Mi mujer descubre que me van las pollas
Cuando mi mujer descubre mi doble vida ocurre algo que nunca me hubiese imaginado.
Esta historia es el relato de como mi mujer y yo entramos en una nueva vida sexual que ninguno de los dos sospechábamos que podíamos tener. Yo soy Jose, tengo 37 años y Ana, mi mujer tiene 35. Los dos somos guapetes, normales de cuerpo pero nos cuidamos y tenemos buen aspecto. Ana tiene un pecho para mi perfecto: pezones no demasiado grandes y una talla media con pechos muy duros.
Yo, aún así, siempre he llevado una doble vida sexual. Siempre me han gustado las mujeres, pero de vez en cuando me gusta sentirme una zorra. Soy bisexual, aunque nadie de mi entorno lo sabía. Tenía un "amigo" fijo al que había encontrado en el chat. De vez en cuando quedábamos en su casa y me usaba. Me encanta comerle el rabo, el rabazo. Me gusta sentir como se hace gordo en mi boca, notar como se me dilata el ojete de la excitación y luego sentir como me folla. Me folla como si fuese una mujer, diciéndome lo puta que soy y llenándome el culo de espesa y caliente lefa. Me pone los pelos de punta.
Hace cosa de un mes, Ana me llamó para decirme que seguramente llegaría tarde del trabajo. Yo estaba en casa y con unas ganas de polla que no veas. Ante la perspectiva de estar solo me metí al chat y encontré a mi amigo. Me puse a charlar con él. Él quería quedar pero yo no tenía tiempo, así que empezamos a calentarnos en el chat. Empezó a decirme que le gustaría verme usado por más machos, y eso a mi me calentó muchísimo. Me habló de amigos que tendría para algo así. Al final me calenté tanto que fui a por el consolador de Ana y empecé a metérmelo por el culo mientras hablaba con él.
Llevaba un rato pajeándome y metiéndome el inmenso chisme hasta dentro cuando de repente Ana me dijo "qué coño haces?". Estaba justo detrás de mi. Al final no se había tenido que quedar y yo no la había oído entrar. Casi me muero. Estaba viendo porno gay en el ordenador, con un chat abierto en el que decía las ganas que tenía de que me follasen 10 o 15 pollas en una sesión y tenía su consolador metido dentro. La taquicardia fue inmediata. Me quedé petrificado y no pude hablar. Me saqué el consolador tratando de disimular el gusto que me producía sentirlo corriendo por mi y me puse de pie. Ella se acercó a la pantalla y se puso a leer. No se cuanto tiempo leyó, a mi se me hizo eterno, pero al cabo de un rato me dijo:
- "Vete fuera y espérame, quiero hablar con el hombre que se folla a mi marido"
Yo estaba acojonado. No sabía que decir, era imposible negarlo, así que salí en silencio de la habitación.
Pasó media hora y Ana saió. Se sentó a mi lado y me dijo:
- No digas nada, esto no va a terminar con lo nuestro pero quiero que hagas algunas cosas. Esta noche, a las 10, vas a ir a ver a tu amiguito y vas a dejar que te folle como yo le he dicho que lo haga. Cuando vuelvas hablaremos.
Continuará...