Mi mejor amiga (1: El parque)

A pesar de tener novia, mi mejor amiga y yo estamos viviendo una ardiente relación.

Bueno, lo que a continuación os contaré es la primera experiencia que he tenido con una gran amiga, asidua a esta web y amante de los relatos eróticos.

Es una historia verídica, así que, para ocultar nuestras identidades, yo me llamaré Luís y ella Erika.

Esta es la primera parte de la que será una gran serie de relatos en la que, a pesar de que tengo novia, mantendremos una serie de encuentros muy calientes.

El reloj de la estación de metro ya marcaba las 18:45. Llegaba tarde. Habíamos quedado a las 18:30, y a pesar de que llegué pronto, ella no estaba. Es posible que estuviera desorientada por el nuevo aspecto de la estación, pero tenía que encontrarla.

Me recorrí las diferentes paradas de autobús, pero no la veía. Por mi cabeza empezaba a pasar la idea de que me hubiera dejado colgado. Abatido, crucé de calle pensando en abandonar e irme a casa.

Fue entonces cuando la vi junto a un puesto de helados rojo. Es verano y el calor aprieta. Ella parecía estar esperándome, pero desistió y se dio media vuelta.

Nos conocimos hace un año en un Chat, y todas nuestras conversaciones han sido vía Messenger. Nos hemos convertido en grandes amigos (Es mi mejor amiga de hecho), y hemos mantenido infinidad de conversaciones calientes. Nuestra asignatura pendiente era vernos en persona.

Aún arriesgo que no fuera ella, grité desesperado.

  • ¡Erika!

Acerté, dado que se dio la vuelta inmediatamente. A mis ojos apareció una chica de 19 años; un metro sesenta de estatura; rellenita, alrededor de 70 kilos; el cabello largo, moreno y rizado; y sobre todo destacaban sus pechos, ya que emplea una 105 de sujetador. Vestía con deportivas, unos piratas vaqueros y una camisa bastante escotada y provocativa. Llevaba gafas de sol.

Es cierto que no se trata de ninguna modelo, pero el cariño que nos une acabó despertando en mí un gran deseo hacia ella desde hace ya mucho tiempo. Reaccionó con sorpresa cuando me vio.

  • ¡Hola! – Pese a la sorpresa, su voz temblaba de nerviosismo. – Pensé que no vendrías ya.

  • Lo cierto es que llevo esperándote ya más de 20 minutos. – Odio esperar, la verdad.

Tras saludarnos con un par de besos, emprendimos el camino hacia un parque muy tranquilo que había a no más de 10 minutos de la estación.

Mientras caminábamos, nuestra conversación giró entorno a temas referentes a nuestra familia y demás. Era nuestro primer encuentro en persona, así que queríamos conocernos mejor.

De tanto en tanto, yo revisaba mi móvil. Lo que menos deseaba era que mi novia me llamara y me preguntara que donde estaba.

Tras llegar al parque y andar deambulando por los diferentes senderos, dimos con un sitio bastante tranquilo donde nadie nos molestaría. Allí nos sentamos tranquilamente y continuamos charlando.

Mientras que ella tomaba la palabra, yo prefería pasar mi mano por su cintura o acariciar su espalda. Sé que estaba nerviosa, y lo que pretendía era tranquilizarla.

Realicé un primer acercamiento a ella, pero se apartó.

  • Me da mucha vergüenza, Luís. – Llegó incluso a sonrojarse. – Aunque no te lo creas, llevo 7 años sin besar a un chico.

  • Lo sé. No pretendía molestarte.

La conversación siguió. Yo quería tranquilizarla y acariciarla todo lo que pudiera. Buscaba su comodidad.

Para ella estar con un chico es algo difícil. En su vida solo ha habido malas experiencias, especialmente la última de ellas, de la que nunca quiere que hablemos.

Ella es virgen, y yo la tengo mucho cariño y respeto. Ella sabe que me encantaría mostrarla el mundo del sexo, dado que no lo ha disfrutado porque todos se lo han hecho pasar mal.

Parecía ir tranquilizándose a medida que la conversación continuaba. Yo, de tanto en tanto, miraba su escote y me deleitaba viendo esos inmensos pechos a escasos centímetros de mí. No sé si buscó provocarme o no, pero desde luego que lo consiguió.

Las carantoñas aumentaron, y fui echándole el cabello por detrás del cuello, anticipando mi ataque definitivo.

Tras unas palabras sin importancia, me lancé a su cuello, besándolo. Mis labios rozaron su suave piel, muy perfumada por cierto. La besaba suavemente, yendo de arriba hacia abajo. La di unas pequeñas lamidas antes de llegar a su oreja, la cual besé igualmente.

Ella no reaccionaba, tan solo se estaba quieta. Pero la conocía muy bien. En realidad estaba disfrutando del momento. Detuve mis besos, y girando su rostro con mi mano, nos fundimos en el primer beso de la tarde.

Se notaba que hacia tiempo que no besaba a un chico, dado que apenas abría su boca.

Al poco se apartó de nuevo, refugiándose en sus propias gafas de sol. Tenía mucha vergüenza, así que pasé mi mano por su cintura y la acaricié suavemente.

  • Lo siento pero es que me da mucha vergüenza.

  • No te preocupes Erika. – Tras una breve pausa, proseguí hablando. – Mírame.

Ella me hizo caso y nos volvimos a fundir en un nuevo beso. Ella abandonó los formalismos y me sujeto con fuerza los brazos. Ahora si que abría un poco más la boca, por lo que mi lengua empezó a explotar el interior de su boca, buscando su lengua. Ambas se rozaron levemente en algún momento, pero ella era rehacía aún.

Con delicadeza cogí su brazo izquierdo o la pasé por detrás de mi cintura. Ella lo entendió perfectamente y se agarró con fuerza a mí.

El beso continuaba, y yo ya sentía como mi pene se estaba endureciendo. Había deseado mucho aquel momento, y al final había llegado.

Los minutos fueron pasando, y los besos siguieron llegando, pero decidí que no podía regresar a casa sin acariciar esos pechos que tanto deseaba.

Así que, mientras disfrutábamos de los últimos besos de la tarde, mis manos, tras acariciar su abdomen, siguieron subiendo hasta que por fin se posaron sobre sus pechos.

He de decir que, aún abriendo del todo la palma de mi mano, no era capaz de abarcar la totalidad de uno solo de sus pechos. Eran enormes, los más grandes que jamás he tenido ante mi.

Después de acariciarlos durante unos segundos, dejamos de besarnos. Ella sonrió.

  • Al final no has podido aguantar.

Le devolví la sonrisa.

  • No. ¿Te ha molestado?

En una acción imprevista, se quitó las gafas de sol, dejando a mi vista aquellos ojos de color azul, como el agua cristalina del mar. Me sonrió de nuevo.

  • Claro que no me ha molestado.

Tras esas palabras, nos fundimos en el último beso de la tarde. La recosté contra el césped, y me junté mucho a ella. Mi pene estaba duro como una piedra, y su pierna ya lo estaba notando.

Mientras tanto, mis manos masajeaban sus pechos por encima de la fina tela de la camisa. Eran unos pechos increíbles, y cada vez los deseaba más.

Desafortunadamente, tengo novia, y no me conviene estar mucho tiempo fuera de casa e ilocalizable. Ambos sabíamos que la tarde terminaba ahí.

Nos levantamos del césped, y reemprendimos el camino de vuelta a la estación. Continuamos charlando como si nada de lo anterior hubiera sucedido.

Eso sí, el tiempo se nos había pasado volando, y ninguno de los dos queríamos que se acabara la tarde.

  • Me hubiera quedado un ratito más. – Le dije.

  • Yo también. Estaba muy a gusto contigo. – Me contestó.

  • ¿Nos volveremos a ver pronto?

  • No lo sé. Puede que la casa de mi abuela se quede libre próximamente, así que ya lo hablaremos.

No sé si ella estaba preparada para estar a solas, pero desde luego, yo tenía muchas ganas. Odio estar en un parque con una chica y que la gente ande mirando.

A lo lejos, vio como dos autobuses estaban a punto de marcharse, así que la despedida fue corta. Tras cruzar el semáforo a toda prisa, nos dimos dos besos en la mejilla, y nuestros caminos se separaron.

Tranquilamente, me fui caminando a casa, tratando de aplacar el calentón que llevaba encima.

La tarde había sido muy agradable. Ella era una chica muy simpática, y no me había decepcionado. En el plano más sexual, hay que ir poco a poco. Lo que tengo muy claro es que esos pechos me vuelven loco, y mis deseos de poder saborearlos iban en aumento.

Horas más tarde, ya junto a mi novia, la hice el amor hasta más no poder. Eso sí, la pedí que se subiera sobre mi dándome la espalda.

La cabalgué cerca de 20 minutos pensando que era Erika la que votaba encima de mí. Tuve una de las mejores corridas de mi vida, pensando en mi mejor amiga.

No sé cuando llegará el día en que la haga el amor, pero será muy especial, seguro.

Hasta aquí la historia de nuestro primer encuentro. Espero que les haya gustado a pesar de que aún no hemos vivido una experiencia de sexo puro y duro. Cuando tengamos nuestro segundo encuentro, continuaré con esta gran serie de relatos.