Mi médico particular

Voy a empezar revisando tus pechos. Se me acercó por el costado, me pidió que mire hacia un punto del consultorio así le daba la espalda de costado, paso sus manos por detrás, tenía guantes, ni me había dado cuenta cuando se los colocó, y comenzó a palpar mis pechitos,

Después de mis últimos encuentros, y sabiendo que no habría marcha atrás, que tendría todo el sexo que podría tener, decidí ir al ginecólogo. Le pedí a mamá que me saque turno.

Me consiguió con el mismo que asistía ella. Aún estaba de vacaciones, por lo que asistí a la mañana. Ese día mamá se tomó la mañana para acompañarme. Fuimos un viernes, porque mi madre, le quedaba mejor, era el día mas tranquilo de la semana para ella.

Ya en la clínica, nos recibió una recepcionista, me hizo completar un formulario muy largo, que me preguntaban de todo, ni terminé de completarlo que me llamaron.

  • Te acompaño? Preguntó mamá.

  • No, mejor voy sola, gracias. Respondí.

Entré al consultorio, estaba el ginecólogo, en la puerta esperando, cuando vio a mi madre sentada en la recepción, la saludó, le dijo algo y entramos, el cerró la puerta y nos quedamos solos en el consultorio.

Me dijo que tome asiento, el hizo lo mismo, y buscó mi historia clínica, comenzó a leerla, le llevó unos pocos minutos, no había mucho por leer, no era de ir al médico seguido.

Me pidió el formulario que no había completado, comenzó a leerlo, y me hizo las preguntas que faltaban oralmente y las completó el mismo. Al final, solo me hizo firmar el formulario.

  • Desvestiste y toma asiento en la camilla por favor.

Obedecí, empecé por mi remera mangas cortas de color verde. Luego mis sandalias rojas, seguí con el jean, hasta quedarme en ropa interior rosa, una que me había dicho mamá que use, que era la mas linda según ella, para mi era una de las peores, el corpiño me quedaba grande y la tanga igual, tapaba casi toda mi cola.

Me senté en la camilla, con dificultad, me quedaba alta. Tuve que ayudarme con mis brazos.

  • La ropa interior también. Me dijo.

  • Perdón, respondí.

No dijo nada. Era bastante serio.

Me saqué la tanga y el corpiño y las dejé junto con mi ropa en un perchero al lado de la camilla.

Me volví a sentar.

  • Voy a empezar revisando tus pechos. Se me acercó por el costado, me pidió que mire hacia un punto del consultorio asi le daba la espalda de costado, paso sus manos por detrás, tenía guantes, ni me había dado cuenta cuando se los colocó, y comenzó a palpar mis pechitos, buscando algo, me gustaba como se sentía, aunque duró poco.

  • Todo muy bien. Dijo.

No podía dejar de ser putita, y ya se me habían puesto duritos mis pezones. Me dio vergüenza que se de cuenta.

  • Recostate por favor. Me pidió.

Lo hice, ahora sus manos, se posaron en mi abdomen y comenzó a palparlo, y hundiendo sus manos fuertemente, como buscando algo fuera de lo común. Comencé a observarlo bien, mientras lo hacía, era un hombre de unos 60 años, con poco pelo canoso, ojos verdes, tenía sobrepeso, no era muy alto, tal vez 1.70 m., y usaba gafas negras.

  • Listo. Dijo.

Me pidió que me acomode al borde de la camilla, sacó como unos brazos metálicos de debajo de esta, que eran para colocar mis piernas, las coloqué ahí, y quedé recostada con mis piernas levantadas y abiertas.

Ya me estaba imaginando siendo penetrada en esa posición por el ginecólogo, pero solo se sentó en una banqueta frente a mi parte íntima.

Me observó bien, por unos minutos, se puso gel en sus dedos.

  • Voy a introducir mis dedos en tu vagina, se va a sentir frio, si te molesta algo, avisame. Dijo.

  • Si, entiendo.

Sentí uno de sus dedos, luego otro, y se sentía como me acariciaba por dentro, seguramente haciendo su trabajo, pero yo no dejaba de morderme los labios. Podía sentir el frio del gel, pero se sentía bien rico.

Sacó sus dedos, solo estuvo un par de minutos dentro de mi vagina, se limpió con unas servilletas, y trajo una especie de tijera metálica.

Se volvió a sentar frente mi parte íntima.

  • No te asustes, es para ver mejor.

Asentí con mi cabeza.

Metió la tijera entre mis labios y los separó delicadamente, podía ver su cabeza metida entre mis piernas viendo en primer plano mi conchita por dentro. Me dio morbo la situación.

Me preguntaba si disfrutaba su trabajo o solo era parte de su profesión y ya estaba cansado de ver vaginas.

Después de un par de minutos, sacó la tijera.

  • Esta todo perfecto. Podes vestirte. Me dijo.

No sentía nada raro pero que un médico lo diga me dio tranquilidad, mas que nada por mis últimas semanas que habían sido muy activas sexualmente.

Me pasó unas servilletas, me saqué el gel de mi vagina, la limpié bien y comencé a vestirme.

Me pidió que tome asiento, estuvo un rato haciendo anotaciones en la historia clínica.

Cuando terminó sacó un pene de madera de su cajón. Y lo puso de mi lado del escritorio, era una tonta, pero me puse roja de la vergüenza, sacó un preservativo y me lo dio.

  • Te voy a enseñar como usarlo, para que evites enfermedades y embarazos no deseados.

Me explicó como abrir el preservativo. A apretar la puntita y como colocarlo en el miembro, en este caso el de madera. Lo hice muy bien. Nunca lo había hecho, podía estar orgullosa de mi.

Me dio una extensa charla sobre como cuidarme, sobre los anticonceptivos, algunas cosas sabía y otras no, tenía un montón de preguntas por hacerle pero no me animé, al ser el mismo ginecólogo de mamá, temía que pudiese contarle algo, por lo que solo escuché.

Me dio la mano y me despidió. Saludó a mi madre desde la puerta y dejamos la clínica.

En el auto hablamos con mamá, quería preguntarme como me había ido, pero la corté, no quería hablar de eso con ella.

  • Esta bien, pero cualquier problema ya sabes a donde acudir, si?

  • Si, ma.

Me dejó en la puerta de casa y se fue a trabajar.

Almorcé y claro fui a chatear, esta vez sabía con quien, pero no lo encontré conectado, por lo que seguí chateando con otros. Y sumando contactos nuevos.

A la noche a la madrugada volví a conectarme y ahora si estaba conectado.

Le escribí a “Medico61”, enseguida me respondió.

Ya lo conocía hacía varias semanas, era un médico clínico, que siempre me pedía de verme, y pensaba hacerlo, pero estaba en mi lista para encontrarme con el mas adelante. Pero mi cita con el ginecólogo, me dio ganas de conocerlo en persona y hacerle una propuesta.

Comenzamos a chatear, el tenía un fetiche que le gustaba hacer siempre, le mandaba una foto, el la imprimía, y acababa en ella y me mandaba fotos, de esta llena de su leche, y fotos de su pija tocando mi cara y cuerpo con la cabeza de su miembro.

Hicimos lo mismo esta vez, llenó una foto mía de mi cara sacando la lengua en primer plano, a su pedido, a veces me pedía en bikini o en poses.

Al final, nos despedimos, y me dijo, cuando nos vamos a conocer.

Le dije, que tenía libre la semana que viene.

Al principio no me creía, después de decirle tantas veces que no podía, pensó que nunca pasaría me dijo.

Coordinamos nuestros horarios, y terminamos quedando el miércoles siguiente a las 18:00 hs.

A el le quedaba bien, porque tenía su consultorio privado, a esa hora ya no tenía pacientes y podríamos estar solos, y la recepcionista ya no estaba. A mi, no me quedaba tan bien, porque a esa hora, ya estaban por llegar mis padres, por lo que tenía que inventar algo. Pero, no había otra opción.

Me pasó la dirección, me dio su celular, yo no le pasé el mío, pero me dijo que lo llame si se complicaba algo.

Los días pasaron rápidos, y sentía mucha ansiedad por el encuentro.

Al final, una amiga me cubrió y le dije que me encontraba con un chico del barrio y que si llamaba mi madre, no se equivoque, que estábamos juntas. Por suerte no llamó mamá y todo salió bien por ese lado, aunque mi amiga, me pidió que le cuente que había pasado ese día, y tuve que decirle, que salimos a caminar a tomar un helado, y besos, obviamente con detalles me pidió, pero era el precio de que me cubra.

Como de costumbre se me hizo tarde, me tomé un taxi para el encuentro.

Llegué 18:20 hs. era un edificio viejo, pero cuidado. En la recepción se encontraba un recepcionista, me saludó y me pidió mi documento para anotar mi nombre completo y número de identificación, aca en Argentina, es el N° de DNI y me lo devolvió. Lo hacían por seguridad, ya que era un edificio que ingresaba mucha gente desconocida, al ser de oficinas.

Tomé el ascensor, era de esos tipo jaula, que se puede ver todo alrededor, era lento y muy ruidoso.

Llagué al piso quinto. Busqué la placa en la puerta que identifica su consultorio Dr. Carlos ………… …………… Médico Clínico.

Me tomé un par de minutos, frente a la puerta, no me iba a escapar, pero estaba muy nerviosa. Sentí que alguien llamó el ascensor, y ese ruido fue lo necesario para tomar la iniciativa.

Golpeé la puerta con mi puño cerrado, dos veces, no sé porqué, había timbre pero me salió llamar de esa manera.

Escuché el ruido de una silla moverse detrás de la puerta, y en seguida abrieron.

Apenas me vio, se agachó para darme un beso en mi mejilla y me abrazó con fuerza.

  • Pensé lo peor, que me dejabas esperando como un tonto.

Se lo notaba, feliz era poco decir, como si hubiera ganado la lotería o algo mejor, no paraba de decirme cosas lindas, que por cierto me hacía sentir mas cómoda y relajada, las mujeres somos muy inseguras, mas a esa edad, y no importa que sea una modelo o que, siempre estamos pendientes si les parecemos lindas, y Carlos no dejaba lugar a las dudas.

Entré, cerró la puerta y la trabó con un pasador.

  • Toma asiento, que ya vuelvo.

Me senté en una de las dos sillas, del lado derecho, del escritorio de la recepcionista, que ya no estaba. En su escritorio había una foto de una mujer de unos 50 años, con sus dos hijos supuse, estaban en un restaurante. Se sentía ruido, y al rato llegó Carlos con una taza. Y unos chocolates en su otra mano.

  • Como te gusta, café con crema y chocolates, te traje varios, no sabía que marca te gustaba.

  • Todos. Le dije.

Y comenzó a reírse a carcajadas.

Le agradecí y ataqué el primer chocolate, y bebí el café con crema.

  • Te acordaste, le dije. Me había preguntado entre muchas otras cosas, si tomaba café, como me gustaba, sobre mis gustos, de todo, se notaba que no era que solo quería metérmela, le interesaba pasar el tiempo conmigo.

  • Desde que hablamos por primera vez, me obsesioné con vos, no te asustes, jajaja, en el buen sentido, me resultas tan interesante que quiero saber todo, hasta lo mas tonto, nunca me pasó nada así.

  • Sumaste varios puntos, con esto. Le señalé la taza de café y los chocolates.

Se rió. Y nos pusimos hablar como si fuera el chat, pero esta vez frente a frente.

  • Aún no puedo creer que te animaste, encima que no valgo dos pesos. Me encontras en mis peores años y eso que nunca fui la gran cosa. No te entiendo, podrías elegir entre muchos. Y aca estás. No te arrepentís?, mira que no tenemos que hacer nada si no quieres. No me quiero aprovechar.

  • Para nada, me alegro de estar aca. Lástima que tengo poco tiempo, antes de las 21 hs tengo que estar de regreso en casa.

Lo dije para apurar las cosas, porque no se lo notaba apurado para ir a cogerme. Y ya había pasado casi una hora. Solo hablando.

  • Perdón. Es que no creo poder.

  • Que cosa? Pregunté.

  • Ya hace años, que tengo problemas de erección, y no puedo acabar en una mujer hace casi cuatro años, al principio pensé que era que ya no sentía nada por mi mujer, pero probé con varias prostitutas, fantasías, tampoco pude. Solo puedo tener erecciones, con la pastilla azul, solo cuando me masturbo y no siempre, pero con tus chats podía, por eso es que me cambiaste la vida, por tu forma de ser. Cuando me dijiste de venir, ni sabía para que, porque mucho no iba a poder hacer, pero necesitaba conocerte.

Me pareció muy dulce ver a un hombre de 61 años, tan abierto, y sincero, y estaba dispuesta a ayudarlo.

  • Donde queres hacerlo? Le pregunté.

  • Estas segura, no hace falta.

  • Segurísima.

  • Estas avisada. Dijo riéndose.

  • No te preocupes, vas a poder. Lo dije con soberbia. Como si pudiese, curar disfunciones sexuales. Era raro sentirme por momentos tan segura de mi misma. Aunque en el fondo sabía que no, pero estar con hombres mayores, y sentirme tan deseada, producía eso en mi.

  • Voy por la pastilla.

  • No hace falta, confía en mi. Seguía siendo soberbia.

  • Es que………….. bueno. Dijo resignado.

Fuimos a su consultorio, que estaba hacia la izquierda, de la recepción. Una puerta alta de madera, prendió la luz, ingresamos a su consultorio. Era pequeño, contra el lado izquierdo tenía una camilla de cuero marrón oscuro desgastado, por algunos lados. A la derecha un pequeño escritorio de madera antiguo, con una silla de cada lado, y en la pared del fondo, lleno de títulos y diplomas enmarcados, eran demasiados. Apenas se veía la pared.

Comenzó a hablar nuevamente, sobre si me gustaban mis clases, creo que no quería hacerlo, tenía demasiado miedo de pasar vergüenza, asi que no perdí tiempo y me saqué mi remera negra lisa mangas cortas, luego mis zapatillas blancas, seguí con mi calza color mostaza, luego mi corpiño rojo y tanga roja de encaje, haciendo juego, que la había comprado el lunes, para mi encuentro con Carlos.

No dejaba de mirarme fijamente, sin decir nada.

Me senté en la camilla, mis piernas quedaron colgando, y las balaceaba, dejé que me siga mirando unos segundos mas y le pedí que se acerque.

Mientras se acercaba, lo observé detenidamente por primera vez, hasta ese momento no dejaba de hablar y no podía concentrarme en su aspecto físico, pero esos momentos de silencio fueron como conectarse a otro nivel solo con nuestras miradas.

Carlos, era de estatura media, 1.75 metros, lo sé exactamente porque me lo había dicho en el chat, ojos marrones, algo apagados, como depresivos, cuando estaba serio, una nariz muy pronunciada, tenía barba canosa, pero bien recortada, abundante cabello, del mismo color de su barba, era delgado, aunque su abdomen, no tanto.

Se puso enfrente mio, me distraje en su vestimenta, usaba camisa blanca con rayas azules finitas, una corbata azul marino, pantalón de vestir azul también y zapatos negros, sin cordones.

Desabroché su pantalón, me di cuenta, que no usaba cinto, me llamó la atención por como se vestía que no usaba esa prenda, bajé su cierre y su pantalón cayó hasta sus tobillos.

Con mi mano derecha le sujeté su pija dormida por sobre el bóxer negro y comencé a acariciársela, mirándolo con mi cara inocente, le daba pena porque le costaba mantener su mirada fija, y estaba sintiendo placer pero aún su miembro seguía dormido, le bajé la ropa interior, y con mi mano izquierda agarré su pija dormida, que tendría unos 8 – 10 cm, le tiraba la piel hacia abajo, dejando su glande al descubierto y cubriéndoselo nuevamente, lo hice varias veces, pero era verdad, no lograba ponérsele dura, aunque lo disfrutaba, gemía, seguía igual, era la primera vez que no lograba que un hombre tenga una erección casi instantánea, y sentí inseguridad, aunque no bajé los brazos, quería hacerlo mas que nada por Carlos, y claro por mi ego también. Con mi mano derecha, sin dejar de pajearlo, agarré sus huevos, y se los comencé a amasar, algo cambió, sus gemidos se volvieron mas intensos, y sin darme cuenta, su pija estaba creciendo en mi mano izquierda, no era mucho, pero era un avance, ver tanta pornografía en internet, daba sus frutos pensaba, y seguí enfocándome en sus huevos que estaba dando resultados, se los apretaba mas fuerte, y su pija seguía creciendo junto a sus gemidos, finalmente se la conocí en su plenitud, era de 15 cm y de muy buen grosor, su piel aún cubría su glande, para vérselo tenía que tirárselo hacia atrás.

Me recosté boca arriba, le pedí a Carlos que se acerque a mi cara, giré mi cabeza hacia el, y me metí la cabeza de su pija en mi boca, comencé a comerla de a poco, jugando con su glande, tratando de tragarla cada vez mas, su mano derecha se apoyó sobre mi cabeza, y comenzó a acariciarla, su mano izquierda se puso bajo mi pecho, pero sin tocarlo.

  • Puedo? Preguntó.

Asentí con mi cabeza como pude, ya que estaba atragantada con su pija.

Su mano comenzó a acariciar mi pecho, lo hacía bien suave, con movimientos envolventes, y con su otra mano seguía acariciando mi cabeza, no lo hacía para hundirme su verga mas adentro, era una caricia dulce, como de un padre a su hija.

Su pija estaba bien dura, y no paraba de tragármela, lo hacía con cuidado, cuidándome, la sacaba unos cm y me la metía con mucho cuidado, gracias a ello podía concentrarme y chupársela, muy bien, usaba mucho mi lengua, jugando con su tronco, se lo recorría con esta, y terminaba en su cabeza, lamiendo su glande, sacándole gemidos cada vez mas fuerte.

Con mi mano derecha, comencé a tocarme mi conchita, estaba bien húmeda, comencé a acariciarme, a meterme uno de mis dedos, pero Carlos se dio cuenta y su mano izquierda, se posó entre mi entrepierna, y la saqué, le di lugar, y su mano pesada, comenzó a frotarse contra mi parte íntima, mientras me seguía comiendo su pija sabrosa, al principio eran sus dedos jugando con mis labios, luego uno de sus dedos se metió entre estos, buscando mi hoyito, y comenzó a penetrarme, solo la puntita y lo metía y sacaba, luego fueron dos dedos penetrando mi orificio, y con mas velocidad, me hacía estremecer, y sentía como me mojaba mas y mas, cuando sentía sus dedos bien dentro, me gustaba cerrar mis piernas y atrapar su mano, y el jugaba con la yema de sus dedos dentro de mi cosita, los gemidos de Carlos cada vez eran mas intensos, y me preocupaba que me acabe en la boca, no, porque no quisiera, si no que prefería darle una experiencia completa después de tantos años sin disfrutar como se debe del sexo.

Dejé de comerme su verga, lo descolocó eso, sacó sus manos de mi cuerpo y se quedó duro, creo que pensó que hizo algo mal, porque lo vi preocupado, me apuré en acomodarme, no quería que pierda su erección. Puse mi cola donde tenía mis pies, y mis piernas quedaron colgando.

  • Me la metes? Le dije.

No perdió un segundo y fue a los pies de la camilla arrastrando los pies, que el pantalón le impedía moverse con comodidad, se metió entre mis piernas, las acomodó, puso mi cola bien al borde de la camilla, la cabeza de su verga chocó contra mis labios, con su mano se sujetó la pija y buscó mi hoyito y la hundió, me sacó un gemido muy fuerte, y comenzó a meterla, ya no con tanto cuidado, estaba ansioso por penetrar mi parte íntima, y lo hizo con fuerza, sus manos se posaron sobre mis pequeños pechos, una mano en cada teta, y me los acariciaba, pero ya en un modo mas salvaje, apretándolos, sin excederse, pero firmemente, me daba bien duro, me embestía con fuerza, con cada embestida la camilla se desplazaba unos pocos cm, sus huevos chocaban contra mi cuerpo cada vez que me la enterraba hasta el fondo, su cabeza traspiraba abundantemente, y su sudor caía en mi vientre, la camilla terminó chocando contra la pared del fondo, y en ese momento sus embestidas se sentía bien intensas, bien profundas, y comenzó a hacerlo mas fuerte y rápido, no parecía el Carlos dulce e inseguro, estaba concentrado en penetrarme y solo eso, hasta que en una de tantas embestidas, se detuvo, con toda su pija dentro de mi cuerpo, bien hasta el fondo, con mis piernas lo envolví, hundiéndolo hacia mi, como si pudiera metérmelo mas adentro, y comencé a sentir como se venía dentro de mi cuerpo, su cara estaba desfigurada, sus ojos en blanco, entrecerrados, y temblando, haciendo un sonido extraño que no sonaba a un gemido normal, era otra cosa, como si saliera de su garganta, no dejaba de verlo, no estaba segura si estaba disfrutando o le dolía algo, mientras me inundaba por dentro con su semen, sus manos soltaron mis pechos, y su cara volvió a ser normal, sus manos sujetaron los bordes de la camilla, y tenía la cabeza agachada, mirando mi vientre, no sabía si sentía vergüenza o se estaba recuperando, mientras su sudor seguía cayendo en mi cuerpo.

Mis piernas soltaron su cuerpo. Tardó unos segundo mas y levantó su cabeza.

  • Me disculpas? Me dejé llevar. Dijo apenado.

  • Es chiste? Me encantó. Dije.

Su cara cambió completamente, se lo notaba feliz y me beso los labios, un beso corto solo de labios.

  • Pensé que me había ido al carajo. No lo puedo creer, pensé que nunca mas iba a poder coger, sos increíble.

Le sonreí, y el no paraba de agradecerme y se notaba orgulloso como me había cogido, que nunca se sintió tan seguro, que fui única y esas cosas, mejor paro que ya sueno muy agrandada, jajaja, pero Carlos le podía levantar el ego a cualquiera con las cosas que decía y no paraba.

Fue a su bolso, y sacó un sobre marrón.

  • Antes que me olvide. Dijo.

  • No hace falta.

  • Lo que pasó hoy, ni con la mejor terapia del mundo lo hubiera logrado, no se habla mas, y ahora cuando nos vamos me acompañas al banco y te doy mas plata, que con lo que hiciste me quedé corto.

  • Gracias pero no quiero la plata. Respondí.

Quería comentarle que había pensado, pero no me dejaba hablar.

  • Tenes que dedicarte a esto, te quisiera sola para mi, pero el mundo tiene que disfrutarte.

Me hizo reír con ese comentario, y agarré el sobre para que se calme.

  • Estuve pensando en que te parece si yo te doy este servicio y vos sos mi médico para lo que necesite y nos beneficiamos los dos, sin plata de por medio. Le dije.

Realmente necesitaba un médico de extrema confianza, con quien pudiese abrirme y contarle todo, sobre todo por lo sexualmente activa que estaba y pensaba serlo aún mas, hasta pensé en que me haga un certificado médico para evitar las clases de Educación Física, que ya en breve estaba por comenzar el año lectivo. No había nada que odie mas que ir a esas clases.  Para anticonceptivos, y cualquier cosa que necesite sobre la salud.

  • Con el servicio que das, no me alcanza ni con 100 consultas médicas.

  • En serio, para mi es re importante, y nos ayudamos los dos.

  • Te propongo lo siguiente, yo te sigo pagando por cada vez que tengamos sexo, y vos me tenes para lo que necesites, no solo te quiero para que me hagas acabar, quiero ser parte de tu vida, que me sigas contando tus experiencias, tus cosas íntimas, me hace sentir mas joven compartir esas cosas, ya con eso me estas pagando las consultas.

  • Me siento mal cobrándote. No me gusta.

  • Lo quiero así, primero, que tu tiempo vale y mucho, segundo no quiero que haya compromiso entre nosotros. En serio no se habla mas del tema.

Seguimos discutiendo, pero terminó ganando la discusión, lo que logré fue una tarifa mas barata de lo que pensaba Carlos pagarme, por cada encuentro de aproximadamente dos horas, me abonaría una suma de aproximadamente de 80 dólares, en pesos claro, pero para que tengan una idea.

  • Listo? No quiero hablar mas del tema.

  • Listo. Respondí.

  • Asi me gusta.

  • Que hora es?

  • 20:25 hs.

  • Uy se hizo re tarde. Me tengo que ir, perdón. Dije.

Me comencé a vestir. El se acomodó la ropa.

  • Yo te llevo. Tengo el auto a dos cuadras.

  • No te preocupes, me voy en taxi.

Comenzamos a discutir nuevamente, que si, que no.

  • Pareces mi mujer, con lo que me haces discutir. Dijo riéndose.

Me reí a carcajadas, y terminé diciendo: Ok, vos ganas de nuevo.

Acomodó la camilla. Apagó la luz de su consultorio.

  • No te olvides los chocolates.

No me había olvidado, se los iba a pedir si no me decía nada, era realmente mi debilidad junto con el sexo.

Los tomé y salimos.

Bajamos por el ascensor. Estaba el mismo recepcionista.

  • Te presento a mi sobrina. Dijo al hombre que estaba sentado en la recepción.

  • Un gusto. Me dijo.

  • Igualmente. Respondí.

Lo saludamos y nos fuimos caminando a un garaje a un par de cuadras.

  • Espero no te moleste, lo de “mi sobrina” se me ocurrió en el momento, como vas a venir a visitarme seguido, me pareció una buena idea.

  • Para nada, me parece bien. Dije.

Subimos a su auto, era un auto de lujo, se notaba que le iba muy bien económicamente, desde la ropa que usaba, el reloj, su perfume, el auto, y sobre todo lo que estaba dispuesto a pagarme por encuentro, y si hubiera sido por el, el monto sería mas grande.

Le indiqué la dirección, aunque le pedí que me deje a un par de cuadras, para que no me reconozca nadie bajando del auto de un desconocido.

Quería aprovecharlo, desde ese día y comencé a preguntarle sobre salud sexual.

Le dije que me gustaba tener relaciones sin protección, obviamente me dijo sobre los riesgos, pero nunca fue de decirme no hagas esto, hace lo otro, cosa que me encantaba, que no me juzgaba y me explicaba detalles para darme cuenta que tener en cuenta, que fijarme, y lo que si me recomendó era de hacerme exámenes de sangre periódicamente, ya que si me gustaba el sexo de esa manera, lo mejor era detectar cualquier cosa temprano, que todo se podía tratar, llegado el caso. Hasta me contó el caso de una amiga de la señora, que contrajo una enfermedad, de su marido, que la engañaba con otra mujer y ella confiada, se enteró de la infidelidad gracias a un examen de rutina que se había hecho. Por lo que me dijo que, siempre conviene cuidarse, pero tampoco nada es 100% seguro, y menos a tu edad que hacen lo que quieren.

Seguimos hablando, pero ahora de el, sobre su familia, lo mal que se llevaba con su mujer, que solo seguían juntos por sus hijos, pero sabían que el día que se vaya su último hijo de su hogar, cada uno se iba por su lado, aunque ya lo hacían, pero con cuidado. Tampoco se llevaba bien con sus hijos, y que mis chats con el, era como un desahogo, de su vida real, y me decía que no tenía idea, lo bien que le hacía, aunque sea esos momentos fuera de la realidad del día a día.

No era consciente, lo importante que era para el, esos chats que para mi era solo eran para calentarse y masturbarse y a veces encontrase para sexo casual y listo.

Finalmente llegamos, estacionó donde le pedí. Saco de su bolso, un recetario médico, me mandó a hacer unos análisis bien completos, no solo de sangre, antes de recetarme anticonceptivos, hasta electrocardiograma me mandó a hacer, me dijo a que clínica tenía que ir, que no me iban a cobrar nada, que el trabajaba ahí un par de días a la semana, solo me pidió que diga que era una paciente de el, si alguien preguntaba. Me dijo que lo llame para el siguiente encuentro y que si necesitaba consultarle algo, lo que sea, que lo llame.

Le agradecí, lo abracé y me bajé del auto. Antes que se vaya, le golpeé el vidrio del auto.

  • Anota mi número.

  • Segura?, se que sos muy celosa de eso.

  • Si, segurísima.

Sacó su celular. Abrió la agenda, me agregó como Vicky.

  • 115…..Le dije mi número completo. Te agendo como si fueses una amiga, cuando me escribas, pone “Hola” solamente y yo te respondo, por si mis papas ven el mensaje primero alguna vez. Si?

  • Si Vicky, entiendo. Y gracias por confiar en mi. Y escribime a cualquier hora que a mi mujer, no le importa, jajaja.

Me reí y me fui corriendo a casa.

Llegué, pasadas las 21 hs, pero mamá no dijo nada, solo que me prepare para cenar.

Desde ese día Carlos se convirtió no se bien como llamarlo, porque era un cliente, un amigo, un padre, mi médico, un confidente, y siempre estuvo dispuesto ayudarme en todo, y era raro porque en mi vida, muchos se me acercaron, pero siempre esperando mi cuerpo a cambio, y con el si no había sexo de por medio, nada cambiaba, no era algo comercial, dame y te doy, fue un ida y vuelta que nos hizo bien a los dos.