Mi mochila y mi regalo
El aniversario mas inolvidable de mi vida se dio en la Florida.
Habia llegado a los primeros 30 abriles de mi existencia. TREINTA. Todo un acontecimiento. Y para celebrarlo decidi hacer lo que mas me gusta hacer: viajar. Por dos semanas me fui a los Estados Unidos, a Florida, "The Sunshine State", como le llaman. Habia decidido visitar Orlando y todas sus atracciones, luego estar en la capital gay del estado, Fort Laudardale y por ultimo disfrutar de las playas de Miami. Ese era mi plan. Al final, digamos, hubo un ligero cambio.
Arribe al aeropuerto de Miami donde un gringote viejo, barbudo y panzon me detuvo en migracion para hacerme las preguntas de rigor. Luego de algunos minutos me permitio entrar a su pais. Al hombro llevaba mi mochila negra y solo recogeria un maletin mas para salir a disfrutar. Me hubiera gustado que Roberto estuviera conmigo. Pero no tenia visa, asi que me dio "permiso" para disfrutar a mis anchas aquellos 15 dias.
Ya sabia como irme en tren hasta Orlando, asi que me subi al primer taxi que encontre. El que lo manejaba era un cubano, por supuesto. Era un tipo mayor que yo, de quiza unos 40, pero bien cuidado. No era guapo pero tampoco feo. Me abrio la puerta de atras para que entrara sin dificultad y me pregunto adonde iba.
"Vas a Disneyworld?"- me pregunto cuando le indique que tomaria el tren a Orlando.
"Si, y a los Estudios Universal"- le conteste mientras el arrancaba el carro -"Pero solo pienso estar unos tres dias... luego me voy a Fort Laudardale".
La sola mencion de la ciudad a orillas del Oceano Atlantico le cambio la mirada y el tono de voz a mi taxista.
"Y donde te vas a quedar en Fort Laudardale?"
Tome mi libretita de notas de mi mochila buscando una anotacion.
"Me han recomendado un lugar... Blue Collar..."- le conteste leyendo mis notas.
Sabia que al decirle esto me estaba declarando gay, aunque siempre me he considerado bi.
"Te puedo recomendar otro?"- me pregunto viendome por el espejo retrovisor.
"Estoy abierto a sugerencias"- le conteste mientras algo en mi interior me decia que aquel taxista cubano queria que yo estuviera abierto, y no solamente a sugerencias.
"Tienes tiempo para que paremos en algun lugar?"- me pregunto confirmando mis sospechas -"Y no te preocupes que apagare esto"- me dijo tocando su taximetro. Asenti con la cabeza. Luego de unas cuadras dio vuelta en una esquina y se estaciono frente a un edificio de apartamentos. "Si quieres puedes dejar tu maleta en el baul".
Por aquello del espiritu de aventura le hice caso. Puse mi maletin en la cajuela y mi mochila en mi hombro. Esa si nunca la dejo cuando viajo. Lo segui hasta la tercera planta de un desolado edificio. Eran las 2 p.m asi que imagine que todo mundo estaba fuera estudiando o trabajando. Mientras subiamos el taxista se presento como Humberto. Cuando me dio la mano senti un escalofrio que solo siento cuando presiento que algo va a pasar.
Entramos a su apartamento mientras platicabamos acerca de lo que disfrutaria en Florida.
"El tren a Orlando sale a las 4 y luego a las 8, verdad?"- me pregunto.
"Si"- le conteste escuetamente.
Me ofrecio una soda que disfrute enmedio del calor sofocante de Miami. Humberto encendio el aire acondicionado que tardaria algunos minutos en enfriar la sala donde estaba sentado. Note que se quito sus sandalias dejando a la vista unos impresionantes pies blancos, bien cuidados. Me comence a excitar de solo pensar que el resto del cuerpo era asi de blanco. Y que podia disfrutarlo.
Se sento a la par mia, muy cerca de mi realmente, tanto que pude sentir su colonia, sin duda alguna Eternity de Calvin Clain, una de mis favoritas. Trate de no pensar en Roberto que en la lejania seguramente estaba pensando en mi. "Te voy a traicionar", pense mientras Humberto me decia que habia un hotel mejor donde me podia hospedar.
"Si quieres te lo anoto en tu libreta"- me dijo poniendo su soda sobre una mesita de centro.
Me di media vuelta para abrir mi mochila y poder sacar la libretita. No lo hice pues senti la mano de Humberto sobre mi pierna. Lo volvi a ver anonadado.
"Despues de un viaje tan largo me imagino que te quieres relajar..."- me dijo mientras se acercaba aun mas.
"Y no pensaba que seria esta clase de 'relajo'"- le conteste en un juego de palabras.
"Como te gusta relajarte? Te gusta que te la mamen?"
"Me encanta... y despues veremos que mas surge"- le conteste dejando mi bebida y mi mochila a un lado.
"No te quieres dar una ducha?"- me pregunto. Y la verdad es que era lo que mas, bueno casi lo que mas, queria en aquel momento. No lo dude. Humberto me abrio la puerta del lavabo y luego de que entre la cerro. Me desnude pensando en lo atrevido que me estaba volviendo.
"Por que no vienes y te metes a la ducha?"- le grite mientras el agua comenzaba a caer sobre mi cuerpo caliente. Humberto abrio la puerta, vi su silueta -como probablemente el estaba viendo la mia -a traves de la cortina mientras se desnudaba.
Entro dejando ver un cuerpo bronceado con unas cuantas libritas de mas, pero aun apetitoso. Tenia unos cuantos vellos canosos en su abdomen que permitian ver en su zona pubica una verga blanca, casi rosada, hermosa, semi erecta que ocultaba un par de huevos grandes, peludos, de macho.
"Ahora dejame darte tu tratamiento de relajamiento"- me dijo mientras se agachaba y tomaba mi flacida verga que no tardo mucho en ponerse hinchada dentro de los labios de aquel taxista.
Me dio una tremenda mamada que me hizo moverme de un lado hacia otro de la ducha mientras el agua fria caia sobre nuestros cuerpos desnudos. Los labios de mi taxista tragaban mis 18 cms de carne gruesa con una maestria digna de un diploma. Se puso de rodillas y me abrio las piernas quedando exactamente debajo entre mis huevos y mi culo, en esa parte del puente donde la excitacion es de 101%. Su lengua humeda pero caliente pasaba por aquel puente excitandome mi esfinter y los huevos peludos que colgaban al otro lado.
"Segui asi... segui... ay... ay...ay"- le decia yo mientras me atrangantaba con el agua de la ducha y mi propia saliva.
Humberto continuo con su tratamiento haciendome gozar y gritar de placer. Luego, cuando estaba a punto de terminar, como todo un experto se detuvo. Se incorporo y me dijo:
"Te gustaria mamarla?"- su voz ronca y varonil me encendio aun mas. No le dije nada y mas bien me agache directamente en direccion de su verga. Era un pedazo de carne un poco mas grande y ancha que la mia con una cabeza que sobresalia en la rosadez de aquel pene. Solo pude tragarme la mitad pero fue suficiente para gozarla y hacer gozar a mi taxista. Humberto puso su espalda contra la pared y comenzo a cogerme por la boca, yo puse mis manos en sus nalgas mientras el se movia de atras hacia adelante. De vez en cuando dejaba su vergota venuda para mamarle los huevos rosados que colgaban libremente enmedio de una selva de vellos pubicos semi canos. Luego me levantaba y le besaba las tetillas que coronaban aquel pecho tostado por el sol.
"Ven aqui"- me decia una y otra vez mientras tomaba mi verga con su mano y me acercaba a el para besarme. Lo deje que me besara, me tocara y me disfrutara. Se lo merecia. El tambien me estaba haciendo gozar.
Despues de varios minutos de aquella ducha erotica ambos terminamos soltando chorros de semen que pararon en nuestros cuerpos, en la cortina, en el piso de la ducha.
"Que bienvenida me has dado"- le dije al oido mientras tocaba su pelo entrecano y mojado.
"Tienes aun tiempo para que te muestre un poco de la ciudad?"- me pregunto despues de besarme.
"Hago los planes conforme va pasando el tiempo"- le conteste.
"Entonces, quedate a dormir aqui"- me dijo mientras me daba la vuelta y me besaba la espalda, cosa que me hizo estremecer.
"Estas seguro?"- le pregunte mas por educacion que por otra cosa pues sentia en el la necesidad de estar con alguien, y ese alguien era yo.
"Claro"- me contesto mientras sus labios se posaban en mi rabillo.
Su lengua llego hasta la marca que dicen que traemos de los mongoles, esa que esta al final de la columna vertebral y el principio de la raya del culo. Bajo lentamente y me beso el culo con una pasion intensa, casi primorosa.
"Que culo mas rico tienes"- me dijo incorporandose.
"No es tanto"- le conteste con modestia.
"Claro que si...y tu verga no se queda atras"- me dijo mientras tomaba el jabon y hacia espuma para lavermela.
Me sentia como un muchacho en manos de un adulto mientras el me enjabonaba todo el cuerpo con delicadeza besandome de vez en cuando alguna parte de mi cuerpo.
Salimos de la ducha envueltos cada uno en una toalla. Me dijo que disfrutaramos del sol el resto de la tarde pues al fin a eso habia llegado yo. Nos vestimos, tome mi mochila y bajamos al taxi. Me llevo a Bayside donde nos dimos uno que otro beso detras de un rotulo o en el lavabo o en alguna esquina escondida. Cenamos en un restaurante que daba al mar y luego me llevo a bailar a una discoteca chic de la ciudad. A eso de la medianoche regresamos a su apartamento. Esta vez tambien baje el maletin.
Cuando finalmente me lave los dientes y me puse mi boxer para dormir, Humberto estaba esperandome en su cama. Para mi sorpresa habia encendido por lo menos dos docenas de velas con olor a avena o trigo, creo.
"Espero que me permitas un poco de romanticismo"- me dijo con una sonrisa velada en su rostro donde comenzaban a asomarse unas cuantas arrugas.
"Un poco?"- le pregunte sorprendido mientras daba la vuelta a la habitacion con mi mirada.
"Ven aqui"- me invito mientras yo lo observaba en sus calzoncillos blancos tirado sobre la cama. Por un instante dude al recordar a mi amante que estaba solo (o no?) en mi pais. Pero luego pense "este es mi regalo". Asi que me acoste a la par de Humberto.
La madrugada nos encontro mientras nuestros pies se tocaban unos a otros y mientras el resto de nuestros cuerpos de fundian en uno solo. Nuestras vergas entraron en nuestros culos dos veces cada una y perdi la cuenta de cuantas veces arribamos al extasis.
Las siguientes dos semanas Humberto y yo no nos separamos. Juntos fuimos a Orlando y Fort Laudardale. Y en ambos lugares hicimos el amor como locos.
Y luego nos despedimos en el aeropuerto. Nunca mas tuvimos comunicacion, y nunca hable de el con Roberto. Solo mi mochila fue testigo de aquellos dias ardientes en el estado del sol.
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