Mi mamá y yo

De cómo una madre se encarga de la adolescencia de su hijo

NOTA: este es mi primer relato y he pensado dividirlo en varias partes que iré subiendo según lo vaya construyendo. Espero que seáis comprensibles y podáis perdonar los fallos que seguro encontraréis. Os pediría que lo valoréis de alguna manera y si tenéis alguna crítica constructiva no dudéis en dejarme algún comentario.

MI MAMÁ Y YO

  • Quiero que te portes como el hombre que empiezas a ser y que cuides bien de mamá y de Dani- me dijo alborotándome el pelo mientras pasaba una mano por la cintura de mamá para atraerla hacia sí. Al momento le dio un largo y apasionado beso mientras ella sostenía a Dani en brazos, tomó sus maletas y salió por la puerta donde ya le esperaba el taxi.

Mi padre era marino mercante y pasaba largas temporadas fuera de casa. Por aquél entonces, Dani tenía 4 meses y papá no tuvo más remedio que emprender uno de sus viajes, el cual le llevaría a estar fuera de casa durante 8 semanas.

Mi madre era una mujer joven, cumplió 33 años justo el día anterior. Pese a su juventud ya tenía 2 niños, y se conservaba estupendamente. Era de una estatura media, de complexión no delgada pero tampoco gorda. Su tez era ligeramente pálida, para mi de un color blanco rosáceo inmaculado, su piel estaba salpicada graciosamente por pecas de color castaño que hacían juego con su cabello, el cual, en suaves ondas ligeramente rizadas, caía superando generosamente la mitad de su espalda. Sus pechos eran generosos al igual que su culo y toda su figura desprendía frescura.

Por aquél entonces Dani estaba en época de lactancia y mi madre había desarrollado aún más sus ya abundantes pechos. Dado que era verano y que necesitaba dar de mamar a Dani con bastante frecuencia, solía lucir unas blusas amplias, abotonadas en el medio y con la suficiente longitud como para no tener que ponerse mas que unos pantalones cortos de algodón.

El curso siguiente tenía para mi el aliciente de ser el primero de bachillerato y ciertamente me hacía ilusión cambiar al instituto, tener otros horarios, quizás amigos nuevos y todas las novedades que para un chaval  podía representar esa nueva etapa en la vida.

Yo era una persona tranquila, con intereses variados pero aún sin haber prestado demasiado atención a salidas con amigos, todo el tema de chicas y cosas así. Mi principal actividad cuando quedaba con amigos era ir a jugar al fútbol y algún sábado ocasional al cine.

Dada la afición al deporte tenía un físico atlético, nada musculado pero sin una pizca de grasa; podía presumir de marcar abdominales en la playa provocando de vez en cuando la admiración de mi madre cuando me quitaba la camiseta en la playa. Por supuesto que la líbido ya había despertado en mi y con cierta regularidad me encerraba en el baño para masturbarme. Mis genitales estaban aún en proceso de desarrollo aunque ya habían empezado a aparecer las primeras señales de vello púbico. A pesar de eso tenía un miembro bastante decente, sobre todo destacaba su grosor y dos testículos de tamaño considerable que colgaban dándole al conjunto un aspecto ligeramente adulto, no acorde a mi corta edad. Pero lo que de verdad llamaba la atención era la piel de mi prepucio, era realmente generosa y cuando mi polla estaba en reposo, la piel colgaba ligeramente del glande.

Eran ya las 8 de la tarde pero todavía hacía mucho calor así que la brisa que entraba me reconfortaba. Fui a mi cuarto, cogí un libro y me tumbé boca abajo en el sofá de sala, bajo de la ventana.

Al poco Dani empezó a llorar y mi madre apareció para tomarlo en sus brazos y sentarse en la plaza que quedaba libre del sofá.

  • Parece que este pequeñín va teniendo hambre- me dijo mientras se acomodaba en el sofá junto a mi.

Levanté la cabeza y contesté con otra sonrisa a la vez que no pude evitar dirigir una mirada para ver cómo sus delicados dedos iban desabrochando uno a uno los botones de sus blusa. Retiró una de las copas del sujetador y con delicadeza sacó uno de esos firmes pero abundantes pechos que tenía. Desde mi posición podía ver claramente la pálida piel salpicada aleatoriamente por sus graciosas pecas y por unas, apenas pereceptibles, venas propias que la lactancia traía con sí. Sus pezones eran gordos y estaban envueltos por unas amplias areolas rosadas. Yo había visto a mamá desnuda alguna vez y para dar de mamar a Dani ella no se escondía pero era la primera que la tenía tan cerca.

Bajé la cabeza al libro de nuevo e hice por continuar la lectura. En la habitación sólo se oía el movimiento de la boca de mi hermano mamando del pecho de mi madre. La sensación de tener a mi madre dándole de mamar a mi hermano tan cerca y los sonidos de mi hermano succionando su pezón hicieron que poco a poco las líneas del texto se conviertieran en un borroso mar de letras desenfocadas. De repente sentí que mis pantalones cortos empezaban a apretar y noté como mi polla se endurecía contra el sofá. Mi mirada fija y absorta en ese puré de letras desenfocadas y el sonido de mi hermano mamando el pecho de mi madre llenaba la habitación. Mi erección era para entonces considerable y podía notar perfectamente como el prepucio albergaba ya una buena cantidad de flujo pre seminal. En medio de esta situación, mi madre posó la mano que le quedaba libre sobre mi cabeza y empezó a jugar distraída con mis rizos mientras mi hermano seguía mamando. Un escalofrío recorrió mi espalda e instintivamente froté suavemente mi pelvis contra el sofá. Noté como las caricias de mi madre hicieron una pausa y yo lleno de verguenza me incorporé notando como mi palpitante polla se había alojado a lo largo de una de las patas del pantalón provocando un bulto considerable. La tensa situación hizo que vacilara unos instantes antes de salir decidido de la habitación. Por algún motivo que aún hoy me pregunto, me incliné sobre mi hermano y le di un beso en la cabeza. Tenía tan cerca ese pecho, esa areola rosada que pude ver cómo de la comisura de los labios de mi hermano salía un hilito de leche. El corazón me iba a estallar. Di media vuelta y como pude salí de la habitación. Noté como mi madre me seguía con la mirada y entré en el baño el cual quedaba a la vista del salón. Cerré con pestillo por dentro y de pie delante del inodoro me bajé los pantalones. Mi polla saltó como un resorte al ser liberada. Me mordía el labio tan fuerte que al poco empecé a notar cierta tumefacción. Con dos dedos y muy delicadamente retiré la piel del prepucio y al inodoro cayó un buen chorro de líquido pre seminal. El glande me palpitaba sintiendo los latidos del corazón ahí mismo. Seguí jugando con mi prepucio cubriendo y descubriendo mi hinchado glande que no paraba de segregar su jugo. De repente tensé las piernas y los glúteos y me corrí sobre el váter como nunca antes lo había hecho. Varios chorros de semén impactaron contra la taza y otra buena cantidad quedó colgando del glande. Como pude, limpié aquel estropicio y abriendo la puerta del baño me encontré a mi madre delante del quicio de la puerta.

  • ¿Te encuentras bien cariño?- me preguntó con cierto rubor en sus mejillas.

  • Claro mamá- dije agachando la cabeza y dejándola atrás mientras me dirigía a la cocina.

Al llegar a mi cuarto me di cuenta que mis pantalones cortos estaban manchados por los restos de la corrida así que tuve que cambiarmey ponerme unos limpios. Pasé el rato que quedaba hasta la cena leyendo algunos cómics pero sin poder quitarme de la cabeza la sensación que había tenido.

La cena transcurrió tranquilamente aunque yo seguía un poco ensimismado e intentando evitar muchas miradas con mi madre. Un poco de ensalada y una tortilla fueron suficientes para quedarme satisfecho.

  • ¿Puedes recoger tu la cocina, cariño?, me preguntó inclinándose un poco para besarme en la frente. Al hacerlo la blusa que se llevaba se abrió ligeramente y ante mi surgieron sus dos pechos que se agitaron levemente como queriendo dejar constancia de su presencia.

  • Claro, mamá- respondí visiblemente turbado.

Me dispuse a recoger la mesa y comencé a la lavar los platos de la cena. De pie delante del fregadero intentaba concentrarme en lo que estaba haciendo, intentado despejar mi mente y que mi polla se calmara ya que era perfectamente visible mi erección a través de los holgados pantalones que llevaba. De repente noté sus manos en mis hombros y como su cuerpo se apretaba contra mi espalda. Sus manos rodearon mi pecho y pude sentir sus uñas acariciando mis pectorales. Reposó su barbilla dulcemente en mi hombro y permanecimos así unos segundos en silencio mientras el agua caliente corría por el grifo.

  • Te estoy muy agradecida cariño, me estás ayudando mucho en la tareas de la casa mientras papá está de viaje. Se va a poner muy contento cuando llame y le diga cuánto me estás ayudando.

  • No te preocupes mamá, sabes que lo hago encantado- pude llegar a decir mientras intentaba ocultar la poderosa erección que me estaba produciendo apretando mi pelvis contra el mueble de la cocina.

-¿Me ayudarías con Dani cuando termines con los platos cielo?- me preguntó dándome un beso en la mejilla.

-Claro mamá, enseguida termino- respondí mirando cómo salía de la cocina.

Respiré aliviado y volví a mi tarea. Yo estaba confundido, no podía entender que mi propia madre me estuviera produciendo semejantes estado de excitación. Luchaba por quitarme esas imágenes de la cabeza pero una y otra vez volvían a mi mente.

Cuando llegué a la habitación de mamá la ténue luz de la mesilla iluminaba cálidamente el cuarto. La luz de la luna acariciaba suavemente los pies de la cama y yo quedé petrificado en la puerta contemplando la maravillosa imagen que tenía ante mis ojos. Mi mamá estaba apoyada en el cabecero de la cama reposando su espalda sobre una almohada que había doblado y tener así una postura más cómoda. Mi hermano pequeño recostado sobre su barriga había comenzado a mamar y mamá me sonrió desde la cama. Me hizo un pequeño gesto tocando el colchón indicando que me acercara a ellos. Llegué a su altura y me pusé de rodillas en la cama, apoyándome sobre los talones. Intentaba disimular el nerviosismo que ya para entonces tenía cuando mi madre me tomó suavemente por la mano.

-Ven cielo, es hora de relajarse- me dijo con una sonrisa mientras me hacía un hueco a su lado y hacía que apoyara mi cabeza sobre su hombro izquierdo.

La mano que tenía libre la posó sobre mi muslo y comenzó a acariciarme suavemente describiendo pequeños círculos con la punta de sus uñas. La tela de mis pantalones de verano era tan fina que podía sentir perfectamente las yemas de sus dedos y sus uñas sobre mi piel.

-Al final lo he bañado yo sola, parecía que volvía a tener hambre y no quería tenerlo esperando mucho tiempo- me dijo mi madre con una sonrisa mientras yo hacía todo lo posible por abstraerme y no provocar lo que irremediablemente sucedió. Mi polla empezó a cobrar vida y tuve que maldecir el momento en el que olvidé ponerme los calzoncillos. Disimuladamente eché un vistazo y vi cómo el bulto de mi polla amenazaba con alcanzar la mano de mi madre. De repente mi madre apartó su mano para coger a Dani dándome así un respiro. Se cubrió el pecho, cambió a mi hermano de postura y se descubrió el que yo tenía más cerca. Por un momento pude ver el pecho de mi madre en todo su esplendor. Una amplia areola rosada coronada por un pezón robusto del que prendía una diminuta gota de leche. Los labios de mi hermano se avalanzaron sobre él y siguió mamando. En ese momento pude percibir un ligero jadeo que llenó completamente el silencio de la habitación. Con disimulo miré a mi madre y vi sus carnosos labios entreabiertos, cerró por un momento los ojos y dejó caer nuevamente su mano sobre mi muslo. Al recuperar su posición, involuntariamente quise entender yo, tensó la fina tela de mis pantalones y mi polla dura quedó si cabe más expuesta formando un grueso bulto.

Continuará...