Mi marido accede a que follemos con la vecina.
Fantasía, incluye lésbico y trío
Mi mujer tenía ganas de experimentar con otra mujer y a mí me ponía mucho imaginarla. Cuando me contó que la vecina se le insinuó le dije que aceptara la invitación a su casa.
Era muy guapa, morena italiana, con piercing en los pezones que se le transparentaban la mayor parte del tiempo y de nombre Francesca.
Mi mujer también es preciosa, rubia, tetas grandes, ojos verdes, curvas sensuales y se llama Laura.
Cesca se pasó toda la noche tonteando con mi mujer, yo me mantuve en un segundo plano y cuando nos pidió que la acompañáramos a su habitación, ninguno de los dos nos opusimos.
Cesca me pidió que me quedara en una esquina y me desnudara.
Me quité la camisa y la dejé a un lado, seguí con el pantalón y el calzoncillo. Estaba desnudo, semi erecto y en un rincón viendo cómo Cesca daba vueltas alrededor de Laura. Parecía un águila sobrevolando su presa. Solo la miraba y le hacía caricias sutiles y casuales. En el hombro, en el brazo, en el escote. Estaba hipnotizándola con sus suaves movimientos y Laura respiraba abriendo los labios como un pez buscando oxígeno. Cesca se colocó tras ella y puso sus manos sobre los hombros deslizando los tirantes hasta que el vestido le resbaló por el torso. Se quedó desnuda de cintura para arriba mostrando sus orgullosos senos decorados con mis aros, los que le regalé en nuestro aniversa, ¿se los había puesto como muestra de que me pertenecía? Mi corazón dio un vuelco y se aceleró, subí la mirada hasta sus ojos que me miraban con adoración, como si yo fuera algo muy preciado para ella. Se mostraba orgullosa por llevarlos y que yo no los hubiera descubierto, entonces movió sus labios y deletreó despacio para que lo pudiera leer «esto también es para ti». Me incluía, Laura no me dejaba fuera, ella quería compartir aquello conmigo y me lo estaba diciendo. En ese momento sentí como si me hubieran quitado una losa de encima, me relajé, la tensión se disipó y decidí vivir la experiencia como algo bello y gratificante para los dos.Cesca siguió desnudándola, le bajó el vestido por entero y la dejó con sus tacones y un tanga minúsculo de color negro por donde asomaba las curvas de su corazón. Salió de detrás de ella y le dio la mano para que saliera fuera del vestido poniéndose frente a Laura.
—Vaya, estás increíble y preciosa, bella, me encantan esos aritos, tus senos se ven espectaculares. —Cogió uno de los pechos con las manos y lo llevó a su boca y comenzó a lamerlo con el aro puesto, Laura gimió, sus pezones se veían tensos y duros constreñidos por los aros—. Mmmmm, qué rico, me parece que no voy a quitarte los aros, me gusta saber que tengo a tus pezones pidiendo clemencia, impacientes por ser liberados y que yo tengo el poder para ello. —Lamió el otro pezón y lo mordisqueó, Laura contuvo el aire, estaba rígida aguantando la tortura de esos dientes que se clavaban en su tierna carne. Cuando tuvo suficiente, Cesca se levantó—. Quítame la bata, Laura. Laura le hizo caso, se puso un poco más cerca y le bajó la bata por los hombros hasta que quedó solo con el tanga, la bata roja se arremolinaba a sus pies como si la domina saliera de una hoguera. —Quiero que hagas lo que he hecho yo y que lamas mis pezones, hazlo Laura, acaríciame y siéntelos en tu boca, no te preocupes por mis piercings, trátalos igual que si no los llevara. —Laura me miró por encima del hombro, yo estaba duro solo por verla, asentí mi cabeza dándole consentimiento. Vi la aceptación y cómo bajaba hasta atrapar un pezón con la boca. Cesca cogió la cabeza de Laura para que no pudiera moverse y reclinó su cabeza hacia atrás—. Mmmmm, sí, bella, lo haces muy bien, succiona cariño, succiona más fuerte. Los dedos de Cesca se crisparon por el placer que le estaba dando y emitía sonidos de puro placer. —Eres fantástica, bella, ahora haz lo mismo con el otro. —Guio su cabeza hacia el otro pecho y pude ver cómo Laura succionaba y lamía, con pequeñas manos empujaba el pecho de Cesca hacia la boca facilitando el camino. Cesca la separó y le dijo—: Bien, ahora bájame el tanga sin usar las manos, solo puedes usar la boca para hacerlo, ponte de rodillas frente a mis piernas y hazlo.
—Pero es muy difícil —protestó mi mujer.
—Es un juego, tómalo como una prueba, hazlo y arrodíllate, quiero verte en pose de sumisión frente a mis piernas. —Laura bajó al suelo e hizo lo que le pedía, puso su nariz sobre el vértice del monte de Venus y con la lengua y los dientes intentó atrapar el minúsculo trozo de tela, podía ver su perfil, cómo intentaba capturarlo y enterraba la boca para no hacerle daño a Cesca. Movía su cabeza y metía la boca y la nariz entre sus muslos, Cesca reía y suspiraba de placer—. Te lo voy a facilitar un poco, bella. —Metió sus pulgares y deslizó un poco las tiras hacia abajo dejando el tanga justo encima de su raja—. Mete tu lengua y ayúdate con ella para atraparlo con los dientes sin dañarme. La sonrosada lengua de Laura salió de su boca enterrándose dentro del tanga, por la cara de placer de Cesca diría que le había rozado el clítoris. Era muy difícil lo que le había pedido y que pudiera bajárselas, quizás esa era la intención. Laura metía una y otra vez su lengua sin lograrlo, Cesca le cogió la cabeza y se comenzó a frotar contra ella, sus pechos subían y bajaban acelerados y yo había comenzado a tocarme sin darme cuenta. Eran muy bellas y muy eróticas juntas, la escena le empalmaba a cualquiera, yo me sentía muy caliente con la escena que estaba viviendo. Cesca le cogió la cara y la apartó.
—Lo has hecho muy bien, bella. —Acarició los labios de Laura con su dedo pulgar—. Bájamelo con las manos y sácamelo de una vez. Las manos de Laura subieron a sus caderas y le quitó la pequeña tela poco a poco. Cesca tenía un cuerpo muy bonito y equilibrado, nada que ver con la exuberancia de Laura. —Ponte de pie y cógete a ese poste, quiero que te dobles en un ángulo de 90º y que te abras de piernas para que Steel pueda contemplar lo que te voy a hacer. —Mi mujer se desplazó y se puso como Cesca le ordenó y la morena se dirigió a mí—: Veo que por la felicidad que hay entre tus manos te gusta lo que ves, me alegro —señaló mi miembro y yo paré de masturbarme en seco—, ahora la voy a preparar para lo que le haremos juntos. No sufras, todo lo que voy a usar es nuevo, lo he ido a comprar especialmente para ella esta tarde. —Se dio la vuelta y se dirigió al cofre. Laura no podía ver lo que Cesca hacía desde ese ángulo, pero yo sí. Sacó unas grandes bolas cromadas, era una tira de tres bolas chinas cada una más grande que la anterior y sacó un bote de lubricante efecto calor. Se puso detrás de Laura, depositó el lubricante en el suelo. «Plasssssssss» retumbó en la habitación, le dio un fuerte azote en el trasero dejando su huella roja. Laura dio un respingo, yo sabía que seguro le había gustado, era muy sensible a ese tipo de castigos. Después le acarició la zona enrojecida y se la lamió. Con la mano derecha le apartó el tanga de lado exponiendo su vagina a mis ojos.
—Mira cómo brilla Javier, se está excitando. —Cesca pasó sus dedos entre los labios sonrosados y mi Gatita suspiró—. Qué mojada estás, bella, eres muy receptiva y eso me gusta. —Comenzó a deslizar los dedos untando de jugo toda la vagina, tanteó el clítoris y Laura abrió las piernas y flexionó las rodillas para friccionarse contra la mano—. Eres como una dulce palomita que busca comida, toma, bella, ¿te gusta? —Cesca frotaba con más intensidad y entonces le metió dos dedos y el intenso jadeo de Laura rebotó en mis oídos—. Estás muy caliente, bella, me parece que no voy a lubricarte por aquí, no te va a hacer falta y un poco de dolor te va a estimular todavía más, vamos a por la primera bola. Cesca puso la primera bola en la entrada de su vagina y entró sin ninguna dificultad, lo que la animó a presentar la segunda en la entrada y a empujar. La segunda costaba un poco más, así que empujó con más fuerza, entró y Laura resolló. Eran bolas pesadas y voluminosas. La tercera bola era la más grande, quedaba colgando, tensándole la vagina. —Lo estás haciendo muy bien, se te ve muy bonita con las bolas puestas, ahora solo queda la más grande, va a doler un poco, intenta relajarte.
—¿Aún queda otra? No me va a caber —mi mujer parecía preocupada, pero tanto Cesca como yo sabíamos que su elástica vagina la iba a aceptar. —No sufras, bella, yo te ayudaré. —Cesca la volvió a azotar esta vez en la otra nalga y Laura contrajo las bolas en su interior llevándolas más adentro. Cesca se sentó en el suelo y puso la cabeza entre sus piernas. Comenzó a lamerle el clítoris, lo enterró dentro de su boca y no paró de absorberlo, Laura comenzó a emitir grititos y a flexionar las rodillas empujando su vagina hacia la insaciable boca de Francesca, yo podía ver el deleite de ambas y cómo los jugos caían de las bolas goteando, la tenía lista y Cesca lo sabía. Puso la mano en la tercera bola y sin dejar de comerle el coño se la metió entera rotándola y empujando.
—Aaaaaaah —gritó Laura, debía sentirse tan rellena. Cesca la lamió un par de veces más y se incorporó para ver su obra.
—Muy bonito, Laura, está precioso tan pleno, pero todavía no hemos terminado. —Se volvió a dirigir hacia el baúl y sacó un aparatito tipo compex de esos que te ponen cuando te lesionas para recuperar la musculatura—. Ahora no te asustes, bella, te voy a poner uno de estos electrodos sobre el clítoris a un nivel de vibración muy bajo, solo va a hacer que lo estimulemos hasta el límite mientras preparo tu trasero. Vaya, esa mujer era muy creativa, de eso no había dudas, a mí no se me hubiera ocurrido.
—Pero, Cesca, ¿no me voy a electrocutar, verdad?
—Tranquila, yo nunca te haría daño, bella, todo para tu placer, ¿estás lista? —Sí. Le colocó el electrodo en el clítoris y accionó el botón, Laura chilló y yo me incorporé de golpe.
—¿Qué sucede? —le dije a Cesca.
—Nada, no te preocupes, es que no me he dado cuenta y estaba al máximo, ahora ya está, tranquilo, mira cómo le gusta. —Dirigí mi mirada hacia Laura que vibraba y respiraba entrecortadamente, realmente le estaba gustando, la piel le brillaba perlada de sudor, mordía sus labios y pasaba la lengua sobre ellos como si estuviera sedienta—. Ya que te tengo aquí me ayudarás, ponle lubricante en el ano mientras voy a por las bolas. —Cesca fue hacia el baúl y yo cogí el lubricante, le puse mucho directamente en el tierno agujero y sin poder evitarlo lo tanteé metiéndole un dedo que entró prácticamente solo debido a su sobreexcitación. Empujé el segundo dedo dentro cuando la noté adaptada, le costó un poco más, pero también entró. Podía sentir la presión de las bolas separadas por la fina membrana de su interior. Comencé a girar los dedos mientras seguía tocándome y ella empujaba su culo contra mí.
—Me gusta mucho, cariño —ronroneó mi mujer.
—Lo sé, cariño, lo sé, estás tan preciosa. Cesca se acercó a nosotros y me enseño la ristra de cinco perlas anales que llevaba.
—¿Te gusta, Javi? —dijo mostrándomela.
—Muy bonita. —Y lo era, eran cinco bolas medianas de color morado brillante.
—Me alegro, ponte delante de Laura, quiero que te coma la polla mientras juego con su culo, ¿te parece bien?
—Claro. —Me aparté y fui hacia donde me decía.
—Javier, no te corras todavía, ¿de acuerdo? —Yo asentí, lo intentaría, pero sentir los labios de Laura en mi polla era encender un interruptor de no hay retorno. Puse mi miembro en sus labios y ella me engulló como una ola engulle a un náufrago.
—Aaaaaaaahhhh, despacio, Gatita, o harás que me corra de golpe. —Comencé a mover mis caderas contra su boca. Cesca volvió a verter más lubricante, tanto en su ano como en las bolas y las fue introduciendo una a una. Cada vez que la tenía colocada, Cesca le propinaba un fuerte cachete para que se contrajeran el ano y la vagina llevando las bolas hacia dentro, le quedaban solo dos y ahora la morena mordisqueaba sus cachetes y los lamía. Laura seguía lamiendo mi polla, succionando y abriendo la garganta para que yo pudiera buscar profundidad en ella, la sentía temblar al sentir tantas emociones a la vez, no creía que aguantara mucho más sin correrse. Cesca me miró e introdujo en su ano la penúltima bola.
—Esta ha costado, ¿eh? Estás bien llena y se te ve preciosa, pero aún nos queda la guinda, bella, la última. Para facilitar la entrada voy a subir un poco la vibración en tu clítoris, verás qué bien, recuerda que no puedes correrte, no hace falta que me contestes, no se debe hablar con la boca llena.
Laura no podía contestar, yo seguía metiéndosela en el interior hasta llegar a la garganta, sentí una arcada cuando Cesca pulsó el botón a la vez que introducía la última bola, Laura cerró la garganta para gritar en vez de relajarla y al encontrarse con mi miembro no lo pudo controlar. Yo acaricié su cabeza calmándola.
—Tranquila, nena, ya pasó, las tienes todas dentro. —Intenté tranquilizarla. Cesca nos miraba, entrecerró los ojos y se untó el dedo con lubricante. Caminó hacia mí y se puso detrás, sentía sus pechos en mi espalda.
—Bien, Javi, ahora te toca a ti, relájate tesoro, y te dejaré que te corras en su boca como premio. —Me abrió las nalgas y puso su dedo en la entrada de mi ano—. A algunos hombres les cuesta admitir que el punto G lo tienen en el culo, pero intuyo que a ti no te importará que haga esto. —Y sin ningún miramiento abrió mi trasero y metió su dedo pasando el anillo de músculo y llegando al fondo. Yo impulsé mis caderas hacia Laura quien recibió toda mi violencia tragando. Ese movimiento hizo que estuviera a punto de correrme de nuevo, entonces Cesca comenzó a penetrarme con su dedo a la vez que pellizcaba uno de mis pezones. Era todo tan intenso, esa mujer sabía perfectamente lo que hacía, me penetró el esfínter justo en su punto, entrando y tocando mi uretra lanzándome directo al más destructivo de los orgasmos, cuando no pude más cogí la cabeza de Laura con fuerza, abrí las piernas para darle un mejor acceso a Cesca y bombeé sin cesar derramándome por entero en el fondo de la garganta.
—¡Aaaaaahhhhhhhhh! —Fue la experiencia más intensa de toda mi vida. Laura tragaba y Cesca seguía retorciendo ese dedo estimulando mi orgasmo hasta límites insospechados. Me sacudí y salí del interior de los labios de esos húmedos labios que me besaban por todas partes. Cesca sacó el dedo de mi interior y sonrió.
—De nada, Javier, me alegro que hayas disfrutado, ahora ayúdame, quítale el electrodo que le he puesto sobre el clítoris con cuidado de que no se corra. Yo pararé el aparato. —Cesca fue a por el aparatito mientras yo le quitaba el adhesivo del clítoris.
—Por favor, dejad que me corra —imploraba mi mujer estremeciéndose, sus pechos se bamboleaban por la excitación.
—Todavía no, cariño —le respondió la italiana—, pero pronto. Ahora túmbate en el futón, extiende tus brazos sobre tu cabeza para que te ate las manos al poste y abre las piernas para que ate tus tobillos a los otros postes, te aseguro que gozarás mucho, bella.
Laura se incorporó y Cesca la detuvo. Me miró como pidiéndome permiso y la besó, le abrió la boca y se la comió literalmente, era demencialmente hermoso ver cómo se besaban, cómo se lamian y cómo se tocaban sus pechos, tenían una estatura parecida lo que hacía que por piercing chocaran contra los aros. Cesca le mordió el labio inferior y se separó, se volvió hacia mí.
-Para ser un tío, sabes muy bien en la boca de tu mujer. —Y sonrió, había probado los restos de mi corrida en su lengua y le había gustado, eso hizo que me volviera a empalmar—. Ayúdame a atarla, hay pañuelos de seda en el baúl. Sacamos tres pañuelos rosas, uno se lo llevó Cesca para atar los brazos a Laura y los otros los cogí yo. Laura ya estaba tumbada como le había pedido Cesca y yo comencé a atarle los pies, cuando fui a por el otro me di cuenta que Cesca se había sentado con las piernas abiertas sobre la cara de Laura y estaba atándola.
—Muy bien, chicos, ahora me toca a mí. Laura va a hacer que me corra con su preciosa boca y hasta que no lo haya conseguido no pasaremos al último juego que es en el que ella obtendrá el nirvana. Mientras Laura me lleva al orgasmo, Javier, quiero que le comas el coño sin que ella llegue al suyo. Piensa que ya está muy estimulada, así que le costará concentrarse y no dejarse ir, por ello tú tendrás el control. Si la ves a punto, detente. —Cesca miró a mí mujer—. Por tu bien, cielo, espero que me comas el coño como ninguna, porque hasta que no me corra en tu boquita no te vas a aliviar, ¿lo comprendes?
—Sí, Cesca pero yo nunca… —Cesca no la dejó terminar.
—Solo piensa en lo que te gusta a ti, a las mujeres nos es más fácil saber qué les gusta a las de su mismo sexo, no te preocupes, todo saldrá bien, saca tu lengua, bella, y haz que enloquezca. —La lengua de Laura salió de su cueva y Cesca bajó sus caderas para darle acceso. Oí el primer jadeo de Cesca cuando Laura lamió su clítoris, ella no paraba de moverse de delante a atrás, mientras mi mujer saciaba su apetito yo me incliné entre sus piernas, su sexo se veía hinchado por las bolas que había en su interior, se me antojó como un delicioso postre relleno de fruta. Fui hacia su erecto clítoris que estaba rígido de excitación y comencé a darle lengüetazos lentos, Cesca no quería que se corriera, así que debería ser muy sutil. Al sentir mi lengua, Laura impulsó sus caderas hacia arriba buscando alivio, pero yo solo podía ofrecerle consuelo, la lamía amoroso sin la violencia que sabía necesitaba para llegar al clímax, oía cómo frustrada, devoraba el sexo de Cesca, oía el sonido del néctar de Cesca frotándose contra la boca de Laura. Levanté la cabeza para ver cómo Cesca estiraba sus pezones y llevaba la cabeza hacia atrás.
—Ahora fóllame con la lengua, Laura, métemela y fóllame —la animaba. Cesca se elevaba y se dejaba caer de cuclillas sobre la firme lengua de Laura que la esperaba para embestirla. —Me encanta, bella, lo haces muy bien, ahora cómemelo entero, muérdelo, chúpalo, hazlo tuyo, hasta que me corra. Volví al clítoris de Laura, le aparté el capuchón y ahí estaba, rojo intenso, lo mordí suavemente y sentí cómo Laura se venía arriba, succionaba, lamía y mordía a Cesca a la vez que frotaba su clítoris contra mí, Cesca jadeaba intensamente, resollaba y yo oía los sonidos de su sexo embebidos por la boca de Laura. Entonces, Cesca comenzó a correrse y a convulsionar sobre el rostro de Laura gritando:
—Sííííííííí, sigue bella, sigue, tómalo todo. —Yo volví a mi ritmo lento y delirante, no lo podía creer, pero estaba muy duro de nuevo. Cesca estaba quieta acuclillada esperando que Laura terminara de beber toda su esencia—. Brava, bella —la felicitó— lo has hecho muy bien. —Se levantó y besó los labios de Laura degustándose a sí misma—. Ya estás lista, Javi ven, te voy a explicar lo que vamos a hacer. Yo me incorporé y la acompañé al baúl. Y me enseñó un arnés con una gran polla de silicona negra de unos 25 cm y muy gruesa. Yo abrí los ojos desmesuradamente.
—¿Qué quieres hacer con eso? —le pregunté.
—Tranquilo, Javier, no es para ti, quiero que le hagamos una doble penetración. Sospecho que le encantará, como el arnés es bastante grande te propongo que tú te sientes y estires debajo de ella, ella se empalará en ti por el ano y yo la penetraré con el arnés por delante, podrás estimularle el clítoris con los dedos y los pezones también, creo que le encantará, ¿tú no? —Lo cierto es que estaba seguro que le gustaría mucho así que le dije: —Estoy de acuerdo.
—Muy bien, pues ayúdame a atar el arnés. —La ayudé a pasar las correas y sujetarlas en su cuerpo, parecía una domina muy versada. Nos dirigimos a Laura y la desatamos, estaba muy sonrosada y su vulva estaba muy tensa e inflamada.
—Chicos, necesito…
—Shhhhh —Cesca la mandó a callar—. Sabemos lo que necesitas. Steel túmbate y que se ponga encima con su espalda sobre tu pecho y las piernas abiertas, sigue tocándote para que esté bien dura, Javi.
Laura se puso sobre mí y mi sexo quedaba entre sus piernas. Llevaba mi mano arriba y abajo del tronco de mi pene, lo cierto es que ya estaba bastante duro, cuando Laura vio a Cesca se agitó sobre mí…
—Pero ¿qué vais a hacer?
—Tranquila, mi vida—le susurré— todo para tu placer, solo siente. —Cesca parecía contenta con mi respuesta se inclinó de lado y comenzó a lamer a Laura directamente en el clítoris, con la mano acarició su muslo y fue tanteándolo hasta llegar a la argolla que Laura tenía en el trasero. La tocó por fuera para asegurarse de su dilatación, después me acarició a mí, suponía que para ver si ya estaba listo. Entonces levantó la cabeza y me dijo:
—Estiro y metes, Javier, prepárate. —Aumentó el ritmo de la lengua, Laura intentaba impulsarse hacia arriba, pero yo le sujetaba las caderas. Cesca estaba a punto, yo cogí bien mi polla y cuando sentí que Cesca tiraba y sacaba todas las bolas, penetré el tierno agujero entrando sin dificultad y de golpe.
—Aaaaaaaahhhh —gritó Laura.
—Muy bien, nena, estoy dentro —le dije y pellizqué sus pezones dándole un estímulo nuevo con el que ella volvió a gritar.
—Preciosa bella, estás preciosa, ahora me toca a mí, Javi, frota su clítoris muy rápido. —Desvié una mano hacia su brote y lo froté fuerte y rápido, Laura estaba como ida, casi rebotaba encima de mí. Cesca se arrodilló entre sus piernas buscó la cuerdecita de las bolas de la vagina y sacó la primera, seguida de la segunda y dio un último tirón para sacar la tercera e introducir su pene negro en Laura. Estaba tan dilatada y mojada que fue muy sencillo. Cesca y yo nos compenetrábamos bien y logramos movernos al unísono, éramos como una melodía sexual dirigida por los jadeos de Laura quien resoplaba, yo seguía estimulándole el clítoris que no podía estar más rígido.
—Me encanta, me siento tan llena, quiero más, más… —Nos movíamos en un ritmo casi agónico, la membrana que nos separaba era tan fina que casi podía sentir esa polla de goma frotarse contra mí, era muy placentero, volvía a estar a punto de correrme y, al parecer, Laura también—. Más duro, chicos, necesito que seáis más duros.
—Allá voy, bella, aún no te la había metido hasta el fondo, pero ahora sí lo haré. —Echó un chorro de lubricante, salió casi del todo y entonces la penetró hasta el final. Laura gritaba, gemía, soplaba, entonces levantó sus manos cogió los aros de sus pezones y nos dijo:
—Voy a correrme, chicos, lo necesito, ¿estáis listos?
—Sí —dijimos al unísono. Cesca y yo nos miramos y lo hicimos a la vez, ella la embistió con mucha fuerza junto a mí y Laura tiró de los aros liberando de golpe sus pezones llevando toda la sangre a ese palpitante punto.
—Aaaaaaaahhhh —comenzó a gritar, yo descubrí el capuchón y estimulé directamente el clítoris, ella seguía gritando y convulsionándose, Cesca seguía bombeando conmigo, sentí que yo también me corría, pero seguí tocándola, quería que eyaculara y que su cielo se rompiera en mil pedazos como el mío y entonces ocurrió. Laura comenzó a gritar todavía más fuerte y a convulsionar a la vez que lanzaba un caliente chorro hacia el arnés de Francesca mojándonos a todos. Yo dejé de moverme y Cesca también miraba estupefacta cómo Laura rebotaba y se corría, creo que jamás había visto nada igual. Laura cayó inerte sobre mi cuerpo, estaba totalmente laxa sobre mí y apenas podía moverse. La primera que reaccionó fue Cesca saliendo de su interior y tocando el preciado líquido, después me miró a los ojos y yo sonreí.
—¿Es increíble, verdad? Si se la estimula muy bien es capaz de eyacular. —Cesca desvió la vista hacia Laura que no podía moverse después del tsunami que la había arrollado. Yo salí de su interior y la acuné entre mis brazos—. ¿La puedo duchar?
—Claro, pasa tú mismo, tenéis toallas en el baño, ahora te traeré un camisón mío para que se lo pongas, ya me lo devolverá. —Entré con Laura en brazos al baño y la bajé al suelo.
—Nena, ¿te aguantas en pie? —Ella asintió sin decir nada. Encendí el agua y entramos juntos, nos enjabonamos a ambos y nos enjuagamos, fui suave y tierno con ella. Seguía sin decir nada, la sequé y salí de la ducha con ella. Cesca nos había dejado la ropa allí mismo. La vestí, me puse los pantalones y la camisa sin abotonar y salimos a la habitación. Cesca estaba allí esperando su turno para ducharse. Nos miró y nos dijo:
-Gracias por haber compartido esto conmigo, ha sido un placer estar con ambos, mañana me marcho por unas semanas, hago varias escalas, cuando vuelva ya os avisaré por si queréis quedar de nuevo. —Se acercó a Laura que miraba al suelo—. Ciao bella, nos vemos. —Le dio un beso en la mejilla, después me miró a mí—. Ciao Javi, cuídala, ha sido muy intenso, mejor llévala en brazos, ya sabéis dónde está la puerta, me voy a la ducha. —Y diciendo esto se metió en el baño. Yo la llevé cogida por la cintura hasta la puerta, la abrí y la cerré tras de nosotros.
—Te voy a llevar en brazos hasta casa, nena, tengo tu ropa y tu bolso, ¿vale? —La alcé en mis brazos y se acurrucó contra mí. Llamé al ascensor, subí al piso de arriba, abrí la puerta y la llevé directamente a la habitación. La bajé al suelo y ella se metió en la cama haciéndose un ovillo-. Descansa susurré sintiéndome orgulloso de ella. Me tumbé a su lado y me dormí.