Mi mejor amiga (3)
Parte tres de Memorias de una viciosa
Una tarde, estaba tumbada en el sofá, sin nada importante que hacer, a excepción de mirar la televisión, algo que, de algún modo, a los humanos nos encanta. Estaba tan sumida, que me asusté cuando sonó el teléfono.
-¿Diga?
-Hola, nena. ¿Hace una noche de chicas?
-¡Fanny! Pues me vendría muy bien. Apenas tengo nada que hacer. Pero con una condición.
-Sorprendeme.
-Tienes que ser en tu casa. Hay gente que no me apetece ver.
-¿Ha pasado algo?
-Digamos que... Un pequeño cambio de impresiones.
-Ana, me preocupas. Además, solo estaríamos tú y yo. ¿Porqué no vienes en un rato, y me cuentas qué ocurre?
-Trato hecho
Cuando me metí en la ducha, no pude evitar pensar en ella. En sus grandes tetas (las cuales envidio), y en cómo sería lamer su pequeña rajita, que había visto en un par de ocasiones. Cuando sali de la ducha, decidí que me lanzaría.
.....................
Al llegar a su puerta, me detuve, pensativa: ¿Y si me excedo? Podría perderla... Mejor tantear el terreno primero. Llamé al timbre.
-Hola, Ana. Pasa, por favor. En seguida estoy contigo.
Fabuloso. Había salido con el albornoz puesto. Mi mirada no pudo evitar recorrer su cuerpo, tapado por él, pero que dejaba poco a la imaginación.
-Sientate en el sofá.
Cuando me hube sentado, miré su salón. Siempre me había encantado la decoración de Fanny. Era muy chulo. Sin nada que resaltará por encima de otra cosa.
-¿Te apetece tomar algo? - Dijo, sobresaltandome.
-Ehm... No, gracias.
-¿Qué ha pasado con las chicas? - Preguntó, mientras se sentaba a mi lado.
-Bueno... Un pequeño cambio de impresiones.
Mi mirada, se dirigió a la pequeña apertura del albornoz, que dejaba entrever sus tetazas.
-¿A qué te refieres?
-Hay cosas que no las gusta de mí
-¿Por ejemplo?
-Mi promiscuidad.
-Ya... Mira, Ana. En este caso, yo te entiendo.
-¿De veras? - Pregunté, sorprendida.
-Pues claro, tonta - Dijo, riéndose- Seguro que ellas son las primeras que, en cuánto pueden, sueltan una canita al aire.
Mientras Fanny hablaba, no podía dejar de mirar la apertura de su albornoz. Y, juraría, que tenía el vello un poco de punta.
-Por ejemplo. A mí no me importa que me estés mirando las tetas - Dijo, a bocajarro.
Me ruboricé, y me tapé la cara, avergonzada.
-Ey, cielo. No te preocupes. E incluso, me gusta que seas así.
-¿Que dices?
-De verdad.
Y, acto seguido, se levantó, se quitó el albornoz, y exhibió su magnífico cuerpo frente a mí.
-Ahora puedes mirar cuanto quieras.
Mi cerebro no reaccionó a tiempo. Las palabras se quedaron a medio camino. Se sentó de nuevo, y me susurró.
-Haz lo que quieras conmigo. Estoy dispuesta a disfrutar.
Al ir a quitarme la camiseta, me detuvo con una mano.
-Solo los pantalones y las braguitas.
-¿Cómo?
-Me excita que te quedes con la camiseta puesta.
Me quedé mirándola como si la hubiese salido un tercer ojo. Pero obedecí.
-Me encanta su olor - Dijo, una vez que me quedé desnuda de cintura para abajo, con ella agachada delante de mí coño - Y su sabor.
Al pasar la punta de su lengua, un gemido escapó de mi garganta. Me toqué las tetas, pero, al estar con camiseta, no era lo mismo.
-Está delicioso.
Comenzó a succionar un poco más rápido. Mis manos se aferraron al sofá, mientras mis piernas se abrían para el encuentro con su boca.
-Joder... - Gemí.
Sin previo aviso, alargó una mano, metiéndola dentro de mi camiseta, buscó mis pezones con dos dedos y los retorció. Y eso, unido al roce de la licra en mi piel, resultó ser mucho más excitante.
-Qué... Bueno...
-Sabia que te gustaría - Dijo, mientras seguía lamiéndome el coño.
-Dame tus tetazas - Imploré.
Fanny se levantó, se puso de rodillas, y llevó mi cabeza a sus grandes senos.
-Comelas, guarrilla.
Mi boca recorrió cada centímetro de piel entre los dos volcanes que tenía por pechos. Soltó otro gemido.
-Jo-Der, Ana.
Al gemir mi nombre, me esmeré, llegando a escupir en sus pezones. Cosa que, al parecer, excitó aún más a Fanny.
-Dios. Fóllame el coño, por favor.
Una de mis manos, bajó hacia su tesoro, y comencé a introducirle un dedo.
-Mas. Quiero más. Meteme dos, estoy mojadisima.
Así lo hice, y sus gemidos se intensificaron, mientras mi lengua no dejaba de jugar con sus tetazas.
-Haz que me corra. Quiero empapar el sofá.
Llevé un dedo a mi interior, que también estaba deseoso de ser penetrado. Fanny, soltó un alarido, y comenzó a correrse, manchando su preciado sofá.
-Uff. Eres alucinante - Dijo, levantándose, y moviendo sus tetas frente a mí - Ven.
Sin dejarme reaccionar, me agarró la mano, y me tumbó en la mesa del comedor.
-Abre las piernas, putita mía.
Su tono de voz, por poco hizo que me corriese al momento. Obedecí. Llevó su lengua a mi humedad, y succionó.
-Dios, Fannyyyyyyyy.
Un par de lenguetazos sirvieron para que acabase por mojar la mesa con mis flujos. Me levanté exhausta. Fanny, no contenta con eso, subió a la mesa, y comenzó a lamer la zona donde me había corrido.
-Mira que eres cerda - Dije.
-Tengo a la mejor maestra - Contestó ella, besándome en los labios.