Mi moro
Como conoci a mi moro.
Eran ya las 11:30 de la noche. Había tenido que echar unas cuantas horas extras en el trabajo debido a la incompetencia de mi jefe y estaba realmente enfadado. Apague el ordenador, agarre mis cosas y salí corriendo hacia la estación de cercanias, si no apuraba perdería el ultimo tren. Al llegar a la estación esta estaba totalmente solitaria.
Por suerte el tren no tardó en llegar mas que unos cinco minutos, me subí, me tire sobre uno de los asientos y empecé a leer un libro que llevaba encima.
El tren estaba tan solitario como la estación, ni rastro de nadie, pero al llegar a la siguiente estación las puertas se abrieron y entró un hombre. A medida que se acercaba levante la cabeza por instinto y pude ver a aquel chico: era alto, como de un metro noventa, llevaba un mono de trabajo de color gris, manchado, lo cual me extraño a aquellas horas de la noche.
Tenia todo el vagón a su disposición para sentarse, pero lo hizo justo en la fila contigua a la mía y justo en el asiento de enfrente, lo que por un momento me hizo sentir aprensión y bajar la cabeza. Solo podía ver su cuerpo, mediante miradas disimuladas. Bajo el mono de trabajo se intuía levemente un cuerpo delgado, espigado, pero fuerte. Llegue a la altura de sus manos y pude apreciar su gran tamaño, morenas, muy morenas y de aspecto áspero. Me atreví a levantar la mirada y pude ver la cara de aquel hombre: joven, de labios generosos, perilla alrededor de la boca, ojos negros rasgados y piel aceitunada. Sus rasgos no dejaban duda alguna, debía de ser moro. Esa fue la gota que colmo el vaso de mi excitación. Tenía ante mi, en un vagón solitario y a esas alturas de la noche, a un moro increíblemente guapo, masculino, de aspecto juvenil con un toque de rudeza que me volvía loco, no pude evitar excitarme cada vez mas dejando volar mi imaginación.
Yo intentaba controlar mis miradas, pero iban continuamente del disimulo de las paginas de mi libro a su cuerpo, mientras la excitación crecía cada vez mas.
El se movía impaciente en su asiento, bajándose de vez a vez la cremallera del mono, debido al agobiante calor que hacia en aquel mes de agosto.
Debió de darse cuenta de mis miradas, pues de repente pude notar como empezaba a sobarse el paquete. Yo no me atrevía a mirarlo a la cara y seguía intentando disimular, pero el seguía frotándose cada vez con mas descaro.
No pude evitarlo , alcé la mirada y el me respondió con una pícara y preciosa sonrisa.
Yo no sabia que hacer, ni los músculos de mi cara se atrevían a moverse, pero el comenzó a desabrochar lentamente la cremallera del mono, mientras se seguía sobando el paquete y empezaba a acariciarse el torso, volviéndome loco.
Su torso era delgado y marcado, con unas pequeñas tetillas muy morenas que enloquecerían a cualquiera.
La cremallera llego al paquete y pude ver como una hilera de vello iba desde su ombligo hasta la tira de sus slips. Su mano recorrió esta hilera hasta llegar a su paquete. Yo creí que iba a empezar a sobarse sobre el slip, pero para mi sorpresa se metió la mano dentro y saco su cipote medio erecto.
Aquello era increíble, una polla morena, medianamente gruesa, circundada claro, con una cabeza poco mas gruesa que el resto y morena, nada de tonos rojos o rosáceos, parecía estar bronceada y la humedad que la envolvía la hacia mas apetecible.
Yo no pude mas, mi boca se hizo agua y me lancé hacia aquel cipote, que empecé a comer con avidez.
Mis labios se concentraron en su glande, lamiendo todo el precum y estimulando su orificio, para después envolverlo e introducirlo dentro de mi. El moro poso sus enormes manos sobre mi cabeza y me empezó a acariciar el pelo y a presionarme levemente para que comiese mas y mas. Yo iba bajando hasta su base, introduciéndomela cada vez mas en su boca, volviéndome loco de placer. Mis manos acudieron a su abdomen, firme pero sin marcar, acariciaron su hilera de vellos, se introdujeron en su perfecto ombligo y ascendieron hacia su pecho.
La cabeza me daba vueltas, estaba poseído, me la introduje del todo y comencé a succionar, con lo cual le arranque un leve quejido que me excito aun mas.
Mis manos pasaron a sus muslos, fuertes y grandes, mientras empecé un sube y baja sin parar con el que el moro iba tensándose cada vez mas.
No se cuanto tiempo estuve mamando aquel cipote, pero no debió de ser mucho, porque apenas me dolía la mandíbula, cuando su cuerpo se tenso, lanzo un prolongado gemido y chorros de su leche empezaron a inundarme la garganta. Chorros abundantisimos y muy calientes, pero a la vez deliciosos, con un toque amargo pero agradable. Nunca antes había sentido la sensación del semen en mi boca y mi garganta.
Seguí lamiéndosela hasta que le quedo otra vez limpia y brillante, mis ojos no podían apartarse de aquel pene. El suspiraba y daba breves y leves gemidos de gusto.
Cuando termine, levante la mirada, el me sonrió, yo le sonreí y me levante, para dirigirme al servicio del vagón.
Entre y me agache hasta el grifo, me enjuague la boca y me lave la cara, cuando de repente siento unas manos enromes y poderosas posarse sobre mi cadera. Frente al espejo apareció aquel chico, mi moro, con una sonrisa de oreja a oreja.
Empezó a besarme el cuello mientras me sobaba el culo, volviéndome loco de placer.
Con una de sus manos cerró las puertas del servicio mientras no paraba de tocar todo mi cuerpo por debajo de la ropa. Sus dedos desabrocharon los botones de mi camisa dejando mi torso desnudo, tan solo tapado por la aflojada corbata roja, y sus enormes manos estrujaban mis pectorales, algo abultados y de grandes pezones pues por aquella época me sobraban unos cuantos kilos, lo cual parecía volverle loco.
Su boca se deslizo suavemente desde mi cuello hasta mis tetillas y comenzó a besarlas y succionarlas con fuerza. Yo no lo pude evitar, comencé a gemir como una putita a la que le comen sus pechos, me sentía dominado, me sentía una hembra en manos de aquel macho moro.
Mientras comía mis pezones sus manos desabrocharon mi pantalón y bajaron mis slips, sin tocarme la polla ni un solo momento, deslizándose directamente hasta mis redondas y abundantes nalgas, que procedió a cachear, masajear y abrir, hasta que al fin su cabeza se hundió entre ellas, penetrándome con su lengua y mordiéndome hasta producirme un placentero dolor.
Su lengua ascendió desde mi ano hasta mi cuello, atravesando toda la columna vertebral, y cuando llego a mi cuello pude sentir la cabeza de su enorme cipote asentarse entre mis nalgas, preparándose para clavarme.
Mi moro me asesto la primera clavada sin dilación alguna, directa hasta el fondo, el dolor fue como un relámpago, eléctrico, fulminante y corto, mi agujero no tardo en acostumbrarse a aquella lanza tan deseada y volví a gemir como una perra en celo.
Su polla entraba y salía en mi haciéndome gozar como nunca antes lo había hecho, mientras su boca y sus manos convertían mi cuerpo en una masa sin voluntad ni fuerza.
Mis ojos empezaban ya a humedecerse de lagrimas de placer inaguantable cuando mi polla comenzó a tensarse y sin tocarme comencé a correrme sobre el pequeño lavabo del servicio. Mi cuerpo quedo apoyado, sin fuerza alguna sobre el lavabo, mi cabeza sobre el espejo, y su cuerpo aceleró sus embestidas mientras se tensaba, utilizando mi cuerpo para llegar al culmen, inundándome de nuevo con su leche.
Su polla salio de mi cuerpo, creándome un vació desolador pero necesario. Mientras mi cuerpo seguía sin fuerzas, mi amante se guardo su lanza y abrocho sus pantalones.
Creía yo que simplemente me había utilizado para su gozo y que ahora saldría por la puerta y jamás volvería a verlo, pero en cambio sus manos comenzaron a vestirme mientras su boca volvía a recorrer mi cuerpo y la pasión desenfrenada daba paso a un cariño anhelado por tanto tiempo.
El moro me volteo, me miro a los ojos con sus ojos profundos como el mar, me sonrió de nuevo y me dio un largo beso.
Salimos del servicio, el tren se había pasado mi parada, caí sobre uno de los asientos y el moro sobre el de enfrente.
Me llamo Samir, me dijo, yo Gabi le dije.
Te vienes a mi casa? Habrá que caminar un poco pero.....
Sus labios se acercaron a los míos.
Nos bajamos en la siguiente parada, aun dentro de la gran ciudad y comenzamos el paseo hasta mi apartamento, y aprovechamos para contarnos quienes éramos.
Me contó que se llamaba Samir, que era marroquí, que llevaba en España un año, que trabajaba de jardinero, que tenia 23 años y que soñaba con estudiar y convertirse en escritor.
Pasamos toda la noche en mi cama, mi cuerpo fue suyo no recuerdo cuantas veces, muchas...me enamore de sus cuerpo y de su alma. Pensé que no volvería a verlo mas.
Me equivoque, hace dos años que nos conocimos, todas y cada una de mis noches mi cuerpo es completamente suyo dos o tres veces, lo cual me hace estar en un estado permanente de felicidad. Me he convertido en su hembra y el en mi macho omnipotente.
He pedido casi todos los kilos que me sobraban debido a nuestro excesivo deseo, aunque le disguste e intente engordarme de nuevo XD cocinándome cuscus con cordero a todas horas.
Hace dos meses que nos casamos y espero que la felicidad me dure eternamente.