Mi marido se ducha y yo tomo la lechita

Mi marido siempre me dijo que para que los empleados rindan en sus trabajos hay que ayudarlos a satisfacer sus necesidades básicas, bueno, este fue mi aporte a la empresa de mi esposo...

Esta mañana me despertaron temprano, el teléfono sonaba pero no tenía ganas de atender a la llamada. Después de insistir un rato, me llegó un mensaje al celular para avisarme que ese día la doméstica no vendría por problemas de salud.

A partir de ese momento ya no me pude dormir, estaba desvelada, sin ganas de levantarme me quedé en la cama, especialmente porque estaba un poco calentita y lamentando que no estuviese mi marido para disfrutar la mañana solitos, así que tuve que arreglarme solita con mis fantasías.

Y cómo nadie vendría a casa esa mañana, así cómo estaba, sólo con mi camisoncito de seda negra, me levanté a  prepara mi desayuno. Y mientras lo alistaba escuché que llegaba la camioneta de mi esposo, a lo que me imaginé que mi deseo se hacía realidad y que quizás podríamos aprovechar que estábamos solos.

Nunca mas lejos de la realidad. Él pasó sin siquiera mirarme, directo a la planta alta y en apuro me decía que tenía que viajar de urgencia por una importante reunión de negocios hasta Rosario.  Que tenía que empacar y darse un baño rápido, pero que mientras tanto atendiera a Martín y que le diera algo. -¿Qué Martín?- le pregunté mientras me daba vuelta y veía a su asistente parado en la puerta de la cocina haciéndome un escaneo con la mirada. De inmediato, tratando de disimular, me revisé por si se me veía algo mas allá, porque para estar mas cómoda estaba sin ropa interior debajo del camisolín.

(Martín es el asistente de mi marido en la empresa. A veces, como esta, le es chofer o compañero de viajes, busca a algunos obreros  y traslada herramientas o documentos, un poco de todo. Es de mucha confianza para mi esposo. Además tiene entre 27 y 30 años, delgado y fibroso, no muy alto, como 1,70, tez clara, cabello castaño bien corto y sonrisa seductora).

Me puse muy nerviosa, me sentía como absolutamente desnuda y expuesta. Con la voz temblorosa lo invité a tomar asiento. Pero cada vez que me daba vuelta para prepara algo podía sentir como su mirada me analizaba. Me fui aflojando, o lo que fue mi error, me fui excitando, ya que él no estaba nada mal.

Le pregunté qué quería tomar, él me respondió que lo mismo que estaba preparando para mi estaba bien. Yo estaba preparando mi desayuno, así que le ofrecí un café, me pidió que lo cortara con un chorrito de leche pero me lo dijo con algún tono de morbo y me gustó… Como para seguir ese juego, que yo pensaba inocente, le busqué una taza en la alacena, bien arriba y me estiré para llegar a la taza del fondo como para que el camisón se levantara y me descubriera bien los muslos, casi llegando al límite con mi cola. Así estirada giré mi cabeza para verlo y claro… ahí estaban sus ojos, cómo esperando si había un poquito más. Me encantó ser deseada. ¡Y el juego me parecía muy excitante!

Estaba muy al límite, me encantaba la sensación de que en el piso de arriba estaba mi marido y yo acá abajo isteriqueando un poco.

Martín seguía como encantado, y yo era la brujita que lo hechizó.

Cada vez que lo miraba lo encontraba con los ojos en mi cola. ¿Y si tanto le gustaba, no estaba mal que pudiera tener un poquito, no?

Le insinué que estaba un poquito apenada porque se iban a Rosario, que tenía esperando para que ese día de trabajo terminara para darle una linda sorpresa a mi esposo y que ahora tendría que quedarme con las ganas.

Los ojos les brillaron de una manera especial cuando le dije. Pero no hizo comentario. Y enseguida le pedí que me buscara la leche en la heladera, a lo que fue, la buscó y la dejó sobre la mesa. -Traela acá, le dije, ponemela sobre la mesada (de tono pícaro).¿Por dónde?, me contestó, y le respondí que por donde mas quisiera (la conversación estaba muy caliente), y ese cachondeo llevó a que se puso detrás mío, dejó la leche sobre la mesada y me preguntó: ¿Así está bien?, mientras rozaba su cuerpo contra el mío. Me puso nerviosa, no quise llegar a esta instancia, así que le di las gracias y le pedí que se sentara, que ya le serviría su café.

Bueno, ya que estoy acá puedo seguir ayudando, me contestó suave y al oído mientras me apoyaba un poco mas firme y noté que estaba duro. Le respondí que estaba bien, que ya  le llevaba el café a la mesa, pero fue como decir nada; porque me siguió hablando al oído. Me susurró que muchas veces había imaginado tener esta oportunidad, que por largo tiempo me espiaba cuando iba eventualmente con mi marido a alguna obra. Que le encantaba mi cola y siempre la imaginó como sería desnudita. Mientras me hablaba, me abrazaba por la cintura acariciándome y me daba besitos en el cuello.

Sin casi darme cuenta había caído en su encantamiento y estaba como petrificada. Él era el dueño de la situación. Sus palabras me engolosinaban, y sus dedos parecía que incendiaban cada centímetro que tocaban de mi cuerpo. Quise volver en mí, mi marido podía volver en cualquier momento. Pero él volvía a soltar algún hechizo con su voz para someter mi voluntad.

Hasta que me di cuenta, su mano ya estaba acariciando mi pierna, metiéndose por debajo del camisolín y sus labios me ponían la piel erizada con sus besos. Yo no podía evitarlo, porque en mi mente millones de pensamientos me pedían que lo detuviera, pero mi cuerpo estaba rendido. El placer tenía el control y me auto sometía.

Siguió subiendo su mano, explorando y haciendo que mi cola quede descubierta  para él. Pero para Martín la sorpresa fue encontrarse que no tenía bombachita, porque  cuando su mano fue a mi pubis y me encontró desnudita, no sólo me acarició directamente a mi entrepierna, sino que su otra mano de inmediato fue, como a corroborar, a mi cola y mientras me acariciaba me susurraba que era una zorra caliente por no usar mi ropita interior. Yo no contestaba. Me mantuve en silencio hasta que sentí su erecta y caliente verga rozándose en la zanja de mi cola. Ahí si, interrumpí, -no, va a venir mi marido-, pero  Martín me hizo seña para que me callara, que iba a estar atento por si llegaba.

Sus dedos abrieron mi conchita y me hicieron una paja sublime porque cuando entraron se dio cuenta que no iba a haber resistencia, que estaba completamente mojada y caliente. Me hizo apoyar mis codos contra la mesada y desde atrás me metió suavemente su verga, me la hizo gozar.

Podía sentir claramente como me cogía, disfrutaba de cómo me entraba y salía. No podía  evitar gemir, aunque intentaba que fuera lo mas suave posible para que mi marido no se diera cuenta de lo que ocurría.

Martín puso sus manos en mi cintura, se aferró con firmeza y me la empezó a meter con mas ímpetu, yo tenía que sostenerme de la mesada porque con cada embestida me sacudía completa, pero ¡me encantaba! Tanto que desde la planta alta mi marido me preguntó si necesitaba algo, a lo que le contesté que no, que nos estábamos “riendo”. Bueno, me contestó, entonces entro a ducharme, completó.

La verdad que cuando oí su voz, me asusté muchísimo. Pero cuando supe que estaba todo en orden y que todavía tenía unos minutos mas, ya que tarda bastante para darse sus duchas, fue como potenciarme. Esa adrenalina me excitó muchísimo, y aunque Martín también estaba con mucha cara de susto, me di vuelta y lo llevé a una silla. Se sentó y yo encima de él lo comencé a cabalgar con ímpetu. Pasé mis brazos por encima de sus hombros para afirmarme en el respaldo de la silla y así acercar mas nuestros cuerpos.

Era mi placer rozar mi clítoris contra su pelvis mientras por debajo de mi camisón, Martín, metía sus manos y acariciaba mis tetas. Me lo levantó  descubriendo mi cuerpo y con una mano en el frasco de mermelada, le metió los dedos, se los embadurnó y me untó los pezones para después comérselos. Quiso terminar de quitarme el camisolín pero no lo dejé ya que si mi marido venía podría cubrirme mas rápido.

Entonces con su brazo corrió todo lo que estaba en la mesa y sin sacarme la verga, me alzó, me acostó sobre la mesa y con mis piernas bien abiertas y sujetas con sus manos, me siguió cogiendo. Metiéndomela mas profundo y fuerte. Así que lo radié con mis piernas, como una boa, y me lo comí con la concha. Lo apreté fuertemente y acompañé sus movimientos con mi cadera. Mientras le pedía que me la diera mas adentro. Él ponía todo su esfuerzo, pero ya no se pudo contener y me acabó encima de mi pubis, deslizándolo todo sobre mi vientre. Le sonreí, me agaché y le terminé de limpiar la verga con mi boca, me acomodé el camisón y le serví su café.

Al momento, ya listo y apurado, bajó mi marido. Lo buscó para que se fueran, así que me despedí de mi esposo con un beso en la boca, a lo que me dijo: La próxima vez date un baño cuando te levantes, tenés un aliento muy fuente. Jajajaja

Le sonreí como agradeciendo el consejo y le volví a dar un beso mucho mas profundo, y le dije que era para que me recordara.

Luego me fui a mi dormitorio para acabar con lo que Martín había comenzado, ya que me quedé con ganas de más…