Mi mamá, su embarazo y algo más
La historia verídica de cómo me inicié en el placer del sexo con una mujer con mi madre, casi sin darme cuenta.
Este relato es una historia verídica, y es la historia de mi vida, quizás no suene tan erótica como el lector pueda desear, pero es la verdad, y me hace bien contarla para quitarme un poco la culpa y compartirla con ustedes.
Mi nombre es Luciana y nací en un pueblito muy chico del sur de la Argentina, en una época difícil de mi país, era una suerte estar lejos de casi todo. Mi familia fue una familia tipo (al menos en aspecto). Éramos dos hermanas, mi madre y mi padre. Mi madre es la figura central de la historia, una mujer que fue siempre bella, descendiente de escoceses, con el pelo rojizo y hermoso, los ojos marrones, el busto más prominente y bien marcado que vi en mi vida lo que era su mejor atributo, pues su cintura y sus piernas siempre fueron bastante masculinas por la cantidad de trabajo de campo que realizaba, supongo. Mi padre era un criollo típico, un tipo bastante duro por el campo, el gesto enjuto y muy violento, pero que jamás le pegó ni a mi madre, ni a nosotras dos. Mi mamá quedó embarazada de mi hermana cuando yo tenía 13 años, y esta historia es el inicio de lo que empezó a suceder en mi casa cuando tenía yo recién cumplidos los 14.
Es difícil hacerse de amigas cuando no las hay, tampoco tuve muchos juguetes y aprendí a divertirme sola y con cosas pequeñas, piedras, muñecas de hacía mi mamá con retazos de telas, etc. Si quiero remontarme a la primera vez que sentí algo parecido a la excitación sexual, tengo que recordar mis 12 años y la escena de ver a mi madre bañándose, solamente podía verle el torso, y ese par de tetas inmensas, con los pezones rosados casi flotando en el agua tibia de una primitiva bañera, veía cómo se enjabonaba los pechos, y la sensación de la carne resbalosa del busto me hizo temblar, recuerdo que me tiritiban las piernas como si estuviera en presencia de algo tan prohibido y tan delicioso. A esa edad empecé a soñar con tener esos pechos de grande, empecé a rogarle a Dios que me crecieran tan hermosos como los de ella, y sin darme cuenta casi, empecé a desearle los pechos a ella.
Siempre buscaba el modo de verla desnuda, bañándose y cambiándose, el movimiento de los pechos me parecía maravilloso. Me parecía también increíble que los pezones y la aereola pudieran cambiar tan rápidamente de tamaño y de forma.
Un día por la mañana, era tan temprano que el sol recién salía, pude vislumbrar a mi padre y a mi madre en la cocina, y él enloquecido le chupaba las tetas y se las apretaba con violencia, y las marcas perduraban y se notaban en la piel casi transparente de mi madre, mientras la penetraba descontroladamente, estaba tan enloquecido y se notaba que los pechos eran lo que más le interesaba a él. El acto no duró más de 5 minutos supongo, y el gemido final fue intenso, por parte de ambos. Mi padre se despidió dulcemente, salió y mi madre, se subió la ropa interior y siguió trabajando. El acto me pareció tan violento que tuve una mala sensación en el pecho durante unos días. Los miraba con temor, no podía creer que pudieran hacer esas cosas. Sin embargo, había visto cómo trataba mi padre a las tetas de mi mamá y eso había quedado marcado en mi memoria como algo que a ella le gustaba y desde ese día me imaginé haciéndole lo mismo.
Mi madre quedó embarazada y empezó a ponerse más hermosa, más radiante, y sobre todo, creció su busto y se endureció y se volvió irresistible para mí. Un día, buscando yo conversación al respecto, estábamos mi mamá y yo en la cama y ella me acariciaba el pelo mientras charlábamos sobre cosas de la casa y empecé a preguntarle si le dolían los pechos de tenerlos tan duros y si ya tenía leche. Ella me contestó que le dolían un poco y que sí, que tenía leche y que a veces salían unas gotitas. Yo la miré con asombro y ella con toda naturalidad dijo:
-¿Querés ver?
-Claro! (contesté yo)
se levantó la blusa y dejó salir uno de sus pechos por encima del corpiño. Era algo hermoso, no les puedo explicar lo que temblé en ese momento, tenía la teta a centímetros de la cara y mi mamá empezó a masajearse el pezón hasta que salió una gotita de leche que se junto. La tomó con el dedo y me dijo con extrema ternura:
-Abrí la boca, probala.
Así hice y la probé. El sabor me pareció extraño, pero no me asqueó, sin duda sabía distinto a cualquier otra cosa que hubiera probado en mi vida. Le pregunté si podía probar más y ella asintió. Pero no la siguió sacando, apuntó el pezón a mi boca y me dijo,
-Tomá, acá tenés.
Fue un sueño hecho realidad, abrí la boca y empecé a mamar con suavidad al principio y después me dejé llevar. Me quería meter toda la aereola en la boca, pero no podía, y chupaba. Tardé en tomar consciencia y abrir los ojos mientras seguía chupando. Cuando la miré a la cara, ella me miraba y me acariciaba la carita. Me preguntó:
-¿Te gusta mi amor?
-Me encanta (contesté con la teta en la boca)
Y seguí chupando hasta que casi me cansé. Al otro día, estaba desesperada por estar a solas con mi mamá y ambas tranquilas y sin nada que hacer. Recuerdo que volví del colegio y la encontré en corpiño solamente. Ella me dijo (intuyo que fue a propósito) que se iba a acostar que si quería que fuera a su cama. Fui hasta su cama, e inicié una charla similar a la del día anterior y le pedí, yo ímpetu casi, si me podía dar teta. Asintió y yo chupé, pero empecé a estar atenta a ella, que ahora tenía los ojos cerrados, entonces, empecé a morder y a lamer, apreté la carne y el pezón y me di cuenta que le gustaba la dureza de mi mordida. En un estado completamente alterado, yo misma saqué la otra teta afuera y empecé a chupar y a intercalar ambos pechos. Debo haber estado como media hora chupando y cambiando y estaba tan mojada como nunca. Al final de toda la escena, ella empezó a gemir y yo supe que estaba excitando a mi madre y les tengo que confesar que me encantó.
Al día siguiente se volvió a repetir la escena, pero casi sin disimulo mi mamá metió su mano en su entrepierna. Yo estaba estupefacta, sabía lo que iba a hacer, y no pude dejar de chuparle las tetas, solamente atiné a correrme un poco para que ella maniobrara mejor. Chupé, mordí y lamí hasta que mi mamá acabó con un grito mínimo en un orgasmo de los que más recuerdo. Me dejó seguir chupando mientras me acariciaba la cabeza en un gesto de ternura.
Empecé a elucubrar en mi cabecita, que mi mamá me dejaba hacer todo eso porque lo consideraba un acto de ternura materna. La historia prosigue, y duró varios años, con situaciones del todo eróticas y con nosotras expresándonos cariños en las posiciones en que dos mujeres pueden hacerlo. Voy a seguir la historia en unos días. Espero que la hayan disfrutado. Luli.