Mi mejor amiga se convirtió en mi mejor amante
Nos vestimos, nos tumbamos y reímos mientras nos mirábamos. No me arrepiento de aquella noche, porque he descubierto en mi mejor amiga la mejor amante que podría desear...
Era una cálida noche de verano, yo y mi mejor amiga Elisa habíamos decidido salir de marcha solas, sin nuestro habitual grupo de amigos ni posibles ligues. Iba a ser una noche de chicas para recuperar nuestra intimidad y que, sin esperármelo, acabó siendo una de las noches más pasionales de mi vida.
Me arreglé con un vestido corto y veraniego y quedamos en la plaza donde solíamos hacerlo, donde en uno de sus restaurantes cenamos juntas. Nos pedimos una ensalada para las dos y unas tapas de salmón ahumado, y mientras comíamos y conversábamos recordando viejos tiempos, el vino nos hacía la cena cada vez más divertida.
Nos fuimos a bailar a unos de los tantos pubs del paseo marítimo, y mientras más bebíamos más pegaditos eran nuestros bailes. No se si sería el alcohol o el roce de sus pechos y su trasero contra mi cuerpo, pero me estaba empezando a entrar una calentura que notaba como mi entrepierna se humedecía bajo mi tanga.
Muchos fueron los chicos que se nos acercaron para intentar bailar con nosotras, pero esa noche no existía nadie más aparte de nosotras dos, la intimidad que notaba con ella esa noche era mágica, tanto que sus miradas se me clavaban en el alma.
Uno de esos chicos se puso muy pesado, nos rogaba que bailáramos con él, que a el y a su amigo le gustábamos mucho, y para que nos dejara en paz le dije que no queríamos nada con él ni con su amigo, que éramos lesbianas.
El chico dijo que no nos creía, que éramos unas estrechas, y entonces nunca habría imaginado lo agradecida que iba a estar con ese pesado por picarnos de esa manera, porque mi amiga me pregunto ¿Se lo demostramos? Sin pensarlo dos veces sonreí y me atreví a besarla.
Sus labios eran suaves y carnosos, sus besos húmedos y penetrantes, me estaba dando un golpe de calor increíble, creo que nunca en mi vida me a dado un calentón igual al que tenía en aquellos momentos. Estuvimos comiéndonos a besos tanto tiempo que se me olvidó donde estábamos, y cuando terminemos los chicos ya se habían alejado, pero seguían mirándonos, como casi todos los otros chicos del recinto, creo que en ese momento se habían puesto todos ellos tan malos como yo.
Seguimos durante horas bailando, abrazándonos, apretando y rozando nuestros cuerpos, llegó un momento que estaba muy mareada, había bebido demasiado, se lo comenté a mi amiga y dijo que ella también estaba piripi . Salimos del local y nos dirigimos hacia la playa, paseábamos juntas de la mano con los tacones en la mano que nos quedaba libre, riéndonos y recordando las caras que les dejamos a los chicos del pub.
Me quedé mirándola y creo que fue el efecto del alcohol lo que me hizo confesarle que me había puesto muy cachonda en aquel momento. Ella me dijo que le pasó igual, y volvimos a besarnos tan apasionadamente que caímos a la arena, y seguimos besándonos apasionadamente.
Recorríamos nuestros cuerpos con suaves caricias, la temperatura de mi cuerpo subía, y mis manos apretaban sus pechos. No me contuve y me quité el vestido, ella inmediatamente me copió haciendo lo mismo mientras nos reíamos tímidamente.
Nos volvimos a besar y mientras nos abrazábamos aproveché para desabrocharle el sujetador, sus pechos eran grandes y blandos, me llamaban tanto que me puse a chupar sus pezones y a recorrerlos con mi lengua. Mientras ella gemía y metió su mano bajo mi tanga, acariciando mi clítoris y poniéndome mucho más cachonda. Me quité el sujetador y ella pudo acariciar y saborear mis pechos mientras yo descubría su chochito.
Todo para mi era tan nuevo y seductor que me atraía de una manera increíble, la deseaba tanto que sin pensarlo dos veces introduje mis dedos en su coño y empecé a agitarlos suavemente. Estaba húmedo y calentito, era muy excitante y me ponía cosa mala, y más cuando ella empezó a meterme los dedos a mi también mientras nos besábamos.
No podía aguantar lo gemidos, era tanto el placer que me daba y lo cachonda que aparté su mano de mi coño y me senté frente a su cuerpo tumbado en la arena, la abrí de patas y le quité el tanga. Dirigí mi boca hacia su coño, saque la lengua y le di unos lametazos, no está tan mal, pensé, estaba saladito y el clítoris estaba muy abultado, le metí mis dedos y seguí lamiéndolo y recorriéndolo con mi lengua y mis labios mientras ella sollozaba y daba espasmos pélvicos de placer.
De repente empezó a gritar más fuerte, y me agarró la cabeza fuertemente mientras se corría, cuando terminó de gritar saqué mi dedos de ella y me volví a tender a su lado, ella se quedó mirándome mientras respiraba fuertemente, cansada del intenso orgasmo, y yo la miraba y contemplaba sus pechos blancos y brillantes a la luz de la luna.
Se levantó y me dijo que ella también quería intentarlo para devolverme el favor, le contesté que lo estaba deseando, estaba nerviosa y me temblaban algo las piernas, pero en cuanto noté su cálida boca y su lengua entre mis labios el nerviosismo desapareció y comenzaron a llegar olas de placer.
Apretaba mis manos contra la arena mientras ella me chupaba el clítoris, y cuando metió sus dedos en mi chochito no pude aguantarme, gemía de placer y mi pelvis se convulsionaba, creo que no fue ni un minuto lo que tardé en correrme, más o menos lo mismo que ella creo, el placer era cada vez mayor y mi coñito me dio una de las alegrías más grandes de mi vida, el placer llegó a formar parte de todo mi cuerpo, gritaba inconscientemente de placer y cuando la intensidad del momento me abandonaba la tranquilidad se apoderaba de mi cuerpo.
Ella volvía a estar a mi lado, sonriente, cuando me repuse la besé para agradecerle la noche de placer que me había dado, sus labios sabían igual que su coño, salados.
Escuchamos de fondo unas voces que nos gritaban ¡Cachondas!. Quizás observaron como nos amábamos, pero en ese momento no nos dimos ni cuenta, no existía nadie aparte de nosotras y nuestro placer, y sus gritos solo nos hicieron gracia, porque en ese momento no importaba nada.
Nos vestimos, nos tumbamos y reímos mientras nos mirábamos, casi no me creía lo que estaba viviendo, supongo que para ella sería tan surrealista como para mi, y seguramente no habríamos nunca hecho algo así si no hubiéramos estado tan borrachas, pero de lo que estoy segura es de que no me arrepiento de aquella noche, porque he descubierto en mi mejor amiga la mejor amante que podría desear.