Mi marido

Como descubro en mi marido un lado desconocido hasta ese momento para mi que me hace gozar como nunca, pero que me dejan con una duda.

Mi esposo y yo volvíamos de un matrimonio al cual habíamos asistido en el cual nos divertimos bastante, eran altas horas de la noche, por no decir de la madrugada, yo conducía el carro porque el grado de embriaguez de mi pareja no le permitía ni siquiera estar de pie. Aunque yo también había tomado y me había hecho efecto el alcohol no estaba en la situación de Ricardo.

Mi vestido rojo de medio vuelo se había subido un poco por el manejo de los pedales del carro, mi marido aunque estaba borracho, no estaba perdido ni dormido, colocó su mano sobre mi muslo derecho alabando el grosor de mis extremidades inferiores, me acariciaba la pierna subiendo y bajando su mano, desde la rodilla hasta que rozaba mi ropa interior. Yo le pedía que deje porque estaba conduciendo y podría ocasionarnos un accidente o algo parecido, aunque no lo decía muy convincentemente porque me gustaba lo que hacía.

La verdad que con los tragos de la fiesta yo me había puesto caliente y más caliente aún con los bailes que había tenido con un amigo de mi marido que al verme olvidada me había invitado a bailar repetidas veces. El es un amigo de muchos años de mi esposo, es un encanto de hombre, delicado, atento, suave y tiene un porte que da hipo, 1.85 Mts., pelo entrecano, ojos azules, su nombre es Fabio. No era la primera vez que bailábamos juntos ya que siempre nos topamos en las fiestas pues todas las amistades son en común y cada vez que estábamos juntos no dejaba de halagarme incluso delante de mi marido, pero este no le prestaba atención, como toda mujer a mi me gustaba mucho que me lance ese tipo de piropos y mientras bailábamos aprovechaba para subir de tono sus piropos haciéndolos estos más atrevidos, aunque me los decía al oído me sonrojaba aunque al mismo tiempo me excitaba. Es un gran bailarín y a mi que me encanta bailar así que en ese sentido nos entendíamos muy bien, mientras bailábamos me hizo dar un giro y quedé de espaldas a el, me agarró por las muñecas abrazándome por detrás apoyando su pelvis en mi trasero mientras me decía al oído que tenia un culito muy rico y que le encantaría comérselo, yo movía mis caderas al compás de la música pero en realidad lo que hacia era apretar mis nalgas contra él, podía sentir su miembro a través de su pantalón, la tela de mi vestido era delgada y la tanga hilo dental que llevaba puesta hacia que lo sintiera en toda su dimensión, se podía percibir a través de la tela que Fabio tiene un miembro bastante grande y mientras más me movía más crecía. Me pidió que dejáramos de bailar porque pronto se notaría su erección y sería un poco vergonzoso, me reía con ganas porque sabía o por lo menos eso pensaba que todo era broma, así que nos fuimos a sentar a mi pesar, solo para encontrar a mi marido borracho como una cuba.

Mientras yo conducía mi marido de pronto se abalanzó sobre mis pechos que casi hace que me salga de la calle, detuve el carro y aprovecho para sacarme una teta por encima del vestido que gracias al escote pronunciado y el brassier de encaje sin tiros no le costo nada tenerlo en su boca, mientras su otra mano ya había logrado poner a un lado mi tanga y me acariciaba la concha mojada, abrí mis piernas para facilitarle la labor, mi pierna derecha estaba sobre la consola de la palanca de cambios, mientras me chupaba mi pecho sus dos dedos me perforaban el conejito, yo estaba súper excitada y mis flujos le permitían a esos dedos intrusos una masturbación que me estaba haciendo delirar, pero a pesar de estar disfrutando al máximo yo quería tener algo más dentro de mi, y ese algo más estaba entre las piernas de mi marido, necesitaba ser penetrada. Me concentré en las caricias de mi marido y a mi mente venían las imágenes de Fabio con su tremendo miembro estrujándose en mi trasero, si en estado de reposo lo tenía del tamaño que pude sentir como sería en erección, mi imaginación voló y terminé con un tremendo orgasmo que me hizo estremecer.

Me recompuse el vestido y continué manejando, por suerte ya estábamos cerca de casa, tuve que ayudar a mi marido a entrar a la casa hasta la recamara, mi marido cayó boca arriba en la cama, mientras yo fui al baño a hacer pis pues ya estaba por reventar, cuando volví a la habitación mi marido se había bajado los pantalones dejando su miembro al descubierto, por lo que vi no tenía ni media erección, me desvestí delante de el dándole un pequeño show, me quedé solo con la tanga puesta y me aproximé a su pene fláccido, con lo excitada que aún estaba me lo metí a la boca, entraba fácilmente pues tiene un miembro más bien pequeño, unos 13 cm y en erección, lo chupaba con ahínco pero no lograba hacerlo endurar, mientras yo me acariciaba mi concha que estaba súper mojada, estuve tratando de que lograra una erección pero no lo conseguía.

Mi marido en distintas ocasiones me había regalado un vibrador y un consolador con arnés que cuando desenvolví el paquete en el que venía quedé un poco asombrada porque no sabía cual era el propósito de tener un consolador con arnés, pero aquella vez no dije nada y nunca lo usamos, el tamaño es bastante grande, debe medir unos 19 cm más o menos. En mi arrechura me recordé de mis juguetitos y pensé que si a mi marido no se le paraba utilizaría mis regalos para satisfacerme. Me dirigí hasta el lugar que los tengo guardados y los traje, mientras seguía chupándole la pija a mi marido, que no se le paraba, me metía el vibrador en mi concha provocándome un placer enorme, al poco rato me vinieron los corrientazos propios de que había alcanzado un orgasmo. A un costado mío tenía el consolador con el arnés y me dije para mi misma que era la oportunidad propicia de usarlo ya que nunca lo había hecho, le pedí a mi marido que se lo ponga, como dije anteriormente que tiene un miembro pequeño y en el estado que estaba parecía un maní, así que no tuvo ningún problema en calzárselo pues su pene no obstaculizaba en lo más mínimo, lo lubriqué con gel vaginal y me coloqué en cuatro para que me haya penetrado por atrás, apunto con la cabezota del consolador en mi concha y presionó levemente, sentí que entró un poco, con mi mano protegía que no lo vaya a introducir de una sola vez porque era muy grande, poco a poco me penetraba más y más, sentía que mis labios vaginales se estiraban a la vez que me sentía más penetrada, le pedí que se quedara quieto y yo retrocedí de a poco hasta sentir que lo tenía todo adentro, mis nalgas chocaban contra su pelvis, ahora el que comenzó a moverse fue él, sus movimientos era cada vez más fuertes, hasta que el mete y saca era infernal, de lo único que estaba segura era que el no terminaría nunca, me estaba taladrando con aquella verga descomunal para mi que no estaba acostumbrada a ese tamaño, mientras me cogía pensé en nuestro amigo Fabio y me preguntaba si estar con él se sentiría igual, por el tamaño digo, pensando en el pronto conseguí alcanzar un orgasmo fuertísimo que estuvo acompañado de mis gritos de placer.

Mi marido se retiró de mi y sentí un vacio en mi interior, como si me faltara algo, me di vuelta y me acerqué a su falo y me lo metí en la boca como si se tratara de una verga de verdad, lo chupaba con ansias probando mis propios jugos soñando con la pija de Fabio.

Le retiré el calzón de cuerina con, él me pidió que me lo haya puesto para ver como me quedaba, accedí a su petición y me lo puse, me mire al espejo y lo que me gustó me puso cachonda de nuevo, ahí estaba yo con mis curvas, mis pechos turgentes, mis caderas anchas y un pene grande y grueso, duro como un palo, listo para la guerra, acariciaba el falo como si no quisiera que se ablandara nunca, mas era una masturbación que una caricia, me di vuelta y me acerqué a mi marido que estaba sentado al borde de la cama observando como me miraba al espejo.

¿Te gusta? - Pregunté, asintió con la cabeza mientras su mirada estaba fija en mi miembro falso.

¿Quieres chuparlo? – pregunté nuevamente, el no respondió pero yo ya tenia el miembro en sus mejillas, se lo presionaba, el abrió la boca y se lo metió, lo comenzó a chupar como una puta experta, lo agarraba del tronco y lo apretaba, lo chupaba con frenesí como queriendo exprimirlo, lo estuvo chupando unos minutos, ya el morbo era inmenso y sabia cual seria el segundo paso que yo daría.

Sin preguntarle si quería o no, le dije que acostara de espaldas, quería ver su cara cuando se lo haya metido por el culo, le coloqué gel en su ojete y le dije que se haya dilatado, se metía un dedo y después dos y luego tres, lubriqué el consolador y apunté la cabezota hacia su agujero negro y lleno de pelos, presioné y la cabeza traspaso el umbral de su culo virgen, pego un pequeño grito de dolor, me pidió que me retire pero yo no obedecí, me quedé quieta un rato esperando que se acostumbre al intruso que lo estaba perforando, empujé mis caderas un poco más y entré unos cuantos centímetros, el cerraba los ojos y gemía, de dolor o de placer, no se, pero tampoco me pedía que me retirara, me retiraba un centímetro y avanzaba tres hasta que lo tuve todo adentro, mi marido me agarraba de las caderas, estuve quieta un ratito y con sus manos me dio la señal que me moviera, su cara era un poema de placer, comencé a moverme metiendo y sacando esa verga enorme del culo de mi marido, con gran sorpresa note que su pequeño miembro estaba creciendo. Le estaba rompiendo el culo a mi marido y al parecer le estaba gustando tanto que estaba teniendo una erección, mis movimientos cada vez fueron con más fuerza hasta escuchar el clásico chapoteo cuando la pelvis choca contra las nalgas de tu pareja, la cogida era brutal, mi marido gemía pero esta vez yo estaba segura que era de puro placer, le pellizqué sus tetillas y fue el acto cúlmine para que alcance una erección total, su pequeño miembro estaba durísimo mientras yo le daba con todas mis fuerzas con mi consolador, le puse las piernas sobre mis hombros y le dije que se masturbara, solo darse unos cuatro jalones y botó su lechecita y se bañó la barriga con ella, yo seguí dándole por el culo unos minutos más hasta que me salí de el, su culo quedó como un hoyo sin fondo, abierto.

Me quité el consolador y se lo entregué para que haya ido a asearlo pues después de le enculada no había quedado muy limpio, me acosté en la cama mientras prendía un cigarrillo pensando en lo que había pasado, yo estaba satisfecha con mi nuevo descubrimiento, esto ampliaba nuestro panorama sexual, ahora tendríamos más variedad, pero al mismo tiempo, al ver gozar de esa manera a mi marido me preguntaba: ¿Y si a mi marido le gustan las vergas?

Continuará…..