Mi más íntima fantasía
Evidentemente esto no es un hecho verídico. Si así fuese dejaría de ser mi más íntima fantasía.
Era mi día libre y como siempre, lo había dedicado a la limpieza de la casa. Después de comer me quedé un poco amodorrada en el sillón hasta las 5 de la tarde. No me apetecía nada salir pero mi nevera estaba vacía así que, sin pensarlo mucho, después de una ducha rápida me dirigí al centro comercial más cercano. Ya había medio llenado el carro de la compra y se me ocurrió dar una ojeada a la sección de libros. Hacía tiempo que buscaba uno en particular y lo encontré en una de las estanterías.
Mientras contemplaba la carátula, tuve la sensación de ser observada y levanté mi cabeza. En efecto .al otro lado del pasillo se encontraba un hombre de unos cuarenta y muchos años que no me quitaba ojo. Me sentía incómoda y cogiendo el libro, fui hacia la zona de cajas. Ya en el aparcamiento llené el maletero y me monté en el coche. No tenía ganas de volver a casa así pues se me ocurrió dar un paseo por un parque cercano. Eran las 8.30 de la tarde y todavía quedaba más de una hora de luz.
Aparqué y me dirigí a la zona central donde estaba el lago. No había mucha gente y la verdad es que después del agobio del hipermercado, apetecía bastante la soledad. Apoyé mis brazos en la barandilla y me dediqué a observar a las ocas y patos que nadaban. De repente volví a notar la misma sensación de hacía un rato. Me volví y allí estaba el mismo hombre que me observaba en la sección de libros. Me asusté pensando en la posibilidad de que me hubiera seguido, pero me di cuenta de que ese lugar estaba bastante cerca y que podía perfectamente haber sido una casualidad. Poco después volví a mirar y ya no estaba. Pensé que era el momento ya de regresar y elegí mi ruta favorita, la cual atravesaba un bosquecillo de árboles por la que pasaba un pequeño arroyo.
No sé que me pasó exactamente, pero noté un golpe en la cabeza y como alguien me recogía antes de caer al suelo. Debió ser poco tiempo el que estuve sin sentido porque cuando lo recobré todavía quedaba algo de luz. Allí estaba yo completamente desnuda, sentada en una manta y con las manos atadas por encima de mi cabeza a un árbol. El hombre que me había estado observando minutos antes, se encontraba frente a mi con una bolsa de plástico en la que guardaba algo que no acertaba a ver. Asustada le supliqué que no me hiciera nada. Le dije que no contaría nada de esto a nadie y comencé a llorar. No articuló palabra alguna, simplemente metió la mano en su bolsillo y sacó una navaja que clavó en el tronco donde me tenía sujeta. Capté la amenaza y cerré mi boca. Pensé en que si me quedaba quieta, con un poco de suerte saldría bien parada.
El extraño introdujo una mano en la bolsa y sacó un tarro que por el olor adiviné que era miel. Metió la mano en el y comenzó a restregármela por mis pechos, por mi vientre y por toda la zona de mis genitales. Cerré mis piernas cuando sentí sus manos que bajaban, pero miró a la navaja y entendí que no podía hacer nada. Lentamente abrí mis muslos y siguió embadurnando todo aquello de miel, incluso la zona anal. Dejó el bote casi vacío en la bolsa y se acercó a mis pezones. Estaban erectos por el frescor que empezaba a notarse y eso parecía que le gustaba. Noté como su lengua empezaba a lamer intensamente toda la zona. Estaba asustada pero sentía que no me iba a hacer más daño que el propio de la violación. Sabía, no se por qué, que mi vida no corría peligro. Me relajé y empecé a notar que aquello casi me agradaba.
Era una de mis fantasías y nunca pensé que pudiera hacerse realidad. El hombre lamía mis tetas como un desesperado, daba golpecitos con su lengua en los pezones y volvía a lamer en busca de la miel. Empezaba a notar como mi vagina se humedecía y como mi flujo se mezclaba con la dulce sustancia que tanto le gustaba a mi violador. Como un obseso comenzó a sobar mis tetas, juntándolas para lamerlas a la vez. Estaba como loco y de vez en cuando los mordisqueaba. Yo sentía un dolor placentero mezclado con el intenso miedo de la situación.
De repente se puso de pié y se desabrochó la bragueta. Volvió a agacharse y pude ver que su pene estaba totalmente erecto. Lo cogió con una mano y comenzó a restregarlo por mis pezones y por mi vientre mientras con la otra me abría la boca buscando mi lengua. No se por qué empecé a lamerle y succionarle los dedos. Eso le gustó porque dio un gemido de placer. Se volvió a incorporar y me acercó el miembro a la boca a lo que yo respondí sacando la lengua y pasándosela alrededor de la punta, que sabía también a miel después de haberla frotado por mi cuerpo. Estaba bastante excitada a la vez de aterrorizada. Poco a poco fue introduciendo cada vez más su pene en mi boca y yo lamía y succionaba sin parar. Parecía que se iba a correr, cuando de repente paró y agachándose metió la cabeza entre mis piernas.
Comenzó a lamer la miel de las ingles acercándose cada vez más al clítoris. Metió las manos debajo de mis nalgas y las levantó para facilitarse el acceso a mi vagina. Se puso como un loco a meter y sacar la lengua y a succionarme todo por completo. Yo ya estaba que no podía más y no pude evitar el correrme. Eso le excitó aún más y soltándome una sola mano, me giró y ató, quedando agachada como se suele decir a cuatro patas. Se puso detrás de mí y me abrió las nalgas para dejar mi culo al descubierto. Lamía sin parar desde la vagina hasta el ano y de vez en cuando introducía, bien un dedo bien la punta de la lengua dentro de los dos orificios. Noté que mi culo se iba dilatando y volvía a estar a cien. De repente dejó de lamer y sentí como restregaba la punta de su pene por mi vulva para recoger mi flujo con ella y así se dirigió al ano.
Lentamente fue empujando para meter la cabeza dentro. Sentí un gran dolor mezclado con el placer que me producía oír sus innumerables gemidos. Empezó a meter y sacar rápidamente su aparato, dándome un placer indescriptible. Cuando estaba a punto de correrme de nuevo, lo sacó y lo introdujo en mi vagina con un fuerte golpe. Siguió bombeando mientras se sujetaba con ambas manos a mis pechos masajeándolos y apretándolos sin parar. Llegamos al unísono a un descomunal orgasmo y mi atacante quedó rendido sobre mí.
Poco después se levantó, cogió algo de la bolsa y se dirigió al arroyo. Volvió con una esponja empapada y frotándola por todo mi cuerpo me retiró la poca miel que no me había lamido. Cuando terminó, me agarró la cara con las dos manos y acercó sus labios a los míos. Fue el beso más tierno, dulce e intenso que me han dado jamás. Su lengua buscaba la mía recorriendo todo el interior de mi boca a la vez que me abrazaba como nunca lo han hecho. Me soltó la otra mano, me ayudó a vestirme y metiéndose entre los árboles desapareció. Antes de irse dejó un papel en mi mano. Lo abrí y lo leí: "No me recuerdes como un violador. Hazlo como tu más íntima fantasía"
Al llegar a casa, encendí el ordenador dispuesta a contarle a mi amigo de la red lo sucedido. Deseaba que estuviera conectado más que nunca. Hacía dos años que nos conocimos en el chat, pero nunca nos habíamos visto. Esto te da una confianza inmensa, hasta tal extremo que todo lo hablaba con el en vez de confiar en mi marido. Pensamos miles de veces en un encuentro, pero no lo queríamos estropear. No debíamos vernos, oírnos, tocarnos . ¿desearlo? Desearlo sí, ambos lo deseábamos con toda el alma pero no podía ni debía ser.
Efectivamente estaba conectado. Le pinché y comencé a contarle muy alterada todo lo que me había sucedido, pero el me paró. Solamente me dijo ."Lo sé cariño, lo sé todo. No me recuerdes como tu violador, solo hazlo como tu más íntima fantasía".