Al rato otro hombre se le acercó y la sacó a bailar nuevamente. Bailaba muy despacio y le iba metiendo mano por entre los vaqueros. Ella, para mi sorpresa y la de los demás, se levantó la blusa y le llevó las manos para que le manoseara las tetas. Se abrió el pantalón y dejaba al descubierto la parte de delante de su tanguita y se abrazaba a él fuertemente. El hombre bailó con ella como tres canciones más y ya no aguantaba, se sentaron en la mesa, se presentó, también era dentista como mi mujer y se llamaba Juan.
Me dijo que éramos una pareja muy especial, que si no me molestaba que se revolcaran con mi mujer en mis narices. Yo le dije que prefería que fuera así a que me engañara por detrás de mí. Entonces, le metió mano ahí en la mesa, y con disimulo ella se metió debajo y le hizo una gran mamada, que el correspondió con una corrida fenomenal en su boquita. Me dijo que sin embargo ya se había corrido en la boca de mi mujer, que ahora quería cogersela. Yo le dije que encantado, pero que mi única condición era estar presente, que no necesitaba participar, sino solamente estar presente. Le dije además que si tenía dos o tres amigos que le acompañaran, haríamos una fiesta espectacular.
El me dijo que le esperáramos un momento. Volvió con tres hombres más, uno de ellos muy joven, de esos que le encantan a mi mujer que prefiere a los que tienen cara de yo no fui. Sin más, nos fuimos a la parte de atrás, mientras yo miraba la cara de escándalo de las personas en el bar, que sabían que vendría una nueva faena para mi esposa.
Los tipos la fueron besuqueando, se bajaron los pantalones para que ella pudiera ver sus vergas, estaban muy bien dotados, ya las tenían erectas y mi esposa empezó a besárselas en desorden. El muchacho de cara de yo no fui tenía la mejor, un palo no muy grueso, pero muy blanco, con una cabecita rosada, largo, limpio.
Uno de ellos me dijo que yo como esposo iba de primero, les dije que no, que prefería ver y que estaba un poco cansado, que por mi no se fueran a cortar, que se la cogieran ahí mismo. Pues dicho y hecho, le fueron desnudando, y por turnos la fueron cogiendo. El primero, fue el que se nos acercó, la tomó por delante, le chupó el chocho y le dijo sonriendo, veo que hoy no has estado quieta, a lo que mi esposa respondió con una sonrisa de vergüenza. Sin embargo, no importaba, el tipo le metía la lengua en el chocho y la estaba haciendo tener un orgasmo. (a propósito, con cada uno de los tipos había tenía varios orgasmos en toda la noche). Ella le rogó que se la metiera, y que no la hiciera padecer más. Él sin miramientos, la cogió con fuerzas, la bombeaba con potencia, le hacía saltar las tetas para un lado y para otro, le decía que era una perra, que si le gustaba que su marido la viese jodiendo, que si era una zorra, y cosas por el estilo, se la montó de maravilla, yo vi que mi esposa tuvo dos orgasmos, hasta que el tipo se corrió. Lo sacó y le dijo que mientras uno de sus amigos se la montaba, que se la volviera a mamar, a lo que Marcela respondió encantada. Otro de los amigos, la cogió por detrás, pero no duró mucho y se corrió casi al instante. El otro pasó sin pena ni gloria. El último, el de cara de yo no fui, le dijo que la haría ir al cielo y que se preparara, pues le daría tres buenos polvazos.
Le dijo que se dejara hacer de todo. Ella, con toda sumisión dijo que estaba para todo. El le metió un dedo entre el culo, lo llenó de saliva y poco a poco fue abriendo el ojete, hasta que lo tuvo a punto, y se la hincó hasta los huevos. Ella chillaba de dolor y de placer, dijo que nunca se lo habían hecho por allí. El más joven me dijo, oye cabrón, entonces estoy desvirgando el culo de tu mujer, yo le dije que si, y que no importaba, que la siguiera jodiendo con fuerzas. El le dijo a sus amigos que si querían probar el culo de mi mujer, y ellos asintieron, entonces, dijo que lo hicieran después de que él se corriera. Duró un buen rato, entre los gemidos de Marcela y sus muecas de dolor y placer. Ella dijo que no se lo hicieran más por allí, que le dolía. El contestó, lo que diga tu marido, yo le dije a ella que se dejara hacer, que era una experiencia diferente. El tipo se corrió y como seguía con su erección, se lo metió entre el chocho, y se pudo de tal manera que los demás pudieran juguetear con el culo de mi mujer, y todos se lo hicieron uno a uno, mientras el seguía esforzándose por delante.
Cuando acabaron, le dijeron a mi esposa que cuando quisiera gozar de nuevo, los llamara.
Bueno, después de eso, nos fuimos para la casa, y mi esposa y yo cogimos el resto del tiempo hasta el amanecer. No saben lo delicioso que fue el sentir el chocho de mi mujer dilatado, oliendo a semen por todas partes y sabiendo que había gozado como una zorra.
Después de eso, no volvimos a esa zona de bares, no hemos vuelto hacer algo similar, pero bien valdría proponerlo de nuevo. Nuestra relación mejoró mucho, y ella me prometió, que cuando quisiera montárselo con otros, me lo contaría antes a mí.
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