Mi mujer (3)

Continuación del anterior.

Capitulo TRES

Los siguiente meses transcurrieron sin problemas, normalmente organizábamos salidas una vez cada dos semanas.

Fue entonces cuando me paso algo muy curioso y excitante.

Una de las veces que salí a trabajar, Sara volvió enseguida y me pregunto si me parecía mal estar tres horas con un cliente.

Por lo visto, el chico había insistido en que quería pasar conmigo un buen rato, y pagaba por adelantado.

Yo le pregunté si tenía mal aspecto o parecía raro, y como me dijo que no, quedamos en que ella se quedaría fuera un rato, y si todo iba bien, se iría al cine.

Así fue como entró Adrián en mi vida. Subió a la furgoneta con una bolsa de deporte, se presentó, me dio un beso en la mejilla y me preguntó si me importaba que se cambiase de ropa.

Le contesté que no, y para no incomodarle me di la vuelta mientras pensaba que se traía entre manos.

Pasó un rato… cuando ya estaba a punto de mirar a ver que hacía, me dijo

Creo que te llamas Estela, Ya te puedes dar la vuelta… Mi nombre es REBECA.

Al girarme me sorprendí mucho, el chico delgado y lampiño que había entrado se había convertido en una chica

Llevaba una falda de tablas estilo colegiala y una blusa rosa claro. Medias blancas con liguero y zapatos de tacón. Se había puesto una peluca rubia con rizos y una trenza a un lado.

Perdona si no te he avisado, creí que no me ibas a dejar hacerlo.

Una vez superada la sorpresa, nos volvimos a besar en la mejilla, le dije que no tenía ningún problema, y comenzamos a charlar.

Nos sentamos juntas en el colchón y hablamos sobre lo que nos gustaba vestirnos de chica, y el gusto que daba ponerse una buena lencería.

Estuve ayudándole a maquillarse e intercambiamos experiencias, hasta que en un roce nuestros cuerpos se juntaron tanto que ya no pudimos volver a separarlos.

Nos besamos fuertemente en la boca, la suya sabia a fruta y su lengua estaba calentita y jugaba dentro de mi boca. Nuestras piernas se cruzaron unas sobre otras, en un constante jugueteo. Sus medias patinaban sobre las mías causando un aluvión de sensaciones . Nos metimos mano por entre los ligueros y por debajo de las braguitas hasta que encontramos nuestros penes.

No nos quedaba una mano libre, mientras con una acariciábamos con delicadeza las partes mas escondidas, con la otra masajeábamos intensamente nuestros miembros. Todo ello sin dejar de besarnos en la boca.

Caímos al suelo, así que aprovechamos para acostarnos en el colchón. Estuvimos más de hora y medía sobándonos mutuamente, y tal era el gusto que cuando notábamos cerca el orgasmo parábamos.

Lo estábamos pasando también que no queríamos que acabase.

Por fin las dos nos corrimos en las manos de la otra, y como si nos hubiésemos leído el pensamiento, nos giramos una sobre otra y nos lamimos el pene hasta dejarlo limpio.

Cuando legó la hora, Rebeca se volvió a convertir en Adrián, y se despidió con un beso en mi mano asegurándome que volveríamos a vernos.

¿ESTELA, TE HA DADO ALGUN PROBLEMA ESTE TIO?, CON LO QUE HA PAGADO, PENSE QUE TE IBA A PROPONER ALGUNA COCHINADA.

Le aseguré que no, que era un tío normal y que seguramente volvería.

En efecto, Adrián volvió, y varias veces más, siempre para convertirse en Rebeca. Sara no puso ninguna objeción, ya que le aseguré que no había más que atracción sexual, y de verdad así era.

Al cabo del tiempo, Rebeca me propuso ir a una fiesta, el asunto era ir a una despedida de solteras en un chalet de la zona pija, dónde Rebeca y yo debíamos actuar como sirvientas.

El vestuario lo ponían las chicas de la despedida y nos pagarían generosamente. Rebeca me insinuó que seguramente jugasen un poco con nosotras. No había problema pues estábamos acostumbradas a ser toqueteadas por tíos, no sería mucho peor por tías.

A Sara no le pareció mal, incluso me animó ya que decía que así aprendería un poco de disciplina.

Adrián pasó a recogerme y nos dirigimos al chalet en la zona norte.

Era enorme y una señorita en traje de chaqueta nos recibió en la puerta del servicio.

Nos hizo pasar mientras nos inspeccionaba y dijo:

-.Ya podéis cambiaros, que así no impresionareis a nadie

Nos llevo a una habitación. Sobre la cama estaba nuestro vestuario. Eran dos uniformes iguales de criada a la francesa.

Bragas negras, pechos postizos, sujetador negro, ligueros con medias con costura, un corpiño con mangas y una falda negra corta con vuelo.

Pelucas morena la mía y rubia la de Rebeca y unos zapatos negros con un tacón metálico con sujeción al tobillo completaban el atuendo.

Cuando acabamos de vestirnos entró la señorita de antes y nos examinó.

Nos habíamos maquillado en tonos suaves, pero ella nos hizo exagerar el color. Según ella las chicas no querían mas chicas, se trataba de que se notase que éramos travestís.

Nos miramos al espejo, en verdad parecíamos dos travestones. No nos importó, el caso era pasarlo bien. Yo nunca he querido ser una mujer, pero me encanta parecerme a ellas.

Ya en la cocina nos enseño a coger las bandejas y nos dijo lo que debíamos hacer.

Llegaron las chicas y salimos a pasar las bandejas de canapés. Se oyeron barbaridades, peor que en una obra. Nos pusieron a caer de un burro, PUTAS , FURCIAS , MARICONAS, TRAVELOS, tampoco nos importó, nos pagaban por ello. Ya venían un pelín bebidas de otro sitio. Bebieron y comieron, nos pellizcaron el culo, nos besaron en la boca, hicieron que nos besáramos entre nosotras y que lamiésemos lo que dejaban caer en el suelo o la mesa.

Una de ellas me llevó a un reservado y me hizo comerle el coño. Cuando salíamos entró Rebeca con dos.

El final de fiesta fue cuando una de ellas sacó un arnés con un consolador y casi todas se lo pusieron por turnos para encularnos. La verdad es que era un cuadro vernos a las dos apoyadas en la mesa con el trasero en pompa mientras nos penetraban con el juguete.Mas de una se lo tomó como venganza contra sus maridos, porque empujaban de lo lindo, creo que pensaban en que les estaban dando por culo a ellos.

Las mujeres fueron cayendo victimas del sueño o la borrachera. Su regalo final fue obligarnos a hacer una especie de 69. Nos bajaron las bragas por enésima vez y nos obligaron a chuparnos la polla mientras nos metían dos pepinos en el culo.

Todas eran muy guapas y lo pasamos muy bien. Una de ellas insistió en hacerse luego una foto con nosotras, me dio un número de teléfono y me dijo que tenía un trabajo para mí. Nos despedimos y nos fuimos a cambiar a la habitación.De ese día lo peor fue el dolor de culo que duró una semana, y lo mejor la pasta que ganamos.