Mi mujer embarazada 4

Un día en la playa con la família..

Esta es la continuación del relato “Mi mujer embarazada 3”.

Os doy las gracias a todos los que habéis hecho comentarios acerca de todas las entregas de esta pequeña serie, -tanto para bien como para mal le ayudan a uno a mejorar, sin duda ¡gracias!. A la vez quiero pedir disculpas a los lectores amantes de esta serie pero con mi hija, el tiempo que me queda para escribir realmente es escaso, espero que lo comprendan.

8 de la mañana y sonó el despertador, mi mujer me levantaba de la cama.

-          Vamos cielo, son las 8 y hay que hacer aún un montón de cosas.

-          Vooooy – dije haciéndome el remolón.

Ambos nos levantamos sudados, la mañana era calurosa, nos esperaba un día de mucho calor, los dos íbamos con la menor ropa posible, mi fémina sólo llevaba las braguitas k se escondían por debajo de la gran barriga que asomava y yo, unos slips de lycra muy cómodos con la que se me marcaba con facilidad todo mi mañanero paquete.

-          Voy a despertar a los enanos, ¿ok? –le dije dirigiéndome hacia la habitación.

-          Vale, yo iré preparando los desayunos. ¿tú qué quieres?

-          Hazme un café de la Nespresso.

-          ¡OK!

Me dirigí hacia la habitación de invitados, donde se encontraban Izan y Lucía. Abrí la puerta, la habitación que olía a sudor, estaba oscura pero se podían distinguir, gracias a un pequeño rayo de luz, a mis cuñados durmiendo abrazados y ambos también sudados.

-          Qué bonito es el amor – pensé.

Izan dormía como se acostó la noche anterior, totalmente desnudo, y Lucía solo vestía un pequeño tanga azul, la vista era de lo más excitante, la mano de Lucía residía en las partes bajas de mi cuñado y el miembro de este estaba semi erecto, tenía un buen tamaño  ¿realmente estaban dormidos?

-          ¡Niños, levantaros ¡ - dije – vamos que nos espera un día muy largo.

Mis palabras eran nulas, esos pequeños parecían osos hibernando.

-          Quizá sí que estaban dormidos – pensé dentro de mí.

Aún así, esta vez con tono algo más elevado repetí esas mismas palabras pero tampoco hubo ningún tipo de reacción por su parte. Así que me acerqué hacia ellos y, por cercanía, desperté primero a Lucía zarandeándola un poco a través de su hombro, aún así me costó bastante  despertarla pero al lo conseguí.

-          ¡Buenos días guapo! – me dijo levantando un párpado y la cara aún pegada a las sábanas

-          Buenos días – contesté – despierta a Izan que nos espera un día largo.

Me dirigía hacia la cocina donde estaba Natalia.

-          ¿Te ayudo? – le pregunté.

-          No hace falta – me contestó – ¿Mi hermano y Lucía se han despertado ya?

-          Están en ello, dales diez minutos para que se vistan y se aseen. Por cierto, vete a poner algo por encima, no es cuestión de estar desayunando pezones de embarazada, jajajaja, que luego pasa lo que pasa. Ya acabo yo con los desayunos, ¿te parece?

-          Vale, acuérdate que a tu cuñado le gusta la leche bien fría – me dijo desapareciendo por la puerta de la cocina.

Escuché como alguien estaba usando la ducha, imaginé que era Izan, ya conocía yo su protocolo matutino, no es nadie sin una buena ducha. Al poco, mi cuñada aparecía en la cocina con la misma ropa que había pasado la noche anterior, sólo con la parte inferior de un bikini amarillo.

-          ¡Buenos días cuñado! – me dijo alegremente.

Esa imagen me recordó la misma situación de la noche anterior.

-          Si te digo que te pongas la parte de arriba no me vas a hacer caso ¿verdad?

-          ¿te molesta que esté así?

-          Si, un poco.

-          ¿te pongo nerviosa? – dijo acariciando ligeramente su firme abdomen…

-          No entraremos en el mismo juego de ayer – dije – no quiero que me vuelvas a chantajear.

-          Me dirás que no disfrutaste…

-          Lo de ayer estuvo mal ¿me entiendes? Y no se va a repetir.

-          Ya lo veremos…

-          Ya te digo yo que no – le dije rotundamente.

-          Tus slips no dicen lo mismo.

Mi pene me había jugado una mala pasada, en el transcurso de la conversación había cogido algo de tamaño viéndola y pese a no tener una erección completa, era bastante considerable. Cogí las tazas de café y me dirigí hacia el comedor, allí aguardaba mi mujer.

-          ¡Uyy! ¿y eso? – dijo mirando mi paquete.

-          Nada, es que me estoy haciendo pis pero está Izan en el baño – dije disimulando.

-          ¡Ah! – contestó un tanto extrañada - pues ves al baño, ¿no? Al fin y al cabo los dos tenéis lo mismo.

-          Si, ahora iré…

Dejé los desayunos encima de la mesa y me dirigí hacia el baño donde estaba mi cuñado.

-          ¿Se puede? – dije abriendo la puerta y sin dar oportunidad a que me contestara.

-          Si claro – contestó Izan.

Pude contemplar a través del cristal transparente  de la mampara el cuerpo de Izan. Por más que no quería, era estupendo poder recrearse con cada centímetro de su morena piel. Le gustaba mucho la playa y no había más que verlo, el moreno invadía completamente la expansión de su dermis a excepción del pequeño trozo del bañador, algo más blanca.

De repente escuché como sonaba mi móvil, era un SMS, me dirigí hacia el comedor y lo leí:

-          David, soy Cristina, tu cuñada, Pedro tiene gastroenteritis y no va a poder venir a la playa. ¿me podéis pasar a buscar por casa?

Leído ese mensaje, se lo comuniqué a mi mujer.

-          El mensaje es de Cristina, dice que si la pasamos a buscar que Pedro no se encuentra muy bien y que no vendrá. Le digo la pasamos a buscar, ¿no?

-          ¿Qué le pasa a Pedro?

-          Tiene gastroenteritis.

-          Pobre….sí, dile que sí, que la pasamos a buscar.

Seguidamente le respondí ese mensaje a mi cuñada.

-          Dile a Pedro que se recupere. Te recogemos a las 9.00 en tu casa. Adiós.

Dejé el móvil encima de la mesa, mi cuñado apareció del baño con la toalla recogida en su cintura.

-          ¿Qué tal si desayunamos? Son las 8.20 y aun nos tenemos que vestir, desayunar y demás. Vamos a hacer tarde – dije dirigiéndome a todos.

-          ¡Vamos, va! – dijo mi mujer.

-          Lucía, Izan, acabaros de vestir mientras servimos los desayunos.

-          Está bien – dijo mi cuñado ausentándose del comedor.

Al rato aparecieron ambos ya preparados, se sentaron a desayunar. La conversación se centró en los planes del día de hoy, en donde comeríamos, a qué hora volveríamos y poca cosa más. No nos alargamos mucho en el desayuno, era tarde, así que acabamos de desayunar, recogimos las cosas y nos fuimos.

Puntuales, llegamos a casa de mis padres, donde actualmente, en una de las plantas, viven ambos, mi hermano y mi cuñada. Tocamos el claxon del coche y no tardamos en ver a Cristina acompañada de una pequeña mochila. Vestía un pareo verde que le cubría toda su cintura y un top blanco que le transparentaba la parte superior de su diminuto bikini y dejaba a la vista su increíble morena panza de embarazada sietemesina.

-          ¡Hola guapos! – dijo alegremente mi cuñada.

-          ¡Hola Cris! – dije – no sé si conoces al hermano de Natalia y a su novia.

-          Pues no – dijo con una sonrisa.

Hicimos las correspondientes presentaciones y Cristina, mi cuñada, se sentó en medio de Izan y de Lucía ya que de esta manera su increíble panza no le molestaba tanto y podía abrirse un poco de piernas para reposarla.

-          ¿Molesto? – dijo Cristina.

-          A mí no – dijo Izan.

-          A mí tampoco – añadió Lucía.

Arranqué el coche, y me dirigí hacia Begur. Sus playas no tienen nada que envidiar a la de las islas que rodean España, tanto la parte Balear como la Canaria. Son aguas totalmente cristalinas, lúcidas y de un azul fuerte, radiante, realmente precioso. Llevábamos cerca de una hora de camino cuando Natalia se quejó que quería ir al baño así que no dudé en parar un rato para que pudiera hacer sus necesidades en la siguiente estación de servicio nos paramos y bajamos todos para estirar las piernas a excepción de mi cuñado Izan que se quedó dentro escuchando música en su nuevo iPhone. Yo me quedé fuera de este junto a esas dos bellezas, mis respectivas cuñadas.

-          ¡Menudo día de calor nos espera! – dijo Cristina abanicándose con su propio top – estoy asfixiada.

-          Pues sí, nos pondremos negros – dije – yo lo necesito más que vosotras.

-          Jajajaja, pues si cuñado, estás color natillas – me dijo Lucía burlándose.

Natalia no tardó en llegar. Volvimos todos de nuevo al coche y seguimos el viaje. Gracias al aire acondicionado, el viaje se me hizo relativamente corto, la conversación era de lo más amena, hablamos de muchas cosas y no me di cuenta y ya habíamos llegado. Me habían hablado de unas calas apartadas del resto de playas principales y me dispuse a buscarlas. Estuvimos un rato indagando hasta que dimos con el camino correcto, y pese a que este no era muy bueno, mi coche pudo pasar hasta cierto sitio donde tuve que estacionarlo bajo unos pinos, donde daba la sombra.

Esa vez bajamos todos, cada uno cogió parte del equipaje y como no, a mí me tocó el parasol.

-          Cógelo cuñadooo, que te va a hacer falta!! – me dijo Cristina burlándose de nuevo.

Sonreí y proseguimos el camino. Desde lo alto del camino se podían ver pequeñas calas a lo largo de todos los barrancos que se divisaban. Era un paisaje realmente precioso, grupos de parejas apartadas unas de las otras de podían distinguir desde lo alto.

En cuestión de varios minutos, llegamos a la pequeña cala. Su arena, gruesa, color Sáhara se escondía donde empezaba el agua turquesa y totalmente cristalina.

-          Buf, ya era hora de llegar, estoy reventada! – dijo mi mujer tocándose la panza de preñada – necesito tumbarme.

Sin pensarlo dos veces le ayude a colocar sobre la arena, la toalla que guardaba en la mochila. Allí estábamos los cinco, mi mujer, mis dos preciosas cuñadas y mi cuñado Izan rodeados de agua, arena y las abruptas rocas que nos rodeaban en esa pequeña cala.

-          El médico me ha dicho que tengo que poner morenos estos pezones que dios me ha dado para cuando llegue el bebé. ¿Os importa que me quite lo de arriba?, tengo una calor terrible – dijo Natalia

Nadie puso ningún pro, todo lo contrario.

-          Cuñada, si tú te lo quitas, yo también lo haré. También será bueno cuando le de la leche a mi pequeño dijo mi otra cuñada embarazada – dijo desasiéndose de la parte superior del bikini.

-          Pues yo no voy a menos – dijo Lucía.

Ahí estaban las tres, madre mía que espectáculo. Por tamaño ganaba mi mujer, que tenía unos grandes pechos, los últimos sujetadores que le compré de embarazada eran una 110, realmente impresionantes. Le seguía mi otra cuñada preñada, Cristina, con unos pechos un tanto más pequeños pero no por ello menos bonitos. Y por último la que se quedaba atrás era mi otra cuñada, Lucía, que tenía unos pequeños pero firmes senos.

-          ¡Estáis a gusto eh…! – dije con voz picarona.

-          Pues sí – dijo mi cuñada.

-          Podíais vosotros quitaros la parte de abajo – dijo Cristina riendo.

-          Jajajaja, ni de coña – dije – creo que estas pillando una insolación – agregué.

-          ¿Qué pasa cuñado, que la tienes pequeña? – contestó.

-          Para nada, estoy orgulloso de mi soldadito.

-          Si nosotros nos quitamos la parte de abajo vosotras también – dijo rápidamente Izan.

-          Yo no tengo problema – contestó Cristina.

-          Yo tampoco – añadió mi mujer.

-          Ni yo – dijo seguidamente Lucía.

Así lo hicimos, empezamos a quitarnos todos los bañadores y nos quedamos en bolas. La sensación era impresionante y un tanto excitante. No pude evitarlo y mi mirada se dirigió hacia la entrepierna de mi cuñada Cristina, su coño estaba depilado, al igual que el de Lucía pero era grande y con esos pliegues que cuelgan un tanto más de lo normal.

Mi miembro empezó a cambiar de tamaño cuando rápidamente me fui al agua para disimularlo. Dentro del agua esperé a Natalia. No tardó nada en acercarse y notar mi erección bajo el agua.

-          ¿Te ha calentado la situación cariño? – me dijo abrazándome en la medida de lo posible debido al gran barrigón que nos separaba.

-          No te diré que no..

Nos dirigimos más hacia lo hondo cuando mi mujer empezó a agarrarme el rabo y empezó a masturbármelo.

-          A lo mejor esto te calma – me dijo.

-          Ten claro que sí – contesté.

-          Si esto te va a aliviar y hará que pases mejor día lo haré por ti cielo – me dijo besándome en los labios.

Así estuvimos poco más de cinco minutos, tiempo en que me corrí bajo el agua. Mi pene rápidamente volvió a su estado de reposo por lo que me sentía más calmado y aliviado.

Estuvimos jugando todos cerca de una hora cuando yo me cansé y me salí, junto a mí me acompaño mi cuñada Cristina. Natalia se quedó en el agua junto a su hermano y su otra cuñada.

-          No sabía yo, que todo eso era tuyo – me dijo en voz baja mirando mi miembro – He visto el trabajito que te ha hecho Natalia bajo el agua…

-          ¿De qué hablas? – le dije haciéndome el despistado.

-          No te hagas el tonto. He visto el pajote que te ha hecho tu mujer bajo el agua, ¿te habrás quedado bien a gusto no?

-          Jeje, es possible… - dije un tanto avergonzado - ¿tanto se ha notado?

-          Créeme, no paraba de miraros,  y me he calentado mogollón, se os ha notado un huevo.

-          Vaya, pensé que habíamos disimulado..¿en serio te has calentado?

-          Claro, mira..

Se abrió de piernas y me dejó ver la parte mojada de su coño.

-          ¿No te lo creías?

-          Bufff….si…si…. – respondí atónito.

-          En una hora habrás podido recuperar fuerzas ¿no?

-          ¿Fuerzas?¿a qué te refieres?

-          Fuerzas cuñado…para que se te vuelva a poner dura..

-          ¿Y por qué se me tendría que volver a poner dura?

En esos momentos mi cuñada se giró y se abrió de piernas hacia donde yo estaba. Mientras me hablaba de cosas que le habían sucedido con Pedro para disimular, sus dedos se deslizaron hacia su coño. Suavemente empezó a hacerlo, empezando primero por dedicarle tiempo a sus labios externos y poco a poco su coño se iba abriendo a medida que mi cuñada cada vez estaba más y mas caliente. Mi pene poco a poco volvía a coger su tamaño de guerra. Desde el agua no se podía ver ya que estábamos totalmente perpendiculares y no se podía ver más que a una pareja hablando.

-          Sabía que acabarías excitado cuñado.

-          Claro, ¿te crees acaso que uno es de piedra?

-          Supongo que no…

De cuando en cuando mi mirada se dirigía hacia la playa para controlar que alguien de los nuestros no se acercara..

-          Tranquilo que no viene nadie…. – me dijo tranquilizándome.

Mientras mi mirada seguía en el agua noté una mano caliente  en mi verga.

-          ¿Qué tal? veo que aun sigues con energías eh…

Miré hacia abajo y mi pene volvía a estar de lo más erecto, no me lo podía creer, cómo podía volver a estar duro de nuevo.

-          Ya veo que hoy le vamos a hacer horas extras. ¿no? – le dije mirándome el rabo

-          Creo que sí…

Cristina no me soltaba la verga, jugaba con ella y también jugaba con su coño. Me incliné un poco hacia atrás para que tuviera más juego aunque no mucho por miedo a que los que estaban en el agua se dieran cuenta de lo que estábamos haciendo. No podía evitar soltar algún que otro jadeo de placer al igual que mi cuñada la cual me miraba a los ojos en todo momento. Al poco rato miré hacia el coño de mi cuñada y vi lo excitada que estaba viendo pequeños chorros de blanco flujo salir por la entrada de su húmeda cueva.

-          ¿Caliente eh? – le dije frotándole el clítoris.

-          Mucho David, sabes que tu polla me vuelve loca, es bastante más grande que la de mi Pedro y hoy me quiero aprovechar…pobrete si supiera lo que estoy haciendo…

-          Mientras haya que ofrecerte…

-          ¿Te refieres a lo que vas a soltar de aquí a poco?

-          Si – dije.

-          ¿Cuánto ha sido el máximo de corridas que te has pegado en un día? – me dijo mientras me seguía masturbando.

-          Creo que 7..

-          ¡¡7!! – exclamó.

-          Si, fue en un verano, hace 3 o 4 años, no recuerdo bien.

-          Al final no te debía salir nada, ¿no?

-          Jajajaja…sale…pero sale muy transparente…

-          K rico…me lo tragaría las siete veces, jeje.

Tomé el relevo de la mano de mi cuñada y esta vez era yo quien la masturbaba. Poco después del relevo no tardó en empezar a tener un orgasmo formidable..dejó de masturbarme y echó la espalda completamente hacia atrás. Ya me daba igual quién nos viera, seguí metiéndole el dedo gordo por el coño mientras con el pulgar le acariciaba el clítoris muy rápidamente hasta que terminó de correrse, mi mando quedó impregnada de su viscoso líquido. Con la excitación acumulada, cogí con mi mano mi rabo y empecé a masturbarme hasta que chorros de esperma finalizaron en su redondeada barriga.

Mi cuñada volvió de nuevo a la posición que estábamos, se miró su panzota y me dijo:

-          Cuñado como me has dejado…toda pringada.

-          Jiji, lo siento. ¿cómo te lo limpiaras?

-          Fácil. Con sus delicados dedos fue recorriendo cada gota que tenía esparcida por su barriga y se lo metía en la boca hasta que poco a poco se fue quedando sin.

-          ¿No sabía yo que te gustara tragar?

-          Bueno, no se trata de que me guste o no, simplemente que tampoco me disgusta hacerlo y más el tuyo que es de una persona sana.

-          Entiendo…otro día te dejo que lo pruebes directamente de la fuente, jeje.

-          Eso está hecho cuñado.

Esas palabras se me grabaron en la cabeza, seguro que algún día las iba a necesitar. Nos tumbamos los dos juntos boca arriba. Mi pene flácido pero grande reposaba encima de mi vientre. Por el contrario, Cristina reposaba con las piernas bien abiertas.

-          Cuñada, ábrete mas, le dije.

-          No puedo, jajajaja.

-          Que se ponga bien morenito el conejito ¿no?

-          Así es..

En esas que apareció mi cuñado Izan…

-          El agua está buenísima – comentó.

-          Ehem…¡y tú! -  dijo mi cuñada por lo bajo mirándole las abdominales que tanto se le marcaban…

-          ¿Qué hacéis? – preguntó este…

-          Pues ya ves, que vamos a hacer que no sea tomar el sol….

-          No sé, decídmelo vosotros…

-          ¿Qué pasa cuñado?, ¿qué te alegras de ver a Cristina?

En esos momentos Izan miró hacia su pene y vio como había cambiado su tamaño, al ver su propia reacción se tapó su no tan flácida verga…

-          No te tapes, déjame ver como es de grande – dijo Cristina en la misma posición.

Poco a poco fue apartando las manos hasta que apareció una dura verga apuntando al cielo.

-          Qué rica…¿hace mucho que no descargas? – pregunto la fémina.

Mi cuñado me miró tímidamente…

-          Desde ayer por la noche… - contestó este – pero desde ayer, hacía por lo menos dos semanas.

-          David, ¿se han quedado a dormir en tu casa no? Pues ya sabes que hay que cambiar las sábanas esta noche al llegar a casa eh, jajajaja.

-          Ya veo ya….no pasa nada…si han disfrutado a mi no me importa – contesté.

-          Mi cuñada levantó su torso, abierta de piernas quedó sentada junto a la verga erecta de mi cuñado.

Alejé la vista por momentos y pude ver como mi mujer y mi la novia de Izan seguían jugando en el agua. Había habido veces que mi mujer no tocaba la arena desde que llegábamos a la playa hasta que nos íbamos, así que precisamente no temía por mi mujer.

-          Acércate – le dijo Cristina a mi cuñado.

Este así lo hizo junto a su duro pene que quedaba a la altura de la cara de mi cuñada que sin pensarlo abrió la boca para tragarse esa juvenil verga. La escena no podía ser más morbosa, yo estaba anonadado de lo viciosa que era mi cuñada Cristina, qué alegría que su novio Pedro no hubiera venido.

-          Así os van a pillar, si no queréis problemas os aconsejo que tu Cris, te pongas a cuatro patas y tu Izan, te pongas sentado de espaldas al agua.

-          Tienes razón – dijo Cris.

Me hicieron caso y así lo hicieron. Mi cuñada seguía chupando la verga de Izan, este le acompañaba con sus manos la cabeza de ella con suaves gestos. Yo aproveché a la vez para empezar a masturbar el coño de mi cuñada con un par de dedos quien no parecía molestarle, todo lo contrario, emitía gemidos de placer a través de su tierna boca. Así estuvieron hasta que mi cuñado Izan soltó toda su leche en la  boca de mi cuñada la cual no le preocupó tragársela por completo. La paja que yo le estaba haciendo a mi cuñada quedó interrumpida por el aviso que esta nos hizo a los dos, ambas chicas volvían del agua.

-          ¡Está el agua buenísima! – dijo mi mujer dirigiéndose hacia la toalla que estaba junto a mí.

Dicho esto se tumbó en la toalla boca arriba y con las piernas abiertas dejando ver su maravillosa entrepierna depilada.

-          ¿Te has quedado bien después del baño? – le dije.

-          Hombre, ando algo caliente, ya sabes, el embarazo, las hormonas….- me dijo en voz baja.

-          No te preocupes, en casa soluciono tu problema – contesté.

-          Bufff no queda aún para llegar a casa.

-          No querrás que te la meta aquí mismo…..

-          Hombre, no estaría mal…jijijiji.

Pensé en hacerlo un dedo disimuladamente, pero se darían cuenta, de eso no habría duda. Tranquilicé a mi mujer por el momento diciéndole que acabaría en casa tranquilamente y sin tenernos que esconder de nadie y aceptó. Me tumbé en la toalla, sin ganas de nada, sólo de escuchar el relajante ruido de las olas y tumbado boca abajo me quedé dormido.

No sé exactamente cuánto rato pasó pero, para mí fue como si apenas hubiera pasado el tiempo.

-          ¡David! ¡David!... ¿estás despierto?

Era una voz masculina, no podía ser otra que la de mi cuñado.

-          David, no veas como estoy… están todas buenísimas, esto no puede ser normal – me dijo Izan – no logro quitarme a tu cuñada de la cabeza, menuda mamada me ha hecho. ¿tú sabías que ella era así?

-          Que va tío, será por el sol, ¡qué sé yo! – contesté adormilado

-          ¿tú has hecho algo con alguna? – me preguntó excitado.

-          No, ¿por qué lo dices?

-          Por nada, por nada…

Lo que él no sabía es que entre la paja de mi cuñada y la de mi mujer en el agua estaba la mar de calmado. Se volvió a tumbar en la toalla hasta que al poco escuché como roncaba….justo en el momento que llegó mi mujer, junto con las otras féminas del agua, chorreando y totalmente en pelotas se quedó en frente mío mirándome con cara de picarona.

-          ¿Hace mucho calor no? - preguntó Cristina.

-          Demasiada – dije.

-          ¿Sabéis si por aquí hay algún chiringuito donde vendan helados?

-          Al venir, he visto un bar, pero está algo lejos, hay que subir hasta la carretera y desplazarse un par de centenares de metros.

-          Pues creo que me voy a ir a buscar uno, ¿alguien me acompaña?

-          ¡Yo! – contestó Lucía.

-          ¿Vosotros no queréis? – nos preguntó mi cuñada a ambos.

-          No – contesté yo.

-          Yo tampoco – contestó mi mujer.

En esos instantes, ambas se pusieron el bikini y desparecieron por las abruptas rocas que nos separaban del resto de la humanidad. Nos quedamos solos mi mujer y yo, e Izan que estaba durmiendo boca arriba.

-          Parece que era ayer que era un renacuajo y míralo, todo un hombre.

-          Si, si, crecemos y no nos damos cuenta.

-          ¿Qué tal si lo despierto?

-          Despertarlo…despertarlo… - dije con un tono de rintintín.

-          Si.

-          Tu misma….

Mi esposa se dirigió hacia el flácido pene de mi cuñado que al cogerlo con sus manos, empezó a masturbarlo y metiéndoselo en la boca me dijo:

-          ¿No te importa verdad?

-          No, no, tu sigue….

Mi esposa se puso a cuatro patas mostrándome su enrojecido coño que emanaba algo de flujo por a la excitación que llevaba. Aproveché para ponerme debajo y empecé a chupárselo, a darle lengüetazos por toda su parte externa. La situación era muy caliente. Mi cuñado de repente se despertó, como era de comprender.

-          ¡Dios! ¡Qué gusto! Ahhh….

El pequeño no paraba de soltar jadeos por la terrible mamada que su hermana le estaba haciendo y yo seguía comiéndome esa caliente concha acompañándome de un par de dedos que fácilmente entraban y salían sin problemas. En uno de esos momentos, eché la mirada hacia atrás y pude ver como mi mujer se tragaba la no tan flácida polla de mi cuñado, en esa misma posición estuvimos un buen rato hasta que dos figuras taparon el radiante sol que nos irradiaba, una pareja de chicos invadió nuestra intimidad. Ambos venían sin la parte de arriba aunque acompañados de sus respectivas toallas. El primero parecía practicar mucho deporte, era más bien bajito, pelo corto, ojos claros, bastante guapo, y un torso muy bien definido, depilado. El segundo era más grande, con algo de tripa, también depilado pero con el pelo más largo, a lo “heavy”.  Se nos quedaron mirando, como si estuvieran viendo una película porno, el primero de ellos empezó a frotarse el rabo por encima del pantalón y preguntó.

-          ¿Necesitas dos pollas más?

-          Es posible – contestó mi mujer entre mamada y mamada – pero quiero que de momento seáis espectadores.

Ambos de despojaron de sus respectivos bañadores quedándose en cueros dejando ver cada uno de sus varoniles miembros. El del chico deportista era algo normal, depilado y gordo, Pero el miembro del segundo chico era una barbarie, era algo descomunal, debía medir cerca de los 20 cm en posición de relajado, aunque podía decir que estaba bien de tamaño lo que realmente impactaba era lo gorda que era, era enorme. Mi esposa por un momento dejó de mamar y se quedó mirando esa enorme verga. Lo único que salió de sus labios fue:

-          ¡Es increíble!

Conocía a Natalia, y le encantaban las pollas grandes, así que no hizo otra cosa que acabar con su hermano.

-          David, ábrete de piernas.

Y así lo hizo esté. Para nuestra sorpresa cambió de posición poniéndose en un 69 con su hermano. Mientras el joven le mamaba el coño, esta chupó uno de sus dedos y escupiendo encima del ano de mi cuñado, introdujo su dedo en este.

-          ¡Ahhhhh! – Izan soltó un gemido.

Mi esposa empezó a masturbarlo con una mano mientras que con la otra seguía practicándole una paja anal. Mi cuñado no pudo aguantar la excitación y se corrió en el acto soltando chorros de esperma sobre la cara de mi esposa la cual al acabarle la paja se deshizo recogiéndolo con su dedos para llevárselo a la boca. Los chicos estaban flipando, ambos tenían las pollas ya erectas y no dejaban de mirar a mi mujer con mirada lasciva.

-          Ha quedado bien seco eh… - dijo uno.

-          Ya ves, ¡qué vicio tiene!

Después de ese orgasmo mi mujer se levantó y se dirigió hacia ellos.

-          ¿Cómo os llamáis?

-          Yo me llamo Igor – dijo el chico de la enorme polla.

-          Yo Esteban – dijo el otro.

El resto se lo seguiré contando en el siguiente relato….