Mi mas grande amante
Max fue el mejor amante que siempre tuve. Pero de todas las veces que tuvimos sexo ninguna se acercó a la primera vez que tuve su hocico dentro mi boca. Les aseguro que un mastín tiene el pene mas grande que un honbre y mas rico tambien.
En la entrada de la casa, siempre había unos perros, que cuando las hembras estaban en celo, los perros, llevaban sus vergas por fuera de su forro. Yo disfrutaba mucho viéndolas y comparándolas. Su color, tamaño, grosor. Terminando, indefectiblemente, encerrándome en el cuarto para masturbarme con algún frasco de desodorante o con mis manos. Yo ya había tenido experiencias con algunos jóvenes de la vecindad, pero no sé porqué, siempre pensaba en lo rico que sería una verga de perro trabajando en mi culo o mi cuca.
El valor siempre me había fallado a la hora de hacerlo con los perros, sobre todo por la incertidumbre de un mordisco o que se alborotaran todos los perros y se convirtiera en un suceso para toda la hacienda y quedara expuesta en esos menesteres.
Soñando con los perros era como mejor me resultaban las masturbaciones. Si pensaba en hombres no me excitaba tanto como con perros, pero no me atrevía a hacerlo en la realidad.
Pasaron así varios años, ya de 16 o más años, sostuve relaciones con jóvenes de mi edad, en varias oportunidades, con sexo, pero no me satisfacía mucho, ni siquiera me pareció memorable, mi primera vez con Beto, el mas apuesto y codiciado joven de la comarca.
En una oportunidad me masturbaba en mi cuarto y pensando en un mastín inmenso, que tenía una verga descomunal, me metí la mano completa en mi cuca y luego la empuñé adentro para simular la bola que veía que tenían los perros en la base de su pene.
Gozaba bastante dándome en mi cueva, pero la posición era muy incómoda. Esto me hizo decidirme a probar con Max, el mastín negro que estaba en la hacienda.
Aquí había mucha gente de día, pero ya en la tardecita se retiraban los peones y quedaban dos vigilantes en una casa aparte y mi familia, que consistía en mi hermano de 7 años y mis padres. Todos se acostaban muy temprano.
Varios días antes había estado lidiando con los perros, bañándolos, acicalándolos y demás, para que todos se acostumbraran a verme con ellos.
Una tarde traje a Max a la casa, lo bañé muy bien, le pelé el pene para lavarlo y Max se dejaba. Hacia ensayos para ver que tan bravo se ponía poner, pero Max se mantenía tranquilo, si expresar ningún tipo de reacción.
Cuando todos se durmieron ya Max estaba en mi cuarto, que para mi beneficio estaba muy cerca de la puerta del patio.
Comencé yo sola a masturbarme con Max en la cama, me metía la mano hasta lo máximo posible y luego se la ponía en el hocico, pero Max no reaccionaba. Llegué al orgasmo y el perro, nada que ver conmigo. Esto no estaba funcionado, así que pasé al plan “B”.
Fui hasta la cocina, cogí la miel y volví al cuarto. Comencé a darle a Max miel con mi mano, fui así acercándolo a mi chocho en donde había derramado una porción de miel esparcida por toda mi cuca.
El plan “B” funcionó, el perro comenzó a lamerme la raja. Primera vez que sentía algo tan rico, lo áspera de la lengua de Max, lo caliente, en la forma que penetraba su lengua entre mis labios externos, el ruido que hacía, todo era muy rico. Pero me emocioné mucho más cuando me di cuenta de que Max seguía lamiendo mi cuca aún cuando se había agotado la miel que me había echado.
Pasó un rato largo y Max seguía lamiendo, a veces, resoplaba por la nariz, lo que emitía era caliente, con mucha fuerza. Me retorcía de gusto cuando esto pasaba, sobre todo, cuando era sobre mi clítoris.
Max y yo trabajábamos en equipo, yo me abría la raja a todo lo que podía y él me lamía el chocho y el culo también. Sentir su lengua calientica me ponía muy cachúa.
Acabé dos veces más antes de que me aburriera la posición, así que trataría de que Max me cogiera a como diera lugar.
Me incorporé en la cama y busqué su palo. Éste ya estaba muy duro y bastante salido de su funda y empecé a masturbarlo. Primero con mucha cautela, pero luego me percaté de que le gustaba, se ponía un poco inquieto, pero era de gusto.
Le fue saliendo mas y mas cosa de esa, tanta, que me asustaba lo grande de su palo, pero a la vez me llamaba la atención su descomunal verga.
La idea de chuparle el palo a Max me daba vueltas en la cabeza, sin lograr decidirme. Pero Max había comenzado a secretar un líquido cristalino y viscoso, como lubricante, y como se sentía tan rico al subir y bajar la mano a través del palo, sin pensar mucho, lo probé. Me metí los dedos en mi boca, comprobando que el sabor de este me agradaba. Concluí que si eso me gustaba, el resto también.
Me decidí y, acomodándome debajo de Max, me lo introduje, todo lo que pude, en la boca. Era muy caliente, liso y al mismo tiempo le sentía las venitas, pero sobre todo durísimo. Como ningún hombre que yo conociera lo podía poner.
Max comenzó a bombear a un ritmo increíble, tanto que se hacía difícil mantenerlo en la boca.
Sentía sus sensuales secreciones en mi boca, pensaba en cómo me gustaba todo esto, trataba de sacar un poco mas de fluidos succionando, para cogerlo y embadurnarme las tetas con él.
En los instantes que dejaba la verga de Max sin atención, éste se alteraba y gruñía.
De verdad estaba disfrutando, me di cuenta que era una sucia, lasciva y pervertida, pero que podía hacer, si esto me gustaba tanto como me gustaba.
El hecho de que era un acto amoral y sucio me agradaba también, el sentimiento de lascivia, de ir al extremo, me encantaba y me calentaba al límite.
Al mismo tiempo que mamaba el palo a Max, se lo masturbaba con las manos. Max le daba a sus caderas cada vez más intensamente.
Quise probar suerte y me puse en cuatro patas poniendo el culo en alto, Max ahora me lamía el culo y me gustaba, pero yo quería que me cogiera, quería sentir su palo en mi cueva, que diera esos enviones en mi chocho.
Comencé a creer que no podría lograrlo, no sabía como hacer para que Max me lo metiera, pero de repente, lo sentí en mi espalda, arañándome por los costados. Con mis manos acomodé sus patas para que no me siguiera arañando. Pero Max no encontraba el hueco, yo trataba de guiarlo pero él estaba frenético, a veces sentía su verga como un punzón en mis nalgas, a veces sentía como resbalaba entre mis nalgas y su cuerpo, hasta que al fin lo logró.
Pero no lo hizo por mi chocho, Max me había ensartado por el culo, me dio mucho miedo.
Intenté alejarme porque jamás me habían perforado el culo, pero Max comenzó a gruñir, así que me arme de valor y esperé a ver qué pasaba.
Yo sabía que me iba a doler, de hecho, ya me dolía, pero estaba ansiosa de que esto pasara, lo había soñado muchísimas veces. Aún así me daba miedo.
Max le daba a sus ancas como loco, sin lograr entrar más en mí, así que yo lo ayudé inclinándome para acercarme más a él hasta que me comenzó a penetrar de verdad.
Me dio mucho dolor, repentino e inesperado, casi grito, cosa que hubiera sido especialmente desastrosa ya que mi familia dormía a escasos metros de ahí.
Mordiendo la almohada sobrellevaba el castigo de la super verga de Max abriéndose paso en mi recto.
Debo tener bastante de masoquista, púes, a pesar del dolor yo disfrutaba de la terrible culiada que me daba Max.
Me toqué el ano para descubrir que estaba sangrando, mis dedos habían quedado llenos de sangre y me quedé mirando la sangre sin saber que hacer. Como me sostenía con una sola mano perdí el equilibrio y me caí boca abajo en la cama, se le salió la verga a Max y aproveche para alejarme de él.
Me hice un reconocimiento rápido en el culo con un espejo de mano. Mi culo parecía una cayena roja y abierta, veía un túnel oscuro que se adentraba en mi. Jamás hubiera pensado que mil culo se pudiera expandir asi.
Max me seguía de cerca dándole a su cadera como si me tuviera clavada aún.
De verdad, yo quería seguir, pero temía por mi integridad física, más aún, porque me fijé que ya Max tenía la bola de lado afuera y era cuestión de segundos para que hubiera intentado metérmela, con las consecuencias lógicamente desbastadoras para mi culo.
Decidí no culiar mas, me tiré al piso y seguí mamándole el palo a Max, porque quería en mi boca toda le leche de Max.
Al estar con el palo en mi boca se me alivió el culo y se reactivó mi cachuera, volví a pensar en tener a Max penetrándome por el chocho.
Esta vez ideé la forma de garantizarme que me cogiera por el chocho.
Así mismo “boca arriba” me le pondría cerca y me guindaría con las piernas para pegármele al palo de Max, el resto lo tendría que hacer él.
Luego de varios intentos infructuosos, lo logré. Max me tenía ensartada por el chocho. Uff era lo máximo. El perro era tan fuerte que me soportaba guindada y sonaba muy duro cuando golpeaba mis nalgas contra sus cadera, su palo me llegaba muy adentro, creo que al fondo.
Fue esplendido, por delante era mas fácil para mi acomodar el poste de Max, era rico el palo del perro entrando y saliendo de mi vagina. Max nunca, pero nunca, dejó de bombear y de soltar fluidos.
Casi de inmediato volví a acabar, esta vez, muy intensamente y Max, continuaba dándome castigo en mi chocho. Sentía completico el recorrido de su palo dentro de mí. No es un decir, era un palo, de cerca de 25 cm de largo y mi mano no alcanzaba para rodearlo.
Los fluidos me chorreaban y caían en la cama. Me comenzó a pegar la posición y, sin despegarme, busqué las almohadas, las puse debajo de mí, para quedar mas cómoda.
Seguía gozando un mundo con Max pegado a mi perforándome el chocho, ya el perro estaba bien acomodado y con experiencia suficiente para darme unas embestidas fenomenales que terminaron por llevarme a otro espasmo, si, eso no fue un orgasmo, fue un espasmo sexual que me transportó a una dimensión que no conocía.
Se me nubló la vista, sentía olas de corriente que salían de mi chocho y recorrían todo mi cuerpo, volviendo a mi chocho. Max comenzó a lamer mi cara, yo sacaba la lengua y me daba lenguazos con Max. En cierto momento el perro metió su lengua en mi boca y aunque sólo fueron unos segundos, lo disfruté muchísimo. Jamás había sentido un orgasmo tan fuerte como este. Pero el colmo fue sentir como Max me halaba mi chocho abotonado con su bola.
Esto ocasionaba un tipo de experiencia sensorial tan extrema y alucinante que no se puede sentir de otra forma que de esta.
La realidad fue que no sentí cuando metió su bola en mí, debió ser durante mi orgasmo, pero si sentía el tirón que daba la bola cuando Max trataba de sacarla, sin lograrlo, para luego meterla todo lo profundo que mi vagina daba.
No se como es posible esto de que me guste mas un perro, que cualquier de los hombres que he tenido en mi vida. Ninguno pero ninguno, me ha dado el placer que siento con Max.
Me encantaba su aliento perruno, su saliva cayendo en mi cara, el roce de su piel peluda y hasta lo frío de su hocico. Pero en los momentos que me lamía la cara y sacaba mi lengua para buscar la de él, me sentía increíble, su lengua era divina.
Max Continuaba cogiendo a toda velocidad y lo disfrutaba mucho, pero mi mente enferma se esforzaba por idear otras formas de conseguir placer.
Intenté por esto sacarme a Max de encima para buscar otra posición, pero Max estaba decido a cogerme hasta acabar conmigo. En la oportunidad del intento por sacármelo, me mordió en cuello. Diossss, me iba a morir, ¿como explicaría una mordida de un perro en mi cuello? Pero luego de un rato de quedarme tranquilita, me di cuenta que el mordisco fue de advertencia, en realidad no era si no un apretón que significaba “Quédate tranquila”.
Me quedé sin moverme mas, pero no tranquila, mi mente daba vueltas para idear cómo seguir en mi escala de sexo animal.
Al estirar mi mano sentí el frasco de miel y se me ocurrió llenarme la boca para atraer a Max a ella.
La idea fue genial, el perro metía su lengua en mi boca y yo aprovechaba para darme besos de lengua con él. La lengua de Max me inundaba la boca, yo trataba de darle a la mía tan rápido como él.
Estaba volando de excitación, jamás había sentido algo así, no era el orgasmo, era un sentimiento prolongado de alta excitación, en el que ya no era una mujer, sólo era otra perra disfrutando de su perro.
No se porque, de repente Max de agarró el cuello entre sus fauces y apretó bastante. Al mismo tiempo aumentó la frecuencia del movimiento de sus caderas increíblemente.
Mi primera reacción fue de miedo, pánico que casi no me pude controlar, estando muy cerca de gritar. Me mantuve callada pero con el pánico, la excitación y ahora se le agregaba la falta de aire por la estrangulación que Max me hacía, el dolor, tanto en mi cuello como en mi chocho. La inconveniencia de emitir ningún tipo de sonido.
Todo esta amalgama de sentimientos, construyeron en mi el orgasmo mas grande, extremoso, salvaje que jamás haya tenido en mi vida y lo sobrellevé en silencio, con los dientes apretados. La mente extraviada me hizo olvidar todo no pensaba sólo sentía. Fue como un desmayo en el que pierdes la noción de sí.
Mi perro me había logrado hacer lo que ningún hombre jamás me hiciera. Tardé mas de media hora en reponerme, estaba en la cama tirada cual trapito exprimido, con Max abotonado aún, dando a veces unos movimientos espasmódicos, secuelas del orgasmo.
Cuando Max, por fin, sacó su verga con la bola de mí vagina, sonó como cuando destapas algo que está al vacio, “plop”, saliendo de mí increíbles cantidades de semen todavía caliente.
Max se acomodó a mi lado, lamiéndose la verga que todavía estaba algo erecta y yo no tenía energía para nada estaba en trance, totalmente extenuada. Casi me dormía pero recordé en el estado que me encontraba y que en mi casa no es costumbre trancar las puertas. Así que con todo el dolor de mi alma y con las pocas energías que tenía me levanté a arreglar todo.
Mire el reloj, había estado con Max por unas asombrosas dos horas y media de puro sexo, sin tregua, sin escrúpulos.
Ahora, pasada la excitación, los olores que yo emitía me parecían nauseabundos, aún destilaba semen de mi vagina. En mi cama y almohadas había sangre y mucho semen. Había perdido la cuenta de los orgasmos, pero no olvidaría nunca “el orgasmo” de todos los orgasmos, el papá de los orgamos.
Saqué a Max de la casa y a esa hora me puse a lavar todo. Mañana diría que me había sentido mal y había vomitado en la cama.
Me dormí una hora después y me desperté a las doce del medio día, dando las explicaciones inventadas que todos creyeron.
Yo seguí haciéndolo con Max hasta que murió. Pero nunca fue como esta vez. Cada oportunidad que tengo trato de buscar un mastín como Max a ver si me hace lo mismo pero no lo encuentro.
GINA
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