Mi mejor regalo de reyes

Esa mañana mi marido y yo volvimos a follar con auténtica pasión. ¿Sería sólo un momento puntual? probablemente si, pero fue una auténtica gozada. No quise preocuparme de mas.

Después de narrar en siete capítulos mi aventura extramatrimonial con Kiko, me he animado a seguir contando algunas cosas más, sobre todo después de darme cuenta que los relatos se leen, y porque me genera un cierto morbo contar aventuras mías, máxime cuando tengo algunas que contar. Nunca imaginé que iba a ser capaz de contarlas públicamente, y además con todo lujo de detalles. Sobre Kiko diré que no lo volví a ver, que en una ocasión hemos hablado por teléfono, aunque hemos conversado habitualmente por el MSN; que me apetece que llegue junio para volver a verlo, aunque he de decir que mi pasión hacía él ha ido cayendo a medida que han ido pasando las semanas y los meses, que esas sensaciones que me produjo han ido quedando poco a poco en el recuerdo. En un sensacional recuerdo, eso sí, pero en recuerdo al fin y al cabo. Eso no quita que siga diciendo que mis horas con él fueron las de mayor goce sexual había tenido en mi vida. Los días posteriores, tras la marcha de Kiko, fueron distintas en mi matrimonio.

Yo había logrado saciar de una manera importante mi deseo de sexo, había vivido unas emociones y sensaciones que de alguna forma cambiaron mi carácter, y trataba de estar mejor con mi marido. Lo íbamos logrando pues Javi no estaba tan pendiente de mí, diríamos que me dejaba mi espacio, y ya no se comportaba con esos celos desmedidos que tantas discusiones había provocado entre nosotros. Hacíamos más el amor, con mucha más pasión que antes de mi aventura, pero siempre me acordaba de Kiko en nuestras relaciones. Kiko logró lo que se propuso: que siempre que follara con mi marido me acordara de él, incluso muchos de mis orgasmos se producían recordando las veces que Kiko y yo follamos en esa misma casa, en la casa que compartía con mi marido. Puede que esa manera de disfrutar Javi y yo del sexo, hacía muchos años, casi desde el poco tiempo de casarnos que no gozábamos tanto, influía decisivamente en nuestra relación. Se había vuelto mas pausada, mas normal, mas alegre, aunque si que era cierto que yo me seguía dando cuenta, que no era mujer de un solo hombre que dentro de mi existía una gran actividad sexual, y que aunque en mi matrimonio estaba mejor, era consciente que tarde o temprano volvería a poner los cuernos a mi marido, como ya lo había hecho en multitud de ocasiones desde aquel 2004.

La verdad es que ese odio infinito de mi marido hacía las minifaldas, los escotes, las prendas ajustadas o algo transparentes iba desapareciendo, dándome, además, mucha mas libertad a la hora de vestir, salir, o quedar con amigas. Creo que estábamos mas pasotas uno del otro, mas tranquilos, pero más pasotas. Era mi opinión. La situación podía ser peligrosa por si generaba desidia, pero desde luego era la mejor si queríamos seguir juntos, cosa que por una serie de detalles que no vienen a cuento tenía que continuar así. A parte de estar más cercano después de volver de Ávila, cuando verdaderamente me di cuenta del cambio fue el día de Reyes. Aquella mañana nos dispusimos a abrir los regalos, no nos levantamos muy pronto ya que el día anterior salimos a cenar y a una fiesta con unos amigos y llegamos tarde a casa. Además estuvimos follando con bastante pasión motivados, sin duda, por las copas que habíamos tomado, El alcohol me genera una excitación especial. Nos levantamos, mi marido se fue a la ducha, desayunamos y al rato Javi, aprovechando que yo estaba limpiándome los dientes, fue a buscar un paquete.

Cuando salí, se me acercó con una gran caja envuelta en papel de regalo. Era obvio que era mi regalo de Reyes. La cogí y me senté en el sofá. Noté que me miraba de una manera especial, puede que fuera por el camisón corto blanco que llevaba, acompañado de una ligera bata larga de raso, también blanca. Con gran nerviosismo comencé a desenvolver el paquete, la caja era más bien grande, ¿Qué sería? me preguntaba. Una vez logrado quitar todo el envoltorio pude ver los dibujos que adornaban la tapadera de la caja. ¡¡Unas botas de tacón!! Mi sorpresa real fue cuando destape la caja y pude contemplar unas botas con un taconazo altísimo muy fino, unas botas negras preciosas y que llevaban esa clásica solapa, abierta por detrás, que hace que las botas lleguen por encima de la rodilla o que doblándolas te queden a una altura normal. Eran una preciosidad, hacía unos días que paseando paramos en el escaparate de una zapatería y comenté lo preciosas que eran, y lo caras que costaban. No podía creer que Javi, celoso donde los haya y un autentico criticón con mi forma de vestir me hubiera regalado esas botas. Rápidamente me levanté y me acerque a él para fundirnos en ese típico y lógico abrazo de agradecimiento en estos casos,

Javi, cariño ¡¡Me encantan, son preciosas!!

No sabía que comprarte, y recordé el día que paramos en el escaparte de aquella zapatería –me contesto muy sutilmente-

Me encantan, en serio, y sobre todo viniendo de ti que siempre has criticado mi forma de vestir. ¡¡Muchas gracias, en serio!! –dije con una amplia sonrisa, y una cara de agradecimiento extraña en mi hacía él en los últimos meses-

Un enorme abrazo y un largo y extenso beso, por parte de los dos, exteriorizó mi agradecimiento-

Pruébatelas, a ver como te quedan –me indicó-

Espera ahora me toca a mí –contesté dejando la caja encima de un sofá, antes de dirigirme al dormitorio-

Mientras caminaba por el salón y según andaba por el pasillo, intuí que Javi me seguía, un giro mío para mirarle, provocó su parada en seco. Nos miramos fijamente a los ojos mientras el apoyaba su hombro derecho y parte de su cuerpo en la pared del pasillo. En esa postura le dejé, antes de entrar en nuestro dormitorio y sacar de un cajón de la mesilla su regalo. Un reloj, un "Time Force", que siempre había sido de su agrado. Me dirigí hacía él, mientras mantenía esa misma posición, tan sólo con el pantalón del pijama, el clásico pijama de tela, rayado, que al principio de nuestro matrimonio compartíamos. Él la parte de abajo, yo la de arriba.

Toma Javi, tu regalo. ¡Felices Reyes!

Gracias mi amor –contestó antes de abrir el regalo-

Era claro que parecía que había cambiado. O a lo mejor yo. Desde luego no era el mismo, pero debo de reconocer que desde mi aventura con Kiko yo tampoco; pero tenía claro que mi destino era el que era. El matrimonio estaba roto, por mucho que lo intentáramos. Al principio de nuestra relación, los primeros años, sus actuaciones fueron de un pasotismo terrible hacía mí. Posteriormente yo entre en una dinámica de coqueteo y de infidelidad, que acabaron de romper todo. Lo mejor era dejarnos llevar y que cada uno hiciera su vida, aunque tratáramos de mantener una normalidad ficticia totalmente. Los dos, creo que éramos conscientes, pero al menos en los últimos días estaba dando resultado. Me agarró de la mano y los dos nos dirigimos al salón. Me senté en un sillón, él frente a mí en el sofá. Precisamente a la altura donde mi cabeza estuvo reposada en el respaldo la noche de mi aventura con Kiko. Me volvió a recordar a él, mientras mi marido desenvolvía y se probaba el reloj. Una sonrisa de agrado y un beso al aire, demostraron su agradecimiento. Al dejarlo en su muñeca, rápidamente me volvió a decir.

Merce, venga, pruébate las botas

Al tiempo que el se ponía de pie supongo que para contemplarme, yo notaba un cierto nerviosismo. Puede que por la sorpresa del regalo, no por hacerme un regalo, sino por hacerme ese regalo. Jamás pensé que Javi fuera a regalarme esas botas tan provocativas, y puede también porque notaba que estaba generando en él un deseo desconocido desde hace años. No sé por qué, pero reconozco que estaba con un pequeño nudo en mi interior. Saqué las botas de la caja, las observé y me dispuse a probármelas, mis movimientos iban acompañados de una mirada de reojo hacía él. Estaba fijo, de pie, parado, sin apartarme la mirada, mientras yo comenzaba a calzarme las botas. Mi bata de raso blanca, sin cerrar, aunque tiene un mínimo broche de cierre debajo del pecho, dejaba mi cuerpo al descubierto, tan sólo tapado por el pequeño camisón blanco que llevaba. Finos tirantes, muy entallado y ajustado en el pecho, y con algo de vuelo hasta la mitad del muslo, que es hasta dónde llegaba el camisón. Las diferentes posturas y movimientos que yo realizaba para calzarme las botas: abrir las piernas, quedar luego súper altas por los tacones manteniendo yo las postura sentada y el estirar mi pierna con fuerza hacía adelante para ajustar las botas, estaba dejando una y otra vez mi entrepierna a su vista. Mi pequeño tanga azul claro, de pequeño encaje semitransparente, comenzaba a ser su punto de mira. Me estaba dando cuenta, no sólo de su fija mirada, sino de que yo empezaba a tener una excitación impropia en mí con mi marido. En los últimos años mi excitación hacía él se manifestaba cuando ya estábamos en la "faena", nunca antes. Me recordaba la excitación de algunas de mis aventuras. Una vez colocadas, con sus sugerentes y eróticas solapas tapándome las rodillas, me quede sentada. Mis piernas abiertas lo suficiente para que el siguiera observando ese tanguita que tapaba un tesoro, que de haber sido en años anteriores como un marido normal, hubiera sido solamente suyo. Ahora no lo era. Ya había sido varias veces compartido, y seguía convencida que lo sería más veces, aunque en esos momentos me motivaba que volviera a ser de su propiedad.

Merce, te quedan genial. ¿te gustan? – me interrogó-

¡¡Claro que si!! –contesté al tiempo que me ponía de pie para observarme en toda mi plenitud-

Eran bonitas, elegantes, provocativas y sugerentes, las propias para lucir cuando de tu forma de ser, sale la coquetería, que reconozco, llevo encima. De pie, vueltas sobre mi misma, mirarme los tacones, levantar la pierna, todos eso fueron mis inmediatos movimientos, quería verme con mis "botitas", y al tiempo seguir generando pasión y excitación en él. Me estaba poniendo cachonda. Mil vueltas sobre mí, tipo modelo de película cuando se luce sola, me acercaba a él, lo besaba, volvía sobre mis pasos. Él siempre quieto. Mi vuelta hacía el sillón donde había estado sentada, me demostró que la larga cristalera de entrada a la terraza permitía traslucir mis formas cuando estaba de pié. Eso unido a la pequeña transparencia de mi escaso camisón, y a mi tanga azul claro estaba provocando en mi marido una excitación especial. Con la excusa de verme las botas con falda corta -la largura que tenía el camisón- me quité la bata. Y empecé a adoptar posturas muy sugerentes, acompañadas de alguna mirada lasciva.

¿Cómo me ves? –le pregunté eróticamente-

Sólo una mirada fue su respuesta antes de comenzar a caminar hacía mí. Una tremenda empalmada se dejaba notar por su pantalón del pijama. Se acercó, me abrazo, y me dijo

¡¡Estas para comerte!!

Empieza cuando quieras. –contesté con una mirada de deseo total-

Su boca se fundió con la mía. Sus manos comenzaron a sobar descaradamente mi culo, al tiempo que subía y bajaba mi corto camisón, mis pezones comenzaron a ponerse durísimos, lo mismo que mis tetas, y mi mano comenzaron a tocar su poya. Una poya que en los últimos tiempos no me había generado ninguna pasión y que esa mañana me estaba provocando de una manera que nunca pensé pudiera volver a vivir con mi marido.

Javi –susurré-, fóllame, igual que al principio. Fóllame pensando que no soy tu mujer, como si no me conocieras. Como lo hacías al principio. Deséame.

¡¡Como no te voy a desear con este culito!! –me contestó mientras sobaba con mas deseo mi culo, al tiempo que apartaba el camisón- ¡¡¡Estas buenísima y me encantas!!!

Sus besos cada vez eran más pasionales, su legua entraba poco a poco con más fuerza, mientras sus manos devoraban y manoseaban mi culito, ese culo que le causaba un deseo especial siempre. Una de mis manos agarraba su cabeza, entremezclando los dedos con su pelo, mientras la otra jugueteaba con su poya por encima del pantalón del pijama. Nunca la recuerdo tan grande, puede que mi pasión hacía él no hubiera sido excesiva y eso hubiera hecho que no me atrajera debidamente su tamaño.

Aaaggghhhhh!!! ¿¿Qué nos pasa Javi?? – comencé a preguntar impaciente, en un tono que dejaba claro mi anormal excitación con mi marido-

Calla cielito, calla –me tranquilizó con una dulce voz mientras seguía manoseando mi culo con un irrefrenable deseo- Hace mucho que no gozo de verdad de mi mujercita y hoy lo voy a hacer. Será como al principio –concluyó mientras siguió sin soltar mi culo, totalmente apretado por sus manos y mi tanga, al tiempo que me daba un apasionado morreo-

Mi mano increíblemente estaba entregada a su poya, una poya que aun durmiendo siempre a su lado no me había generado el deseo que en esos momentos corría por mi cuerpo.

¡¡Que beunona estás mi amor!! ¡¡Come me pones!! –exclamó-

Sus palabras me excitaban en exceso, cada vez estaba más entregada a la pasión con él. No era capaz de analizar la situación. ¿Qué había cambiado en su actitud? ¿Unas botas? No podía ser, pero lo cierto es que me daba igual lo que fuera. Yo desde aquí puedo decir, que en el fondo quería revivir la pasión de Kiko, y que sus miradas y gestos, de esa mañana me habían puesto al límite del sexo.

Javi, quiero que me folles. Que me folles con pasión, con toda tu pasión. Estoy como hace mucho que no estaba. –dije con voz entrecortada por los jadeos que solo con sus sobeteos me estaba produciendo-

¡¡¡¡¡Claro que si mi amor!!!! –contestó con una picara sonrisa al tiempo que apartaba mi cara de la suya, agarrándome por el pelo, en clara sensación de dominio-

Su mano comenzó a buscar mi entrepierna, rápidamente mis piernas se separaron para permitir, una vez apartado mi tanga, que sus dedos comenzaran a recorrer mi coño. Un coño totalmente humedecido, que no tuvo problema en recibir su dedo, un dedo que jugueteaba dentro de mí, y que hacía hueco para permitir la entrada del segundo. En mi mano su poya cada vez mas dura y empalmada, que ya salía por al abertura del pantalón del pijama.

¡¡¡Aaaagggghhhhh!! Asiiiii, sigueeeee!!!! –grité mientras me movía con todas las ganas del mundo para sentir sus caricias dentro de mí-

Merceee, cariñoooo. Me he dado cuenta que a tu pareja no sólo la debes hacer el amor. Hay que follársela, hay que hacerla sentir deseada. Sobre todo a una tía como tu que eres coquetería y deseo puro. Creo que ese el fallo, que ese ha sido nuestro fallo, o puede que el mío. –reiteró con una voz cada vez mas deseosa-

¡¡¡¡¡Fóllame, vamooos!!!! ¡¡¡Fooolllaaameee!!! –contesté al tiempo que su lengua llenaba mi boca y una de sus manos se hacia dueña de mis tetas, mientras la otra seguía, con dos de sus dedos, dentro de mi-

¡¡¡Ahora mismo mi amor!!! ¡¡¡Eres deseo puro!!! –replicó mientras se sentaba en el sofá-

Su movimiento de sentarse no impidió que sus dedos siguieran dentro de mí. Empezaba a estar totalmente empapada. Tenía un deseo olvidado con mi marido, que me estaba haciendo enloquecer. Una vez sentado, sacó sus dedos, yo me arrodillé frente a él. Metí mi cabeza entre sus piernas, su cabeza buscó cayendo hacía atrás el respaldo de la butaca, al tiempo que mi mano sacaba su poya. Sería por la pasión, sería, digo yo, pero el caso es que desde el año 1999 en que comenzamos nuestra relación creó que nunca se la había visto tan grande. Mi deseo era desmesurado, y rápidamente, mirándole a la cara comencé a masturbarle.

¡¡¡¡¡¡Uuuuummmmm!!!!, ¡¡¡¡Aaaaauuuughhhhhhh!!!!, assiiiiiiiii, sigueeeeeeeeee gritaba cada vez mas excitado-

Yo no hablaba, sólo le miraba y meneaba cada vez más rápidamente su poya. Su capullo parecía que iba a estallar. Mi saliva comenzaba a mojar mas su glande, que ya empezaba a estar humedecido por sus propios líquidos. Por fin mi boca recibió, empujada por mis manos su desarrollada poya. Sin duda estaba dando a mi marido la mamada más espectacular y pasional de nuestros últimos años. Las últimas veces que yo se la chupaba, trataba por todos los medios de quitar la cabeza para no recibir su corrida, y si no podía, me lo mantenía en la boca para no tragarlo. Esta vez era distinto. Quería, deseaba, su leche en mi boca. Mis movimientos le estaban haciendo enloquecer.

¡¡¡¡¡¡¡¡aghhhhhhh!!!!! Sigue Merrrceeeeeee ¡¡¡sigueeeeee, no tee pareeesss!!!!

Con mi mano derecha le estaba haciendo una gran paja, mientras su poya entraba y salía continuamente de mi boca. De vez en cuando separaba mi boca, un hilo de mi saliva y de sus primeros líquidos mantenía unidos mis labios y su glande. Sus gemidos de placer eran cada vez mayores, levanté la cabeza para ver su cara de gusto, mientras seguían meneando su poya con mi mano. Al intentar volver a bajar la cabeza para seguir mamándosela, y cuando solo unos centímetros separaban mi boca de su pene un grito de placer por parte de él acompañó la salida de un impresionante chorro de leche que se impacto en mi cara, su inicio de corrida descendía por mis pómulos, e inmediatamente volví a metérmela en la boca mamándosela con placer, seguro que como no se la había chupado nunca. Su deseo y el mío estaban siendo distintos al de nuestros últimos años. Parecíamos desconocidos. Creo que hay radicó la pasión.

No dejaba de chupar y de tragar al tiempo que inundaba mi boca con su leche. Su deseosa leche. Nunca desee de esa manera una corrida de mi marido en mi boca, por las comisuras de mis labios escurría su semen, unos últimos empujones de su mano a mi cabeza, y unos movimientos convulsos pusieron fin a ese placentero momento, que por fin, después de años habíamos vivido mi marido y yo. Mi tanga estaba totalmente empapado, el momento había provocado en mí una inmensa calentura que se reflejaba en tener mi vulva totalmente desarrollada y encharcada. El se había corrido, como creo que hacía años, no lo había hecho, al menos conmigo. Desconozco si ha habido alguna otra mujer en su vida desde que nos casamos, particularmente creo que si, pero no me importaba en ese momento, además creo que el no tenía en su mente pensar que era yo, y la verdad, yo tampoco me motive pensando que era mi marido. Relajado seguía sentado en ese sillón, y yo seguía teniendo su poya en la boca. Continuaba erecta, tiesa, erguida, dura, escasas veces me había aguantado dos polvos seguidos, y en esta ocasión con una sola mamada había tenido un autentico corridón y ¡¡seguía empalmado!! No me la saque de la boca, al tiempo que me decía

¡Paaaara Merceeeeee! Vas a acabar conmigo -logró balbucear entre jadeos-

Eso me animó más y continué con su poya dentro de mi boca durante un par de minutos, jugueteando con ella, con mi lengua y mis labios. Un mamada final, recorriendo con mi boca sus huevos hasta su glande, supuso el momento en que levante mi cara para mirarle, mientras el seguía con sus manos enredando en mi pelo. Poco a poco me fui incorporando, mi silueta era perfecta, mi pelo tapándome eróticamente parte de mi cara, mi mirada lasciva, mi escaso camisón y mis botas –que estaban recibiendo un sensacional estreno- daban ese erotismo y provocación al llegar por encima de mis rodillas. La luz que desde mi espalda entraba por el ventanal de la terraza, se hacía sugerente al transparentar mi tanga y traslucir mis formas, sobre todo, mi desarrollada vulva, que formaba un deseado bulto entre mis piernas, a pesar de continuar protegido por mi tanga, por un humedecido y diminuto tanga. De pie, frente a él, en una posición de desmesurado deseo, abría mis piernas, mientras mis dedos jugaban primero con mis labios, luego con mi pelo y por último con la faldita de mi camisón, que comenzaba a descubrir directamente, poco a poco, la transparencia de mi minúscula braguita. Me fui acercando a él, su mirada era directa, perdida diría yo, perdida en un deseo absoluto que con su mujer, es decir, conmigo, apenas yo había conocido. El seguía en el sillón, sólo mirándome, fija y directamente, al tiempo que me acercaba apartando con los dedos de mi mano derecha, sutil y provocativamente, el tanga ya totalmente humedecido. Su poya seguía asomando por la abertura de su pijama, no me resistí. Quería ser follada, pero follada de verdad, por ¡¡mi marido!! ¡¡Deseaba a mi marido!! Lo deseaba como hombre, no recuerdo en mi mente una sensación tan especial con él. Pero la tenía. Me estaba generando pasión. Me agarré con mi mano izquierda a su hombro, mientras el seguía sentado, me aparte todo lo que pude el tanga, y mi rodilla intento buscar un hueco entre una de sus piernas y el brazo del sillón. La postura era imposible. Estando el sentado no podía colocar las rodillas entre sus piernas y el sillón.

Espera Merce. Así no podemos. Déjame a mi cariño –me señaló-

Mi silencio demostró que estaba entregada a sus deseos

Ponte de espaldas, ya verás así que bien –me dijo con calma, pero con gran deseo-

Al momento yo me giré dando la espalda a su mirada totalmente, supongo que debía de disfrutar de ese camisón levantado que dejaba libre a sus instintos mi culo, y esa vulva desarrollada y mojada, que descubierta del tanga, por la sujeción de mi mano, quedaba mas cerca al comenzar a sentarme encima de él. Movió un poco su cuerpo hacía adelante, apenas unos centímetros del sillón lo sujetaban, juntó sus piernas y me obligó a sentarme, dejando sus piernas en medio de mí, encima de él.

Siéntate ahora, morenaza –indicó, queriendo dar un toque de poderío-

¡¡¡Siiii!!!!

Así Merce, así, poco a poco, apártate un poco mas el tanga, vamos así, así, así. ¡¡¡¡Uuuuummmmmhhhh!!!!!! –suspiró al comenzar a meterme dentro su poya-

¡¡¡¡¡¡¡Aaggghhhhhhhhh!!!!!- -grité al empezar a notar como su poya penetraba delicada y suavemente por mi vagina, mientras comenzaba a botar sobre su poya-

¡¡¡¡¡Así nenita, así!!!!! Goza cariño, y hazme gozar a miiiiiiiii!!!!! ¡¡¡¡assssiiiiiii!!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡ummmmmmmmm!!!!!! ¡¡¡¡ummmmmmmmmm!!!!!! –era lo único que podía decir mientras botaba y cabalgaba sobre su poya movida por mi enorme deseo-

Mis manos no sabían donde agarrarse, las apoyaba en mis rodillas al tiempo que agachaba la cabeza, cabalgaba como una loca encima de su poya, notaba sus besos en mi espalda y sus magreos en mi culo y caderas. En alguna momento sus manos abrazaban mi cintura, aprovechando que estaba follándome desde atrás, y se deslizaban para tocar mi clítoris entrando por la parte de arriba de mi tanga. Estábamos apasionados. Parecíamos desconocidos. Era distinto, era pasional, y sobre todo nada rutinario.

¡¡¡¡Muévete tío!!!! ¡¡¡¡Vamos Javi, vamos!!!! –le grité con deseo-

¡¡¡Toomaa!!! ¡¡¡¡¡Toooommaaaa!!! ¡¡¡¡¡Comoooo mee pones!!!! ¡¡¡Tooomaaaa!!!! –me gritaba cada vez mas enloquecido-

¡¡¡¡¡¡¡Maaaasssss, mueveeettteeee maassss!!!!! –le suplicaba-

No acababa de estar cómoda en la postura, quería mas, estaba como una perra en celo. El sillón nos impedía movernos cómodamente, sobre todo en esos momentos en los que estábamos llegando al máximo.

¡¡¡¡¡Jooooo!!!!!! ¡¡¡¡Mueveeeeeeeeete más!!!!!! –le rogué con voz fuerte al tiempo que deseosa-

Espera un momento –me dijo con firmeza- Levántate

Inmediatamente le hice caso y me puse en pie. El también se levanto del sillón y se dirigió a una de las sillas que conforman el mobiliario del salón, la separó un poco de la pared, lo justo para que yo pudiera colocar mis piernas. El se sentó.

Ven aquí.-me ordenó sutilmente, manteniendo una fija mirada y una pícara sonrisa- Siéntate encima de mi.

Me dirigí hacia él. Mientras me acercaba, su mano agarró su poya tremendamente tiesa al tiempo que yo me apartaba con una mano mi tanga y con la otra me subía el camisón.

¡¡Ven conmigo, Merce!! Siéntate encima

Separé mis piernas, y me quede parada muy cerca de él, para permitir que su mirada recorriera todo mi cuerpo. Un sólo paso adelante tuve que dar para quedar mis piernas a cada lado de las suyas y mi coño encima de su poya.

¡¡Siéntate, vamos!! ¡¡Va a entrar solita!! ¡¡Ya verás que bien!! –exclamó con deseo-

Poco a poco fui bajando mi cuerpo. Mi mano apartaba mi tanga y la suya agarraba su poya para ayudar a colocármela en la entrada. Un solo movimiento hacia abajo

¡¡¡¡¡Uuuuuummmmmmm!!!!!! –exclamé al notar como su poya entraba suavemente dentro de mí, al tiempo que le abrazaba por el cuello apoyando mi cabeza en su hombro-

¡¡¡¡Que buennnnnnoooo!! –balbuceó con voz entrecortada y satisfecha, al tiempo que yo movía las piernas hacía a delante para tener su poya perfectamente colocada dentro de mí- ¡¡¡¡¡¡Mueveeeeteee ahora, Merce!!!! ¡¡¡¡Mueeevettte!!!

Como una posesa empecé a saltar y a botar sobre su poya, mis gemidos de placer eran impresionantes, y cada vez se mezclaba más con los suyos

¡¡¡Asssiiii, Javi!!!! ¡¡¡¡Asssiiiiii, no te paaares!!!! ¡¡¡Sigueeeeeeeeeeeeeee!!!! –le ordenaba-

El se movía como podía, sus manos agarraban con fuerza mi culo, empujándole hacia su poya que continuaba dándome un placer especial dentro de mí. Parecíamos otros. No era normal ese derroche de pasión en nuestro matrimonio. Yo botaba y cabalgaba con todas mis fuerzas.

¡¡¡¡¡¡Me vaaaaaaas a haaaaceeeer correeeeer otra vez, Meeeeerce. Me vooooooy a correr, Meerceee!!!!! ¡¡¡¡¡¡ssssigueeeee no teeee pareeeeeessssss!!!!! –me gritaba con una increíble pasión-

Yo no paraba de botar, por darle gusto a él, y porque mi orgasmo estaba a punto de llegar y sabía que iba a ser espectacular. Sus movimientos cada vez más rápidos se juntaban con los míos al tiempo que de su poya empezaba a salir un chorro de leche caliente que me subió a las alturas del deseo.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡Yaaaaaaaaaaaa, asiiiiiiii Merceeeeeeeeee!!!!! ¡¡¡¡¡¡Meeeee coorrrrrooooooooooooo!!!!!!! ¡¡¡Aaaaghhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!! –gritó con un inmenso placer-

Yo seguía botando, mi cabeza se había separado de su hombro y mis manos se agarraban como podían al respaldo de la silla. En ese momento, cuando su leche continuaba inundando mi interior, empecé a sentir un espectacular orgasmo que me hizo enloquecer

¡¡¡¡¡Y yoooooooooooo, Javi!!!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Y yoooooooo!!!!!!! ¡¡¡¡¡Meeeeeeeee cooorrrrrooooooo!!!!! –grite mientras mis líquido se juntaban con su corrida por dentro de mi- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaaaaaagggggggggghhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

¡¡¡¡¡Queeeee gustoooooo!!!!! ¡¡¡¡¡Toooooooommaaaaa Meeeerrrceeeee!!!! ¡¡¡¡¡Correeettteeee maaaasssss!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Nooooo teee paareeessss!!!!!!! –sus gritos de deseo me motivaban mucho mas y me hacían cabalgar sobre él cada vez con mas fuerza-

Tuvimos una corrida espectacular. Nuestros movimientos comenzaron a ser más pausados, y yo caí como desvanecida sobre él. Mi cabeza volvió a buscar el reposo de su hombro, y mis brazos envolvieron su cuello, al tiempo que él seguía manoseando lascivamente mi culo. Comenzaba a notar dentro de mí como su corrida descendía por mi interior, y como mis piernas comenzaban a notar la mezcla de su corrida y la mía, descendiendo por ellas. No me la sacó. Así estuvimos unos minutos. En silencio. Relajados y disfrutando de ese momento, aproveché para reflexionar. Quería descubrir que nos había pasado. No habían sido normales esos brotes de deseo y de pasión. Nuestro matrimonio jamás se había caracterizado por ello. La respuesta era clara. El secreto había estado en sentir que quien estaba enfrente, no era nuestra pareja. Sentir que éramos otros. La monotonía de nuestro día a día en el matrimonio nos había llevado a una rutina aplastante en nuestras relaciones sexuales. Esa rutina y esa monotonía me llevó, hace ya algunos años, a la infidelidad. Creo, además, que esa mañana, a pesar de haber lo hecho los dos juntos, los dos habíamos sido infieles, porque no pensábamos como marido y mujer, pensábamos como un tío y una tía follando. La solución estaba clara. Antes estábamos en lo cotidiano y en lo sexual tremendamente mal. Si pensar así nos devolvía la pasión sexual, a buen seguro el día a día sería por lo menos mejor. Me di cuenta que yo volvería a tener otras aventuras. Seguro que las volvería a tener, y que él probablemente también, aunque alguna de ellas fuera entre nosotros mismos. El matrimonio de Merce y Javi lo teníamos roto, pero al menos volveríamos a tener momentos de pasión. Mi reflexión acabó con sus palabras.

Merce. Vaya gozada

Si. La verdad que si –contesté sin levantar la cabeza-

¿Te invito a comer fuera? –me dijo-

Acepto.- volví a contestar sin moverme-

Venga, vamos a arreglarnos y nos vamos. Vamos a rematar un día que ha comenzado excepcional –exclamó con ilusión-

Claro que sí.

¡¡Pero estrena las botas!! –me ordenó-

Pensaba hacerlo –volví a contestar-

¡Te las podías poner con ese vaquero ajustadito blanco que tienes y que te queda genial, ese que te hace un culo impresionante!

¡¡¡¡¡Pero si nunca te ha gustado!!!!! –contesté sorprendida-

Ya, pero hoy sí. ¡¡Ah!! Y la cazadora de cuero negra, quiero que estés preciosa y que te sientas como eres tú. –concluyó-

Antes de levantar mi cabeza y ponerme en pie. Volví a pensar, y ya estaba segura. Era "otro" Javi. ¡¡Había puesto los "cuernos" a mi marido con mi propio marido!! Esto ocurrió el domingo 6 de enero de 2008 entre las once y media de la mañana y la una de la tarde.

Ahora estamos en abril, yo conozco lo que fue pasando entre nosotros en estos meses desde entonces, probablemente también lo conocerán los lectores de TODORELATOS, pero será para entregas posteriores.