Mi marido
Estoy enamorada de él, sobretodo después de la sorpresita con la que me obsequió aquella noche...
Mi marido es tan buena persona que no parece de este mundo. Es tierno, cariñoso, sensible, de aspecto viril y atractivo. Para colmo, me adora, me trata como a una diosa. Llevamos algunos años casados, pero su deseo sexual no se agota. Reconozco que yo no soy tan activa como él, pero como es buen amante suelo dejar que tome la iniciativa cada vez que le apetece y me dejo llevar. Antes de que ocurriese lo que voy a relatar ahora, me preocupaba que fuese infiel. Ahora, la idea me provoca alegría por un lado y también excitación. De hecho, mientras escribo estas líneas ha surgido una sonrisa pícara de mi boca y mi sexo se encuentra ya completamente mojado.
Desde luego sé que no somos la única pareja en fantasear con tríos. Nosotros incluso recién casados ya nos corríamos compartiendo esa idea mientras hacíamos el amor. Por mi parte, muchas veces me había masturbado imaginando que practicaba el sexo con una mujer. Pero eran puras fantasías que no tenían visos de convertirse en realidad.
Llegó un día acompañado, sin avisar, tan de repente como si hubiese encontrado una gata callejera necesitada de auxilio y simplemente se la hubiera subido a casa. La gata en cuestión era una estudiante muy atractiva que se llamaba Eva. Me dijo: no tiene donde quedarse a dormir esta noche y he pensado que se podría quedar en el cuarto de los invitados. Yo los miré a los dos, creo que con cara de alucinada, pero rápidamente disimulé mi sorpresa y tras presentarme dije sonriendo: no hay problema, ven, voy a enseñarte la casa. Mientras lo hacía los dos me explicaban que todo había surgido en la universidad, ya que Alex, que así se llama mi marido, es profesor de física teórica. Ella era una de sus alumnas, una chica muy aplicada, que había discutido con su compañero de piso ( ¿quizás su novio? Pensaba para mis adentros...) y se había quedado en la calle. Como solía charlar con Alex tras las clases, se lo contó y él decidió ayudarla. Tanto discurso justificativo de la situación no consiguió enternecerme lo más mínimo. Mi sexto sentido me decía que todo aquello era de lo más raro, pero mi marido me dijo una vez que cuando hacía cualquier cosa, solía ser por una razón determinada y que yo debía confiar en él. No le defraudé.
Hicimos la cena todos juntos, descorchamos una botella de vino, pusimos música, charlamos. O mejor dicho, Eva hablaba mientras Alex y yo escuchábamos atentamente sus batallitas de estudiante asintiendo a todo y observándola. No era muy alta, pero esbelta, su piel era blanca, casi transparente, además su pelo rizado y fino tendiendo a rojizo le daban cierto aspecto de irlandesa. Pero lo que realmente la hacía bella eran sus labios carnosos, rosados e infantiles. También su frescura, su sonrisa, su desparpajo la hacían atractiva. Se notaba que no llevaba sujetador, porque a través de la tela se vislumbraban dos pezones puntiagudos. Parecía más una hada del bosque que una estudiante de física. Hubo un momento en que se volvió de espaldas a nosotros para cambiar un CD y me quedé mirando fijamente su nuca despejada, pues llevaba el pelo recogido y ese trozo de su ser blanco y terso me pareció tan sensual que me sorprendió un irrefrenable deseo de abalanzarme sobre ella y besárselo. Mi marido, que es bastante observador se dio cuenta o intuyó lo que yo estaba pensando. Me miró fijamente y se rió. Ella se volvió y nos preguntó:
- ¿de qué os estáis riendo? - rehuí contestar haciendo otra pregunta:
¿Cuantos años tienes? ¿20, 21? Tienes toda la belleza de la juventud y aún más. Me encantaría volver a tener la edad que tienes ahora. Si supieras cuantas cosas haría..."
Alex interrumpió:
Mi mujer tiene 15 años más que tú pero para mí es la mujer más guapa del mundo. ¿No te parece guapísima, Eva? -
Ella asintió alegremente y además, para mi sorpresa, hizo todo un discurso sobre mis cualidades físicas, que si parecía mucho más joven, que si mi cuerpo, que si mis caderas, mi cara pecosa, mi pelo largo y moreno, en fin, que no se dejó nada y me halagó enormemente. Pero entonces hizo algo que nos sorprendió aún más: se desabotonó la camisa y como quien no le da importancia al hecho de que le estuviéramos viendo el torso desnudo, nos preguntó ingenuamente:
- ¿ os parece que debería operarme para tener más? - La miré a sus ojos verdes, su expresión era de pura lujuria pero disfrazada de ingenuidad, como diciendo, "si, es verdad, me estoy ofreciendo a vosotros, dejad ya de pestañear y tomadme de una vez"
Alargué mi mano hacia Eva, acaricié el contorno de sus pechitos muy lentamente, disfrutando el tacto más suave que jamás había probado, le dije la verdad, que tenía unos pechos preciosos, magníficos, que daban ganas de besarlos y de lamerlos. Ella no contestó pero cerró los ojos y los mantuvo así mientras se recostaba en el sofá. Miré a Alex y él tenía los ojos muy negros, muy abiertos, su boca estaba entreabierta y me asintió con la cabeza como confirmando que él también estaba de acuerdo.
Saqué mi lengua y probé lentamente sus tetas. Eran pequeñas, sí, pero muy llenitas, muy redondas, pura dulzura. Descubrí que me gustaba, que estaban deliciosas, que me volvía loca lamiéndolas. Mordisqueé sus pezones para que se pusieran duros y salientes y ella empezó a respirar sonoramente. Alex tuvo entonces la curiosidad de saber si me excitaba la idea de hacerlo con una muchacha y llevó su mano bajo mi falda no suelo llevar bragas para comprobar si estaba húmeda. Sus dedos se vieron desbordados por el flujo que incluso ya empezaba a caer por mis muslos. Él gimió de placer. Para entonces los tres estábamos enormemente excitados. "¿Quieres que te quite los pantalones?" Pregunté a Eva. Asintió y pedí ayuda a Alex. Yo me puse detrás de ella, le terminé de quitar la camisa, él le quitó las sandalias, luego yo abracé su cintura, mientras él tiraba de sus vaqueros hacia abajo, fue divertido y morboso quitarle la ropa entre los dos. Yo terminé la operación poniéndome de rodillas frente a la chica, que seguía sentada en el enorme sofá, quitándole el tanguita rosa que llevaba.
Descubrimos ambos que estaba afeitada ¡Esta chica era una caja de sorpresas! Ya no aguantaba más las ganas de probar su sexo, de ver mi fantasía cumplida y comprobar si me gustaba. Su coñito también estaba húmedo, su sabor entre salado y fuerte me gustó y me puso aún más. Procuré hacerlo como a mí me gusta que me lo hagan, al principio apenas tocando, con lengüetazos largos alrededor del clítoris, luego de abajo hacia arriba, con la lengua muy ancha, para abarcar el mismo clítoris y todo lo de alrededor, luego centrándome cada vez más en el punto clave y aumentando poco a poco la presión.
Vaya que si le gustó. La oímos jadear cada vez con más fuerza, movía su pelvis, el sexo le temblaba de placer. Alex, a su vez, me penetraba con sus dedos. Le dije que se quitara la ropa él también y cuando lo hizo las dos chicas pudimos observar la erección tan enorme que nos ofrecía. Como me di cuenta de que esperaba instrucciones de repente era yo la que tenia la voz cantante le ordené que besara a Eva, y a ella que le acariciase la polla de mi marido. Me obedecieron los dos. Su diligencia y entrega eran admirables: Alex estaba como loco, mordisqueándole el cuello y sobando con sus grandes manos todo el cuerpo de su alumna. La aplicada discípula se lo estaba pasando en grande, pensé que iba a tener una corrida maravillosa, a juzgar por sus gemidos que cada vez se hacían más fuertes y frecuentes. Su néctar me resbalaba ya por la barbilla y yo intentaba beber de ella todo lo posible. Me pregunté cuantos de mis dedos, ya que mis manos no son demasiado grandes, le cabrían en la vagina. Introduje tres de ellos a traición, en lugar de empezar poco a poco. Lanzó un ¡Ay! entrecortado por jadeos, pero esa fue su única queja. "Vas a hacer que me corra, cabrona" - , me dijo clavándome la mirada, pero ella no sabía que yo aún guardaba algo para ella. Sin dejar de lamer su clítoris rítmicamente introduje un dedo más. Su sexo se había anchado lo suficiente, y los cuatro dedos entraban como una pluma.
Los dejé bien metidos, sin apenas moverlos pero empujando mucho dentro de ella. Eva estaba toda entregada. Miró a su profesor con ojos suplicantes y le pidió que la dejara chupársela. El se incorporó un poco, le sujetó la nuca y le puso su miembro enorme en la boca. "Bien" - dije yo "ahora por fin ha llegado el verdadero momento del placer. ¿ Te gusta que te acaricie aquí?" Y aprovechando que aún me quedaba una mano libre introduje el pulgar en su culito. Perdió totalmente el control de sí misma, aun teniendo la boca llena del sexo de mi marido se la oía gritar de placer. Yo, sinceramente, me sentí muy satisfecha por verla disfrutar tanto, aunque ahora, mientras la observaba mover la pelvis recorrida entera por las contracciones de su orgasmo, me sentía más cachonda que nunca y tenía el temor de que se corriese mi marido también, ya que me apetecía muchísimo ser penetrada por él.
Por suerte para mí Alex no había eyaculado todavía. La experiencia sirve para mucho... - Túmbate boca arriba, cariño le pedí. Me senté sobre él y disfruté de cada milímetro de su polla entrando en mi ya increíblemente húmedo y complaciente sexo. A Eva se le había cambiado hasta el rostro, tan a gusto y relajada se había quedado. Aún resollaba y nos miraba contenta. Me dijo que la habíamos hecho disfrutar muchísimo y que estaba ansiosa por demostrarnos su agradecimiento. Empezó besándonos a los dos alternativamente, mientras follábamos. Luego me acarició de una manera muy particular, con la palma de la mano muy abierta, apretando mi pelvis y de ahí subiendo lentamente sin dejar de presionar hasta mis pechos, rodeándolos, luego volviendo a bajar. Metía su lengua en mis orejas, aprovechaba para susurrarme sus gemiditos de niña guarra que me enloquecían aún más. Me convencí de que bajo su apariencia de estudiante inocente en realidad era una amante experimentada y que seguramente no era la primera vez que se veía en una situación como aquella.
Ella entonces tomó la iniciativa pidiéndome que me diese la vuelta de manera que me quedase sentada sobre Alex pero de espaldas a él. Su duro miembro entraba tan al fondo que me hacía daño, pero yo seguía moviéndome lentamente, saboreando tan gustoso dolor. Eva se tumbó frente a nosotros, sacó su lengua todo lo que pudo y recorrió con ella todo el camino que iba desde los testículos de mi marido hasta mi clítoris. Se portó bien, ya que cuando no lamía, acariciaba, tanto a uno como a otro, pero llegó el momento en que mi marido dijo que estaba a punto y que no podría aguantar ni un minuto más. Yo le dije que si se esforzaba un poco y aguantaba acabaría obteniendo su recompensa. Le pedí a la muchacha que me lamiera a mi sola y así lo hizo, desde luego hacer sexo con una mujer es algo totalmente distinto, tan delicado, tan sensual, tan bello... en fin, que yo también obtuve un buen orgasmo, que me inundó lentamente, hasta estallar todo mi cuerpo sumiéndolo en el más exquisito de los clímax. Cuando terminé ella me besó en la boca con pasión. Sentí como si estuviera besando los labios de un niño, tal era la dulzura de su carne. Nos volvimos las dos hacia Alex, que nos miraba fijamente, aún erecto y esperando su regalito. Las dos al unísono nos dirigimos directamente hacia su polla para lamerla. Oh, si, si, - decía él como dando gracias al cielo por ver él también una de sus fantasías sexuales cumplidas. Así que nos convertimos momentáneamente en dos actrices porno, interpretando ese inevitable momento que todas las películas del género exhiben una y otra vez y a los hombres tanto complace: la mamada.
Alex pudo ver las dos lenguas subiendo y bajando por su verga brillante de saliva, a veces mientras una intentaba introducirla entera en su boca, la otra hacía otro tanto con sus huevos. Yo lo miraba con lascivia de vez en cuando y él me guiñaba el ojo, o me miraba con agradecimiento, me hacía ver que se lo estaba pasando en grande. Yo quería complacerle aún más, así que me dirigí a Eva:
¿ Te gusta beber el semen?
naaah -, dijo ella, ya que había querido decir "no" pero parecía que la boca se le hubiera hecho más grande.
Pero si lo haces, si eres una buena pupila y te lo tragas todo todo sin dejar una sola gotita mi marido te va a poner un sobresaliente en su asignatura, ¿ verdad cariño? y las dos le miramos intrigadas.
Ehhh, ahhh, aha, sí, desde luego que. Lo haría, lo haría..... si eres buena.
Pues entonces, si voy a obtener una matrícula de honor, estaré encantada de tragármelo todo todo y empezó de nuevo a chuparla pero con mucho más fervor que antes.
Escuchar aquello ya fue demasiado para Alex. Echó su cabeza hacia atrás dejándose llevar. En el momento en que eyaculaba dentro de la boca de Eva (que por lo visto se tomaba su expediente académico realmente en serio y no dejó escapar ni un mililitro), le besé ardientemente en los labios, porque yo también estaba feliz y agradecida por habernos traído a casa una gatita abandonada que se llamaba Eva que hiciera todas esas travesuras con nosotros.
Hicimos una pausa para reponernos del calentón y de las sublimes corridas que habíamos tenido los tres. Alex se quedó tumbado en el sofá, inmóvil, con cara de satisfacción, Eva se encerró en el cuarto de baño y a mí me entró mucha sed, por lo que fui a la cocina a buscar zumo y fruta. Cuando estaba a punto de volver a la sala llevando una bandeja con el refrigerio, apareció otra vez Eva totalmente desnuda, pero esta vez llevaba el pelo y el cuerpo empapado porque se había dado una ducha. Pensé que quería una toalla. Simplemente asomó por el quicio de la puerta y se me quedó mirando.
Me habéis hecho disfrutar muchísimo- dijo, y se volvió a marchar hacia la sala.
Yo salí también de la cocina, con la bandeja. Cuando pasé delante de donde estaba mi marido vimos los dos que Eva se había metido en nuestro dormitorio. Nos miramos y sin decir nada nos fuimos detrás de ella, a ver qué hacía. Nos estaba esperando, boca arriba, con las piernas flexionadas y abiertas, mojando nuestras sábanas porque no se había molestado siquiera en quitarse el exceso de agua de los cabellos, cientos de diminutas gotitas se concentraban en su abdomen, en los brazos, en esa línea blanca que descendía desde la mitad de los pechos hasta su ombligo. Dejé lo que llevaba en las manos encima de un mueble y me recliné sobre ella, para beber lentamente ese rocío que envolvía su cuerpo. Me dejé caer totalmente sobre ella, mientras la besaba en la boca. Mi clítoris se rozaba con el suyo y ella movía rítmicamente su pelvis para obtener el placer. Yo me uní a su ritmo, Alex mientras nos miraba ávidamente tocando su sexo. Sentí que muy rápidamente volvía a sentir ganas de orgasmar, aunque quería retrasarlo un poquito para seguir disfrutándolo. Ella no hacía más que pedirme más y más, y eso no facilitaba que me lo tomase con más calma. Para colmo, Alex vino por detrás e introdujo varios dedos dentro de mi culo y de mi coño. No puede aguantar mi excitación y tuve un orgasmo tan bueno o más que el anterior, mientras observaba esos labios tan preciosos mordisqueando mis pezones. Hice que nos diéramos la vuelta de manera que fue Eva la que quedó sobre mí y le dije a mi marido que metiera su pene entre nuestros dos sexos. Es una postura realmente gratificante, ya que así los tres personas se dan placer a la vez. A él se le acabó de poner tiesa, de sentir como su polla estaba atrapada entre esos dos coñitos húmedos. Yo ya me había dado cuenta antes que a Eva, eso de que le tocaran el culito le gustaba muchísmo, así que me mojé un dedo con saliva y acaricié su ano con él. Ella me dijo entonces
Si haces eso me voy a correr ya.
Mi marido le preguntó:
¿te gusta hacerlo por detrás?
Ella nos explicó que no lo había hecho por miedo, que lo había intentado pero le había dolido muchísimo.
David abrió un cajón y sacó un tubo de vaselina. Ella me miró asustada, parecía que hasta se le habían quitado las ganas de seguir, pero yo la tranquilicé:
Confía en nosotros, no te vamos a hacer daño, verás cómo te gusta. Venga, muévete contra mi otra vez.
Ella se dejó llevar, moviendo el culo, mi marido hundió su cara entre las nalgas y se lo lamió enterito, lo cual la hacía gemir de gusto. - Ya me viene -, avisó a los pocos minutos, entonces Alex untó su verga con bastante vaselina y se apretó un poco contra ella, que lanzó un gemido de dolor y me miró suplicante. Yo la abracé más fuerte contra mi cuerpo, inmovilizándola, pero con dulzura, la besaba y acariciaba en la cara, para relajarla,
-vamos, solo un poquito más, eres una zorrita y te vas a venir así, gozando por el culito.
aahg, si, si, me duele pero me gusta, un poquito más ...
Entonces Alex la agarró por las caderas y empujó para dentro todo lo que quedaba por meter, que era mucho, ella cerró mucho los ojos y me pidió:
cómeme, por favor, cómemelo otra vez para que me corra en tu boca.
Volvimos a colocarnos de manera que Alex quedó debajo, algo ladeado, con su polla dentro del ano de Eva, ella con las piernas bien abiertas y yo entre ellas, lamiéndola una vez más.
Teníais razón, soy una verdadera zorra, me encanta que me folleis- ,
¿quieres que te meta algo por delante también, putita, para que te llenemos por delante y por detrás?
Si, por favor, hacedme todo lo que queráis .
Entonces me acordé de la bandeja con fruta que había traído de la cocina ya que allí había plátanos, cogí uno, lo unté de vaselina y lo introduje dentro de su vagina a la vez que seguía lamiendo su clítoris y que Alex la penetraba por detrás.
Quiero que mi profesor se corra dentro de mi culo, quiero sentir como sale su leche caliente y venirme al mismo tiempo.
Si, mi niña, te lo voy a dar porque has sido muy buena dejándome entrar por detrás, córrete, putita, correte, así- le contestó él.
Así que Eva obtuvo lo que deseaba con tantas ansias, gritando tanto de placer que temimos que los vecinos llamaran a la policía por el escándalo.
Durmió sólo esa noche en nuestro piso, al día siguiente hizo un par de llamadas y como si ya no tuviera problemas con su compañero de piso se marchó precipitadamente.
Al principio mi marido y yo creímos que volvería para repetir y en la espera no dejábamos de follar una y otra vez rememorando aquella noche tan placentera. Alex me contó que en clase Eva se comportaba de lo más normal, como si no hubiese pasado nada y él nunca intentó mencionarle nada. Poco a poco dejamos de hablar de ella.
El siguiente curso, y gracias a la matrícula de honor que mi marido le concedió, se fue a Irlanda con una beca. Supimos que allí tenía familia, por lo que yo no había estado tan desencaminada respecto a su origen. Ni Alex ni yo dudamos que estará haciendo de las suyas, "desvirgando" algún otro matrimonio en su nueva universidad, coleccionando excelentes notas y orgasmos maravillosos. Aunque Alex no me lo dice por no ponerme celosa, sé que la echa de menos. En cuanto a mí, lo único que tengo que reprocharle a esa zorrita es que no haya vuelto a pasar por casa.