Mi mejor amigo, mi mujer y yo (1)
Mi mejor amigo y mi mujer, dos personas que me han hecho feliz durante muchos años, ahora se han convertido en las personas con las que, vivir sin ellas, sería imposible.
Aunque mi mujer ya está por encima de los cuarenta y después de haber pasado dos embarazos, tiene un cuerpo bastante bien cuidado, con un aspecto que no aparenta la edad que tiene y cualquiera al que le pregunto siempre responde menos de la que tiene realmente y eso me hace sentir bien a mí y a ella.
Tengo muchas fantasías sexuales, pero ni más ni menos que otros hombres, me considero normal. La lectura de relatos eróticos en internet despertaron en mí deseos de realizar intercambios de parejas, tríos y todo aquello que pueda servir para disfrutar del sexo con mi mujer y quizás sea este el motivo por el que provoqué una situación que me ha satisfecho plenamente.
Durante el relato a mi mujer la llamaré María, yo me haré pasar por Alberto y la tercera persona Ernesto, nuestro amigo de muchos años.
Todo empezó una noche en la que María y yo estábamos en la cama, una noche de verano en una casa rural que habíamos alquilado para el fin de semana. La habitación estaba en la boardilla y un gran ventanal nos permitía ver las estrellas.
Sin mediar palabra mirábamos al cielo mientras mi mente se disparaba hacia el sexo, provocándome una excitación agradable. María al ver mi pene erecto, comenzó a acariciarlo como solo ella sabe hacerlo para hacerme disfrutar.
Ambos desnudos, las caricias y besos fueron los protagonistas de ese momento tan mágico para los dos. No había prisa por nada, ni por empezar ni por terminar por lo que el preludio podía tener toda la duración que nos apeteciera y así lo llevamos a cabo.
Le provoqué a María el primer orgasmo. El segundo. Al tercero y cuando estaba llegando a lo más alto de su clímax, empecé a musitar al oído insinuaciones dirigidas a Ernesto.
¿Te gustaría que Ernesto estuviera aquí ahora? ¿Te gustaría que te viera así conmigo? ¿Te gustaría que nos estuviera espiando?
Si, me gustaría. Contestaba afirmativamente a cada pregunta que le decía mientras intentaba alcanzar el siguiente orgasmo.
Piensa en él. Piensa que es él quien te está tocando .., que es él quien te acaricia .., que es él quien te besa . Estás desnuda a su lado, está mirando tu cuerpo sin ropa , te toca los pechos , te acaricia los muslos ...
Mientras le susurraba estos comentarios alcanzó un orgasmo que nunca antes había visto.
Conseguí el primer objetivo, que no era otro que pensara en otro hombre que no fuera yo durante el acto sexual. Además, tratándose de nuestro amigo, la situación me excitaba a mí también. Nadie puede controlar los pensamientos de las parejas cuando están haciendo el amor, solo la confianza mutua permitirá conocer las fantasías de los compañeros y eso es precisamente lo que pretendía, conocer las de mi mujer y saber si sería capaz de cumplir con alguna de ellas.
Cuando terminamos le pregunté.
¿Has pensado de verdad en Ernesto?
Si, pero solo ha sido una fantasía. Contestó
Cuando lo hemos hecho en otras ocasiones, ¿también has pensado en él o en otros?
Si, pero no les veo la cara, solo es un cuerpo y procuro pensar solo en ti.
No me importa que pienses en otros, me excita mucho y me gusta, habrá que repetirlo.
¿De verdad que te gusta?. Me preguntó algo extrañada.
Si, me gusta mucho y además que pienses en Ernesto me agrada mucho más, es nuestro amigo y me he dado cuenta que te gusta bastante.
Me cae muy bien y es muy discreto, me mira con unos ojitos muy simpáticos.
¿Te gustaría acostarte con él?
A tanto no se si sería capaz, y tampoco tengo claro que tú fueras capaz de soportar tremendo atrevimiento.
Estoy seguro que lo aguantaría, me gustaría que ocurriera.
¿Quieres que me acueste con él?
Si, ¿Por qué no? Podría ser algo bueno para nuestra relación, he leído comentarios en internet y la mayoría de las parejas que practican el intercambio y los tríos, dicen que les ha unido mucho más en su relación.
Se te escapa algo. ¿Has considerado la posibilidad que Ernesto se quiera acostar conmigo?
Si y creo que él lo está deseando casi tanto como tu.
¿Cómo puedes estar tan seguro?
Porque se lo noto y tú también te has dado cuenta, pero quieres hacerte la dura, te conozco bien.
Ya te he dicho que no me importaría, pero sigo insistiendo que dudo que tú fueras capaz de aguantar verme en la cama con él.
¿Quieres que provoquemos la situación? No hace falta decírselo directamente, simplemente provocamos un encuentro y lo intentamos. No planeamos nada, solamente buscamos el momento adecuado y dejamos que la situación se torne hacia donde queremos.
No se si tendré valor para hacerlo, pero podemos intentarlo.
Llegado el momento, si vemos que no nos atrevemos, lo dejamos y no pasa nada.
¿Cómo lo vamos a hacer? Podíamos venirnos aquí los tres, estaríamos tranquilos sin que nadie nos molestara.
Es buena idea. Si quieres lo preparamos para el fin de semana que viene.
Vale, ya veremos si me decido a hacerlo o no.
Dicho esto, se abrazó a mí y nos quedamos dormidos. Por la mañana, ella se levantó antes que yo y cuando bajé al salón, estaba sentada en el sofá con el desayuno viendo la televisión.
Pasamos el resto del fin de semana haciendo el amor, susurrándonos al oído fantasías sexuales con Ernesto y con otras personas. Resultó muy excitante, ambos disfrutamos como nunca antes lo habíamos hecho y nos gustó mucho, tanto que cada vez que hacíamos el amor practicábamos este ritual.
Yo veía a Ernesto todos los días en el gimnasio. Desde el fin de semana que hablé con mi mujer sobre sexo con él, le miraba de otra manera. Creo que él a mi también lo hacía. En la ducha me fijé que me miraba de arriba abajo, como examinándome, algo que se quedó en mi mente, sin embargo no le di demasiada importancia.
Cuando nos estábamos vistiendo, le propuse venir con María y conmigo a una casa rural un fin de semana. Accedió muy gustoso y me comentó que hasta principios de julio no podría por motivos de trabajo.
Los días pasaron y por fin pudimos llegar a un acuerdo, el segundo fin de semana de julio iríamos los tres juntos a una casa rural cerca de Ciudad Rodrigo. Me encargué de reservar esa vivienda para los dos días.
El viernes por la tarde María, Ernesto y yo tomamos la carretera camino de la aventura. Mi mujer estaba decidida a que sucediera lo que nos habíamos propuesto y yo iba pensando constantemente como íbamos a provocar la situación de poder estar los tres en la cama, pero no se me ocurría nada hasta ese momento.
Llegamos a nuestro destino. Nos sentamos a tomar algo fresco mientras veíamos la televisión y charlábamos de temas triviales.
Empezaba a anochecer y decidimos acercarnos al pueblo para cenar y tomar unas copas. Alrededor de las 2 de la madrugada volvimos a casa. Ernesto se metió en su habitación y nosotros en la de matrimonio.
Creo que me voy a lanzar.- Me dijo María
Me darías una gran alegría. ¿Quieres que esté presente o me voy a dar una vuelta?- le pregunté
Para empezar, prefiero estar a solas con él si a ti no te importa, después cuando decidamos hacer algo, si es que ocurre, prefiero que estés presente.
De acuerdo, me iré a comprar el pan para dejaros solos. Ya me contarás, solo de pensarlo me excito.
Dicho esto, comenzó a tocarme, empezó a masturbarme con la delicadeza de siempre. Le quité la camiseta y le bajé las bragas dejándola desnuda. Ella hizo conmigo lo mismo cuando mas dura la tenía. Se sentó encima de mí para meterse mi erecto miembro entre sus piernas. Nos movíamos con la agilidad de siempre. Ella estaba de espaldas a la puerta que habíamos dejado abierta y pude ver a Ernesto que miraba disimuladamente desde el otro lado del pasillo. La estaba viendo desnuda, aunque fuera de espaldas, contemplando su trasero moviéndose de arriba abajo. Esa situación me excitó de tal manera que hizo que me corriera dentro de ella.
Ernesto se retiró hacia su habitación. Al cabo de unos minutos me levanté y con la excusa de ir al baño, me acerqué hasta la habitación de nuestro amigo. Estaba sentado sobre la cama con los ojos cerrados masturbándose.
No se como pudo ocurrir, ni se porqué razón mi pene volvió a crecer al verle haciendo lo que yo hacía en otras ocasiones. Quizás por pensar que había visto a mi mujer desnuda y ahora estaba masturbándose pensando en ella, provocó en mí esa erección.
Volví a mi habitación. María estaba tumbada boca arriba, desnuda y dormida. Me acosté a su lado, cerré los ojos pensando en aquella situación y me quedé dormido.
Por la mañana, fui el primero en levantarme e ir a la cocina para preparar el desayuno para los tres. Café con leche, tostadas y algo de bollería que habíamos comprado la tarde anterior.
Me acerqué para ver si María estaba despierta y llevarle el desayuno a la cama, pero aún seguía dormida. Tumbada del lado derecho hacia la ventana con su pierna izquierda doblada sobre la otra, se le veía su precioso trasero desnudo. Su brazo izquierdo tapaba su pecho. Me quedé mirándola como si fuera un adolescente.
Volví a la cocina para tomarme el café con algún bollo y veo a Ernesto salir de su habitación. Se detiene en la puerta de mi dormitorio y se queda mirándola durante unos segundos. Al reiniciar su camino hacia donde me encontraba, me oculté para que no se diera cuenta que le había visto mirarla.
Fuimos al salón a desayunar y enseguida llegó María con una taza de café en la mano y una tostada en la otra. Nos quedamos boquiabiertos al verla con una camiseta que apenas le llegaba a los muslos, casi transparente que permitía adivinar que no llevaba ropa interior debajo de esa minúscula camiseta. Nos saludó y se sentó frente a mí al lado de nuestro amigo.
De vez en cuando abría las piernas para mostrarme sus encantos sexuales acompañado de una sonrisa pícara, provocativa, insinuante y cómplice. Eso a mi me ponía a 100. Me gustaba ese juego.
Ernesto era consciente de lo que estaba ocurriendo y se daba cuenta de nuestro juego, sobre todo al apreciar entre mis piernas un bulto provocado por mi mujer. No solo era María la que me miraba entre las piernas, también lo hacía él y por segunda vez me di cuenta que su mirada era algo diferente de como yo le había visto tiempo atrás, pero seguía sin darle importancia.
María se levantó del sillón agachándose hacia la mesa para tomar la bandeja y llevarla a la cocina. Los ojos de nuestro amigo no pudieron evitar mirar sus piernas y me atrevería a decir que su trasero.
Me fui a la cocina acompañándola.
¿Has visto que paquete se le ha puesto cuando he llegado al salón?- Me dijo sonriente.
No, de lo que me he dado cuenta es del paquete que me has puesto a mí. Me voy a vestir y me voy a ir a por el pan como dijimos ayer. ¿Te lo vas a llevar a la cama ya?
No, eso quiero hacerlo cuando tú estés delante.
De acuerdo, me marcho entonces y os dejo solos.
Me fui a la habitación para vestirme siguiéndome Ernesto. Entré en mi cuarto y él conmigo. Me preguntó si me iba a alguna parte y le comenté que iba a comprar algo para la comida ofreciéndose a acompañarme.
Insistí en que se quedara hasta convencerle. Cuando me despedí de ambos, María me comentó que se daría una ducha para que cuando volviera pudiéramos ir a dar una vuelta por el río.
Después de hacer las compras regresé transcurrida media hora. Los dos estaban sentados en el sofá viendo la televisión. María estaba tumbada con la cabeza apoyada en las piernas de nuestro amigo. Él tenía el brazo derecho rodeando su cuello con la mano reposando en el hombro. Mi mujer se había puesto una camiseta de tirantes, de las de baloncesto, amplia, sin ropa interior, mostrándole sus muslos casi desde el principio. Si se hubiese subido un poco más la camiseta la estaría viendo todo su vello de la entrepierna.
Ernesto se levantó al verme y se fue a la ducha, momento que aproveché para preguntar a María.
¡Cuéntame! ¿Qué ha pasado?
Ha sido maravilloso, no hemos terminado en la cama por muy poquito. Nada más marcharte me he metido en la ducha y así se lo hice saber a él. Me acompañó hasta la habitación, entré para quitarme la camiseta y él se fue a la suya. Me quedé desnuda y fui por el pasillo hasta el aseo si nada de ropa. Él se metió en su cuarto dejando la puerta abierta. Se tumbó sobre la cama y abrió un libro que apoyó sobre sus piernas. Hice algo de ruido para llamar su atención cuando iba caminando. Miró por encima del libro mientras le controlaba de reojo. Entré en el aseo dejando la puerta abierta y di el agua de la ducha. Eché las cortinas, ya has visto que son transparentes y me refresqué durante bastante tiempo. Vi a través de las cortinas que se había acercado a la puerta y miraba como me enjabonaba y acariciaba. Cuando terminé, él se había ido a su habitación. Estaba sobre la cama desnudo con el libro. Yo llevaba la toalla pequeña rodeando mi cuerpo para evitar mojar el suelo y enseguida se levanta y se marcha al aseo. Cerró la puerta, no se que es lo que hizo aunque me lo puedo imaginar. Cuando oigo que abre la puerta me quité la toalla y fui a buscar la camiseta para ponerme. Me senté en el sofá y él llegó enseguida. Estuvimos hablando un rato. Buscaba con su mirada mi desnudez y yo me ponía con posturas que le permitieran verme algo. Estoy segura que algo llegó a ver. Me decidí. Me levanté para ofrecerle algo fresco y al volver de la cocina, dejé las bebidas encima de la mesa y me senté en sus rodillas. Pasé mi mano por detrás de su cabeza y el me tomó de la cintura, en esa postura seguimos hablando mientras que él, empezó a buscar mi piel por debajo de la camiseta. La tenía pillada con su pierna y al notar que tiraba de ella, me incorporé ligeramente dejando que la levantara. Metió su mano por dentro y me acarició por la espalda. Entonces me incliné hacia su cara y le besé en la boca, respondió muy bien, como yo esperaba y nuestras lenguas comenzaron a jugar. Eso fue todo lo que ocurrió. Después me tumbé cuando te oímos llegar con el coche.
Al menos hemos dado el primer paso, él no te rechaza y a ti te ha gustado. Esta tarde provocaremos algo más. ¿Se te ocurre algo?
Antes de hacer nada, deberías hablar con él. Cuando nos estábamos besando me dijo que tenía miedo de perder vuestra amistad, deberías decirle algo.
Vale, voy al baño y le comento algo.
La puerta del aseo se encontraba cerrada, llamé y me permitió el paso. Estaba aún bajo el agua a punto de terminar. Cuando cerró el grifo corrió las cortinas y tomando la toalla para secarse le comenté lo que me había dicho María. Intentó disculparse a la vez que justificaba que las cosas transcurrieron por sí solas y que todo había sido culpa de él, disculpando a mi mujer de todo lo ocurrido.
Cuando le comenté que no me había importando, le noté más relajado y cuando descubrí que se atraían los dos no supo que decir manteniéndose en silencio ante mis palabras. Decidí ducharme y mantener la conversación a la vez que pensaba en la fórmula para meterle en la cama con mi mujer. Se puso la toalla alrededor de la cintura y salió del baño. María estaba en la puerta esperándole y se lo llevó hacia el salón, donde había preparado unos refrescos para los tres.
Salí despacio, la puerta se había quedado abierta y me permitía acercarme hasta donde estaban sin que se percataran de mi presencia. Desde la puerta pude verles sentados muy cerca el uno del otro. María tenía puesto su brazo alrededor del cuello de Ernesto, mientras él rodeaba su cintura acercándola hacia sí.
Me senté al lado de mi mujer dejándola en medio de los dos. Metí mi mano por debajo de su camiseta, me excitaba a tal extremo que la toalla que tenía sobre la cintura comenzaba a levantarse.
Era la hora de comer y María se levantó y se fue a la cocina diciendo que iba a preparar algo. Nos quedamos solos en el salón y mirándome el bulto de la toalla, Ernesto hizo referencia al tamaño que había alcanzado. Le admiraba lo que me excitaba mi mujer después de tantos años de matrimonio.
María nos llamó para ir a la cocina para comer. Después, María y Ernesto se sentaron en el salón mientras me encargaba de preparar unos cafés. Los llevé a la mesa y me senté al lado de mi mujer. La televisión no daba nada interesante en ese momento y comenzamos a charlar.
María se levantó para darse una ducha y refrescarse, volviendo con una toalla tan ajustada a su cuerpo que se le podía ver el final de las piernas y casi el escaso vello. Se sentó en medio de los dos, seguimos charlando hasta que empezó una horrible película.
Ernesto se deslizó hacia delante apoyando su cabeza en el respaldo, con los ojos casi cerrados miraba la televisión y de reojo las piernas de mi mujer.
María se estaba aburriendo y por contagio yo también. Ernesto se había quedado dormido, o al menos eso parecía. Aproveché esa situación para desabrochar la toalla de María y tocar su piel. Me estaba excitando y solté el nudo de mi toalla, llevando la mano de mi mujer hacia mi miembro que empezaba a ponerse erecto. No me rechazó pese a la presencia de nuestro amigo y me acarició magistralmente.
Yo quería llegar más lejos, creí en ese momento que era la oportunidad de lanzarnos, entonces agarré la mano de María para acercarla lentamente hacia su pene. Un pequeño sobresalto hizo que abriera los ojos viendo a mi mujer como le tocaba por encima de la toalla su miembro que se ponía enorme por segundos.
Extendí mi mano hacia la toalla de Ernesto, tiré ligeramente de ella dejando al desnudo su cuerpo y su erección. Mi mujer continuó con sus caricias mirando encantada. Ernesto pasó su mano por la nuca de mi mujer y la acercó hasta su cara para besarla en la boca. Al girarse María para el beso, le retiré la toalla dejando todos sus encantos a merced de las miradas y las manos de nuestro amigo. Tomé la mano de Ernesto para colocarla en el pecho de Maria.
Empezaba el espectáculo que habíamos buscado durante mucho tiempo y por fin se estaba haciendo realidad.
Ernesto tomaba la iniciativa en todos los movimientos colocando a mi mujer encima de él dándole la libertad de poder tocarla por donde más le apetecía. Me acerqué a ellos para no perderme detalle de todos sus toqueteos, besos y caricias.
Les propuse ir a la habitación y allí fuimos. María se tumbó en la cama boca arriba subiendo los brazos por encima de la cabeza, dándonos libertad para hacer lo que quisiéramos. Nosotros nos postramos a ambos lados para recorrer todo su cuerpo desnudo con los dedos, con la lengua .
Ernesto se colocó entre las piernas de Maria separando delicadamente los labios vaginales y empezó a pasar su lengua por la apertura que había dejado, buscando el clítoris con lentitud. Cuando se estremecía, la lengua aumentaba la velocidad de la caricia haciendo que María se moviera de placer. Aumentaba el ritmo de su respiración y emitía gemidos de placer a medida que su nuevo amante la acariciaba.
Me mantenía al margen. Solo quería ver a María disfrutar. Verla desnuda con otro, me producía tanto placer que no quería que aquel momento se acabara nunca. Pero quería ver más. Quería ver como el miembro, tremendamente erecto y duro de Ernesto, entraba en lo más profundo.
Cuando María alcanzó el primer orgasmo, se levantó, tumbó a Ernesto y abriendo las piernas se sentó a horcajadas encima. Movía la cadera de adelante para atrás frotando su clítoris con el pene. La excitación de María era tan grande que enseguida encontró el segundo orgasmo.
Ella agarró el pene y se lo llevó hasta su entrepierna buscando la entrada que no le costó encontrar y poco a poco se la fue metiendo hasta el fondo. Tumbado a sus espaldas me encontraba mirando sin perder detalle de todo lo que acontecía. María movía su trasero a un ritmo cada vez mayor. Se levantaba para sacársela y volvía a sentarse para que entrara hasta el final. Una y otra vez, cada vez más rápido.
Me incorporo para ver la expresión de placer que en su cara estaba dibujando. Ernesto con sus manos en los pechos tocándolos y agarrándolos como si se fueran a escapar, me seguía provocando. María se agachó para besar en la boca a Ernesto sin dejar el ritmo de su trasero.
Se incorpora ligeramente para que nuestro amigo lleve su boca hasta los pezones para comérselos y lamerlos. Abrí mis piernas para colocarme encima de Ernesto llevando mi pene hasta la boca de mi mujer para que se la tragara hasta la garganta.
Me sorprendió que mientras estábamos en esa postura, Ernesto comenzó a acariciarme los testículos. Como buenamente puede, levanta la cabeza de la almohada y me los chupa con cuidado.
Notaba un nuevo orgasmo de María en sus gemidos y al término se tumbó encima de él abrazándole con cariño. Pero quería más. Me coloqué detrás de ella sin que se sacara el miembro aun erecto y humedecí el agujero de su trasero con la lengua durante algunos segundos llevando mi pene hacia la cavidad anal para intentar meterla. No me rechazó. Se relajó para que entrara con suavidad impidiendo que la doliera. Pasé mi mano por el costado en busca del clítoris y la masturbé.
Ella marcaba el son y nosotros la acompañábamos decididos a darle más placer. Era tal la excitación que tenía, que pronto se presentó otro orgasmo y cada vez que la tocábamos en alguna parte erógena, se estremecía.
Enseguida se corrió Ernesto y yo unos segundos después. Cuando terminamos, nos quedamos acostados durante un rato en la cama respirando profundamente descansando del esfuerzo realizado. María se levantó la primera para ir al aseo para darse una ducha. Nosotros nos quedamos acostados y con erección. Ernesto me pidió permiso para tocarme. No le puse impedimento alguno. Nunca había tenido relaciones sexuales con un hombre y le dejé para saber que se sentía. Fue directamente a mi miembro erecto para masturbarme con las manos y poco a poco fue acercándose hasta metérsela en la boca y proporcionarme una mamada impresionante. Tal era mi excitación que agarré su erecto miembro para acariciarlo y sentir lo que sienten las mujeres al tocar un pene.
No me disgustó y seguí acariciándolo con cuidado.
Ernesto coloca sus piernas alrededor de mi cabeza dirigiendo su miembro hacia mi boca. Al principio quise negarme, pero la curiosidad por conocer esta faceta sexual, hizo que le permitiera metérmela.
Estábamos tan excitados que no nos dimos cuenta de la presencia de mi mujer en la puerta de la habitación contemplando nuestro glorioso 69. Pero no se molestó de vernos con ese comportamiento, más bien quiso participar. Levantó mis piernas para que las colocara por detrás de los brazos de Ernesto y mientras él seguía con mi pene en la boca, María pasaba su lengua por el agujero de mi trasero y tras humedecerlo abundantemente, empezó a meterme un dedo.
Aquello me estaba gustando de tal manera que no me dio tiempo de advertir a mi amigo que me iba a correr, expulsando todo mi semen dentro de su boca. Pero él no se molestó, se limitó a seguir masturbándome hasta que acabé derrotado.
Ernesto continuaba con su fuerte erección y fue María quien se encargó de aliviarle. Se la metió en su maravillosa boca hasta que vi como el semen desbordaba por la comisura de sus labios.
Mientras se duchaba, mi mujer se quedó conmigo en la habitación para darme las gracias por el placer que le habíamos proporcionado y le devolvía mi muestra de gratitud por haber facilitado un orgasmo tan maravilloso. Habíamos pasado una prueba de fuego.
Cuando Ernesto salió del aseo, entré yo para refrescar la calentura que aun tenía y una ducha de agua fría me relajó notablemente. Salí hacia el salón con la toalla en la cintura para reunirme con ellos. Al entrar les veo sentados frente a la televisión completamente desnudos. Entonces me quité la prenda que llevaba y me senté junto a ellos.
Ninguno hablamos de lo ocurrido, pero se podía ver la cara de satisfacción en todos.
Nos fuimos al pueblo a cenar y tomar unas copas. Regresamos sobre las 3 de la mañana. Nada más llegar, María se metió en la habitación para desprenderse de toda la ropa para quedarse desnuda. Después se acercó hasta el salón para sentarse con nosotros. Al verla así, nosotros decidimos hacer lo mismo y dejando la ropa encima de la cama la acompañamos.
Me gustaba estar con ella y con Ernesto desnudos. Tras charlar durante unos minutos, decidimos irnos a la cama a dormir, estábamos cansados y necesitábamos acostarnos. María se metió en nuestra habitación tumbándose en la cama, Ernesto se dirigía hacia la suya cuando le llamé la atención y le propuse que se acostara con ella, que durmiera con mi mujer y yo lo haría en su cama.
Al principio desestimó mi propuesta, pero ante mi insistencia aceptó gustoso mi invitación. Quise vigilarles durante un tiempo para ver si volvían a hacer algo, pero el cansancio era demasiado grande como para otra sesión de sexo.
Por la mañana me desperté antes que ninguno y lo primero que hice fue asomarme a la habitación y mirar a mi mujer con mi amigo. Estaban dormidos aun. Ernesto tenía su brazo por debajo del cuello de María que apoyaba su cabeza sobre el hombro, su pierna encima de la cintura de Ernesto y el brazo rodeando su pecho. Ambos desnudos me parecía una fotografía espectacularmente bella y excitante.
Me preparé un apetitoso desayuno y me senté en el salón frente a la televisión para ver las noticias.
Al cabo de unos minutos apareció mi mujer, desnuda, seguida de nuestro amigo también sin ropa. Habíamos vivido una experiencia maravillosa, estábamos encantados de haber disfrutado de una velada llena de amor y sexo. En mi mente solo estaba presente volver a repetir la aventura, no se cuando pasaría, pero estaba deseando que volviera a ocurrir.
Habían pasado varias semanas desde aquel encuentro y mi mente recordaba cada detalle la experiencia y deseaba volver a mi mujer desnuda frente a nuestro amigo, volver a ver como le tocaba los pechos, volver a ver como hacían el amor, volver a ver como dormían juntos sin ropa. Esos recuerdos me excitaban de tal manera que producían en mí una erección y no me quedaba más remedio que masturbarme pensando en ello.
Me encanta que mi mujer esté desnuda y que la miren, por eso vamos a playas nudistas de poca afluencia de gente, pero que la vean desnuda.