Mi mejor alumno
Bocha se convence de que tiene que studiar gracias los métodos contundentes de su madura profesora.
Mi mejor alumno
Soy profesora de historia, una madura que pasó los 50, soltera por decisión propia, abierta a experiencias de todo tipo (especialmente en materia de sexo).
¿Cuál es mi especto físico? Morocha. Ojos color café. Labios finos. Ni alta ni baja, 1,69; ¿tetas? normales pero más bien abundantes, con pezones tirando a grandecitos; ¿culo? Digamos que amplio; ¿piernas? Sin señales de celulitis porque me cuido y voy al gimnasio.
Dejémonos de introitos y vayamos directamente al grano. Bocha, el hijo de mi amiga Luli, tenía en ese momento cerca de 19 años y no podía terminar el secundario ni a palos porque siempre le quedaban una o dos materias colgadas. Cuando llegó enero la familia se encontró con el gran dilema de salir de vacaciones o quedarse todos para vigilarlo para que estudiase a full. Cuando me lo comentó le propuse que lo dejase conmigo y que ellos se fueran tranquilos porque lo podía integrar al grupo de 7 u 8 pendejos que también se iban a pasar el verano estudiando mientras yo los supervisaba en mi casa. En resumen, les daba clases particulares a todos y me hacía de unos pesitos, que buena falta me hacían. A ella no le iba a cobrar nada. Aceptó y Bocha se vino a casa con todos sus bártulos y lo ubiqué en una piecita que tengo junto a la cocina, donde guardo todo lo que me molesta en otro lugar de la casa.
Al segundo día noté que el pibe se metía demasiado seguido en el baño y yo tenía que esperar y esperar para poder entrar a orinar. Como me estaba meando encima abrí la puerta de golpe y me lo encontré sentadito en el inodoro, haciéndose la paja mientras miraba las fotos de una revista porno. Se quedó duro, tan duro que creo que se le cortó el chorro. Cerré inmediatamente y sin decir una palabra me fui para la cocina. Cuando salió tenía la cara colorada de verguenza, intentó una explicación pero lo paré en seco y le dije que después de la cena hablábamos porque ya llegaban los otros pibes a estudiar. Lo que me quedó grabado en la mente fue el tremendo tamaño de su pija. ¡Qué buen formato! ¡Si a los 19 años es así no quiero imaginarme lo que será a los 30!
Cuando terminamos de cenar nos sentamos en el living y lo encaré.
Mirá Beto, yo tengo un gran compromiso con tu madre y no voy a permitir que te distraigas con boludeces.
Prendí un cigarrillo y le ofrecí uno pero me dijo que Luli no lo dejaba fumar. Ahí se me prendió la lamparita. ¡Creí tener la solución!
- Estoy notando que no avanzas nada en el estudio, hace dos días que estás en la misma página del libro así que te propongo que hagamos un pacto: yo te dejo fumar y vos estudiás más. En cuanto a lo de esta tarde en el baño, yo no vi nada pero me vas a dar todas las revistitas que trajiste para "entretenerte".
Aceptó, trajo las revistas, me las entregó, prendió un cigarrillo y se fue a su habitación fumándolo desafiante. Ni bien se retiró, abrí las revistas para ver qué era lo que lo calentaba tanto. ¡Puta madre! ¡Pilas de mujeres garchando¡ ¡Y como! ¡Hasta las envidiaba! ¿Cuanto tiempo hacía que yo no tenía una sesión de buen sexo? Mejor no acordarse para no entrar en la depre. Por otra parte, después de todo, el pibe no estaba nada mal, tenía un "aparatito" bastante interesante. Digamos que lindo y tentador. Pero era el hijo de Luli, una de mis mejores amigas. Mientras pensaba noté que me estaba mojando un poco. Lo que no podía negarse era que esa poronga lucía muy, pero muy bien con sus respectivas bolitas colgando detrás. ¡Uauuu!
Pasaron otros dos días, Beto no avanzaba nada y seguía metiendose en el baño cuando yo salía a hacer las compras. Lo volví a encarar y le dije que si no paraba con "la calentura" le iba a ir para el carajo en los exámenes.
Es que estoy muy nervioso.
Por mi podés seguir pajeandote, pero no vas solucionar el problema de los exámenes.
¿Vos qué me sugerís?
¿Y tu novia?
Mirándome con ojos de condenado a muerte me contestó que la noviecita estaba de vacaciones y que no tenía otra forma de descargar los nervios.
No sé cómo ni por qué, pero me salió la india que tengo metida en el fondo del alma y me decidí a hacer algo que a todas vistas era una locura. Lo hice poner de pié y como él tenía puesto un pantalón corto no me costó nada bajárselo de un tirón. Abrió los ojos de la sorpresa pero se quedó quietito esperando ver hasta dónde llegaba yo. Me arrodille frente sus piernas, le agarré la vergolina con la mano derecha y se la empecé a chupar. ¡Una delicia! Primero estaba chiquitita y arrugada pero comenzó a crecer apresuradamente después de sentir el roce de mi lengua. Cuando vi que estaba poniéndose algo durita me abrí la blusa, saque las tetas, me paré un poco y se las hice chupar. ¡Qué hambre atrasada que tenía ese pendejo! Me largó un poquito y preguntó:
- Caro, ¿está bien esto que estamos haciendo?
-¡No seas pelotudo y seguí que estoy caliente!
- ¡Mmmmm! ¡Mmmmm!
-¡Quiero coger, metémala en la concha!
Al ratito nomás se puso tan caliente que me arrancó el pantalón y la bombacha a los tirones, buscó con los dedos mi cajeta para terminar embocándomela. Dejé que siguiera el impulso y que terminara rápido para no cortarle la inspiración. Cuando acabó pegó un grito de novela.
¡ACABO, ACABO! ¡¡¡AHGGGG!!!
Pero yo lo disfruté a medias porque me quedé con las ganas. Necesitaba más, algo más. Bien en caliente, se me ocurrió proponerle un nuevo pacto:
¡Escuchame, pendejo calentón! Te cambio puchos y polvos por más esmero en el estudio. ¿Aceptás?-
Sin pensarlo dos veces aceptó.
- ¡Te voy a reventar cojiendo! Dijo con vos firme.
Lo agarré del pito y lo llevé a la rastra hasta la cama, lo hice acostar boca arriba, me monté sobre su pecho y le advertí muy seriamente:
- Esto que está pasando es un secreto entre nosotros dos, si tu madre se entera...nos fusila a los dos.
No lo dejé contestar.
Vos terminaste pero yo me quedé con las ganas, así que quiero ver cómo te portas guarango de mierda.
Sigilosamente apoyé mi concha sobre su boca y le ordené:
¡Chupámela hijo de mil puta! ¡Chupámela que estoy caliente!
No se hizo rogar, me metió la lengua y tres dedos dentro de la concha... de pronto dejo de mamarme y casi en un grito dijo:
- ¡Quiero tetassss, muchas tetassss!!!!!!
¡Pendejo puto, son tuyas! ¡Comeme los pezones! ¡Mordelos turro de mierda!
Muy obediente, me los mordió tan ferozmente que me hizo saltar las lágrimas.
- ¡Quiero concha, quiero concha!
No sé cómo, pero me puso en cuatro patas y e introdujo su aparato hasta que sentí que las pelotas me golpeaban el culo. ¡Ahora sí que la sentía bien!
¡Más adentro, hijo de puta, metémela más adentro!
¡¡¡¡Quierooo acabarrrr!!!
¡Esperá un poquito más, un poquito más!!!
¡¡¡Noo puedo más, no puedo más!!
Creo que sentí dos orgasmos espectaculares (no los conté) hasta que noté que terminaba adentro y me la sacaba lentamente.
Sin pensarlo dos veces, me di vuelta, le agarré la poronga con las dos manos y se la chupé con fuerza para que largara hasta la última gota. Mientras le hacía el tratamiento final, Bocha se contorsionaba de placer.
Caro, ¡Sos una fiera putona!
Relajada, cerré los ojos, y me quedé adormecida. Él creo que hizo lo mismo.
Me desperté como las cuatro de la mañana al sentir que mi "alumno", muy discreta y suavemente, me estaba lamiendo el culo.
¡Qué hacés Bochita!
¡Yegua puta, quiero culo!
Sentí que esa lengua mojada pasaba del culo a la concha con una rapidez inusitada.
¡Cojéme puerco, cojéeme de nuevo!
Alentado por mis susurros, Bocha siguió lamiéndome mientras metía tres dedos en mi concha y me pajeaba.
- ¡Siiii! ¡Pajeamae, pajeame turro indecente!
¡Qué fuerte que estás, que fuerte que estás reputasa!
¡Matame turro, matame! ¡Demostrame lo macho que sos!
¡Vení mamita, vení!
¡Culeame, culeame que no doy más!
La calentura me hacía decir cosas que jamás se me hubiesen ocurrido en circunstancias diferentes.
- ¿No entendiste? ¡Mal parido, rompeme el culo de una ve por todas!
No se hizo rogar, me dilató el orto metiendome primero un dedo, después dos, para finalizar apoyando la cabeza de su pene caliente contra mi orto para luego empujar con suavidad.
¡Despacito, dejá que me mueva yo hasta que entre bien! ¿Si?
¡Si yeguona, si!
Como de costumbre, me dolió un poco cuando entró la cabeza pero, una vez adentro, el resto fue un glorioso paseo. Sentí que una cosa larga y caliente penetraba en mis esfínteres anales haciéndome temblar de placer. Balancee mis caderas de atrás hacia delante para que me penetrase más profundamente.
¡Hijo de puta, me estás reventando el culo pero me gusta!
¡Es una gloria, es una gloria!
¡Hacelo despacito para que dure más!
Jadeantes y excitados, bombeamos tres o cuatro veces hasta que terminó con un lechazo formidable dentro de mi culo. ¿Cuantos orgasmos? No los conté porque estaba en otra.
La sacó al tiempo que un torrente de leche surgía de mi orificio anal. Recogí un poco con el dedo índice de mi mano derecha y me lo metí en la boca para probarlo. Sin decir palabra, nos quedamos dormidos, abrazados, desnudos, yo jugando con su pija y él masturbándome con sus dedos juveniles.
A las diez de la mañana nos despertó el sonido del teléfono. Era Luli preguntando cómo andaba su "nene" (¿qué nene?).
Lo tengo cagando aceite.
Seguí así, seguí así - decía la madre.
No te preocupes que lo voy a tener bien marcado.
Corté, Bubi se despertó y preguntó quién había llamado.
Tu mamá para saber cómo estabas.
¿Qué le dijiste?
¿Vos qué pensás?
Supongo que bien.
¡Por supuesto! Pero ahora a desayunar que tenés que recuperar todo lo que no estudiaste mientras te pajeabas. Acordate que esta noche podés tener premio de nuevo.
¡Sos una cochina!
¿Y vos qué sos?
Otro cochino.
Esta noche te reviento para que aprendas más rápido.
Te tomo la palabra.
Voy a ordeñarte, pendejo, voy a ordeñarte.
Decime cómo.
No preguntes, esperá.
Con la velocidad que acostumbran tener los padrillos de 19 años, Bubi se dispuso a cumplir con lo prometido para poder obtener su premio nocturno. Se zambulló en los libros y estudió hasta bien entrada la tarde. Mientras tanto, yo ordené la casa pensando con qué sorprendería a mi aplicado alumno. ¡Todo un desafío!