Mi mejor amigo y su hermano
Como una quedada en su casa resultó en una maratón de pornografía
Mi nombre es Mario. Esto sucedió cuando tenía 18 años.
Eduardo era de mi misma edad. Era el único de nuestros amigos que tenía computador y acceso a internet. Así que era común que estuvieramos siempre en la casa de Eduardo para hacer tareas de clase.
Un día, como era normal a esa edad, terminamos buscando porno en internet. Eduardo abrió una página donde podíamos ver extractos de videos varios. En especial veíamos de lesbianas. Estabamos con Andrés y Luis, el otro par de amigos que completaban el grupo, y Daniel, el hermano menor de Eduardo que tenía en ese entonces unos 17 años. Al final terminamos viendo todo tipo de videos, de mujeres gordas, de sexo con animales, etc. Llegada la noche y dado que era viernes, había pedido permiso para quedarme. Luis vivía cerca por lo que se fue a su casa, y Andrés decidió tomar un taxi para irse a la de él.
Esa noche mientras dormía en el suelo de la habitación de Eduardo no pude evitar tener una enorme erección recordando algunos de los videos de la tarde.
A la mañana luego de desayunar nos sentamos en el silló de la sala. Estabamos viendo dibujos animados japoneses cuando de repente empezó un video de esos pero porno. Hentai.
-No me acordaba que esa película estaba ahí- Dijo Eduardo acerca del DVD que había introducido en el reproductor.
-Pero está chévere- respondí yo.
Luego comenzó porno convencional. Una rubia suculenta era taladrada por un latino con una dotación importante. Como son casi todas las vergas del porno.
-Está muy buena esa vieja- dije.
-Uff si, demasiado. Me dan ganas de hacerme la paja- respondió él.
Y de repente se sacó su miembro. Era grande y grueso. El glande totalmente rojo, fruto de la desesperación por sentir placer. Eduardo comenzó a acariciarlo arriba y abajo. Muy muy despacio. Me quedé observándolo por un par de segundo pero luego concentré mi atención en el video.
-Ven Mario, haztela tu también, no pasa nada.
Accedí. Saqué mi verga y comencé a frotarla. Estaba absorto observando la imagen. Yo me encontraba tendido en un sofa doble. Mientra que Eduardo estaba sentado al otro extremo, tocando su verga muy lentamente. Mi ritmo era un poco más frenético. Siempre fui muy ansioso con venirme. El video terminó y comenzó otro donde una trigueña era penetrada en cuatro patas por un negro. Mientras tanto le chupaba la verga a otro negro. Esa escena me puso a mil. Y justo cuando iba a eyacular Eduardo me interrumpió.
-Juguemos algo.
-¿A qué podemos jugar?- respondí yo.
-Hagamos pajas cruzadas.
-No sé que es eso Eduardo.
-Nos sentamos juntos, yo te hago la paja a ti y tu me la haces a mi.
-No creo, así estoy bien.
Eduardo detuvo el video en el reproductor.
-Pero qué pasa.
-No, pues ya no quiero que veamos más.
-Eduardo, no seas así de imbécil, pon el video que estaba buenísimo.
-¿Pero vamos a jugar o no?
-No qué te pasa. A mi no me gusta eso, pero sigamos viendo. Dale.
Eduardo se levantó y su verga se movía con los pasos. Se agachó frente al TV y reanudó el video. Yo no había entendido por qué tenía que levantarse si lo había detenido con el control. Después caí en cuenta que había cambiado de DVD.
Ahora era nuevamente una rubia siendo penetrada igual que la anterior. Un tipo se hizo atrás de ella y ensartaba una verga venosa en su vagina. Mientras que le lamía la verga a otro tipo al mismo tiempo. Pero la dinámica era distinta. Algo raro había en el ambiente. Mi cara estaba ardiente. Tenía desesperación por venirme. Eduardo me había interrumpido en el momento del clímax y eso me había molestado pero excitado más. Estaba aún muy concentrado en la rubia que no me di cuenta que ya no le chupaba la verga al otro tipo, solo estaba siendo penetrada. Pero la verga seguía siendo succionada. Los labios del tipo que la estaba penetrando ahora rodeaban el pene de su compañero. Era un tipo mamándosela a otro y yo estaba ahí con la verga en la mano y más excitado que nunca.
Con cara de sorprendido giré mi vista hacia Eduardo para hacerle el reclamo. Pero el me estaba mirando fijamente. Masajeándose la verga mientras se mordía el labio inferior. Esa imagen me cautivó, pero de inmediato reaccioné negativamente, no se si por instinto de crianza hetero, pero sentí que debía protestar.
-Eduardo, ¿qué es eso? Quítalo por favor.
-Pero si es porno Mario, ¿te molesta que una verga sea lamida?
-Obvio si- Respondí de inmediato y casi gritando.
-Ah pero eso no decías cuando la tipa lo hacía.
-No es lo mismo.
-¿Por qué no? Son labios y lenguas. Es lo mismo.
-¿Tú como sabes?
Esa fue la pregunta que nunca debí hacer. O tal vez justo la que quería hacer. En ese momento Eduardo llamó a Daniel. Daniel se encontraba en su habitación, la cual quedaba en el segundo piso. Había olvidado por completo que él estaba ahí. Daniel bajó y pareció no inmutarse por ver a su hermano y su mejor amigo masturbándose en la sala de sus casa.
-Mario, te digo, es bien rico que te la mamen.
Acto seguido Daniel se puso de rodillas y rápidamente devoró la verga de su hermano. Eduardo le sostenía la cabeza con su mano izquierda mientras que Daniel posicionado de lado subía y bajaba succionando. Les podía ver perfectamente la cara a los dos y como el pene de Eduardo desaparecía y volvía a aparecer cubierto de saliva. La escena me perturbó. No me esperaba para nada esta situación incestuosa. Me quedé callado y guardé mi pene entre mi sudadera que usé como pijama la noche anterior. Daniel seguía chupando y Eduardo no me quitaba la mirada. Era una mirada retadora. Yo no podía quitar la mirada de la escena. Veía como Daniel engullía esa verga y la lamía de vez en cuando con su lengua por todo su glande. Estaba asustado y excitado. No sabía que hacer.
Eduardo ordenó a su hermano que parara.
-Creo que Mario quiere un poco Dani. Ve y dale.
Daniel se acercó gateando hacía mi. Se subió al sofá y agarró mi pantalón. Yo permanecía inmóvil. Sacó mi pene que permanecía erecto. Más erecto que nunca. Y se lo tragó. Sentí la gloria. Su saliva rodeó mi verga. El calor de su aliento en mi miembro casi me mareaba. Era delicioso lo que sentía. Y lo mejor de todo era que se repetía constantemente. Arriba y abajo su cabeza me daba un placer enorme. Oh de por dios. Como chupa este muchacho.Me lamía los testículos de vez en cuando. Daba pequeños mordisco a la punta de mi pene. Era un experto en mamadas. Yo tenía los ojos cerrados y solo podía dejarme llevar por el placer.
-Verdad que lo hacer rico, ¿no?
Al escuchar eso abrí los ojos y estaba pajeándose de pie junto al sofá. Me miraba desde arriba con una cara de satisfacción, pero no sexual, más bien era satisfacción porque su plan había salido a la perfección. Me emboscó. Me puso porno desde el día anterior para que estuviera bien caliente y luego remataría llevándome a los caminos del sexo entre hombres. Yo mientras tanto tenía a su hermano succionadome la verga como nadie me lo había hecho jamás y lo miraba a los ojos a Eduardo. Su pene estaba muy cerca de mi rostro. Sentía su olor muy cerca y sabía lo que tenía que hacer. Lo que Eduardo quería que hiciera y lo que yo, hasta ese momento, no sabía que deseara tanto.
Abrí la boca y el empujo su deliciosa verga hacía mi. La chupe, la lamí, la devoré y disfruté. Y me vine a chorros cuando el regó su semen en mi.